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India, sicariato S.A.

Fuentes: Rebelión

Para las complejas relaciones entre Islamabad y Nueva Delhi, dos muertes oscuras, u oscurecidas, no es un elemento que alcance a dinamizar una de esas escaladas que aproximen a estas dos potencias nucleares a una nueva guerra, que ya han tenido innumerables “roces” fronterizos, con decenas de muertos, desde la partición de 1947. Comparten una frontera de casi tres mil kilómetros donde falta resolver la cuestión de Cachemira, una herida todavía abierta y sangrante.

Así, en el actual contexto internacional una salida violenta entre estos dos países nunca es una posibilidad remota,  más teniendo en cuenta los conflictos de Gaza, Medio Oriente en general, Yemen, el Cuerno de África, Ucrania y Taiwán, muy próximo a esos dos países, si no tanto geográficamente, absolutamente desde el punto de vista de las alambicadas relaciones estratégicas, políticas y financieras que han desarrollado ambas naciones por su peso específico y su estratégica posición geográfica además de sumar en total nada menos que una población de casi 1.800 millones de almas. Otro elemento clave para hacer foco en esas relaciones es que, en bloque, comparten fronteras u importantes negocios y alianzas con China, Irán, Afganistán, Rusia, Estados Unidos e Israel.

El jueves 25 de enero, el secretario de Asuntos Exteriores de Pakistán, Muhammad Syrus Sajjad Qazi, en una conferencia de prensa denunció que su país “tiene pruebas creíbles de que agentes indios llevaron a cabo dos asesinatos en suelo paquistaní”, aunque en verdad se sospecha que ya hubo otras ocho acciones de este tipo en Pakistán.

El hecho remite inmediatamente al asesinato en la ciudad de Surrey, Canadá, en junio del año pasado del activista sij de origen indio Hardeep Singh Nijjar, líder de la Fuerza Tigres de Khalistan (TFK), una organización que lucha por la creación de un Estado sij independiente de India. Los sijs son una minoría religiosa que representa cerca del dos por ciento de la población india. (Ver India, cuando los dioses matan a distancia.).

A esa organización en noviembre se le sumó una acusación de los Estados Unidos por haber planeado el asesinato de un abogado sij en Nueva York, a lo que el Gobierno indio contestó que ambas denuncias se encuentran en proceso de investigación.

En el caso de Pakistán, los asesinatos denunciados refieren a los de dos naturales de ese país que se produjeron en septiembre y octubre del año pasado. El primero fue contra Muhammad Riaz, ejecutado de varios disparos mientras rezaba en una mezquita en la ciudad de Rawalakot, ubicada al oeste del país a escasos 20 kilómetros de la frontera del estado indio de Jammu-Cachemira.

Mientras que el de Shahid Latif, que fue asesinado en octubre, se produjo cuando abandonaba una mezquita en la ciudad de Sialkot, también muy próxima a la frontera con Cachemira, India. Según la inteligencia pakistaní, el agente indio Yogesh Kumar, con base en un tercer país cuyo nombre no fue revelado, desde donde se planeó la operación reclutando a Muhammad Umair, un simple trabajador con contactos en el bajo mundo delincuencial pakistaní para ejecutar a Latif. Mientras, en el primer caso la policía había conseguido detener al sicario, Muhammad Abdullah Ali, cuando se embarcaba en un vuelo a Karachi. El detenido informó de que lo habían reclutado dos agentes indios: Ashok Kumar Anand y Yogesh Kumar.

El Secretario de Exteriores, Qazi, en su conferencia de prensa del jueves además acusó a India de que estos crímenes eran parte de una “sofisticada y siniestra” campaña de “ejecuciones extraterritoriales y extrajudiciales” en territorio de Pakistán, detallando que los agentes indios de la RAW (Ala de Investigación y Análisis) habían utilizado tecnología y refugios seguros en territorio pakistaní para cometer los asesinatos, para lo que reclutaron y financiaron a criminales comunes y terroristas, incluso civiles que ignoraban los fines últimos, para los que habían sido contratados, por lo que “India deberá rendir cuentas a nivel internacional por su flagrante violación del derecho internacional”.

