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Juicios y prejuicios sobre la otra campaña

Fuentes: Bandera Socialista

En el curso de la otra campaña, ya con el recorrido del Sub Marcos por el país, el debate sobre su contenido, planteamientos y propuestas se ha intensificado. A pesar de lo que dicen algunos de sus críticos, la otra campaña va despertando interés y es motivo de debate y toma de posición. En el […]

En el curso de la otra campaña, ya con el recorrido del Sub Marcos por el país, el debate sobre su contenido, planteamientos y propuestas se ha intensificado. A pesar de lo que dicen algunos de sus críticos, la otra campaña va despertando interés y es motivo de debate y toma de posición. En el seno mismo de la otra campaña hay implícitamente debate pues se trata de un movimiento definido por la izquierda anticapitalista pero que, como ha dicho el propio Marcos, respeta la autonomía de cada organización y fuerza que ahí participa.

En el debate sobre la otra hay de todo. Debate y diferencias políticas, pero también prejuicios y mala leche, a veces. En otras ocasiones, falta de información y puntos que faltan de precisarse. Pasamos revista a algunos de los más comunes juicios y prejuicios, así como nuestras opiniones.

¿La otra campaña es marginal?

Algunos de los críticos que descalifican la otra campaña expresan dos juicios contradictorios. Por un lado denuncian que la otra es contra López Obrador (AMLO) y que irresponsablemente le quitará votos. Al mismo tiempo, dicen que la otra es marginal, que va casi en el vacío. Si fuera absolutamente marginal no habría de qué preocuparse en cuanto a los votos que AMLO requiere para ganar la presidencia. Lo que ocurre es que, sin contar con el apoyo y capacidad de convocatoria de la marcha del color de la tierra del 2001 que implicaba definiciones distintas, la otra campaña no es marginal, aunque no se proponga hacer grandes mítines y concentraciones (que de todos modos en varios lugares se han realizado) y tiene una repercusión de opinión más allá de sus propios actos (pese a que los medios de comunicación no estén interesados en cubrirla mas que amarillistamente cuando Marcos hace críticas a AMLO). En todo caso lo que es notorio es la presencia de una base social de apoyo conformada mayoritariamente por los sectores más explotados, miserables y marginados socialmente. Es una base de apoyo de masas aunque no estén en la lógica del cómputo de votos, de encuestas o número de afiliados asistentes a una asamblea para el registro de un partido o de un sindicato. Pero que expresa o refleja un descontento e insatisfacción sociales muy profundas así como rechazo y descrédito hacia los políticos y partidos. En algunas ocasiones o regiones se expresa también una combativa presencia sindical y de trabajadores, como por ejemplo en Puebla, y en muchos casos de estudiantes y jóvenes en lucha y contestatarios. A pesar del desprecio y subestimación oficiales al recorrido, la vigilancia y acecho policíacos sobre simpatizantes y adherentes de la otra campaña (frecuentemente denunciados por los canales electrónicos de la otra) muestran que en el poder no todos se creen su propio discurso de ninguneo.

¿Sólo escuchar, como dice Marcos? ¿Muro de lamentaciones?

