Nepal es una pequeña lengua de tierra situada entre la región china del Tibet y el norte de India. Su superficie apenas supera los ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados; sin embargo tiene una alta tasa demográfica de 24 millones de habitantes, gran parte ellos residentes en zonas rurales y sumidos en la pobreza. Su geografía […]
Nepal es una pequeña lengua de tierra situada entre la región china del Tibet y el norte de India. Su superficie apenas supera los ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados; sin embargo tiene una alta tasa demográfica de 24 millones de habitantes, gran parte ellos residentes en zonas rurales y sumidos en la pobreza. Su geografía está surcada por los montes Himalayas, asiento del Everest, la montaña más alta del mundo, que comparte con el Tibet. En este escenario de contrastes entre paisajes de gran belleza natural y un paisaje social miserable se desarrolla desde hace 1996 una guerra popular dirigida por el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) que exige el fin de la única monarquía hindú del mundo y del régimen feudal de tenencia de la tierra así como la instauración de la república, además de plantear el socialismo como objetivo estratégico. Numerosos reportes coinciden en señalar que la guerrilla -catalogada como terrorista por el rey y por Washington- controla el ochenta por ciento del territorio nacional, principalmente las zonas rurales.
No es de extrañar que así sea en un país donde las propias fuentes occidentales achacan el auge de la insurgencia a la incuria gubernamental y señalan que no es posible una victoria de la fuerzas armadas del reino frente a los rebeldes. El empuje de estos llevó al rey Gyanendra a destituir el primero de febrero pasado al gobierno multipartidista encabezado por el primer ministro Sher Bahadur Duba y asumir el control absoluto del poder ejecutivo con el argumento de que la administración de Duba no era capaz de conservar la paz. Además, decretó el estado de emergencia e impuso censores militares en todos los medios, a los cuales se les prohibió brindar información política durante seis meses. Como colofón se cortaron las comunicaciones con el exterior y fueron detenidos más de mil activistas sociales, sindicales y líderes políticos incluyendo al primer ministro depuesto. Hace dos años el monarca había disuelto el parlamento y echado a Duba del premierato, pero posteriormente lo llamó de nuevo a ocuparlo con la encomienda de convocar elecciones que debían celebrarse en noviembre próximo así como llevar a cabo pláticas de paz con los insurgentes. Desde que Gyanendra asumió en 2001 el cetro tras el asesinato de su hermano el rey Bisendra ha quitado y puesto gobiernos a su antojo y derogado la constitución de 1991, de modo que es el único poder real del Estado, apoyado en el ejército.
El auge de la guerrilla preocupa mucho a Estados Unidos y a India, que han prestado creciente asistencia militar a Gyanendra para combatirla y tratado de presionarla para que se integre al diálogo con el gobierno y acepte participar en un eventual proceso electoral. La clave de la cuestión es lo que podría significar un gobierno surgido de una insurgencia armada revolucionaria en esa zona del mundo. Hay que tomar en cuenta que en India existen guerrillas maoístas en varios estados y el impacto que un hecho así podría tener en la región indostánica en general. Al parecer la guerrilla nepalesa posee una sólida implantación en el campo donde ha creado comités populares elegidos por sus habitantes para gobernar el territorio. Estos se ocupan de la educación, la salud, los servicios comunales y todo lo relativo a la administración civil e incluyen entre sus miembros a integrantes de distintos partidos y fuerzas políticas.
Al barrer con todo sesgo de la precaria institucionalidad democrática que quedaba el rey Gyanendra ha puesto en un serio predicamento a Bush en la lucha mundial contra la tiranía que proclamó en su segunda toma de posesión. Al respecto vale citar a Gores Evans, ex canciller australiano y presidente de del Grupo Internacional de Crisis, un instituto académico con sede en Bruselas: «Dados los antecedentes de apoyo a la tarea contrainsurgente y la discreción con que el gobierno estadunidense reaccionó ante el golpe, se especula en Katmandú(capital de Nepal) que el rey pudo haber anunciado a la embajada sus intenciones con antelación». A dos semanas del golpe de Estado, Estados Unidos, para cubrir las apariencias, ha convocado a su embajador a consultas y expresado su preocupación por el «proceso democrático» en la nación asiática. Y es que cerrados los mínimos resquicios legales subsistentes se potencia la opción de la lucha armada y la definición del juego político del lado de la guerrilla.