Frente a la contundencia de la acusación, Nueva Delhi desestimó los señalamientos y se limitó a contestar que era parte de una campaña maliciosa de propaganda anti-India con argumentos falsos. Y que los dos hombres asesinados eran terroristas vinculados al movimiento Khalistani, que lucha por la creación de un Estado independiente sikhs en el Punjab (India), donde está taxativamente prohibido, al igual que el resto de India, además de pertenecer a los movimientos Jaish-e-Mohammed (el ejército de Mahoma) y al Lashkar-e-Taib (Ejército de los puros), para muchos analistas dos organizaciones utilizadas por la inteligencia militar pakistaní para operar, con esa cobertura, en territorio indio, lo que hace de manera esporádica, como fueron las operaciones de 2016 contra la base de la Fuerza Aérea India en Pathankot, en el estado de Pujab, que causaron 12 muertos y 25 heridos, o los ataques de enero del 2023 contra la ciudad de Rajouri, en el estado de Jammu-Cachemira, que dejaron unos diez muertos.

Expiación internacional

Sin duda las recientes denuncias de Pakistán van en la misma dirección de las realizadas por Canadá y Estados Unidos tras haberse comprobado que el asesinato de Hardeep Singh Nijjar en Surrey y el intento frustrado de Nueva York, apuntan a eliminar a los activistas de la diáspora del movimiento khalistani.

El asesinato de Nijjar, que todavía no ha sido resuelto, en su momento sacudió las relaciones entre Ottawa y Nueva Delhi cuando India calificó aquellas acusaciones de “absurdas”, dando inicio a un cruce de acciones diplomáticas como la suspensión de visas, el congelamiento de algunos acuerdos económicos y la decisión de Ottawa de expulsar a 40 diplomáticos indios.

El Gobierno de Canadá continúa llevando una importante investigación monitoreada personalmente por el primer ministro Justin Trudeau.

India en Canadá suma, además de la sospecha cada vez más evidente del asesinato del dirigente sij, una nueva acusación quizás, todavía más sensible, que es la de haber interferido o intentando interferir en las elecciones del país norteamericano en 2019 y 2021. Por lo que se ha iniciado una investigación pública a cargo de la jueza de Quebec Marie-Josee Hogue, quien deberá buscar más detalles para comprobar la intromisión india

A aquel hecho de Surrey, en noviembre pasado se le sumó la acusación de los Estados Unidos contra el Gobierno del primer ministro indio, Narendra Modi, de que la inteligencia india habría intentado asesinar al ciudadano estadounidense–canadiense Gurpatwant Singh Pannun, un abogado radicado en Nueva York e importante dirigente sij declarado terrorista por Nueva Delhi, atentado que los agentes del FBI consiguieron desbaratar.

El acusado del organizar el frustrado intento de asesinato es Nikhil Gupta, un ciudadano indio que había sido contactó por un agente de su país con quien se reunió en Nueva Delhi en mayo pasado. Después viajó a Estados Unidos donde contactó con un sicario a quien había ofrecido 100.000 dólares en efectivo, al que en el mes de junio le adelantó quince mil, aunque en realidad era un agente del FBI encubierto.

Gupta, que en la actualidad se encuentra detenido en la República Checa en espera ser extraditado por cargos que podrían aparejarle hasta 20 años de prisión, nunca reveló el nombre del funcionario indio que lo había contactado, de quien se presume que también estuvo vinculado al asesinato de Nijjar en Canadá.

Mientras Modi acaba de vivir el momento culminante de su vida, después de la inauguración del templo o Mandir de Rama, en la ciudad de Ayodhya (Ver: India, una divinidad llamada Modi.) y mientras que por estas horas recibe la visita, por lo menos sugestiva dado en el contexto que se realiza, del presidente francés Emmanuel Macron, el primer ministro indio, continua su acenso a los cielos a cualquier costo.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.