Otra critica se dirige al método utilizado en el recorrido de Marcos porque insiste en que de lo que se trata es de escuchar a la gente. La idea es atractiva para la gente al confrontar con el estilo de los candidatos que en estos días también recorren el país hablando y hablando todo el tiempo, proponiendo y prometiendo. Como dice el compañero Próspero de Tuxtepec, prometen hasta puentes donde no hay ríos. La otra campaña , en efecto, escucha, en primer lugar. En las asambleas con adherentes primero habla la gente y al final Marcos responde. Hay quien se burla diciendo que , entonces, las asambleas son muros de lamentaciones o buzón de quejas. El asunto es más complejo. Ciertamente la gente expresa y denuncia sus quejas, problemas y necesidades. La lista es larga, dolorosa y pesada. Aunque se supone que la idea es que en las asambleas de adherentes la gente opine sobre los contenidos de la Sexta Declaración, lo que ocurre, más bien, es la expresión de las quejas y las denuncias de los problemas. La cultura política prevaleciente es distinta y no es común que la asamblea sea utilizada para opinar sobre un texto escrito. Incluso, frecuentemente, grupos campesinos, por ejemplo, le entregan a Marcos sus denuncias y expedientes que recogen la documentación acumulada en la lucha. Ciertamente, reproducen la cultura política prevaleciente donde se le presentan al candidato las solicitudes de apoyo en la gestión de sus demandas. Frente a ello Marcos realiza prácticamente todos los días y en todas las asambleas, una labor de explicación, extremadamente didáctica, contra esa cultura, diciendo que él no ha venido a prometer que resolverá esos problemas o que los resolverá porque se comprometa a hacer las gestiones acostumbradas. Explica que esos trámites y gestiones, visitas a oficinas gubernamentales y demás, ya los hicieron ellos y cómo después de tantas vueltas decidieron levantarse en armas. Agrega, entonces, que no propone levantarse en armas, pero insistirá siempre en la necesidad de la propia organización y la lucha de la gente para enfrentar la situación que le han denunciado. Es decir, va realizando una correcta labor de educación política contra la cultura de la gestión, el solicitante y la confianza en los líderes, diputados o funcionarios que supuestamente resolverán los problemas poniendo la confianza en la organización y lucha directa de la gente. En todo caso lo contradictorio es la idea de insistir en la importancia de la organización y lucha y al mismo tiempo subestimar la lucha dentro de los marcos institucionales en que se encuentra todavía el nivel de conciencia y experiencia de la gente.

El otro problema es el programa nacional de lucha. Porque siendo útil el insistir en que la otra campaña escucha, debe aclararse que eso no significa que el programa nacional de lucha que hay que construir será simplemente la suma de todas y cada una de las demandas inmediatas que se van recogiendo en el recorrido de Marcos. El programa nacional de lucha se ubica en el marco de la definición inicial de una propuesta de la izquierda anticapitalista. Es decir, en un programa que no se queda simplemente en ciertas mejoras en el marco del sistema, sino que propone una dinámica anticapitalista, es decir de cuestionamiento al propio sistema. Es como el esfuerzo que desde otro espacio -el Diálogo Nacional por un proyecto alternativo de nación- se ha hecho para construir un «programa mínimo no negociable». De la Sexta Declaración se desprende igualmente que este programa nacional de lucha que elabore la otra campaña se corona con el objetivo de un nuevo Congreso Constituyente y por tanto una nueva Constitución que, reflejando una nueva relación de fuerzas a nivel social y político, reconoce un nuevo modelo de sociedad.

¿Divide el voto de la izquierda?

Hay varios problemas implícitos en este tema. En primer lugar la pretensión de que el PRD representa a toda la izquierda. Durante años quiso imponerse esa imagen falsa. Quiere negarse la realidad de que existen diversas izquierdas y no solamente una. El PRD puede representar sobre todo a la izquierda institucionalizada, adaptada al sistema. No ahora, con la otra campaña; sino desde siempre han existido otras izquierdas. En grueso existe, como lo ha venido a mostrar la otra, la izquierda anticapitalista, es decir la que no está por reformas a este sistema, sino por el fin del mismo. Dentro de la izquierda anticapitalista, también hay diversas expresiones, desde el anarquismo hasta el zapatismo actual pasando por la izquierda socialista, y dentro de esta última el PRT y su reivindicación del marxismo revolucionario. Segundo lugar, la justificación de los que se apoyan en la línea de voto útil. Se ha transformado el concepto del «voto útil» de un instrumento para explicar el comportamiento del electorado en ciertas condiciones, en una supuesta línea política que se ampara en el «realismo político» que llama a ser pragmático y evaluar todo en función de posibilidades electorales y no en función de proyectos o principios políticos. Con esta visión el problema no es simplemente el llamado pragmático para votar hoy por AMLO, sino para algunos fue la justificación para votar por Fox en el 2000 como el candidato que aseguraba derrotar al PRI. Efectivamente derrotó al PRI ¿y qué? Nuestra valoración no es simplemente lograr la alternancia a como de lugar, sino un proyecto realmente alternativo al neoliberalismo que hemos sufrido con los gobiernos del PRI y del PAN en la Presidencia de la República. Si no hay alternativa popular, no solamente antineoliberal, sino anticapitalista, lo más importante es asegurar que gane quien gane la elección presidencial exista una fuerza social y política alternativa que continué la lucha contra el neoliberalismo. Por eso decimos, como en algunos casos lo ha señalado el Sub Marcos, la otra campaña no es una campaña electoral. No se ubica en el terreno electoral, no es a favor ni en contra de algún candidato. Tampoco es una campaña por la abstención o el sabotaje a la elección. Es otra campaña para insistir en la necesidad de organizar una fuerza social y política propia de la izquierda anticapitalista. La crítica de la otra campaña a la izquierda institucionalizada se ubica en el terreno político, en la perspectiva que cada quien propone y no como competencia electoral o antielectoral. El Sub Marcos, en estos meses, ha matizado en varias ocasiones su opinión al respecto.

