¿Irán se perfila como el núcleo aglutinador de los países islámicos en Medio Oriente y África? Hasta ahora, Teherán ha extendido sus influencias en la región, con una postura de defensa de la soberanía y la autodeterminación. Desde hace varios años, el gobierno del presidente Mahmud Ahmadinejad viene desarrollando una política de integración del mundo […]
¿Irán se perfila como el núcleo aglutinador de los países islámicos en Medio Oriente y África? Hasta ahora, Teherán ha extendido sus influencias en la región, con una postura de defensa de la soberanía y la autodeterminación.
Desde hace varios años, el gobierno del presidente Mahmud Ahmadinejad viene desarrollando una política de integración del mundo islámico, iniciativa que es vista con muy malos ojos por Estados Unidos e Israel. La postura de la República Islámica se ha acelerado en los últimos meses frente a las diferentes crisis que atraviesan algunos países de la zona.
Como potencia emergente, con autonomía militar, cohesión política y capacidad económica, Irán se ha convertido en un miembro del Eje del Mal estigmatizado por la Casa Blanca.
La República Islámica, que es blanco de sanciones económicas bajo la excusa de que construye armas de destrucción masiva (algo que todavía no ha sido probado), igualmente se mantiene sólida y no duda en denunciar la injerencia en la región. El caso más visible es lo que ocurre en Siria, donde grupos mercenarios cometen crímenes y atentados desde hace 20 meses. El financiamiento de Estados Unidos y Europa a estos elementos ha sido rechazado por el gobierno de Ahmadinejad y los líderes religiosos de la nación persa. Es más, Irán impulsa un grupo mediador junto a Arabia Saudíta, Egipto y Turquía a los que se podrían sumar Argelia e Irak. Con este último país, Irán ha acrecentado sus relaciones diplomáticas y comerciales, pese al control estadounidense en territorio iraquí. Aunque estas relaciones avanzan lentas pareciera que van a paso firme y una muestra de ello ha sido la postura del gobierno iraquí al negarse a retirar su embajador de Siria.
A finales de octubre pasado, en Teherán se realizó un encuentro de países islámicos, donde se efectuaron arduas jornadas de intercambio y presentación de iniciativas. No es difícil descubrir que, ante los vaivenes dela Liga Árabe (LA), Irán busque la conformación de un nuevo organismo con una postura independiente de la Casa Blanca y de Tel Aviv. Luego de la invasión militar a Libia, que terminó con el asesinato de Muammar Al Gaddafi, y con la situación actual en Siria, la LA ha quedado desprestigiada y golpeada, dejando en evidencia su dependencia no sólo a Estados Unidos, sino a las monarquías del Gólfo Pérsico.
En la reunión de países islámicos efectuada en Teherán, el portavoz de la cancillería iraní, Ramid Mehmanparast, declaró a un grupo de periodistas internacionales que la República Islámica se encuentra preparada para «desarrollar un programa multilateral de cooperación económica» con las naciones musulmanas de Medio Oriente y África. El funcionario expresó en ese entonces que «los países islámicos tienen la capacidad de desarrollarse» y la cooperación no debe limitarse sólo a Irán, Irak y Siria, porque «otros pueden unirse para obtener mayores beneficios y lograr una estabilidad política y económica» en la región.
Mehmanparast también dejó en claro que «la religión islámica no promueve las acciones terroristas, ni apoya la violación a los derechos de las personas ni la violencia». Por esta razón, «Irán cree en la unidad de un mundo islámico, que cada vez las naciones estén más cerca e implemente un plan de apoyo», para de esa forma «neutralizar las acciones intervencionistas» contra la región, aseveró.
Con el transcurrir de los meses habrá que observar con detenimiento el movimiento de Irán en una región convulsionada e inestable como Medio Oriente. Las buenas relaciones de Teherán con sus vecinos de Irak, Líbano, Siria y Palestina, más el respeto que muestran los países africanos islámicos ante Irán, son las primeras muestras de una posible reconfiguración de la región que, cada vez más, parece sacudirse el pesado lastre que significan Estados Unidos e Israel.