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India e Irán: otra muestra de la hipocresía occidental

Fuentes: Rebelión

El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) va a discutir el día 6 de marzo el informe de su secretario general, Mohamed El Baradei, sobre la capacidad nuclear de Irán y su hipotética pretensión de enriquecer uranio con fines militares. Sobre la mesa está la posibilidad de que el país persa sea enviado al […]

El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) va a discutir el día 6 de marzo el informe de su secretario general, Mohamed El Baradei, sobre la capacidad nuclear de Irán y su hipotética pretensión de enriquecer uranio con fines militares. Sobre la mesa está la posibilidad de que el país persa sea enviado al Consejo de Seguridad de la ONU para la imposición de sanciones políticas y económicas, los ya conocidos antecedentes de un ataque militar, convencional o no. Y esta semana se cierra con la visita de Bush a India -antes habían visitado el país Blair y Chirac- para finalizar su pacto de cooperación nuclear separando las instalaciones civiles y militares a cambio de que Washington colabore en los programas de energía nuclear civil. India, potencia militar declarada desde 1998 (después de una primera prueba nuclear en 1974) no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), lo que le impide una cooperación con los países miembros del Grupo de Abastecedores Nucleares, el selectro club de los cinco grandes. Resulta que hay energía nuclear buena (India) y energía nuclear mala (Irán, que sí ha firmado el TNP y no posee la bomba).

Una nueva muestra de la hipocresía de occidente, sin la necesidad de recurrir al doble rasero respecto a Israel y sus bombas nucleares. India es un país «nuestro» (la «mayor democracia del mundo», como es catalogada en los medios de formación de masas), se comporta de forma «responsable», supone un mercado de mil millones de personas y puede poner coto a las ansias emancipadoras de los movimientos revolucionarios de toda esa zona de Asia (véase el caso de Nepal, por ejemplo). Irán es un estado «golfo», amenaza «el orden global» y «financia el terrorismo» (véase el recibimiento a Hamas y el anuncio de ayuda financiera al nuevo gobierno palestino, por mencionar otro caso).

Poco o nada se dice sobre que el TNP está construido sobre tres pilares: prohíbe a los estados que no poseen armas atómicas adquirir ese tipo de material bélico, compromete a cinco estados con armamento nuclear (China, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia, que integran el Consejo de Seguridad de la ONU) a adoptar una política de desarme, y permite a todas las naciones acceder a tecnología nuclear sólo con objetivos pacíficos. Los países mencionados no sólo no se desarman, sino que amenazan con utilizar el arma nuclear «con fines limitados», como han hecho Francia y Estados Unidos en una guerra ante hipotéticos enemigos. Además, en la actualidad, hay al menos otros tres estados con armas nucleares: Israel, India y Pakistán, ninguno suscriptor del TNP. Corea del Norte ha anunciado que también la tiene y Japón ha dicho públicamente que está dispuesto a producirla para «contrarrestar» la amenaza norcoreana.

¿Por qué entonces la campaña mundial contra Irán y no contra India, por poner el caso más reciente tras la visita de Bush? Varias son las hipótesis:

1.- Evitar que pueda acceder a la tecnología necesaria para desarrollar armas atómicas. Es la excusa oficial y la que circula con profusión por todos los medios de formación de masas occidentales. Tiene como último argumento, hasta ahora, la resolución adoptada el 4 de febrero por el OIEA y denominada «Aplicación del acuerdo de salvaguardias en relación con el TNP en la República Islámica del Irán» (GOV/2006/14) en la que se afirma que «después de casi tres años de intensas actividades de verificación, el Organismo aún no está en condiciones de aclarar algunas cuestiones importantes relacionadas con el programa nuclear del Irán ni de concluir que no existen materiales o actividades nucleares no declarados en el Irán» (apartado f) y, al mismo tiempo, se solicitan «las medidas de transparencia pedidas por el Director General, particularmente en el documento GOV/2005/67, que van más allá de las exigencias reglamentarias del acuerdo de salvaguardias y el protocolo adicional, y abarcan el acceso a personas, a la documentación relativa a la adquisición, al equipo de doble uso, a determinados talleres de propiedad militar y a las actividades de investigación y desarrollo que el Organismo pueda solicitar en apoyo de sus investigaciones en curso» (apartado 1) (1).

Obsérvese que se indica claramente que lo que se ha pedido a Irán «va más allá» de las exigencias reglamentarias del TNP. Algo que se parece, y mucho, a la exigencia que se hizo al Iraq de Saddam Hussein antes de la invasión y que sirvió para que EE.UU. conociese a la perfección los sitios convencionales de armas de Iraq, las instalaciones de radar y, en la práctica, cuál era la capacidad defensiva con que contaba el país árabe.