Pero , en todo caso, así pensamos nosotros que debemos enfocar el problema desde la otra campaña. No sobre la base de la exageración de que AMLO y Salinas son espejos de una misma realidad. AMLO y el PRD representan otra cosa. No son lo mismo que el PRI y el PAN. Representan una corriente que viene de la izquierda y que se ha institucionalizado, se ha adaptado al sistema, que no tiene una perspectiva de ruptura con el mismo en aras de «la alternancia», la «gobernabilidad» y el «realismo político». Se ubican en el terreno de proyectos social-liberales que pueden desarrollar programas asistencialistas, reconocer ciertas concesiones a demandas sociales, pero sin romper consistentemente con el modelo neoliberal. El riesgo es que con la legitimidad del voto popular y una base electoral popular e incluso proletaria se imponga la continuidad del proyecto neoliberal, como hizo, por ejemplo, Lula del PT brasileño un vez que llegó al gobierno. Es un fenómeno que se expresa en varios países con sectores de la izquierda que se adaptan a la institucionalidad burguesa como Lula en Brasil o Tavaré Vázquez en Uruguay. Para nada tiene que ver con el curso del proceso encabezado por Hugo Chávez en Venezuela, ése sí de ruptura anticapitalista. La histeria derechista que para justificar la represión, insiste en identificar a AMLO con Hugo Chávez es falsa en todos los niveles. Mienten inventando supuestos apoyos económicos de Chávez a AMLO, pero también mienten porque políticamente cada proyecto representa perspectivas muy diferentes.

Es importante, por tanto, distinguir lo que representa cada corriente política y lo que está en juego en estas diferencias políticas. No ayuda simplemente despachar todo con la denuncia de «la clase política» o el discurso contra «los partidos políticos», sin precisar contenidos. Queremos construir con la otra campaña una fuerza social y política alternativa a los partidos actualmente reconocidos en el terreno institucional, incluido a los que como el PRD pretenden ilegítimamente representar a toda la izquierda. La izquierda anticapitalista no está representada por el PRD. Pero al construir esta fuerza social y política alternativa, los socialistas pensamos que es necesario para esta lucha – que no es simplemente electoral- un partido político socialista y revolucionario. Quizá no todos en la otra campaña sacan la misma conclusión, pero por eso debe precisarse que nuestra oposición y crítica es a estos partidos actualmente inmersos en el sistema político-electoral vigente.
Burguesía o fuerzas proletarias, mas que políticos corruptos y gente humilde y sencilla

La oposición antagónica de la izquierda anticapitalista está representada por la burguesía y el imperialismo. Como ha dicho el Sub Marcos el destinatario de la Sexta Declaración es el Pacto de Chapultepec, lidereado por Slim, el tercer hombre más rico del planeta. Es la clase burguesa, los de arriba. No es una supuesta clase política; lo que hay son partidos políticos que sirven y representan a las clases dominantes. Como anticapitalistas entendemos que el problema fundamental es la explotación de clase y no simplemente la corrupción de los políticos en el gobierno. Debemos desnudar el discurso de los neoliberales que, como insistían Fox y Martha Sahagún al inicio del sexenio, afirmaban que México no ha resuelto sus problemas por la corrupción de los políticos, y que por ello, decían, se requiere un gobierno de empresarios que supuestamente tienen su fortuna por su esfuerzo, son ricos por su trabajo y no por la corrupción. La experiencia ya demostró que ellos también son corruptos, pero lo que debe desmitificarse desde una perspectiva anticapitalista es el velo que pretende ocultar la explotación de clase, la plusvalía obtenida del trabajo no pagado, como base de la riqueza burguesa aunque el empresario no aparezca en la televisión guardándose ansiosamente las ligas de los billetes de la corrupción.

