Migración y espacialidad Las migraciones enfocadas desde la perspectiva socio-antropológica no son iguales a través del tiempo, mutan, arrojan nuevos elementos que las singularizan, advierten signos de vitalidad y algunas veces dibujan flujos de desplazamientos humanos, también pueden presentar rasgos de factores que la provocan como la violencia, golpes de Estado, desastres naturales por despojos […]
Migración y espacialidad
Las migraciones enfocadas desde la perspectiva socio-antropológica no son iguales a través del tiempo, mutan, arrojan nuevos elementos que las singularizan, advierten signos de vitalidad y algunas veces dibujan flujos de desplazamientos humanos, también pueden presentar rasgos de factores que la provocan como la violencia, golpes de Estado, desastres naturales por despojos de tierras y represamiento de ríos, pandemias y/o por otros de índole económico. Cada época y segmento social que emigra está marcado por algunos de los signos ya enunciados o quizás otros que no subrayamos.
Lo importante es tener en cuenta que tras de un río migratorio van personas expuestas a ser estigmatizadas como extranjero, indocumentado, ilegal, apátrida, sin papeles, refugiado, asilado u otro adjetivo creado conforme a los organismos internacionales y los abogados, todos ellos con el fin de negar el derecho de movilidad que tiene todo ser humano y de obtener un trabajo y vida digna.
El otro aspecto que ingresa al caudal del análisis de las migraciones es de orden geográfico como la frontera, de carácter social-jurídico si se trata de la identidad nacional y la inmigración como eslabón entre el ciudadano nacional o sujeto con derechos y el inmigrante u otro, sujeto a ganarse el derecho a vivir en el lugar que escogió.
Frente al escenario de lo que representa el emigrante saltan varias dudas, una de ellas, las compartimos con Kymlicka (1) al auto preguntarse ante los hechos sin sentido ¿cómo puede ser alguien una persona ilegal? Cuando todo lo ilegal esta signado para las mercancías que se introducen al margen de la ley a un territorio o lugar y carecen de los sustentos jurídicos de su elaboración y/o procedencia, sin embargo en las personas se conoce su naturaleza, procedencia, identidad y aun más, puede ser indagado para descubrir lo que interesa al país receptor.
Indudablemente que estos son obstáculos que los Estados esgrimen para negar derechos hoy día, supuestos jurídicos que no existían cuando el estado Nación se encontraba endeble o en fase de construcción, donde los flujos migratorios tenían manga ancha, la flexibilidad jurídica permitía que cantidades significativas de asiáticos llegaran a Perú, de Europa, tanto oriental como occidental allegaran a Chile, Bolivia, Uruguay y Argentina, Peninsulares arribaran a Venezuela y España, en fin, el Estado requería de pobladores para conquistar internamente sus tierras, situar contingentes de trabajadores en las fronteras que estaban lejos de los centros de producción y distribución con el simple hecho de hablar o adoptar la lengua materna, respetar las leyes nacionales y poco a poco ir plegándose a la identidad nacional, sin menoscabo de sus intereses comunitarios, historicidad y tradiciones, asunto que persistieron y aun persisten en las comunidades de migrantes de conviven, comen, comparten y hay veces en que practican la lengua materna en la privacidad.
Ahora bien, no todos los Estados permitían las prácticas originarias, dado que en su naturaleza tenían una matriz ideológica distinta, los Estados conservadores restringieron jurídicamente la reproducción de la lengua materna o los pronunciamientos políticos en contra de los factores que alejaron o despojaron al migrante dado que ellos habían «renunciado» a su lugar de origen y asumían asilo, refugio o nacionalidad distinta.
Otros Estados liberales con tintes republicanos separaron las esferas privadas de lo público, no prohibieron los discursos o movilizaciones políticas siempre y cuando estas acciones no desafiaran el orden jurídico, ni socavaran la identidad nacional.
A principio del siglo XX y hasta mediados, la migración tuvo flujos focalizados, la población mundial se encontraba controlada dado que la primera y segunda guerra mundial habían mermado a muchos Estados-nación, a todo ello las guerras intestinas, pandemias y aparición de nuevos Estados abrían el abanico de oportunidades ante una desigualdad que nos mostraba connotaciones mayúsculas.