Lo curioso es que Irán había decidido suspender voluntariamente todas las fases de ejecución del proyecto de enriquecimiento de uranio de Natanz en noviembre de 2003, a raíz de un acuerdo suscrito en París con Alemania, Gran Bretaña y Francia. Dicho proyecto estuvo parado hasta agosto de 2005, pero no fue en Natanz donde se reanudó el proyecto, sino en Isfahan, previo informe al OIEA, cuyos inspectores instalaron cámaras de vigilancia en el interior de la central. Irán justificó el hecho diciendo que los europeos no habían cumplido con los compromisos firmados en 2003 y mantuvo en suspenso las actividades en la planta de Natanz. En esa época, quien fuera jefe de los inspectores de armas de la ONU, Hans Blix, dijo que Irán necesitaría muchos años para tener la capacidad de producir el uranio enriquecido necesario para una bomba atómica. Sus recomendaciones, como en el caso de las armas de destrucción masiva en Iraq, fueron desoídas por occidente.

La reanudación del proyecto nuclear iraní era un aviso de que la situación no se podía postergar en el tiempo, que los europeos tenían que cumplir lo firmado y, para no romper la baraja y demostrar que seguía teniendo buena voluntad en el tema nuclear, en septiembre de 2005, en la Asamblea General de la ONU, el presidente de Irán dio un paso más allá: en un gesto sin precedentes, invitó a empresas extranjeras tanto privadas como estatales a participar en las actividades nucleares de Natanz cuando ésta central fuese reabierta, suponiendo que ello sería el golpe de gracia al temor de los occidentales sobre los fines pacíficos del programa civil atómico de Teherán. Más tarde se concretó que esta participación extranjera en el programa nuclear podía realizarse hasta en un 35 %. Los países occidentales hicieron caso omiso de ese anuncio, siguieron insistiendo -la troika formada por Alemania, Gran Bretaña y Francia- en que Irán debía adoptar «más medidas de transparencia». Curiosamente, el mismo lenguaje que aparece en el documento de la OIEA de febrero de 2006.

2.- Evitar que Teherán ponga en marcha, el 20 de marzo (año nuevo persa) una bolsa petrolera que no aceptará el dólar como moneda y que ya funciona de forma experimental aunque, por el momento, ningún Estado ha decidido sumarse a ella. Los expertos dicen que dado que el dólar es una moneda sobrevaluada y que tiene como principal soporte el ser la moneda petrolera, el hecho de crear una bolsa como la iraní, en caso de funcionar, provocaría el derrumbe del dólar con sólo acaparar el 10% de las transacciones petrolíferas. Este hecho, sumado al coste de la guerra de Iraq y lo que ello supone para el déficit estadounidense, supondría no sólo la devaluación de la moneda estadounidense, sino el derrumbe económico de Israel, cuya economía está fuertemente subvencionada por Estados Unidos (2).

La Iranian Oil Bourse, nombre oficial, implicará el pago del petróleo en euros y se parece, curiosamente, a la iniciativa que Saddam Hussein impulsó en Iraq desde el año 2000 al exigir el pago en euros del poco petróleo que la ONU, a través del Programa Petróleo por Alimentos, le permitía exportar. Merece la pena recordar que en junio de 2003, un mes después de que Bush diese oficialmente por finalizada la guerra tras ocupar el país, el virrey estadounidense que gobernaba Iraq ordenó volver a comercializar el petróleo en dólares, situación que mantiene hoy el gobierno colaboracionista. No obstante, la IOB tiene una mayor envergadura y consistencia que la iniciativa de Saddam Hussein, puesto que Irán no está sujeto, todavía, a un régimen internacional de sanciones como lo estaba Iraq, por lo que representa una amenaza mayor para la hegemonía del dólar a medio y largo plazo. Un primer Estado en acceder a la IOB puede ser Siria, aliado de Irán, que la última semana de febrero decidió basarse en el euro en lugar del dólar en sus transacciones públicas como medida de precaución en caso de que Washington decida imponer sanciones contra Damasco.

3.- Evitar el protagonismo iraní en el comercio del gas. Pakistán, India e Irán habían alcanzado un acuerdo para la construcción de un gasoducto de 2.600 kilómetros y estaba en proyecto otro que uniría India con Irán, Turkmenistán, Kazajstán, China y Birmania. El cambio del voto de India en el OIEA (favorable a los intereses occidentales en febrero, cuando su postura tradicional había sido la abstención) tiene que ver con el hecho de la reciente visita de Bush y el acuerdo con EE.UU. en el ámbito nuclear pese a no ser un país firmante del TNP y contar con el arma atómica. Al mismo tiempo, India se asegura un apoyo claro de EE.UU. en su estrategia de convertirse en un factor de poder regional capaz de competir con China.

