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“Es como un queso gruyer”, asegura un miembro del equipo de seguridad de las Naciones Unidas en Ginebra

Escuchas ilegales en la ONU, actos infames sobre una diplomacia inútil

Fuentes: Rebelión

Hace unos días se conoció el enésimo caso de escuchas ilegales sobre alguno de los miembros -o en las instalaciones- de la ONU. Esta vez el ‘objetivo’ elegido fue el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA, institución dependiente de la ONU), el egipcio Mohamed El Baradei. Pero las noticias aparecidas en la […]

Hace unos días se conoció el enésimo caso de escuchas ilegales sobre alguno de los miembros -o en las instalaciones- de la ONU. Esta vez el ‘objetivo’ elegido fue el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA, institución dependiente de la ONU), el egipcio Mohamed El Baradei.

Pero las noticias aparecidas en la prensa fueron la continuación de un vodevil, legitimado por los grandes medios, que se repite periódicamente y que resulta inocuo para los inductores y los ejecutores materiales de semejantes conductas delictivas.

En su edición del 12 de diciembre, el Washington Post publicaba que los responsables de la Administración estadounidense habían puesto escuchas telefónicas a El Baradei para espiar sus conversaciones con los diplomáticos iraníes. En un tono bastante formal -teniendo en cuenta el cinismo de las afirmaciones-, los funcionarios estadounidenses citados por el diario dijeron que «las llamadas interceptadas no han producido ninguna evidencia de conducta impropia de El Baradei».

Alarmado e indignado -y con la premura propia de tal situación-, una semana más tarde el director de la OEIA declaró, con fingida inocencia, que si el gobierno norteamericano verdaderamente le había ‘pinchado’ su teléfono, ello constituiría una grave infracción. «Si eso es desgraciadamente verdad, es un atentado a las libertades, a los derechos y a la intimidad y, más grave, al derecho de los organismos internacionales a trabajar con independencia», denunció El Baradei a la cadena de televisión árabe Al Arabiya, con sede en Dubai. «No tengo nada que ocultar», añadió.

¡Pues claro que la administración de Bush II había estado espiándole! Si fueron ellos mismos quienes lo reconocieron al Washington Post. Cómo si no hubieran hecho cosas peores en su guerra contra el derecho y la legalidad internacional. Cómo si alguien creyera a estas alturas, que la ONU (que legalizó la invasión de Iraq) y sus organismos satélites trabajan con independencia y seriedad.

El espionaje es parte del esfuerzo estadounidense para persuadir a una minoría dentro de la OIEA, de 35 miembros, de que se oponga a la reelección de El Baradei. El objetivo último sería obtener argumentos para pedir la dimisión del director, quien había anunciado recientemente que se presentará el año próximo para un tercer mandato al frente de la institución de Naciones Unidas que él dirige desde 1997.

Más sincero se mostró el portavoz de la OEIA, Mark Gowzdecky, quien manifestó no estar sorprendido por las informaciones de la prensa pues «este tipo de noticias aparecen cada tanto», añadiendo que en la Organización se trabaja «bajo la presunción de que hay una o más entidades interesadas en escuchar nuestras conversaciones. Preferiríamos que no sucediera, pero comprendemos la realidad y nos comportamos conforme a ella».

Según el diario británico The Independent, quien lidera esta campaña contra El Baradei sería John Bolton, el secretario de Estado para el control de armas. Un personaje de la línea más dura y reaccionaria (si es posible establecer ese tipo de matices dentro de la administración norteamericana).

Nuevas escuchas, esta vez en la sede de la ONU en Ginebra

Pero, por si este hecho no fuera suficiente para confirmar el desprestigio de un organismo como la ONU y la inutilidad actual del cascarón vacío en que se ha convertido la legislación internacional, tras haber sido dinamitada por la coalición invasora de Iraq, el pasado jueves (16 de diciembre) la cadena suiza de televisión TSR, desveló el hallazgo de una sofisticada instalación de escuchas clandestinas en la sede de Naciones Unidas en Ginebra. Los micrófonos se encontraban en una estancia denominada «Salón francés», perteneciente al Palacio de las Naciones (la sede europea de la ONU). Esta sala era usada principalmente para videoconferencias entre las sedes de la ONU de Ginebra y de Nueva York. Pero también había sido utilizada, en septiembre de 2003, para un importante encuentro de ministros de Asuntos exteriores de los EE.UU., Rusia, China, Gran Bretaña y Francia -los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad- con el tema de Iraq sobre la mesa. En la misma estancia también se habían reunido en enero pasado el presidente francés Jacques Chirac y el brasileño Luiz Inacio «Lula» da Silva. Y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, para entrevistarse con el presidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo, y con el de Camerún, Paul Biya, con el  objetivo de debatir sobre la disputada península de Bakassi.

Las Naciones Unidas confirmaron dicha información, explicando que la instalación ilegal había sido descubierta con motivo de la renovación de las salas. «La investigación no ha permitido determinar desde cuando se encuentra instalado el aparato, ni por quien» declaró la portavoz de la ONU en Ginebra, Marie Heuzé. Y precisó que «no es una sala que sirviera para las negociaciones, pero es una sala prestigiosa que presenta un interés histórico y que está puesta a disposición de los jefes de delegación».

