Creo firmemente que el Foro Social Mundial, por suerte, viene a provocar conflictos. Porque sin conflictos no hay transformación. Y además provoca subversión. Quizá una de las preguntas más difíciles planteadas en este séptimo foro es sobre el relacionamiento posible entre movimientos sociales, partidos políticos y gobiernos progresistas. La respuesta se vuelve un poco difícil, […]
Creo firmemente que el Foro Social Mundial, por suerte, viene a provocar conflictos. Porque sin conflictos no hay transformación. Y además provoca subversión.
Quizá una de las preguntas más difíciles planteadas en este séptimo foro es sobre el relacionamiento posible entre movimientos sociales, partidos políticos y gobiernos progresistas. La respuesta se vuelve un poco difícil, porque no es fácil, por ejemplo, encontrar muchos gobiernos progresistas en África… o en Europa. Quizá la excepción sea en estos momentos América Latina.
Es cierto que la fortaleza del Foro parte de la independencia, de su autonomía de partidos políticos y de gobiernos y ciertamente debe seguir esa dirección. Las organizaciones sociales han sido -y son- actores políticos llave en el escenario mundial y han cambiado el ambiente político internacional en un sentido positivo. Quizá su más preciado tesoro sea, ciertamente, esa autonomía y esa independencia.
Muchos nos hacen la pregunta de para qué sirven los Foros Sociales. Solamente con el hecho de que allí se construye la agenda social propia de la sociedad civil, la que no es a priori ni mejor que la de los partidos ni los gobiernos, sino básicamente diferente, es suficiente para justificar su continuidad.
Recordemos que fue el Foros Social el que acabó con el fin de la historia y el pensamiento único, impuesto desde el Norte. El que impulsó, tanto en el norte desarrollado como en el sur marginalizado, movilizando multitudes contra las políticas imperialistas y hegemónicas, y poniendo sobre la mesa el pensamiento alternativo de José Saramago, Samir Amin, Eduardo Galeano, Francois Houtart, Boaventura de Souza Santos, Ignacio Ramonet, Immanuel Wallerstein, entre tantos otros.
Los movimientos sociales deben seguir teniendo sus agendas propias, incluso en países con gobierno progresistas y/o de izquierda. Algunas veces -como en Venezuela-la participación de las organizaciones sociales han sido imprescindibles para llevara delante, por ejemplo, las Mesas de Agua o los Comités de Tierra Urbana. Algunas veces -como en Brasil- se ha tratado de unificar las agendas (gubernamental y de las organizaciones sociales) y eso redundó en un debilitamiento del movimiento social sin que ello significara un fortalecimiento del gobierno.
Existe una dialéctica que puede producir complementariedades a veces y tensión en otras oportunidades. Y quizá sea este estado de tensión la situación más productiva. La agenda de los movimientos sociales es también la de un país que aspira a desarrollarse democráticamente.
Porque la sociedad tiene temas comportacionales (salud, educación, ambiente, etc.) que pueden y deben incidir en las agendas públicas. Algunas revoluciones comportacionales exigen un radicalismo que ningún gobierno puede soportar. Eso no quiere decir que los partidos o los gobiernos no deban tener programas; claro que sí. Y discutirlos con las organizaciones sociales, buscar los puntos de encuentro.
Pero los gobiernos progresistas deben respetar activamente la autonomía e independencia de los movimientos sociales y del Foro Social, incluso cuando éstos interpelan a esos gobiernos. Son los gobiernos los que deben crear espacios en las estructuras del Estado para que la agenda de los movimientos sociales pueda expresarse; para que pueda expresarse la preocupación popular en los problemas sectoriales, sociales.
Pero si bien durante este séptimo Foro no hubo visitas de presidentes, dos ministros de gobierno tuvieron palabras de elogio para el FSM. Luiz Dulci, secretario general de la Presidencia de Brasil, señaló que el Foro es «una gran innovación política, tanto en su forma como en su contenido. A veces sus resultados no son visibles, pero son reales, y estoy convencido de que seguirá produciendo resultados», y Patrizia Sentinelli, viceministra de Asuntos Exteriores de Italia, consideró «saludable la conexión entre la sociedad civil y el gobierno». Ambos gobiernos dijeron respaldar abiertamente al Foro.
Para este gobierno centroizquierdista italiano, África es un continente políticamente importante, con una sociedad civil activa y organizada, que después de siglos de sumisión (primero al colonialismo y después a las políticas liberales) quiere tener lo suyo en el contexto mundial.
