«Irak lleva ya trece años de una guerra continua y sangrienta, cuando ahora los buenos vecinos occidentales tan conectados y dispuestos siempre a nuevos estímulos que nos hagan mejores personas descubrimos el Informe Chilcot, un documento británico que es el resultado de seis años de investigación de una comisión encabezada por el diplomático John Chilcot, […]
(Guadi Calvo)
En efecto, es hora de responsabilidades. Ya es hora de que el famoso Trío de las Azores (George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar) pague sus culpas no sólo por la cruel guerra genocida e ilegal en la que se embarcaron con mentiras, sino por ser los últimos responsables de toda la destruccción, el horror y el caos que sufre el país desde entonces. En realidad, deberíamos hablar de Cuarteto de las Azores, ya que el criminal trío fue recibido con todos los honores por José Manuel Durao Barroso, el que fuera Presidente de la Comisión Europea, recientemente fichado, bajo gran escándalo político, social y mediático, por Goldman Sachs. Bush está de retiro en su rancho de Texas, y Blair y Aznar, sobre todo éste último, se cotizan bien alto en la impartición de sus conferencias por todo el mundo, donde destilan su ignorancia y su prepotencia, como si aquélla incursión en Irak no les pasara factura. Pero les pasa. O mejor dicho, nos pasa. Nos pasa factura al resto de los países del mundo, pues todos sufrimos de un modo u otro las terribles consecuencias de un país y de una zona (en general, todo Oriente Medio) bajo los efectos de la desestabilización y la barbarie, a la que ellos contribuyeron decisivamente.
El recientemente publicado Informe Chilcot, de entrada, pone de manifiesto que el Reino Unido es, incuestionablemente, una democracia más avanzada que la nuestra, ya que, aún con sus deficiencias y limitaciones, permite (entre otras cosas, como por ejemplo organizar un referéndum para la autodeterminación de Escocia, o para salir de la Unión Europea, el famoso Brexit) realizar y publicar informes independientes al más alto nivel, caiga quien caiga, aunque impliquen, como es el caso, a grandes figuras de la política nacional británica, y pongan en entredicho su reputación y su legado. En nuestro país aún estamos a años luz de dichas gestas democráticas (Rajoy, a preguntas de los periodistas, se limitó a contestar que «no había leído» el Informe…ni lo leerá). Pero este Informe Chilcot es el resultado de una Comisión de Investigación independiente creada en junio de 2009 por el entonces Primer Ministro británico Gordon Brown. ¿Y qué se concluye en este documento? Pues básicamente lo que ya sabíamos, pero de modo oficial: que Saddam Hussein no suponía ninguna amenaza urgente para los intereses británicos, que la inteligencia respecto a las supuestas «armas de destrucción masiva» fue presentada con una certidumbre que no se correspondía con la realidad de los datos y las informaciones que se poseían, que no se llegaron a agotar las posibles alternativas pacíficas a la guerra (más bien que se tenía prisa en organizar la misma), que el Reino Unido y Estados Unidos habían socavado la autoridad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que el proceso para la identificación de la base jurídica estaba «lejos de ser satisfactorio», y que la guerra de Irak fue a todas luces injusta e innecesaria.
¿Es que alguien albergaba otras informaciones? La guerra iniciada en marzo de 2003 contra el régimen de Saddam Hussein acabó con el dictador, pero nos dejó un panorama desolador, de muerte, caos y destrucción por todo el territorio, que llega hasta nuestros días, y que fue el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de facciones armadas, llenas de odio y de rencor (ISIS), que han ido evolucionando hasta nuestros días, hasta constituir peligrosos ejércitos terroristas que están aniquilando a la población civil no sólo de Irak, sino también de otros países vecinos (Siria, Afganistán, Yemen, etc.), para hacerse con el control de sus recursos, y lanzar una ofensiva a todo Occidente como hasta ahora nunca se había visto. Primero fueron los atentados de Madrid (2004) y Londres (2005), y a raíz de la sangrienta guerra en Siria (que dura ya más de cinco años), sufrimos ya en nuestros países vecinos atentados casi a diario (París, Niza, Bruselas, Munich, etc.). Este es el legado que nos ha dejado el famoso «Trío de las Azores». A ellos les debemos tanta devastación, tanto odio y tanta destrucción. A su arrogancia, a su temeridad, a su ignorancia y a su chulería le debemos tal grado de aniquilación de personas, recursos e instalaciones, que la lista sería interminable. Por ello, en abril de 2007 se creó la Plataforma «Juicio a Aznar», cuyos patrocinadores quieren volver a reactivar.
