Estos doce meses en Rusia se caracterizan por las citas electorales que se van a suceder, tras los comicios regionales del pasado día once, el dos de diciembre tendrán lugar las elecciones para elegir la Duma (Parlamento) rusa, y el nueve de marzo de 2008 se celebrará la elección presidencial, que designará el sucesor de […]
Estos doce meses en Rusia se caracterizan por las citas electorales que se van a suceder, tras los comicios regionales del pasado día once, el dos de diciembre tendrán lugar las elecciones para elegir la Duma (Parlamento) rusa, y el nueve de marzo de 2008 se celebrará la elección presidencial, que designará el sucesor de Vladimir Putin.
Los resultados de esta semana muestran una tendencia que los analistas prevén se repita en las elecciones a la Duma en Diciembre. El partido oficialista «Rusia Unida» obtuvo una amplia mayoría, mientras que otra organización, «Rusia Justa», obtenía buenos resultados, igualando en muchas regiones los resultados de la hasta ahora segunda fuerza, el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR). También el Partido Liberal Democrático (PLD) lograba superar la barrera del siete por ciento en algunas regiones.
Es interesante observar el auge que ha logrado «Rusia Justa», una organización que se formó el pasado mes de agosto con la fusión de tres partidos políticos: el Partido de la Vida (PV), el partido Rodina (Patria), y el Partido de los Jubilados, lo que se interpretó como una clara maniobra dirigida desde el Kremlin para restar más apoyos al PCFR, y encaminar de paso el panorama político ruso hacia un sistema bipartidista, muy al uso en determinados países occidentales.
Al hilo de estos resultados parece evidente que «Rusia Unida» logrará una estable mayoría en la próxima Duma y su pelea, probablemente «artificial» la mantendrá con «Rusia Justa». El PCFR deberá hacer frente a todo tipo de obstáculos, tanto internos como externos para lograr mejorar sus resultados, mientras que los liberales esperan superar el 7% para entrar en el parlamento ruso. La «oposición» que en Occidente se resalta últimamente, y que cuenta entre sus filas con el ex campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov, no representan ninguna sombra para los planes del Kremlin y no puede superar su «claro personalismo».
Un ejemplo de ello es la pasada manifestación que celebró el pasado tres de marzo en San Petesburgo, donde entre cuatro y ocho mil personas se manifestaron (muchas de ellas mezcladas con turistas y otras personas que hacían sus compras en la zona de Nevsky Prospect) y una cifra ridícula en una ciudad de más de cinco millones de habitantes. La «no aparición» de algunas figuras opositoras (Vladimir Ryzhkov), el no apoyo de otras (Grigoriy Yavlinsky (Yabloko) o Nikita Belykh (SPS), o el lujo manifiesto de otros (Mikhail Kasyanov o el propio Kasparov) muestra la fragmentada fotografía de una oposición que hace «de su propio odio hacia Putin su única filosofía política».
El caso de Kasparov, tan resaltado en Occidente, es visto de forma diferente por los rusos, quienes no dudan en denunciar que esa figura mediática no tiene ninguna alternativa real a la política del Kremlin, y que sus movimientos (como sus idas y venidas a New York donde viven permanente su mujer y su hijo) son más fruto de propaganda que de articulación seria de una oposición.
Sin duda alguna la perla de todo este proceso son las elecciones presidenciales del próximo año. Desde comienzos de año el propio Putin, aun sin pronunciarse todavía por uno u otro candidato, ha comenzado a realizar las maniobras pertinentes para encauzar su sucesión. El traslado de Sergey Ivanov, de ministro de Defensa a viceprimer ministro, con un cargo similar al de Dmitry Medvedev, hasta ahora considerado extraoficialmente como el favorito. Aunque algunos han pretendido presentar esta maniobra como un mal augurio para Ivanov, fuentes locales rusas señalan que eso es fruto del desconocimiento occidental de la realidad de aquel país, y que Putin ha logrado con esta medida equiparar a ambos de cara a las elecciones.
Con esos dos políticos como claros aspirantes (y según los analistas rusos, los claros favoritos para la lucha final), quedan algunos flecos por cerrar. Se rumorea que podría existir un tercer candidato «tapado», la gobernadora de San Petersburgo, Valentina Matviyenko, del grupo de poder de Putin. Además se barajan otros posibles candidatos, como Zhirinovsky, algún candidato comunista, otro «liberal» y alguno otro «opositor». De todas formas nadie duda que sena los dos anteriores los que se disputen la segunda vuelta.
El otro aspecto importante es saber quién será el candidato de Putin, quien de momento no se ha decantado por nadie, y tampoco se espera que lo haga manifiestamente a los largo de este año. El actual presidente ruso apoyará públicamente a cualquiera de sus candidatos, mostrando que uno u otro pueden «ser un buen presidente».
DEMOCRACIA SOBERANA
Paralelamente al proceso electoral de un tiempo a esta parte se está desarrollando en Rusia un interesante debate ideológico, en trono a la ideología que estaría hoy diseñando el futuro de Rusia y caracterizando el rumbo ideológico de sistema actual. Hay todo un abanico de calificativos en torno a ese debate, «democracia dirigida», «democracia soberana de estilo ruso», sistema neozarista», «bonapartismo suave». pero el término que está centrando el debate sería el de «democracia soberana».
Introducido al lenguaje político en febrero de 2006 por Vladislav Sukov buscaba además neutralizar la oligarquía que había ascendido durante los noventa, poner más énfasis en la soberanía nacional rusa y en la integridad territorial del país.
Para Sukov dos eran los principales peligros que acechan a Rusia. El primero lo forman quienes desean la restauración de los oligarcas, y en segundo lugar los llamados «nacional-aislacionistas». La importancia del concepto «soberano» es clave para entender esta formulación ideológica. La mayoría de la población ruso considera «injustos e ilegítimos» los resultados que siguieron a las privatizaciones y al desmantelamiento del estado en los años noventa. Además para ellos , el papel de los agentes extranjeros (EEUU, Banco Mundial o FMI) en esas políticas se percibe como una «clara humillación».
Surkov apunta que bajo el concepto de «democracia soberana» Rusia sería un país democrático, socialmente orientado, donde el poder supremo del estado y sus instituciones pertenece exclusivamente al pueblo ruso. Se intentaría por tanto evitar que eso poderes extranjeros condicionasen la política doméstica y que internacionalmente se siguiera una línea contraria a los intereses de Rusia. En palabras de Surkov, «justicia para todos en Rusia y para Rusia en el mundo».
Recientemente, Dmitry Medvedev se ha intentado desmarcar en cierta medida de las aportaciones de Surkov, señalando que su visión de Rusia es una «democracia efectiva», dotándola de una lectura liberal más al gusto de los oídos occidentales. No obstante, nadie duda que Rusia esté diseñando esa ideología en clave interna y externa, y que la mayoría estén de acuerdo cuando Surkov señala que «en la red global que se está formando en el mundo, Rusia tiene que ser una araña, y no una mosca».
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)