A diferencia de foros anteriores, en que solo participaban los parlamentarios, la contribución italiana de este año, con la presencia de Patrizia Sentinelli, puso de manifiesto el interés del país en la sociedad civil mundial representada en Nairobi, con la necesidad de continuar canales de conversación para poder continuar con las políticas convenidas. Es más, Sentinelli buscó todos los canales posibles para reiniciar, de las manos de organizaciones sociales africanas, el camino de la paz en la vecina Somalia.
«Estamos aquí no solo para discutir, sino para ser testigos de que, con buenas prácticas, es posible construir un mundo más justo, más solidario. Un mundo nuevo, posible y necesario, radicalmente diferente de este, en el que la guerra sea erradicada y las iniciativas de paz se concentren en las personas y en el ambiente, no en el lucro», dijo Sentinelli.
El futuro
El futuro mismo del Foro fue analizado en una serie de sesiones en que los participantes exhortaron reiteradamente a un mayor involucramiento popular y a un enfoque más preciso en los próximos años. Aparentemente, el consenso general fue que el FSM es eficaz como proveedor de un espacio para el debate, y la preocupación general, que carece de dirección y tiende al aislamiento.
Para el académico portugués Boaventura de Souza Santos, se puede seguir con estos debates en pequeñas salas, «pero si continuamos de esta forma, los debates no saldrán de allí».
Un representante de India dijo que la falta de participantes de comunidades pobres estaba deteniendo el progreso en el FSM. «Las comunidades de barrios marginales son muy eficaces a la hora de realizar acciones como marchas de protesta, pero he visto poco de eso aquí», lamentó.
La activista británica Hilary Wainright, directora de la revista Red Pepper y del Proyecto sobre la Nueva Política del Transnational Institute, recordó que el Foro fue eficaz porque ayudó a desestabilizar el consenso neoliberal de los años 90. Sin embargo, señaló que «sería útil tener una estrategia de información y comunicación más elaborada, para hacer llegar los mensajes al mundo exterior».
La religión posible
Otro hecho singular es que «el poder de la religión» desplegó toda su fuerza en este Foro. Las carpas-tiendas de los grupos religiosos fueron las más grandes de todas. Dentro de los grupos católicos se destacó la de la Plataforma Ecuménica Caritas, con cerca de 1.000 activistas que representan a más de 300 organizaciones cristianas humanitarias y sociales. También estuvieron las hermanas franciscanas y paulinas.
Pero, obviamente, al mismo tiempo, estos grupos difunden su mensaje religioso. Es una cuestión espinosa, incluso en África, donde el evangelismo prospera y diversos grupos religiosos aspiran a reunir más y más seguidores. Pero lo cierto es que también quieran vender su mensaje religioso, y para las feministas, las enseñanzas religiosas colocan a la mujer en una «posición subordinada» y le niega derechos.
En las numerosas tiendas de campaña de grupos religiosos, se debaten libremente cuestiones cruciales, que van desde el buen gobierno hasta la construcción de la paz, la pobreza y el VIH/sida. Estos temas reflejan las preocupaciones y actividades tradicionales de las iglesias en todo el mundo, especialmente en África.
Aparte de los grupos cristianos, no se vieron activistas de otras religiones en el Foro. Sin embargo, la religión se reconoce en el evento como una fuerza fundamental de transformación social. Cabe recordar que la utilización de la fuerza de la religión fue evidente en el colapso soviético y del sistema comunista en Europa oriental, en los años 80 y 90. La cadena de acontecimientos que terminó en el derrumbe se inició con el apoyo militante y financiero del papa Juan Pablo II al movimiento sindical en Polonia.
Muchos llegaron al Foro a pontificar sobre pobreza. La realidad de los slums, la marginalidad de Korogocho y Kibera en plena Nairobi, los dejó sin palabras. Sin duda, el personaje del Foro fue George Bush y su política de guerra. Allí el mensaje fue unánime y contundente: no a la guerra, no a Guantánamo, no a la invasión a Irak, no a la invasión de Somalia, respeto a Palestina y El Líbano, independencia al pueblo saharauí.
En el 2009 llegará el octavo Foro. Quizá en Europa (Barcelona o Génova), África otra vez, o volverá a Brasil, a Salvador do Bahía. Sin duda, lo más anquilosado del FSM s su Comité Internacional, compuesto por dos centenares de organizaciones, algunas de las cuales no pasan de ser una etiqueta, y que alguna vez habrá que depurar y democratizar.