Los enfoques socio antropológicos de las migraciones se manifiestan de manera prolija de los años 60 en adelante, cuando la desigualdad es notoria, la concentración poblacional se da en las ciudades y en aquellos Estados que anunciaron el desarrollo de grandes ciudades, construcción de vías, redes de carreteras, nuevos cultivos, minas en proceso de extracción, industrialización exorbitada, atrajeron mano de obra barata principalmente de países con atraso económico y densidad poblacional sin ocupación alguna.
La necesidad social, la escasez de empleo y la densidad de la población hicieron que la voluntad de emigrar no fuese un hecho de pleno ejercicio de libertad, sino la obligatoriedad de irse, alejarse o auto expulsarse de su tierra natal para obtener el recurso de sobrevivencia, de ahí que el concepto voluntad queda lejos de la libertad y se aloja en la necesidad. Asimismo, la libertad no es un concepto sin terrenalidad dado que a partir de ese momento sólo se analiza desde un contexto y no de un punto de partida de la filosofía política, dado que al hacerlo no podemos dar cuenta de qué tipo de libertad y bajo qué condiciones se ejercita.
La obligatoriedad del migrante la percibimos en el contexto del sujeto y su realidad, donde él es productor y reproductor de ella, sin embargo cuando la realidad niega, por factores políticos y de segregación la reproducción social del sujeto éste tiene dos maneras de revertirla, transgrediéndola y/o emigrando, pero en las dos formas hay una voluntad condicionada o un ejercicio de la libertad forzada.
Entonces la migración es un ejercicio de la voluntad «forzada por las circunstancias que presionan y condicionan. El emigrante es alguien que deja un lugar, un espacio que tenia, un sitio que era suyo, y que se va a otra sociedad donde, de entrada, no está claro que hay un lugar para él. Está por ver si el emigrante tiene o no un lugar propio en la sociedad de llegada. Aunque en el fondo también habría que plantearse si el emigrante realmente tenía o no un lugar en su sociedad de origen» (2/V.A. Pag.23).
En esta afirmación del espacio negado y el espacio ocupado aparece un nudo de tensión entre quien emigra a un lugar ajeno y quien reside en un lugar que le es negado, porque quien llega a un lugar y obtiene un espacio laboral o residencial no tiene en parte la vida resuelta porque muchas de las veces hay residentes originarios que no han contado con ese derecho o lo han tenido negado y surge un punto de conflicto entre el emigrante y el originario que termina con desenlaces fatales y en algunas de las ocasiones alebresta ideologías chovinistas o anti emigrantes.
Otra cara de la moneda es cuando el recién llegado o emigrante ocupa un espacio ocupado por diversos factores de índole territorial, laboral, educativo y/o domestico y, dos sujetos en un mismo espacio que no ofrece cantidad suficiente de satisfactores, desata conflictos que concluyen con la muerte o la expulsión del emigrante.
Podríamos afirmar que la emigración tiene dos características: es ciega e incierta, porque arribar a un territorio ajeno y sin saber si está ocupada o no la espacialidad que nos toca ocupar la nutre de incertidumbre, pero lo más riesgoso es la incertidumbre porque desconoce qué ambientación social y capacidad de reacción o asimilación tiene el emigrante para adaptarse a la nueva vida dado que prácticamente es un re-nacer o nuevo punto de partida o re-comenzar de su vida no importa la edad que tenga ni la trayectoria que traiga en la alforja de su historicidad.
Lo ciega e incierta de la migración despeja la incógnita de qué hacer ante lo ajeno, lo desconocido, el rechazo y adaptabilidad del migrante, aunque muchas veces tropieza con el muro de la impotencia y la poca habilidad para remontar todas las cosas nuevas que debe conocer en el menor tiempo posible. He ahí el dilema que muchas veces se plantea el migrante: regreso a mi lugar de origen pero el riesgo de regresar pone en riesgo su vida, entonces está impedido de volver.
La imposibilidad de regreso es un factor que pocas veces se ve ilustrado en los libros de migraciones porque en las indagaciones antropológicas hemos descubierto las tramas que componen la vida del migrantes y muchos de ellos huyeron acosados por diferentes aspectos que no nos interesa particularizar, y ese impedimento de no retorno confirma que el ejercicio de su libertad está limitado.
