En las últimas décadas, muchas naciones en desarrollo registraron una disminución de los ingresos fiscales, como una parte de la renta nacional, y urge revertir esa situación mediante una mayor recaudación para así financiar los objetivos de desarrollo en esos países. La búsqueda de los objetivos de desarrollo depende fundamentalmente del gasto estatal que, por […]
En las últimas décadas, muchas naciones en desarrollo registraron una disminución de los ingresos fiscales, como una parte de la renta nacional, y urge revertir esa situación mediante una mayor recaudación para así financiar los objetivos de desarrollo en esos países.
La búsqueda de los objetivos de desarrollo depende fundamentalmente del gasto estatal que, por su parte, está limitado por los ingresos fiscales, en especial los impuestos. Pero la recaudación tributaria en muchas naciones en desarrollo suele ser mucho más baja que en los países más ricos.
En muchos países de África subsahariana y América Latina, la proporción de impuestos respecto del producto interno bruto (PIB), de hecho, disminuyó, por la caída de ingresos fiscales a instancias de los aranceles de importación y, menos común, por los derechos de exportación.
Dichos ingresos, y por cierto la parte de los impuestos comerciales, cayeron con la liberalización comercial en las últimas décadas, a menudo impulsada, cuando no solicitada, por las instituciones multilaterales de crédito. Por lo general, no aumentaron otros impuestos lo suficiente como para compensar la disminución de los tributos comerciales.
Los ingresos fiscales proceden principalmente de tres fuentes en la mayoría de las naciones en desarrollo: impuestos internos sobre bienes y servicios tributos sobre las ventas y el consumo), impuestos al comercio exterior (la mayoría derechos de importación) e impuestos directos, principalmente a la renta, como sucesión, y otros similares disminuyeron en forma significativa.
Los impuestos al patrimonio y a la propiedad, así como las contribuciones a la seguridad social hacen aportes variables, y a menudo reflejan una «dependencia del camino» (o trayectorias dependientes).
En la mayoría de los países ricos, el impuesto a la renta (la mayoría procedente de individuos, más que de corporaciones) y al consumo representan las mayores contribuciones (alrededor de un tercio cada uno), mientras las contribuciones a la seguridad social representan alrededor de un cuarto del total de los ingresos fiscales, mientras que los impuestos comerciales son bastante insignificantes.
Hay una creciente tendencia a estandarizar las prácticas impositivas, pero las distintas circunstancias y, por lo tanto, el potencial de ingresos, indica que las naciones en desarrollo no deben buscar emular a las economías más ricas en su forma de generar ingresos fiscales. No hay un modelo único para todos, ni siquiera entre las primeras, y por cierto, no para todo momento.
También se incentiva la ampliación o diversificación de la base imponible, los impuestos indirectos tendieron a aumentar, mientras que los directos, en especial el impuesto a la renta, tendieron a disminuir, ostensiblemente para promover la inversión y el crecimiento, a pesar de la dudosa justificación empírica, lo que redujo aún más los ingresos fiscales.
Los ingresos no tributarios han sido principalmente importantes en los países petroleros y en aquellos con grandes empresas estatales bien gerenciadas. Esa proporción suele ser baja, aun en países con considerables actividades de extracción de recursos minerales no petroleros, por lo general para minimizar o evitar la corrupción.
Es indispensable que las naciones en desarrollo tomen medidas para aumentar sus ingresos tras considerar varias opciones relevantes para ello. En las últimas décadas, se aconsejó a los gobiernos de la mayoría de esos países disminuir, en vez de aumentar los impuestos.
El argumento era que con tasas menores se aseguraría el cumplimiento de las obligaciones y también se promoverían mayores inversiones, lo que resultaría en mayores ingresos fiscales.
Los ingresos tributarios pueden aumentarse de varias formas: ampliando la base imponible, reduciendo la evasión y el fraude y asegurando nuevas fuentes de la tributación internacional.
No hay motivos para ser demasiado pesimistas sobre los impuestos directos, pues las reformas tributarias pueden mejorar de forma significativa su contribución en muchos países. Es, por cierto, posible mejorar los ingresos fiscales aumentando la parte de impuestos directos de los más adinerados mediante impuestos a la renta más progresistas en las naciones en desarrollo.
También deben hacerse mayores esfuerzos para asegurar el pago, y elevar la recaudación, de los impuestos existentes. Limitar la autoridad discrecional de los funcionarios también puede ayudar a mejorar el cumplimiento de las obligaciones y reducir la evasión fiscal. Informatizar la administración impositiva también contribuye a reducir la corrupción, porque dificulta la manipulación de los registros.
Mejorar la administración fiscal puede aumentar el aporte del impuesto sobre la renta de las personas físicas a la recaudación total.
Se puede pedir una declaración fiscal a toda persona que es propietaria de una vivienda, un vehículo, pertenece a un club, tiene tarjeta de crédito, pasaporte, licencia de conducir o carné de identidad y es cliente de un servicio telefónico.
Ampliar el alcance de la deducción fiscal en la fuente ha sido muy efectiva para gravar a quienes de otra forma es difícil de llegar.
Los ingresos por concepto del IVA (impuesto al valor agregado) resultaron ser mucho menores de lo esperado cuando fue creado en las naciones en desarrollo, debido al vasto sector informal que suelen tener esas economías.
Y ampliar la base del IVA de forma brusca perjudicará a los más pobres, que suelen tener una mayor participación en el sector informal, a la vez como consumidores y como productores. Los costos administrativos de tener múltiples tasas de IVA y exoneraciones también son mayores en los países en desarrollo.
Los impuestos especiales son otra importante fuente de ingresos en los países en desarrollo, pues tienen una base pujante y pueden administrarse a bajo costo. Suelen cobrarse en productos como alcohol, tabaco, petróleo, vehículos y piezas de repuesto.
Desde el punto de vista de los ingresos, son convenientes, involucran a pocos productores, grandes volúmenes de venta, una demanda relativamente poco flexible y son fáciles de observar.
Esos impuestos se pueden recaudar en cantidades al salir de la fábrica o a su llegada a los puertos, con lo que se simplifica la medición y la recaudación, así como se asegura la cobertura, se limita la evasión y se mejora la fiscalización.
Los impuestos especiales suelen representar menos de dos por ciento del PIB en los países de bajos ingresos, en comparación con tres por ciento en los de mayores ingresos.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/10/impuestos-para-el-desarrollo/