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Filipinas, el archipiélago del miedo

Fuentes: Mundo obrero

El 21 de noviembre de 2021, unos cien filipinos se concentraron en la plaza de Cataluña de Barcelona. Se les veía contentos y se fotografiaban ante una pancarta que honraba el nombre de Ferdinand Marcos, Bongbong, hijo del dictador, con una dirección de internet.

Ofrecían también la dirección de una cuenta de twitter, donde tiene un millón de seguidores. Pensé que era para el rodaje de una película, pero era real. Los asistentes reían, sin ser conscientes de su mirada de siervos.

La historia de Filipinas está llena de espanto. Al yugo de la colonia española siguió la guerra con Estados Unidos, cuyo ejército acabó con la vida de centenares de miles de filipinos hasta alcanzar la victoria en 1902 y convertirla, otra vez, en una colonia, entonces estadounidense. Después, llegó la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial, y tras la independencia y hasta la llegada de Ferdinand Marcos en 1965, el gobierno filipino desató con la ayuda de Washington una política de terror contra la guerrilla comunista que causó otra vez decenas de miles de muertos. La caída de Marcos fue una liberación, pero la llegada de Corazón Aquino no acabó con la explotación, la corrupción, la pobreza.

La etapa del presidente Duterte ha sido sangrienta, y no en vano se le conoce como «el nuevo Marcos». Su partido, el PDP-Laban, es una organización nacionalista que convive con la vieja oligarquía que sigue controlando el país. La persecución de la droga le ha llevado a organizar escuadrones de la muerte del ejército y la policía que se han dedicado durante años a ejecutar en las calles a los pequeños traficantes, sin que su celo alcanzase a muchos de los grandes tratantes, algunos de ellos militares o con buenos contactos en el ejército. Se calcula que decenas de miles de personas han sido asesinadas en esa sanguinaria campaña: Duterte es un matón fascista y se enorgullece de ello. Ahora, no puede postularse de nuevo a la presidencia, pero no tiene intención de retirarse, y ha empujado a su hija, Sara Duterte, a presentarse como candidata. Su propósito es claro: tras ella, seguiría manejando el gobierno del país. Junto a Sara Duterte se postulan también un boxeador y Bongbong, que en 2016 estuvo a punto de convertirse en vicepresidente. En octubre de 2021, el hijo del viejo dictador hizo público que se presentaría a las elecciones presidenciales de mayo de 2022.

Duterte siempre ha mostrado respeto por el tirano Marcos, y en 2016 autorizó que sus despojos fueran enterrados en el Cementerio de los Héroes de Manila, otorgándole un tratamiento de «héroe nacional», aunque era un vulgar ladrón, un asesino, un sanguinario anticomunista. La dictadura de Marcos estuvo presidida por la corrupción, el robo, las torturas y los asesinatos, siempre con el apoyo de Estados Unidos, cuya complicidad con la tiranía iba acompañada de un hipócrita discurso de «defensa de los derechos humanos». La grotesca corte de Marcos estuvo adornada con los caprichos y el despilfarro de su esposa Imelda, una mujer capaz de acumular miles de lujosos zapatos mientras las niñas se veían forzados a la prostitución en las calles de Manila y la miseria atrapaba a millones de filipinos.

La caída de Marcos le llevó a un refugio dorado en Estados Unidos, donde murió en Hawái en 1989. Su familia volvió a Filipinas, y consiguió de nuevo parcelas de poder: Imelda Marcos fue diputada durante años, hasta que se retiró en 2019 en ocasión de su noventa aniversario. Bongbong, que defiende y elogia la dictadura de su padre, fue gobernador de la provincia de Ilocos y después senador desde 2010 hasta las elecciones presidenciales de 2016, y su hermana Imee Marcos es senadora. Toda la familia cree que el poder les pertenece, y que les fue robado por la revuelta de 1986. Bongbong ha apoyado la campaña de Duterte contra las drogas, mostrándose de acuerdo con la pena de muerte, con las ejecuciones aplicadas a los pequeños traficantes.

El Partido Comunista está prohibido en Filipinas, como en muchos otros países de la región, de Birmania a Malasia y de Indonesia a Thailandia. En marzo de 2021, The Manila Times recogía las órdenes de Duterte: el ejército filipino debe «disparar y matar de inmediato» a los comunistas, afirmando que son simplemente bandidos. No tuvo reparo alguno en decir que los comunistas se dedican a la extorsión de empresas y negocios, incluidos los centros comerciales de Manila, y se complace en la persecución: en las redes sociales hay una masiva campaña para «etiquetar» a personas como «rojos», en una clara incitación al asesinato.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.