La imposibilidad del no retorno y la voluntad de emigrar dan como resultado la condicionalidad del ejercicio de la libertad del migrante; ahora bien, algunas de las veces el no retorno pospuesto aleja la posibilidad real de regresar a su tierra de origen y provoca en el migrante un shock entre lo mío y lo ajeno, pero lo mío lejano e imaginado fue modificado con el tiempo y cada día fue más ajeno y sólo existe en la imaginación porque si algún día regresa todo es ajeno y su lugar está ocupado por otras personas e intereses; puede suceder que nunca regrese y lo mío lejano no existe en la realidad pero seguirá re-creándose en el imaginario del migrante y con el tiempo su lugar de origen es un mito.
Lo económico tiene esencia política
Las argumentaciones esgrimidas para poner grifo a las migraciones son razones de índole económicas que evidencian la desigualdad, veamos…el 80% de la población mundial tiene sólo el 20% de los recursos del planeta, los países del Norte acaparan el resto y solamente representa el 20% de la población; que cada día los monopolios controlan el 90% del comercio mundial, que las riquezas del mundo está en manos de 200 familias que son propietarias de la producción y distribución de alimentos. Los países expulsores de mano de obra son asiáticos, latinoamericanos y africanos y han provocado mutaciones significativas en la composición poblacional de países como Estados Unidos, Francia, España, sin embargo las cifras obtenidas de distintos medios de organismos oficiales nos revelan que tras de todo desplazamiento humano existe la búsqueda de la vida buena, la dignidad humana, aun cuando el riesgo es la mediación entre la frustración y la ilusión.
La injusticia, la pésima distribución de las riquezas, la existencia de monopolios, la criminalización del pobre, la reproducción del sujeto sin derecho en muchos países, aunado a la poca operatividad del reglamentarismo jurídico para garantizar la vida digna de los ciudadanos son tan evidentes que no puede ser invisibilizados con falacias de carácter jurídico.
La implosión de los Estados nacionales visibilizó el cuadro político de las migraciones, poderes de facto se apoderaron de las riquezas, disminuyeron las oportunidades de estudio, trabajo, incluso movilidad interna dentro de los Estados nacionales para contribuir a la expulsión de ríos de migrantes que cada día son noticia pero a su vez exige mayor gasto de control para los países expulsores y receptores de migrantes que a través de los organismos internacionales y acuerdos bilaterales se han visto obligados a aceptar ser parte o policías de sus ciudadanos ajenos a su territorio si son lugares de paso o tierras expulsoras.
El rasgo político que esconde la migración puede ser resuelto a través de la diversidad, si la construimos a partir del lugar en donde pueden convivir distintas culturas devenidas de lugares diversos sin que exista entre ellas la conflictividad de anular, sobreponerse o excluir las existentes, sino, hasta donde sea posible, la complementariedad y la tolerancia cívica.
La complementariedad representa el componente de la ciudadanía si la relacionamos con las diferentes dimensiones del pluralismo valor indispensable en el ethos democrático.
Complementariedad es un precepto ético de la convivencia cívica entre los hombres y las mujeres sin importar su procedencia, credo y orientación política. Asimismo se conjugan y conviven bajo el paraguas de un conjunto de normas jurídicas que garantizan el reconocimiento de los derechos inalienables del individuo y del ciudadano, y en esta medida impone a los individuos un código de conducta civil con una valencia universal, que representa al gobierno de las leyes y en contra del gobierno de los hombres (3/Baca Olamendi Laura, 2000, pág. 537).
Pero toda complementariedad transita por el sendero de la tolerancia al presuponer el pluralismo de opiniones, preferencias y proyectos políticos culturales, además aporta un procedimiento institucionalizado y pacífico para dirimir esas diferencias en el marco de la igualdad de derechos ciudadanos, entonces la tolerancia cívica y la complementariedad que arroja el pluralismo tiene como cama para su reproducción política y social a la democracia y sólo donde la democracia está ausente la conflictividad entre los diferentes está a flor de piel y la violencia tiene nido.
