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Guantánamo: Confesión a la salida del infierno

Fuentes: IPS

Nizar Sassi, un joven francés de origen tunecino, relata sus días en la cárcel de Guantánamo, el enclave militar estadounidense en Cuba, y su «salida de los infiernos», en un libro que será presentado este sábado en la Feria del Libro de la capital española. «Guantánamo, Prisionero 325, Campo Delta», que tiene como subtítulo «La […]

Nizar Sassi, un joven francés de origen tunecino, relata sus días en la cárcel de Guantánamo, el enclave militar estadounidense en Cuba, y su «salida de los infiernos», en un libro que será presentado este sábado en la Feria del Libro de la capital española.

«Guantánamo, Prisionero 325, Campo Delta», que tiene como subtítulo «La historia real de un descenso a los infiernos», fue publicado por la editorial Edaf, mientras su autor, en libertad condicional desde enero, permanece en Francia a la espera de que tribunales de ese país se pronuncien con un «no ha lugar» para su absolución definitiva.

El libro, que será presentado en la feria inaugurada este viernes en Madrid, es el primero escrito por un ex preso de Guantánamo, la prisión más secreta del mundo, que se convirtió en noticia central cuando Washington resolvió encarcelar allí a miles de personas detenidas en distintas partes del mundo bajo la acusación de ser terroristas, pero sin ser sometidos a la justicia.

En la introducción, Sassi, de 27 años, señala que pasó cuatro años entre rejas, 30 meses de ellos en Guantánamo «por nada». Admite que entre los prisioneros hay «combatientes o terroristas» pero, añade, «otros muchos han caído allí sin siquiera saber por qué».

Él se considera entre esos «otros muchos» que «por inconsciencia, imprudencia o irreflexión se encontraron en el lugar equivocado en el momento más inoportuno». Afirma que es parte «de los que no han cometido ningún crimen y sin embargo han sido condenados sin ser juzgados».

De familia humilde, el joven franco-tunecino comenzó a trabajar en su adolescencia y a los 21 años pasó a desempeñarse como guardia de seguridad en un estacionamiento de automotores en el ayuntamiento de Venissieux, cerca de la oriental ciudad de Lyon.

En ese lugar conoce a comienzos de 2001 a otro vigilante, un musulmán practicante, al que le confiesa su pasión por las armas, por disparar y por hacer ruido y, a su vez, el nuevo compañero de trabajo le cuenta sus viajes por el mundo, entre otros lugares por Afganistán.

En Afganistán «todo el mundo tiene armas y si quiere puede ir de visita y darse el gusto de utilizarlas», le dice.

Después le propone viajar a ese país, lo cual Sassi acepta. «Para tener armas y poder utilizarlas, claro que de manera pacífica, estoy dispuesto a hacer lo que diga (à) poco importan el sitio y las condiciones, yo sólo quiero una cosa: disparar», sostiene textualmente en el libro.

Así, aprovecha sus vacaciones para volar a Afganistán, vía Londres. El organizador del viaje, para su sorpresa, le prepara un pasaporte falso bajo el argumento de que es para facilitar su ingreso a Afganistán. Aunque sorprendido, lo acepta ilusionado con su afán de usar armas de gran calibre.

Llegados a Afganistán son trasladados en automóvil a un campamento en el poblado centro-oriental de El Faruk, donde recibe entrenamiento, explicaciones sobre armas y finalmente logra disparar con una metralleta Kalashnikov. Ahí Sassi percibe que se ha dejado engañar, pero espera cumplir el plazo de un mes y poder regresar a Francia, según narra en el libro.

Su preocupación se agudiza cuando empieza a oír el rumor insistente de llegaría al campamento Osama bin Laden», por lo que resuelve salir, lo que hace en pocos días dirigiéndose hacia Kabul.

El 11 de septiembre de 2001, en momentos en que está en la frontera esperando un guía que lo cruce a Pakistán, para desde allí regresar a Europa, escucha por una radio la noticia de los atentados terroristas en Nueva York y Washington.

Los periodistas mencionan como posibles autores de los atentados a Al Qaeda, nombre que oye por primera vez en su vida, aseguró en el libro.

Cuando Sassi pregunta qué es eso, le responden que «para los norteamericanos (estadounidenses) todo árabe que se encuentra en Afganistán pertenece a Al Qaeda», la red terrorista.

Ahí se da cuenta de que ha estado en un campamento de Al Qaeda y que le resultará muy difícil explicar que no tiene nada que ver con el terrorismo. «Así que estoy pero que muy jodidoà», concluye en ese entonces.

