El pasado 19 de septiembre se cumplió el primer centenario del natalicio de Paulo Freire (1921-1997), destacado pedagogo e intelectual brasileño, que ha influido de manera determinante en el pensamiento emancipador desde la segundad mitad del siglo XX en América Latina y el mundo, por sus postulados a favor de la educación como una herramienta de liberación de los pueblos.
Justamente, su obra más conocida, Pedagogía del oprimido (1968), es un llamamiento a la conciencia de profesoras y profesores para que reconozcan en su contexto los elementos pedagógicos fundamentales para la superación de las condiciones de injusticia apremiantes a lo largo de los confines de nuestra América.
La educación popular, que tantos ejemplos ofrece en pleno siglo XXI, es uno de los legados invaluables de Freire, su propuesta de reconocer qué tanto el educador como el educando, al ubicarse conscientemente en el contexto concreto en el que habitan, pueden reconocer los elementos de enseñanza ejemplificados a través de la vida material y generar procesos de transformación que partan del individuo hacia la colectividad, asumiendo en todo momento roles no jerárquicos y construyendo una nueva estructura del diálogo y la reflexión como premisas esenciales de cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje. En Pedagogía del oprimido escribió: “Nadie lo conoce todo ni nadie lo desconoce todo; nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí mediados por el mundo”. Una frase que resume su método pedagógico implementado en diversas campañas de alfabetización de los pueblos y sectores más marginados de su natal país, y que ahora sirve de guía a cientos de proyectos libertarios que ven en la educación la base de la construcción de un mundo mejor.
Para Freire, la construcción del saber y su reproducción forman parte de un complejo proceso de autoconocimiento y reconocimiento de los individuos y las clases sociales, y por consecuencia, entre los pueblos que viven bajo estructuras dominantes de opresión. El saber es construido de forma conjunta y no partiendo de la verticalidad horizontal de la educación formal y tradicional que domina las instituciones controladas por el poder, pero no debe olvidarse que Friere fue un marxista convencido y crítico del capitalismo, por lo que su análisis del poder, sus estructuras y sus manifestaciones educativas, parten de la necesidad de superar al sistema y la urgencia por construir de sociedades justas e igualitarias, no basadas en el fin del lucro y el mercado. Su perspectiva fue siempre materialista.
Freire escribió y dictó un sinfín de artículos y conferencias que se han editado en varios volúmenes, además de que publicó cerca de una media centena de libros, que se fundamentan en el reconocimiento de que el aprendizaje como proceso humano está indiscutiblemente inmerso en la dialéctica de la sociedad y, por tanto, forma parte también de la lucha de clases. Entre tantas otras, resultan indispensables obras como: La alfabetización y la conciencia (1963); La educación como práctica de la libertad (1967); Pedagogía del oprimido (1968); La importancia del acto de leer (1982); La cultura popular, la educación popular (1983); Pedagogía de la esperanza (1992); Pedagogía de la autonomía (1996) y Pedagogía de la indignación (2000). Freire a cien años, es consciencia y emancipación para los oprimidos del mundo.
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