El reclamo de constituirse en motor de acciones concretas, expresado por algunos movimientos, marcó el seminario de balance de los 10 años del Foro Social Mundial (FSM) en su sesión inaugural de este lunes en la capital del meridional estado brasileño de Rio Grande do Sul, cuna del encuentro global de la sociedad civil. Sería […]
El reclamo de constituirse en motor de acciones concretas, expresado por algunos movimientos, marcó el seminario de balance de los 10 años del Foro Social Mundial (FSM) en su sesión inaugural de este lunes en la capital del meridional estado brasileño de Rio Grande do Sul, cuna del encuentro global de la sociedad civil.
Sería «un paso adelante» si el FSM adoptase una declaración con las posiciones «consensuadas», como el «antiimperialismo», la «financiación de la riqueza» y la condena al fracaso de la conferencia de diciembre en Copenhague sobre cambio climático, opinó João Antonio Felicio, presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT), la mayor organización sindical brasileña.
Ese consenso ayudaría a promover «acciones masivas más contundentes», necesarias para «luchar por la hegemonía en la sociedad» e incluso para evitar «un retroceso político en América Latina», que se refleja en el triunfo electoral de la derecha hace una semana en Chile, arguyó el sindicalista.
No se trata, aclaró, de aprobar «un programa mínimo» al estilo de la izquierda tradicional y se descartaría cualquier punto que genere divisiones, pero sí «establecer una plataforma de consenso» para intensificar las acciones.
Para cambiar el mundo es indispensable hacer movilizaciones masivas, pues «el juego sólo se gana saliendo a la cancha», desafió, usando una metáfora futbolera, João Pedro Stédile, uno de los coordinadores en Brasil del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y de la organización internacional Vía Campesina, entendiendo que el FSM se limita a discutir con los jugadores.
El «movimiento de masas» es el único instrumento de la sociedad para modificar la realidad, presionando gobiernos y otros poderes, como las grandes empresas transnacionales, sentenció Stédile.
Pero el Foro ya está fomentando acciones masivas, al reunir organizaciones y movimientos de las mas distintas actividades y partes del mundo, facilitando coaliciones y programas conjuntos de lucha, contrarresta Oded Grajew, el ex empresario de quien partió la idea de crear el Foro, fundador y dirigente de organizaciones de responsabilidad empresarial.
En su concepción, el FSM es un facilitador, donde los activistas se juntan y se articulan para reforzar o ampliar sus movilizaciones. «Los que quieren proponer acciones que lo hagan y busquen adhesiones, nadie se los impide, pero tampoco se los obliga a nada», sostuvo.
«Debemos seguir como un foro, para que todos tengan la oportunidad de discutir». Las resoluciones, por más consensuadas que parezcan, son excluyentes, acotó ante la consulta de IPS Chico Whitaker, otro fundador del FSM y representante de la Comisión Brasileña Justicia y Paz, de la Iglesia Católica.
Por su parte, Cándido Grzybowski, del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase) y otro importante organizador del Foro desde sus inicios, no cree posible aprobar un documento de consenso, aunque es legítimo «que lo intenten», dijo a IPS.
En el FSM de 2005, último encuentro central en Porto Alegre, cuando se decidió que las ediciones globales pasaban a ser bienales, un grupo de intelectuales activos en el proceso lanzó el manifiesto titulado «Consenso de Porto Alegre», que atrajo muchas críticas y cayó en el vacío.
El FSM tiene «límites insoslayables», por su naturaleza de «encuentro, de generador de ideas», se trata de una oportunidad de pensar e intercambiar experiencias, pero «la acción concreta de hacer otro mundo es tarea más allá del Foro», explicó Grzybowski.
«La crisis civilizadora puso en cuestión nuestras propias ideas y prácticas» anteriores, cuando se hablaba de justicia social y que el incremento de la producción solucionaría otros problemas. «Hoy tenemos que relacionar justicia social con la ambiental, que no estaba presente en 2001», recordó.
Hay otros desafíos, como profundizar la interdependencia entre la acción mundial y local, poner en cuestión el Estado nacional y «descolonizar nuestras mentes de categorías que no nacieron de nuestras luchas», manifestó Grzybowski, quien vuelca sus esperanzas en la juventud que se adueñó del FSM.
En la edición mundial de Belém, en la Amazonia brasileña el año pasado, 34 por ciento de los participantes tenían menos de 24 años, subrayó.
Hay una disputa entre vieja y nueva culturas también dentro del FSM, cuya primera edición, en 2001, «asustó a muchos por su diversidad», comentó Lilián Celiberti, la activista feminista de Articulación Marco-Sur, de Uruguay.
Una «jerarquización de las luchas» pone ciertos temas, como el antiimperialismo, en primera planta, pero hay otras como «el antisexismo, el antirracismo y el antipatriarcado», destacó.
Construir una agenda común significaría «reducir la diversidad», y el FSM es una oportunidad de «estar juntos y reconstruir la esperanza, que son un fin en sí mismo», afirmó.
Este año, el FSM no tendrá un encuentro mundial central, sino que se realizarán 27 reuniones nacionales, temáticas y locales que se distribuirán por todo el mundo y durante todo el año.
El encuentro que forma parte el seminario de balance de la década se denominó FSM Gran Porto Alegre, porque se compone de distintas actividades distribuidas en seis ciudades cercanas a la capital riograndense, además de la propia ciudad.
Comprende desde una Feria Mundial de Economía Solidaria y X Campamento Intercontinental de la Juventud hasta una Reunión Cultural y el Panel Temático del Foro Mundial de Teología y Liberación, que se extenderá entre este lunes y el viernes.