Declaraciones aclaratorias, o todo lo contrario

La siguiente retahíla de declaraciones es únicamente lo déjà vu en casos similares, ese guión ridículo, hilvanado con frases absurdas, cuyo contenido está plagado de necedades e hipocresías. En primer lugar, la opinión de los ‘expertos’ en la materia; sesudos tertulianos que afloran, nadie sabe bien de dónde, en toda cadena de radio o de televisión que se precie. En segundo lugar, los que ‘claman en el desierto’; aquellos que llevan años avisando de lo que ocurre sin que nadie les tome en cuenta. Por último, los que se disculpan sin que nadie les haya pedido explicaciones; recusatio non petita, acusatio manifesta.

Todos ellos cuentan con su espacio en la gran farsa mediática donde lo que prima es el espectáculo, la cuota de pantalla, para lo cual no es importante ni la verdad ni el rigor. Por eso los grandes medios esquivan la información, y no tratan de buscar las razones, las causas o los causantes. Al fin y al cabo ¿para qué? -se preguntarán-, si todo ha de seguir como hasta ahora, como si nada hubiera ocurrido.

Según un experto contratado por la TSR que vio las fotos, el aparato de escucha podría ser de fabricación rusa o de la Europa del este. Su tamaño parecía indicar una tecnología de hace tres o cuatro años, sin embargo -añadió el técnico- se trataba de un dispositivo muy sofisticado y muy difícil de detectar.

Otro ‘lince’, Jacques Baud, autor de una enciclopedia sobre los servicios de información, señaló que «es la primera vez desde la guerra fría que se encuentra una prueba material de la instalación de un sistema tal en la ONU». El pobre pasó por alto que, sin ir más lejos, en febrero se descubrió un equipo de escucha en la oficina del propio secretario general, Kofi Annan -ubicada en el piso 38 del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York-, que había sido instalado por el servicio secreto británico MI6. En aquel entonces, Fred Eckhard, portavoz de Annan, dijo que tales actividades «minan la integridad y la naturaleza confidencial de los intercambios diplomáticos. […] Quienes hablan con el Secretario General tienen derecho a suponer que sus conversaciones son confidenciales». Del mismo modo, aseguró que la ONU tomaría medidas técnicas de rutina para protegerse de esas invasiones a la privacidad y recordó que la inviolabilidad de las instalaciones de la Organización estipuladas en la ley internacional. Más de lo mismo hasta el día de hoy.

Sin embargo, el embajador holandés -y experto en armamento- Chris Sanders, no se mostró muy sorprendido por el hallazgo del «Salón francés». Sanders señaló que las reuniones de la ONU no son secretas, y que si el objetivo es poder hablar confidencialmente lo habitual es hacerlo en los pasillos y no en la sala.

Circunstancia ésta apoyada por el inepto -y sin embargo embajador español en la ONU- Inocencio Arias, el cual antes de la invasión de Iraq, y mientras el Gobierno de Aznar hacía de tonto útil para George W. Bush, se negaba a hablar de asuntos espinosos en su despacho porque tenía la fundada sospecha de que todo lo que decía era escuchado por el «espionaje amigo».

Pero volviendo al tema de los micrófonos descubiertos en Ginebra, faltaba la voz de quien se disculpa sin que se le hubiera pedido explicaciones. Ese fue el papel del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, Hervé Ladsous, quien dijo que los micrófonos descubiertos «no tienen nada que ver con Francia», a pesar del nombre del salón («francés»). Afortunadamente aclaró el entuerto al decir que «de hecho se trata de un local bajo la responsabilidad exclusiva de la ONU», la cual «es la responsable de la investigación en curso y, al igual que todos los demás, nosotros estamos en espera de los resultados». Según el portavoz, la única vinculación de Francia con la estancia ‘agujereada’ fue la donación, hace bastantes años, de «algunos muebles y elementos decorativos».

Todo ello pone de manifiesto algo que se ha convertido en una rutina usual en la ONU. Donde desde hace años corren rumores sobre espionaje interno o externo. Sin que nadie haga nada y sin que nunca pase nada. No es ningún secreto que los servicios de espionaje de determinados países estén muy interesados en lo que se conversa en el seno de Naciones Unidas. Sin embargo, también hay indicios de que la dirección de la organización multinacional espía a sus propios colaboradores. José Campos, miembro de la Unión del Personal de la ONU, presentó en junio pasado una queja a la dirección del Palacio de las Naciones sobre diminutas cámaras de televisión y aparatos de escucha que habrían sido instalados en varias oficinas por el servicio de seguridad de la ONU. Este servicio es dirigido por Roland de Stickere, un ex coronel del Ejército belga.

Dentro de ese clima cordial, el director Orzhonikidze desechó la queja de Campos a quien calificó de «fantasioso enfermizo». Sin embargo, colaboradores del propio De Stickere, explicaron a una agencia de prensa que las acusaciones de Campos no carecían de fundamento. Uno de esos funcionarios de seguridad afirmó que hay un armario secreto lleno de cintas de audio. Pero también que este año Roland de Stickere debía haberse jubilado, mas su contrato fue alargado, simplemente porque sabe demasiado.

Otras fuentes del servicio de seguridad de la ONU, contaron a la prensa que dispositivos similares estarían ocultos en todas las sedes de la ONU en Europa, «son como un queso gruyer». «Si tuviéramos los medios técnicos y el personal para realizar búsquedas completas, estoy seguro de que encontraríamos un micrófono tras otro. Lo mismo ocurre en Nueva York y en Viena», añadió la misma fuente, que prefirió permanecer en el anonimato.