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La caída de Zelenski será la mayor derrota de los «neocon»

Fuentes: Rebelión

El pasado 12 de febrero, los presidentes Putin y Trump mantuvieron una conversación telefónica en la que abordaron el conflicto de Ucrania, la situación del Medio Oriente, el canje de presos, el programa nuclear iraní y el estado de las relaciones entre sus países.

Posteriormente, el 18 de febrero, en Arabia Saudita se llevaron a cabo negociaciones entre Rusia y Estados Unidos, con la finalidad de eliminar las restricciones al trabajo de sus embajadas y normalizar las relaciones entre sus países, de discutir la agenda de un futuro encuentro entre los presidentes Vladímir Putin y Donald Trump y de planificar acuerdos que resuelvan el conflicto ucraniano. Tanto en Moscú como en Washington valoraron positivamente las conversaciones y expresaron el deseo de mantener contactos y trabajar para lograr el fin del conflicto ucraniano.

Según Marco Rubio, secretario de Estado de EE.UU.: “Todo estaba perdido bajo el mandato de Joe Biden. No había contacto. (…) Incluso en el apogeo de la Guerra Fría, incluso en los peores días de la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética tuvieron contacto. (…) Así que, al final, nos guste o no, Rusia es una potencia, una potencia mundial. Está implicada y comprometida en Siria; ha estado implicada y comprometida en Oriente Medio, ciertamente en Europa e incluso en el hemisferio occidental. Tenemos que mantener cierta comunicación con ellos”.

Esta reunión, que debía ser aplaudida por el mundo entero, pues cambió la política de EE.UU., enmarcada en los viejos paradigmas de la Guerra Fría y de la ruso fobia nazi, provocó histeria y pánico entre los países de la UE, persuadidos de que nadie puede decidir sobre la guerra y la paz por encima de sus cabezas. Por lo que María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, declaró: “Vemos una reacción nerviosa, por no decir al borde del pánico, de Occidente. (…) Los contactos ruso-estadounidenses en los niveles más altos y elevados están provocando una verdadera histeria entre los rusófobos euroatlánticos. (…) Por lo visto, la UE busca una solución militar al conflicto ucraniano, pese a que eso está en contra de los intereses de todos los pueblos del viejo continente”.

¿Qué es lo que ha pasado? Que un puñado de plutócratas acaparó el poder político de EE.UU. No hace mucho, Elon Musk dijo que el Partido Demócrata está secuestrado por extremistas. Aunque él no lo dijo, este secuestro se dio a partir del 9/11, cuando parte del poder en Occidente fue tomado por los neocon, un sector de la ultraderecha de EE.UU.

A partir de entonces comenzaron las guerras ‎sin fin, o sea, se trataba ahora no de ganar las guerras, sino de ‎iniciarlas y prolongarlas el mayor tiempo posible, con el objetivo de destruir la ‎estructura política de los países, blancos de esta estrategia, para, en virtud del caos creado, ‎privarlos de toda defensa.

Los neocon postulan que deben primero destruir a Rusia y luego, a China, para que EEUU mantenga su supremacía sobre el mundo; vendieron la idea de derrotar a Rusia mediante drásticas sanciones económicas, la misma que UE y el G(7) aceptaron sin razonar ni chistar.

Este hecho posibilita responder a una pregunta sin respuesta aparente: ¿Por qué en la guerra de Ucrania, la UE apoya al gobierno nazi de Kiev? Porque Ucrania es usada como carne de cañón por las potencias occidentales, para derrotar a Rusia y luego desintegrarla y pulverizarla, utilizan este conflicto con el fin de empeorar su situación. Para ello, prolongando el mayor tiempo posible la guerra de Rusia contra los nazis que gobiernan Ucrania y mediante sanciones, buscan que se produzca la bancarrota económica de este país.

Entre noviembre de 2013 y febrero de 2014 se dio el sangriento golpe de Estado de Ucrania. Victoria Nuland, neocon y que era alta dirigente del Departamento de Estado de EEUU, fue a Kiev para ‎respaldar a los banderistas del Sector de Derecha, ‎herederos de los colaboradores ucranianos que durante la Segunda Guerra Mundial lucharon junto a los nazis y son responsables de numerosos crímenes de lesa humanidad.

