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Grupo de Shangai: ¿una asignatura pendiente para la CEI?

Fuentes: Rebelión

La Comunidad de Estados Independientes (CEI), surgida en 1991, ha resultado un espacio poco funcional para la solución de los diferentes conflictos políticos, económicos, étnicos y culturales surgidos en el denominado espacio postsoviético luego de la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del Campo Socialista En este sentido, la CEI no ha logrado […]

La Comunidad de Estados Independientes (CEI), surgida en 1991, ha resultado un espacio poco funcional para la solución de los diferentes conflictos políticos, económicos, étnicos y culturales surgidos en el denominado espacio postsoviético luego de la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del Campo Socialista

En este sentido, la CEI no ha logrado responder efectivamente ni a las propias problemáticas internas de las naciones que la constituyen, ni a la creciente influencia de Estados Unidos y el resto de Occidente en un área de potenciales perspectivas geopolíticas y socioeconómicas, mientras que otros organismos como la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) se van constituyendo como mecanismos más eficientes para la canalización de los intereses de Rusia y China en la región.

Desde su fundación, la CEI había tenido como premisa angular la creación de un bloque regional, cuya función estaba dirigida hacia el consenso y puesta en practica de políticas comunes para amortiguar los efectos dejados por la desaparición legal de la URSS, entre aquellos países que habían compartido una misma era histórica y que, luego de la descomposición de la URRS, iniciaban un nuevo camino de inserción en el reconfigurado sistema político internacional. Sin embargo, luego de 16 años de existencia esta comunidad de repúblicas no ha logrado cumplir sus principales metas y propósitos.

Por otro lado, la aún incipiente Organización de Cooperación de Shangai ha ido reforzando su posición, fundamentalmente por la creciente coincidencia de sus miembros en temas referentes a la seguridad regional, las inversiones y la preservación de intereses geoestratégicos comunes. Resulta importante destacar, que a esta asociación de países pertenecen tanto China y Rusia como la mayoría de las repúblicas exsoviéticas de Asia Central, dígase Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Tadjikistán.

De este modo, si en un principio la OCS tenía como principal objetivo mitigar las contradicciones fronterizas entre estos Estados, en pocos años ha buscado diversificar su agenda de trabajo hacia cuestiones como la energía y la cooperación técnico-militar entre sus miembros, tomando en consideración la reemergencia de las pugnas entre los centros de poder mundial en la zona centroasiática, un área de cuantiosas reservas de hidrocarburos.

Realizando un breve análisis sobre los logros y deficiencias de cada una de estas organizaciones resulta evidente que la OCS en poco tiempo ha logrado positivos avances en áreas en las que la CEI, con más años de existencia, muestra resultados insuficientes.

Un primer aspecto constituye el papel desempeñado por China dentro de la OCS. Gracias al dinamismo de la economía y la proyección exterior del gigante asiático como posible potencia a mediano plazo, las naciones centroasiáticas urgidas de estabilidad sociopolítica, han optado por un mayor acercamiento con respecto a Beijing en pos de incrementar y garantizar un confiable flujo de inversiones de una China que busca ampliar sus redes políticas y comerciales.

A esto se une el carácter de buena vecindad desempeñado por la diplomacia china en la solución de las discrepancias entre los Estados miembros y asociados de la OSC. Tomando en consideración que para un efectivo desarrollo regional y una eficiente explotación de los hidrocarburos del área es imprescindible la disminución de las tensiones políticas y étnico-religiosas dentro de algunas repúblicas como Uzbekistán, Kazajstán, Tayikistán y Kirguistán con las que Beijing posee importantes acuerdos económicos y comerciales.

Otro elemento importante resulta, la perceptible cooperación técnico-militar de China y Rusia con los otros países miembros de la OCS, tomando en consideración que la seguridad nacional de todas estas naciones es un tema de primer orden en sus agendas internas y de proyección internacional, dicha cooperación ha influido en que Estados Unidos haya ido perdiendo cierta influencia entre algunos de sus anteriores aliados como Uzbekistán.