Una pieza ilustrativa es la que trae un autor (4/Cisneros H. Isidro, 1996, pags 51 y 52) quien afirma que la concepción pluralista de la tolerancia se podría referir a la tolerancia pública, de aquel conjunto de diferencias colectivas representativas de los nuevos grupos de intereses que se han desarrollado durante los últimos tiempos en las democracias latinoamericanas. Esto es importante porque a pesar de la existencia del estado de derecho heredado del liberalismo, en el régimen democrático actual aun existen grupos sociales son considerados diferentes y excluidos o discriminados sobre la base de prejuicios. Por tanto, la concepción pluralista se refiere a los comportamientos y las practicas que en una democracia vulneran las nuevas identidades colecticas que son débiles en la esfera pública. La convivencia va más allá de su valor como prudencia política y se sitúa en un método universal de convivir civil que aplique a todos los ámbitos de la vida social.
Indudablemente que la retórica legal no permea la realidad, gran parte del discurso de la complementariedad, el pluralismo y la tolerancia queda en mera palabrería coherente en lo gramatical pero distorsionado al aplicarse dado que no es accesible al migrante iletrado o con baja escolaridad, desconoce la existencia y funcionamiento del concepto, él sólo quiere ser aceptado y que le respeten su comida, forma de vivir y vestir, sin embargo la moda, el disciplinamiento laboral, el comercio y la educación intentan ferozmente quitarle, negarle su esencia e imponerle un sello, personalidad e imaginario que no es suyo y no embona con lo que él representa.
El hecho de que no exista información a primera mano de su país, de su cultura en el lugar en donde se re-crea ya es exclusión, es el otro desconocido, raro y digno de estigmatizar por lo que expresa su físico y no su naturaleza social y nacional.
Esta desconexión entre lo legal y lo real pone en riesgo la teoría de la interculturalidad porque el otro es y permanece ajeno no es componente de la ecuación algebraica y aun cuando exista y sea parte de un lugar al que arribo, su presencia es insignificante para los demás.
En conclusión, las interpretaciones que derivan se las migraciones varían, algunas con ribetes de asimilación con resistencia porque aun re-crean en el imaginario su lugar de origen, otras bajo el mando de la invisibilidad siguen viviendo en su territorio aunque físicamente están en otro, no faltan los que no son de aquí ni de allá, quedaron en el transito y en medio de la mezcla sobreviven y se convierten en migrantes instrumentales que buscan el beneficio personal y olvidan o esconden su historicidad y comunidad natural.
Criminalización de las migraciones
A partir del desenlace fatal de la caída de las torres en New York en 2001, en los Estados Unidos se habilitó el recurso del miedo con el objeto de controlar la situación política y de pánico que se había generado en los días post derrumbe, cuya finalidad era, por parte del gobierno norteamericano, activar una estrategia que construyera escenarios de riesgos insertados en la subjetividad de los colectivos humanos. El interés primordial de dicha estrategia era alterar los estados de ánimos en las personas, hasta desordenarles las coordenadas que dan estabilidad a la vida cotidiana, puesto que la angustia, el temor y la sensación de estar en peligro los lleva a estos depresivos y de angustia colectiva.
Los segmentos humanos en estado de pánico no alcanzan a otear de donde deviene el peligro, todo lo perciben invisibilizado y súbito y por tanto imposible de controlar, lo que los pone en situación permanente de vulnerabilidad absoluta. Sentirse perseguido, indefenso, acosado y sin control del tiempo los lleva a buscar un protector, un salvador un guerrero o Estado que tenga fortalezas mejores y mayores que las del ciudadano vulnerado.
Precisamente en este momento el Estado norteamericano introdujo leyes, modifico aspectos del reglamentarismo jurídico, alteró, medidas y desató una serie de acciones que limitaron el ingreso de migrantes, impidieron legalizaciones de estancias residenciales, persiguieron a latinos y árabes, criminalizaron la presencia de los musulmanes y los colocaron en el paredón de los terroristas.
En junio de 2008 también se endurecieron las políticas migratorias en la «Unión Europea donde aprobaron la Directiva «Retorno», la cual refiere al endurecimiento en el trato a los inmigrantes que se encuentran en situación irregular dentro del territorio del macro – estado europeo. El contenido de esta directiva tiene tres ejes: la xenofobia, la persecución y la criminalización de la migración, dejando atrás el concepto de la movilidad como un derecho humano» (5/Apolo Buenaño, 2008).