Por ello, se reafirma en su decisión de llegar a la embajada francesa. En un grupo en el que hay otros tres franceses, lo llevan a través de la limítrofe zona montañosa de Tora Bora, continuamente bombardeada por aviones estadounidenses.

Al llegar a un pueblo paquistaní los encierran hasta que tropas regulares de ese país hacen al subir al grupo a dos autobuses y, tras varios incidentes, los alojan en una cárcel, donde son interrogados por una «delegación de Naciones Unidas» que, poco después se enteran de que en realidad es un equipo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.

Entregados inmediatamente a ese equipo, en un avión estadounidense son trasladados a una base en la meridional ciudad afgana de Kandahar.

Al llegar, encadenados, los arrojan desde la puerta del avión a la pista. Los llevan al edificio del aeropuerto, al que los hacen entrar uno por uno. Cuando le toca el turno, 10 soldados le dan una paliza, lo tiran al suelo y varios de ellos se suben a la vez sobre su espalda, recuerda Sassi.

Momentos después, «los soldados se divierten apilando encima mío a los otros 10 prisioneros, desnudos como Dios los trajo al mundo», cuenta. Días después es visitado por una delegación de la Cruz Roja, a la que transmite su pedido de ser contactado con la embajada de Francia.

No obstante, su destino siguiente es Guantánamo, donde al llegar es golpeado, esposado y recluido en una celda de un metro con 80 centímetros por dos metros, enrejada hasta el techo.

«Por todo mobiliario, un pozal lleno de agua para lavarse y otro para hacer las necesidades, un trozo de jabón, una toalla y una cantimplora de agua con tanto cloro que no hay quien la beba». También había un ejemplar del Corán en árabe e inglés, «delicadamente dispuesto en un rincón».

Tras un interrogatorio, «sin torturas de por medio», le anuncian que llegará a visitarlo un delegado de la Cruz Roja, quien no le suministra información, toma las suyas y se compromete a ponerlo en contacto con la embajada francesa.

Mientras, asiste a escenas terribles, como cuando algún detenido se niega a salir de su jaula y los soldados le lanzan los perros encima.

También recuerda el caso de cuando «se presentan cinco gigantes con uniforme de combate, cascos, chalecos antibalas, rodilleras negras y escudos y empiezan por rociar al preso con gases lacrimógenos a través de la reja».

«Luego, abren la puerta y se abalanzan todos contra él, acorralándolo con el escudo contra la pared y ahí empieza la somanta de palos. Lo golpean, lo tiran al suelo, lo atan y lo arrastran fuera, en medio de un griterío general de todos los reclusos», completa la narración.

Sassi indica que un día, «por fin», llegan policías franceses y ante su pedido de que lo saquen de ahí le contestan: «Aquí estás con los norteamericanos y no es nada, no existes, eres sólo un número (325). Tu única salida somos nosotros así que, si quieres tener una posibilidad de salir, tienes que hacer lo que te digamos». Luego se van sin darle ninguna salida.

En febrero de 2004 lo llevan ante cuatro franceses que no se identifican y lo interrogan, además de decirle que su familia está bien y trabajando por su libertad, le informar también que los actores británicos Vanessa y Colin Redgrave crearon la Comisión Internacional de Derechos Humanos de Guantánamo.

En tanto, su hermano Emán Sassi recibe apoyo para ser recibido en el Congreso de Estados Unidos, donde denuncia la injusticia de que es víctima el prisionero, El viaje del familiar es financiado y apoyado por la American Civil Liberties Union, una asociación fundada en 1920 y que agrupa a más de 400.000 miembros en defensa de las libertades cívicas.

Ante la reacción que la visita de Emán Sassi tiene en la opinión pública, «tuvo la revelación en bloque de otra América, con gente de gran humanidad que, en nombre de su país, le había pedido disculpas», comenta. El 26 de julio de 2004 finalmente lo envían a Francia.

En París lo recibe un policía que le dice: «señor Sassi, queda usted detenido por asociación de malhechores en relación con una empresa terrorista». El juez ordena la prisión, con la «convicción» de que «nadie que va a Afganistán puede ser inocente».

El nueve de enero de 2006, la justicia pone en libertad provisional a Sassi, dejando abierto el proceso hasta que se celebre el juicio, en fecha aún indeterminada.

En sus conclusiones, el ex prisionero de Guantánamo reitera que no es un terrorista, que se equivocó al viajar a Afganistán y que escribió el libro para cumplir una promesa, pues cuando salió de la base estadounidense en Cuba los demás presos le dijeron: «Nizar, dí al mundo lo que aquí ocurre».

Ya escrito el libro, concluye: «ahora voy a empezar a vivir de nuevo».