Fuerza alternativa y unidad en la acción

Construir, como hacemos con la otra campaña, una fuerza política y social propia de la izquierda anticapitalista, es decir alternativa tanto a las fuerzas burguesas como a la izquierda institucionalizada, no es contradictorio con empujar la unidad en la acción contra las reformas neoliberales junto con toda fuerza que se decida a luchar, aunque su horizonte político o programático no sea anticapitalista, sino de oposición limitada. Especialmente en la lucha sindical, en los últimos años vemos que las diferencias y la crisis entre los de arriba por la aplicación de la política neoliberal, al mismo tiempo que el crecimiento de la resistencia social al neoliberalismo, ha abierto la posibilidad de que, por sus propias razones y frecuentemente porque sus privilegios se apoyan en las conquistas obreras, algunos charros y burócratas sindicales se opongan a ciertas medidas o reformas reaccionarias. Esto ha permitido desarrollar espacios de coordinación en la lucha entre fuerzas clasistas y otras encabezadas por sectores de la burocracia. Además de otros frentes de lucha, el espacio más amplio estos meses ha sido el Diálogo por un Proyecto de Nación Alternativo al Neoliberalismo. Es equivocada la crítica, como la que hizo Marcos a principios de febrero en Oaxaca, que supone que el Diálogo está subordinado a la burocracia sindical o a un determinado candidato presidencial, particularmente, como se sugiere, a AMLO. Hay un debate entre las diversas corrientes que hemos participado en los Diálogos y precisamente por las diferencias políticas es que se trata de un espacio que no se puede subordinar a ningún proyecto político-electoral o partidario en concreto. Por eso mas bien se deja en libertad a que cada fuerza o corriente se comprometa con quien decida o con nadie o con la otra campaña como hacemos nosotros. Lo importante es que más allá de las campañas electorales y de los comicios mismos, el Diálogo pueda establecer una coordinación de lucha que vaya más allá de julio y sobre la base de un Programa Mínimo No Negociable. El necesario deslinde con la izquierda institucionalizada como proyecto que no es consecuente en la lucha contra el neoliberalismo no impide que podamos hacer unidad de acción en luchas particulares y concretas que no comprometen nuestro proyecto político como otra campaña ni nos subordina a otra fuerza política. De hecho, durante el recorrido del Sub Marcos frecuentemente se ha expresado el apoyo de la otra a luchas particulares y concretas de la gente, no solo a difundirlas, sino al difundirlas apoyarlas. Precisamente porque estamos demostrando que la izquierda anticapitalista sí representa una fuerza distinta en México y con presencia importante entre los de abajo, es que no debemos tener temor a la unidad de acción que no nos desdibuja, ni inhibe las críticas que hacemos a otras corrientes que no son anticapitalistas. De otra manera se cae en una visión equivocada de lo que es la unidad en la acción, el frente único, en un frente que siempre debe ser hegemonizado por nosotros o por una determinada fuerza. Eso no puede ser nuestra visión ni en la lucha amplia contra el neoliberalismo, ni tampoco en el seno de la otra campaña. Ni es un espacio ni en otro aceptamos un frente con una visión hegemonista , que busca nuestra subordinación.

Así como en el terreno social hacemos unidad en la lucha contra las reformas estructurales, también podemos hacerlo en la lucha democrática, o no confrontarnos con las aspiraciones democráticas del pueblo, como lo hacemos al explicar que la otra no es una campaña electoral ni a favor ni en contra de alguna candidatura.

El autor est dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).