La primavera de 2014, cuando en Ucrania no había autoridad legítima alguna, Crimea se independizó de Ucrania y, mediante un referéndum, se reintegró a Rusia, mientras que los ciudadanos del Donbass proclamaron la independencia de las Repúblicas de ‎Donetsk y Lugansk.

A partir de febrero de 2022, la situación empeoró debido a que Ucrania planificó la toma de Crimea y el ‎Donbass, para lo cual incorporó a sus Fuerzas Armadas a todas las organizaciones paramilitares ‎de los banderistas.

‎En estas circunstancias, Rusia reconoció la independencia de Donetsk y Lugansk. De inmediato, sus gobernantes pidieron a Rusia ayuda contra Ucrania, que realizaba operaciones militares contra ellos y ocupaba una parte de sus territorios desde 2014. El 24 de febrero de 2022, el Presidente Putin inició ‎una operación militar especial para desnazificar y desmilitarizar a Ucrania.

Antes de ganar su segunda presidencia, Donald Trump sostuvo que el establishment de la política exterior de EEUU intenta meter al mundo en un conflicto con Rusia, sobre la base de la mentira de que este país es la mayor amenaza para la civilización occidental, pero que la mayor amenaza no es Rusia, sino las fuerzas globalistas, que persiguen a monstruos y fantasmas en el extranjero, para distraer a los estadounidenses del caos que crean en casa. Advirtió que el gobierno de Biden arrastra al mundo al borde del Armagedón nuclear, entregando armas y dinero a Ucrania, y afirmó que estaba listo para desmantelar a “todo el establishment globalista neoconservador (los neocon), que nos arrastran a guerras interminables con el objetivo de luchar en el extranjero por la libertad y la democracia mientras convierten a EEUU en un país del tercer mundo, en una dictadura tercermundista”. El retorno de Trump a la Casa Blanca refleja un cambio radical en la geopolítica mundial, porque debilita el poder de los neocon en EE.UU.

Ahora bien, Rusia, China y Estados Unidos son los centros de poder de un mundo que, desde el punto de vista estratégico militar, es cada vez más volátil; por eso es prioritaria la paz entre estas potencias. Sin embargo, por falta de diálogo y acuerdos de mutuo respeto, se ha vivido bajo el riesgo de que estalle la Tercera Guerra Mundial, con el empleo de las más sofisticadas armas de destrucción masiva. Las tres potencias tienen a los neocon de enemigo común, extremistas que intentaron destruir a Trump mucho antes de su primera presidencia, después lo persiguieron con todos los medios, legales e ilegales, incluso atentaron contra su vida y por millonésimas de segundo no lo mataron. Trump los acaba de derrotar en EEUU, pero los neocon son fuertes en los países de la UE, desde donde lo combaten apoyando al movimiento nazi de Ucrania, encabezado por Zelenski. Las batallas que se dan entre Trump y Zelenski, realmente se dan entre Trump y los neocon, por eso, la caída de Zelenski será la mayor derrota de los neocon.

Lo mismo sucede en el conflicto entre Rusia y Ucrania, que en realidad se da entre Rusia y los neocon. El envío de armas de UE a Ucrania se hace para continuar un conflicto cuyo fin es derrotar a Rusia. Pero Rusia no puede perder esta guerra, pues desaparecería como país, pueblo y cultura, además tiene un inmenso poderío militar que todavía no emplea. Todo su futuro, y el de la humanidad, depende de si gana o no la batalla de Ucrania. Contra China, los neocon utilizan a los nacionalistas de Taiwán, isla de cuya independencia depende también la paz mundial.

Pese a que EEUU, Rusia y China tienen el interés común de derrotar a los neocon, tienen también profundas divergencias que les impide formar una alianza. La relación entre Rusia y China con cualquier gobierno de EEUU es un dilema contradictorio muy serio, cuya solución armoniosa es casi imposible que se dé. En adelante, esta triada deberá establecer acuerdos que eviten la guerra y salven al mundo de su destrucción, por ahora, derrotando a los neocon en todos los campos de batalla.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.