Es hora pues de exigir responsabilidades polííticas y penales ante un Tribunal Internacional de Justicia por la organización y participación en esta guerra ilegal, todo un crimen de agresión según el derecho internacional, con terribles consecuencias humanas, que se concretan en cientos de miles de muertos, 4,5 millones de desplazados forzosos, más de una decena de ciudades destruidas, y un reguero de muerte, sangre, caos y destrucción, ligados también a la tremenda situación de inestabilidad que existe desde entonces en la región. Y a todo ello, aún tenemos que soportar a la horda tardofranquista, representada en nombres como Esperanza Aguirre o Federico Trillo, asegurando con absoluto descaro que «España no participó en la guerra de Irak». No cabe mayor cinismo ni desvergüenza. La querella presentada por la citada plataforma en 2009 contra José María Aznar y sus por aquél entonces Ministros de Defensa (Federico Trillo) y de Asuntos Exteriores (Ana Palacio) fue archivada por la justicia española, como era previsible. Pero los crímenes internacionales de agresión no prescriben, así que ya es hora de que el Trío de las Azores sea juzgado por la Corte Penal Internacional, y se haga justicia de una vez por todas contra estos desalmados. De hecho, tanto Bush como Blair están amenazados por sendas querellas criminales. Como nos informa Pedro López (Profesor de la UCM y miembro fundador de la Plataforma «Juicio a Aznar») en el citado artículo de referencia, en junio de 2015 Ramsey Clark, ex Fiscal General de Estados Unidos, junto con un grupo de abogados, decidieron querellarse contra Bush, Donald Rumsfeld (ex Secretario de Defensa de EE.UU.) y Dick Cheney (ex Vicepresidente de EE.UU.) acusándolos de conspiración y de cometer crímenes de guerra contra Irak, y por su parte, algunos familiares de soldados británicos muertos en aquélla sangrienta guerra están también estudiando tomar medidas legales contra Tony Blair.
Al menos, tanto Blair como Bush han dado la cara, han tenido alguna reacción (bien es verdad que ninguno ha estado a la altura, pero al menos lo han hecho), pero en nuestro caso, a José María Aznar ni está ni se le espera para la tarea de reconocer los tremendos errores cometidos, y aceptar su culpa y su responsabilidad en tan horrendo crimen. El Informe Chilcot revela que el famoso trío acordó una estrategia comunicativa y un «argumentario» para aparentar ante la opinión pública que habían hecho todo lo posible para evitar la guerra, así como de que estaban «absolutamente convencidos» de la existencia de aquéllas armas de destrucción masiva que nadie nunca pudo probar (ni siquiera los inspectores de la ONU), y que mucho después de la guerra comenzaron a admitir que no existían, que nunca existieron. La conclusión está bien clara: se tramó una gigantesca mentira que fue tomada como pretexto para invadir salvajemente una nación, derrocar por la fuerza a su Presidente, e iniciar una guerra que llevaría únicamente muerte, destrucción y caos al país y a la región, y cuyas consecuencias llegan desgraciada pero lógicamente hasta nuestros días. Se tienen informaciones y datos fidedignos que demuestran que hasta la CIA fue presionada para que proporcionara argumentos a favor de la guerra. Hoy día, todos se limitan a afirmar que «el mundo está más seguro sin Saddam Hussein«. Pero no. El mundo estaría más seguro sin líderes políticos como estos del famoso Trío de las Azores, el mundo estaría más seguro con gobernantes que en vez de preparar argumentos para las guerras, intentaran evitarlas a toda costa.
En resumidas cuentas, con el famoso Trío de las Azores (Bush como el gran organizador, obsesionado con la «guerra contra el mal», junto a los perritos falderos Blair y Aznar) nos encontramos ante tres criminales de guerra, que merecen el juicio, la condena y el reproche político y penal correspondiente. Ya es hora de que se haga justicia. Es hora de responsabilidades. Como indica Luis Gonzalo Segura en este brillante artículo: «Aznar es responsable directo de millones de muertos, del 11-M, del asesinato de ocho espías españoles en Irak en dos atentados, de los militares españoles fallecidos en la contienda y todos los que se han suicidado o han acabado abandonados o con problemas psicológicos. Es también responsable directo de todas las torturas cometidas (los españoles también torturamos), de los periodistas fallecidos (Couso y Anguita), y es, finalmente, responsable directo de parte de los 65 millones de desplazados que vagabundean desesperados por la guerra invisible que vivimos«. Se podrá decir más alto, pero no más claro. Nos queda aún un largo camino, pero estamos en él. La meta es sentar en el banquillo de los acusados al Trío de las Azores por crímenes de guerra, para que la verdad (que ahora hemos vuelto a saber con el Informe Chilcot) y la justicia se nos presenten ante nosotros, aunque la reparación de todo aquél horror ya será más costosa. Desgraciadamente, el resto de gobernantes mundiales tampoco están a la altura. Así que de las «garantías de no repetición», mejor ni hablamos.
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