¿Cuál puede ser la conclusión? Es dudoso que tanto Rusia como China acepten la imposición de sanciones contra Irán si el caso llega al Consejo de Seguridad de la ONU. Por lo tanto, se pueden establecer algunas conclusiones:

a) Ataque militar por parte de EEUU. No es probable puesto que Irán tiene importantes bazas que jugar en el tablero geopolítico, como la guerra de Iraq -por el predicamento entre la población shi’i- o la influencia que ejerce sobre el Hizbulá libanés. Además, está en pleno corazón de una zona de importancia estratégica para Rusia, que no consentirá de ningún modo una acción de este tipo. Así hay que interpretar el intento ruso de mitigar la crisis con el ofrecimiento a Irán de enriquecimiento de uranio en su suelo. El hecho de anunciar Condolezza Rice que se destinan 70 millones de dólares para la oposición interna iraní pone de manifiesto que la vía militar está descartada, al menos por parte de EE.UU. Quedaría la incógnita de Israel, pero el poder disuasivo de Hizbulá hace que tampoco sea una opción clara. Los países árabes del Golfo no se oponen a las sanciones, pero sí a un ataque en el que ellos, sin duda, se verían comprometidos.

En este sentido, y como alternativa al ataque militar hay que seguir muy de cerca las operaciones de los servicios secretos británicos, sobre todo, en la provincia iraní de Juzestán. Desde que en septiembre de 2005 dos soldados británicos de las fuerzas de élite fueron capturados en Basora vestidos de árabes y con gran cantidad de explosivos que se disponían a colocar en lugares de concentraciones civiles -y que fueron rescatados manu militari por los ocupantes británicos asaltando la cárcel a donde habían sido llevados por la policía iraquí- los atentados se han venido produciendo en esta zona de población mayoritaria árabe y donde, además, se asienta el mayor porcentaje de reservas petrolíferas de Irán. Y, también, el papel que pueden jugar los Mujaidin e Jalq, un grupo de oposición iraní históricamente protegida por Saddam Hussein y ahora utilizada abiertamente por la CIA en su estrategia desestabilizadora del gobierno iraní, según denuncia Scott Ritter, bien conocido de todos aquellos que se hayan interesado por la guerra de Iraq y sus prolegómenos puesto que fue inspector de armas de la ONU en Iraq.

b) Sanciones económicas. Irán ya las tiene por parte de EE.UU. desde el triunfo de la revolución islámica, en 1979. En el caso de que occidente se sumase a ellas, no tendría excesiva repercusión en la economía iraní puesto que desde hace tiempo se han formalizado acuerdos con los países más cercanos, como Rusia y China, además de India, Pakistán y los de esa zona asiática. No hay que olvidar, tampoco, los recientes acuerdos alcanzados en materia industrial y energética con Venezuela. Por lo que respecta a Europa, Francia es quien más podría sufrir si se imponen sanciones al ser el tercer proveedor de Irán, y éste es, a su vez, el vigésimo séptimo cliente de Francia; la industria automovilística concentra el 55 % de las exportaciones francesas a este país. Las empresas francesas también tienen una participación muy activa en el sector de los hidrocarburos (contratos de recompra, suministro de equipamientos) y de los transportes ferroviarios y marítimos, así como en el sector financiero. Francia importa de Irán principalmente petróleo crudo. En total, el 3 % de las importaciones francesas de hidrocarburos provienen de Irán. También es importante, aunque en menor medida, el comercio con Alemania e Italia.

c) Enriquecimiento de uranio a escala reducida. Es la conclusión más probable de toda esta historia. No sólo por el acuerdo a que pueda llegar Irán con Rusia, sino porque el enriquecimiento de uranio a pequeña escala, en una planta experimental bajo control internacional, no es suficiente para producir armas nucleares ni a corto ni a medio plazo. El OIEA permitirá a Irán esta posibilidad a cambio de garantías firmes para que no realice un enriquecimiento de uranio a nivel industrial. De hecho, importantes voces de la comunidad científica estadounidense y británica han recomendado al OIEA que permita a Irán la recepción de centrifugadoras avanzadas con el porcentaje de enriquecimiento limitado de uranio.

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(1) Aplicación del acuerdo de salvaguardias en relación con el TNP en la República

Islámica del Irán. Resolución aprobada el 4 de febrero de 2006. Junta de gobernadores.

Organismo Internacional de la Energía Atómica. www.aiea.org

(2) «Lo que realmente está en juego en la crisis iraní». Red Voltaire, 3 de febrero de 2006.