Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La foto, sin fecha, del Centro de Documentación de Camboya, es tan escalofriante como informal: directamente al lado de un Mercedes negro, altos dirigentes de los Jemeres Rojos -en sus distintivos pijamas negros, sandalias y krama alrededor del cuello- posan despreocupadamente. Vemos al «Hermano Número Uno» Pol Pot, a su subcomandante Nuon Chea, Ieng Sary, Son Sen y Vorn Vet. Es lo que quería decir Hannah Arendt cuando denunció «la banalidad del mal».
Este lunes, en un complejo especialmente construido en los suburbios de Phnom Penh, tuvo lugar la audiencia inicial del Tribunal Jemer Rojo, con la presencia de algunos de los personajes más denigrados en la historia reciente, incluidos el «Hermano Número Dos» Nuon Chea y el relativamente sofisticado «Ministro de Exteriores» Ieng.
Sary, quien convenció a bastantes diplomáticos, estadounidenses y europeos incluidos, de que los Jemeres Rojos solo trataban de construir una nueva sociedad agraria; y eso incluyó el asesinato ritual de más de dos millones de camboyanos en un holocausto asiático del Siglo XX.
En realidad Sary había admitido previamente, en reuniones secretas, que los Jemeres Rojos querían reducir la población de Camboya de 7 millones a 1 millón, más que suficiente para que floreciera ese sueño agrario conceptualizado por Khieu Samphan en una tesis en la Sorbona, muy elogiada por los franceses en su época.
El ángel de la historia intervino cuando Vietnam derrocó a los Jemeres Rojos en enero de 1979, para gran enojo del Washington de la Guerra Fría, que después presentó el lamentable espectáculo de su apoyo a los Jemeres Rojos en las Naciones Unidas.
Camboya está gobernada por un denominado «dictador democrático» -el astuto Hun Sen- que se ha asegurado de que ninguno de sus antiguos compañeros Jemeres Rojos tuviera que enfrentar sus crímenes contra la humanidad. Además Hun Sen -con Camboya como parte de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y objeto de masivas inversiones chinas- nunca correrá el riesgo de enfrentar una liberación de la OTAN por medio de una guerra humanitaria. Es uno de «nuestros hijueputas», a su manera.
Dos generaciones de jemeres modernos -que en el pasado construyeron uno de los imperios más sofisticados de Asia- siguen esperando algún tipo de justicia para los Jemeres Rojos a través de un tribunal respaldado por las Naciones Unidas. Las perspectivas no son buenas. Hun Sen quiere que éste sea el último juicio de Jemeres Rojos.
Solo Duch -el tristemente célebre torturador que dirigió la horrenda prisión de los Jemeres Rojos en Tuol Sleng- fue juzgado y sentenciado en el denominado Caso OO1. Pol Plot planeó su estrategia de salida al morirse en 1998.
Algunas de las acusaciones contra Nuon Chea, Ieng Sary y su importante esposa, la ministra de acción social Ieng Thirith, convirtieron en una burla su genocidio organizado por el Estado: están acusados, entre otras cosas, de capturar y matar a aficionados a la vela estadounidenses y a pescadores vietnamitas. Chea, de 84 años, y Sary afirman que están viejos y enfermos. Sary incluso obtuvo el perdón del rey Norodom Sihanouk en 1996 después de ser condenado en ausencia por los vietnamitas en 1979. Khieu Samphan se las ha arreglado siempre para estar demasiado enfermo para enfrentar la justicia.
Las audiencias importantes en el Caso 002 no comenzarán hasta dentro de varios meses. Hasta ahora lo bueno ha sido que las audiencias de esta semana se transmitan en directo a todo el Reino. Sin embargo nadie sabe si Chea, Sary u otros, hablarán durante las audiencias o colaborarán realmente con el tribunal. Chea ha tenido el descaro de sacarse sus inmensas gafas negras en el tribunal este lunes para decir: «No me gusta esta audiencia» y dejar luego que su abogado adjunto entre en detalles.
Haz la guerra, y viaja
Podría ser tentador que una perspectiva histórica se disuelva en el animado Phnom Penh entre los jóvenes educados y vinculados que toman mojitos en las terrazas de bares frente al río Tonle Sap y a las sedes deslumbrantes de compañías comerciales pan-asiáticas.
Pero es imposible no conectar a los Jemeres Rojos con el Imperio Estadounidense. Fue la guerra ilegal de Richard Nixon en Camboya -llamémosla VietCam, precursora de la actual AfPak- más el apoyo para otro dictador de pacotilla, Lon Nol, en lugar del Rey Sihanouk, los que crearon las condiciones para la emergencia de los Jemeres Rojos y su toma del poder en 1975, justo cuando el último deshonrado helicóptero estadounidense abandonaba Saigón.
A Washington no le importó mucho el genocidio asiático e incluso gruñó cuando Vietnam derrocó a los Jemeres Rojos.
Y eso nos lleva a los caminos circulares del Imperio: Los jemeres lo describirían como un nagá que muerde su propia cola. Pensad en el eterno guerrero de la Guerra Fría: el secretario de Defensa de EE.UU., Robert Gates, quien argumentó recientemente que el fracaso en Afganistán es «inaceptable», no importa cuáles sean los costes de la guerra (tal como el fracaso en Vietnam era inaceptable).
Pensad en Gates, cuando dijo a Newsweek: «He pasado toda mi vida adulta con EE.UU. como superpotencia, que no tenía remordimientos al gastar lo necesario para sostener esa posición». Funcionarios del Imperio parodiando «La voz de su amo» no podían ser más claros. Hay más: «Francamente, no puedo imaginar formar parte de una nación, parte de un gobierno… al que se le obliga ao a reducir drasticamente su compromiso con el resto del mundo».
«Compromiso» que significa extender una guerra, ilegalmente, de Vietnam a Camboya, y crear las condiciones de un holocausto asiático. «Compromiso» que significa extender una guerra, ilegalmente, de Afganistán a Pakistán, y sembrar más caos en Asia del Sur. «Comprometerse» significa extender una guerra ilegal contra Libia -sembrando más caos en el Norte de África-. «Comprometerse» significa dejar que la Casa de Saud soborne a todo el mundo en su iniciativa reaccionaria, contrarrevolucionaria, por todo MENA (Medio Oriente-Norte de África).
Por lo tanto se podría perdonar si el asesino masivo Nuon Chea pensara: «Yo solo estaba implementando el sueño de una sociedad agraria igualitaria. El que debería estar en el banquillo de los acusados por crímenes contra la humanidad es el Imperio, no yo.» Puede que el verdadero Año Cero todavía no haya comenzado.
Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge«. Su último libro es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected].
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Southeast_Asia/MF29Ae01.html
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