Y un último aspecto, es que dentro de la OCS, Moscú ha logrado impulsar acuerdos comerciales y económicos mucho mas viables y posibles de concretar, que si los hubiese propuesto dentro de los marcos de la CEI. Ya que dentro de esta ultima organización, Rusia es vista no sólo como socio mayor, sino como Estado que pretende regular los intereses del resto de la comunidad.

Sin embargo, no se debe desestimar que si bien la OCS aglutina naciones que comparten un espacio por el que pugnan los centros de poder mundial, la CEI asocia en su seno no sólo los Estados centroasiáticos, sino también las naciones caucásicas de Georgia, Moldava y Ucrania, lo cual multiplica las diferencias culturales y políticas, diversificando los conflictos latentes entre estos tres países con Rusia. Estos Estados continuamente han tratado de hacer fracasar todo esfuerzo por devolverle a la CEI un papel protagónico y de real influencia en el este europeo no comunitario.

En las estructuras de la CEI funcionan diversas instancias encargadas de dinamizar la solución de las complejidades regionales del espacio postsoviético. Sin embargo, la propia crisis de funcionalidad de la organización ha dado como resultado el surgimiento de mecanismos paralelos encargados de hacer viables los tratados y acuerdos que deberían actuar en el marco de la misma.

De este modo, han surgido o se han reconfigurado el Tratado de Seguridad Colectiva, el Espacio Económico Único, la Comunidad Económica Euroasiática entre otras instituciones, como instrumentos de concertación y diálogo fuera de las estructuras de la CEI y de la lógica de crisis relacionada al carácter de las relaciones multilaterales que han caracterizado a la organización regional.

Por otro lado, la CEI enfrascada en preservar los intereses internos del área, con el liderazgo de Rusia, ha tratado de frenar el avance que Estados Unidos ha alcanzado en el espacio postsoviético. La Casa Blanca posee importantes aliados en el área, Georgia, Ucrania y Moldava son claros ejemplos de los esfuerzos de Washington por fragmentar y hacer fracasar cualquier tipo de acercamiento entre estas tres repúblicas exsoviéticas y el Kremlin.

De esta forma, estas tres naciones y Azerbaiján en 1997, con asesoramiento de los Estados Unidos, crearon la denominada GUAM, organización hostil a Moscú y de marcado carácter pronorteamericano que en sus años de existencia ha buscado impulsar acciones políticas que no sólo protejan los intereses de Washington y el resto de Occidente en la zona, sino también provocar la desestabilización de los sistemas políticos aliados de Rusia. Para iguales propósitos surgió en Kiev la denominada Comunidad de Elección Democrática (CED) en el 2005, lo que hace prever una agudización de las contradicciones tanto en lo referente a la injerencia norteamericana como en lo concerniente al tema del gas que Moscú exporta a través de Ucrania hacia la Unión Europea.

Es perceptible que la CEI posee retos difíciles de solucionar en los años venideros, tomando en consideración la agudización y diversificación de las problemáticas mundiales y regionales. Aún más, cuando en el espacio postsoviético no comunitario confluyen distintos intereses de las potencias mundiales, enfrascadas en una lucha estratégica por el posicionamiento geopolítico en una zona de cuantiosas reservas de petróleo y gas acompañante.

Resulta evidente que la CEI ha tenido un recorrido mucho más complejo que el transitado por la OCS. Sin embargo, podría beneficiarse de la creciente influencia que viene alcanzando esta última organización en las naciones centroasiáticas para redefinir ciertas y determinadas esferas que dentro de la comunidad no han logrado avances significativos, máxime cuando países como Kazajstán están interesados en devolverle a la CEI su poderío geopolítico y económico. Ello le serviría a Rusia como un elemento de contrapeso en su confrontación política con las repúblicas del Cáucaso sur.

Por tal motivo, la CEI tiene ante si el reto de aprovechar las experiencias resultantes de las relaciones multilaterales que caracterizan a la OCS, como un elemento de consenso y cooperación entre países expuestos a las crecientes exigencias de un complejo orden internacional. De este modo, seria posible y notablemente positiva una variación en la correlación de fuerzas en pos de la reconfiguración de la Comunidad de Estados Independientes y la construcción de un nuevo sistema de relaciones interestatales en una de las regiones de creciente emergencia en la geopolítica mundial.