La crisis económica mundial agudizó la distribución errática de los recursos para combatir la pobreza y la exclusión, los países de Europa redujeron las cuotas para el ingreso de inmigrantes de África , los Estados Unidos selló con muro y alambrados las fronteras con México, los gobiernos de México y de El Salvador, Guatemala y Honduras se reunieron para afinar los detalles de colaborar con los Estados Unidos para controlar los flujos migratorios del área centroamericana hacia el coloso del norte, producto de ello fue el Plan Puebla Panamá que terminó definiéndose como Iniciativa Mérida, cuyo rol verdadero es fiscalizar a los movimientos populares y ante todo, detener los desplazamientos humanos de Centroamérica hacia el norte, aun cuando es un fenómeno con trayectoria y durabilidad de muchos años, lo han intentado controlar a través de la criminalización.
La criminalización es una política de control social (discurso) y práctica peligrosa (Praxis), porque abre el camino a la represión. No es un hecho aislado ni tampoco novedoso, porque viene desarrollando desde los 90 hasta esta parte y que ha tenido momentos de inflexión (6/Svampa, 2009). En este sentido, estas prácticas discursivas tienen un tinte peligroso, porque estigmatizan, criminalizan y reprimen y por otra parte abren la compuerta para inaugurar un conflicto y orientarlo por el sendero de la represión.
Por lo anterior, las distintas maneras en que dirigen los destinos de las políticas migratorias no guardan congruencia con el principio y naturaleza de la globalización, cuya esencia es y debe ser un mundo abierto, dialogante, constructor de consensos, de fronteras abiertas a las mercancías, al dinero y los hombres, donde los países sólo tengan como límite para aceptar los flujos migratorios la escases o limitante de los recursos económicos para atender a la sociedad, pero los argumentos raciales, políticos, ideológicos y culturales deben ser apartados y no concebidos en la naturaleza de las leyes anti-inmigrantes.
El mundo global de hoy requiere de una democracia global, que no defraude a los ciudadanos excluyendo o discriminando a algunos de ellos, que acepte que las sociedades van en camino a la pluralidad y esa trayectoria exige representar y respetar a las minorías, aceptar al diferente, dialogar con el otro, construir consensos y no permitir que las diferencias desemboquen en violencia.
Las migraciones aun cuando sigan siendo estigmatizadas, criminalizadas, perseguidas y reprimidas seguirán su curso, los ríos humanos de los países pobres hacia los países ricos o miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) es de 3.3 millones de personas; la gran mayoría de los conflictos que perduran en el Siglo XXI son de carácter étnico en Europa, de exclusión e intolerancia en Medio Oriente, interestatales, étnicos en África, racial, exclusión y pobreza predomina en América Latina y El Caribe, religiosos, interestatales y de exclusión en Asia pacifico, en síntesis, vivimos un mundo roto por las diferencias, mudo para dialogar y reducido a la prepotencia de unos pocos que imponen un pensamiento único y cultura occidental que borra del mapa todas las demás creaciones de la humanidad.
Olga Liliana Asfoura. Universidad Nacional de Tucumán, Argentina
Robinson Salazar. Universidad Autónoma de Sinaloa/México
Bibliografía
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Kymlicka Will, Fronteras territoriales. Edit. Trotta, España, 2006
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V.A. La interculturalidad que viene: El diálogo necesario, Icaria/Antrazyt. Fundación Alfonso Comín, España, 1998.
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Baca Olamendi Laura, 2000, Pluralismo, en Léxico de la política, FCE, México, pág. 537
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Cisneros Isidro H., 1996, Tolerancia y democracia, Cuaderno de divulgación de la cultura democrática, IFE, México,
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Apolo Buenaño Diego, 2008, Política migratoria de Europa criminaliza las migraciones, en http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=33671
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Svampa Maristella, 2009, La criminalización es un mecanismo de control social, en http://www.8300.com.ar/2009/11/10/svampa-%E2%80%9Cla-criminalizacion-es-un-mecanismo-de-control-social%E2%80%9D/
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