El 10 de diciembre de 1948, se promulgó La Declaración Universal de Derechos Humanos, por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, Francia, documento que reorientó la manera en que se concebía la relación de los ciudadanos con el Estado y las leyes, cuyo espíritu ha pretendido dotar a los pueblos del mundo […]
El 10 de diciembre de 1948, se promulgó La Declaración Universal de Derechos Humanos, por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, Francia, documento que reorientó la manera en que se concebía la relación de los ciudadanos con el Estado y las leyes, cuyo espíritu ha pretendido dotar a los pueblos del mundo de facultades que conformen su identidad colectiva e individual y garanticen a mujeres y hombres sus derechos elementales, pero setenta y un años después de su elaboración, es evidente que el cumplimiento del anhelo suscrito sigue pendiente, el contexto ha cambiado mucho de cuando se firmara y sin embargo a la vez, muchas de las condiciones de entonces siguen presentes, las guerras, la violencia en todas sus formas, el racismo, la discriminación, la injusticia, la impunidad y tantos otros males asolan aún a la humanidad, la existencia todavía de la voracidad expansionista de potencias europeas y el imperio estadounidense con sus múltiples formas de neocolonialismo son causales del incumplimiento de la declaración que en su sentido general mantiene vigencia.
Zonas del mundo son bombardeadas al tiempo en que esto se escribe y se lee, Palestina sigue siendo atacada por el sionismo israelí que le niega su derecho a existir como nación, esto, con la abierta colaboración de los Estados Unidos y otra potencias europeas, la guerra es el recurso usado por la soberbia de quienes desconocen la dignidad de los pueblos e individuos, el Medio Oriente se encuentra en permanente conflicto, los recursos naturales y las posiciones geopolíticas son el deseo de posesión que se expande devastando naciones, Irak, Siria y Afganistán como muestra, el continente africano sigue olvidado en las noticias mediáticas, la hambruna permanente, la desarticulación de toda forma social, la negación del acontecer es el común, ahora mismo, inmigrantes africanos y asiáticos mueren en los océanos, sus cuerpos llegan a las costas mediterráneas y a otras sin que sea noticia, no hay campañas de ayuda humanitaria por parte de las potencias económicas, miles de inmigrantes latinoamericanos sufren circunstancias semejantes e su intento de llegar al norte para conseguir trabajos sobre-explotados y poder de una u otra forma ayudar a la sobrevivencia de sus familias y pueblos, la migración forzada se agudiza con la violación de todo derecho humano, los tratos inhumanos a niños y niñas enjaulados en la frontera mexicana-estadounidense por las políticas de odio recicladas, el hambre obliga a buscar formas de encontrar recursos, el crimen hace hijos a quienes abrazados por la desesperanza adoptan lo extremo como medida para un poco de pan, la desigualdad social expolia lo colectivo para engendrar la individualidad como culto y vocación, haciendo del derecho una mercancía manejada por los intereses de los poderosos por encima de las sociedades.
Despojos y desplazamientos forzados junto a la discriminación y el racismo permanente son algunas de las violaciones a sus derechos que sufren los pueblos originarios de Latinoamérica y el mundo, la depredación que impone la acumulación originaria hace que se priorice por gobiernos capitalistas y sectores burgueses-empresariales la apropiación de territorios para extraer las materias primas y ejercer entre otra prácticas el extractivismo neo-colonizador, eso explica en parte el golpe de Estado en Bolivia como la expansión de mineras a lo largo del continente, así también, la verdadera democracia aún se añora, cuando gobiernos surgen del seno popular y social, son acusados de violar los derechos humanos por las grandes potencias y el imperialismo estadounidense, la guerra inmoral que ejerce el interés privado guía a esas potencias a no aceptar la vida democrática de las naciones que no se someten a sus mandatos, emanciparse es un pecado a los ojos de los usureros, por eso, después de seis décadas Estados Unidos sigue queriendo oprimir a Cuba con un bloqueo económico genocida, táctica que replica con Venezuela, pero que hasta la fecha sigue sin alcanzar su finalidad, los pueblos defienden sus derechos con la dignidad puesta como consciencia, la soberanía y la autodeterminación son inalienables a las naciones, pretender romperlas es una violación humana al derecho internacional, es la soberbia de quienes de una u otra forma, abierta o velada, ponen en práctica sus ímpetus de poseer por encima de las necesidades humanas, los imperios y las potencias económicas violan consuetudinariamente los derechos humanos que proclaman defender, irónica verdad ante el discurso de bondad que cubre la naturaleza capitalista de oprime como razón existencial.
Los pueblos se ven violentados con las políticas económicas que impiden gocen de sus derechos, las últimas décadas de neoliberalismo han cancelado derechos laborales y arrojados al despido-desocupación a millones de personas, se niega la salud, la educación y la vivienda, el bienestar social dejó de ser una responsabilidad de los Estados para despojar a las sociedades de inalienables derechos, la falsa democracia hizo demagogia el discurso que jura defender lo universal de las garantías establecidas en la declaración de 1948, pero a todas luces eso no es más que otro hueco en la moral inversa del sistema capitalista. Las calles están llenas de manifestantes, protestas por el derecho de las mujeres, el feminismo cubre de esperanza al mundo, los pueblos originarios vuelven a mostrar su fuerza para reclamar su derecho a existir, los sectores trabajadores se suman en grito por el mañana mejor, proletarios alzando en el mundo el puño de la ilusión, los pueblos latinoamericanos expresan su rechazo a los paquetazos económicos y al sistema imperante, pero son reprimidos con tal brutalidad que no hay forma de ocultarlo, La Declaración Universal de Derechos Humanos, es pisoteada por formas dictatoriales aún existentes, por gobiernos de facto y por el constante avance del imperialismo.
La disputa por los derechos plenos avanza, es continua en todo el mundo, repudia las estructuras anquilosadas heredadas del pasado, las libertades como los derechos se enfrentan a la gran amenaza, la contradicción entre el sistema capitalista y el verdadero respeto a la dignidad de los seres humanos, tal y como dijera Fidel Castro en 1979 ante la ONU, al referirse a la enorme desigualdad entre naciones y cuestionar los propios límites de las leyes sistémicas para procurar la satisfacción de los derechos humanos: «Se habla con frecuencia de los derechos humanos, pero hay que hablar también de los derechos de la Humanidad […]¿Por qué unos han de ser míseramente pobres, para que otros sean exageradamente ricos? Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan. Hablo en nombre de los enfermos que no tienen medicinas, hablo en nombre de aquellos a los que se les ha negado el derecho a la vida y a la dignidad humana».
Mientras la injusticia y la desigualdad social existan, los pueblos del mundo seguirán luchando por hacer real el ejercicio pleno de los derechos de la humanidad.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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