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La cooperación al desarrollo y el desarrollismo

Fuentes: Rebelión

El desarrollismo es una teoría que tiende a la imposición de programas de desarrollo desde el exterior. Si nos remontamos a la propia historia de la Cooperación al Desarrollo podemos ver la influencia de acciones como el Plan Marshall, el cual supuso una nueva forma de cooperación y ayuda: un país exterior trata de imponer […]

El desarrollismo es una teoría que tiende a la imposición de programas de desarrollo desde el exterior. Si nos remontamos a la propia historia de la Cooperación al Desarrollo podemos ver la influencia de acciones como el Plan Marshall, el cual supuso una nueva forma de cooperación y ayuda: un país exterior trata de imponer sus reglas porque cree que sabe lo que es bueno. Como el señor Easterly, soy muy crítico con estas prácticas porque no creo que los especialistas del Norte tengan idea, verdaderamente, de cómo sacar a esos países de la pobreza.

El problema surge cuando los especialistas externos (no conocen el país, no conocen a su gente…) tratan de imponer los programas desarrollados por los Estados donantes y las instituciones de Desarrollo (FMI, BM, OCDE…).Resulta curioso que al señor Sachs (entrevista: El Mundo, 26/05/2007) le enerve que los jóvenes economistas hagan sus tesis sobre países en los que no han estado nunca. ¿Por qué actúa así entonces?

La solución no creo que se encuentre en crear recetas externas que sean aplicables aquí y allá, sino que cada caso debería ser estudiado de manera independiente porque cada país posee una cultura (política, social…) e idiosincrasia diferentes. El mayor ejemplo sobre el fracaso de estas prácticas lo encontramos en el hecho de que no podemos hablar de ningún país que haya salido de la pobreza gracias a la ayuda externa.

Por otro lado, los planes que Sachs trató de implantar en Rusia tras la caída del Muro de Berlín o en Bolivia fueron un completo desastre. La «terapia de choque» seguida en Rusia intentó introducir el capitalismo de la noche a la mañana, lo que ha supuesto el empeoramiento de la sanidad, de los servicios sociales (como ya comenté en la lectura sobre el IDH, creo, citando una encuesta en la que la población decía estar peor que con los comunistas) y ha permitido que el mafioso de Putin y sus lacayos lleguen al poder. En el caso de Bolivia estos planes resultaron efectivos económicamente, pero ase implantaron a base de violencia contra el pueblo y recortes sociales.

Al igual que Easterly, pienso que el desarrollo debe realizarse desde el interior. El problema es que el colonialismo y la dependencia externa de los países en desarrollo no permitieron (como ya vimos en los primeros temas) un desarrollo lógico de sus propias estructuras económicas. De esta manera, se creó un sistema paternalista (entre metrópoli y colonia) del que ahora es muy difícil salir.

Easterly pone el ejemplo de Corea Del Sur para mostrar el modelo de desarrollo independiente de un país. Es cierto que al salir de la dinámica que de la que hablamos (imposición externa) Corea del Sur ha conseguido crecer más (3% a 10%), pero Easterly parece obviar que toda la ayuda recibida del exterior fue invertida en la limpieza de las instituciones del país (corrupción), en desarrollar los sistemas de producción, en mejorar ciertos aspectos sociales…

No soy partidario de las políticas de Sachs, quien prefiere dar a los países del tercer mundo comida a enseñarles a cultivarla. Es cierto que necesitan, como dice Sachs, un «Gran Empuje» inicial, pero ese empuje debe orientarse a desarrollar la propia estructura del país para que sean capaces de acabar con la pobreza por sí mismos. Si no, estamos de nuevo ante un sistema paternalista y el «Empuje» se convierte en continuo e ineficaz.

En estos términos estoy de acuerdo con Easterly, salvo que para llevarlos a cabo se necesita la ayuda externa para comenzar. No vamos a repartir mosquiteras entre los niños de África, pero les vamos a enseñar a fabricarlas. De acuerdo pero, ¿quién pone el dinero? Este es el gran problema actual, ya que gracias a la globalización y a la dependencia del Norte de los recursos del Sur, los Estados no son dueños de su propia tierra para poder revertir la riqueza en su propia gente.

Resulta curioso que Easterly hable de Hugo Chávez o de Evo Morales en términos de xenofobia, pues son países que actualmente están muy comprometidos con la ayuda externa (el hambre en Guatemala, terremotos en Perú, ayuda a los pobres del Bronx, Gaza, Líbano…) y con sus recursos prestan ayuda a otros países de una forma parecida a como lo hacía Rusia: yo te doy lo que me falta y tu me das algo de lo que produzcas y que a mi me sirva.

Además, están siguiendo el modelo que tanto propugna Easterly: desarrollar una economía nacional para salir adelante por sí mismos, a través de las nacionalizaciones. Pienso que es la mejor manera de que un pueblo tenga el control de lo que es suyo para utilizarlo en su beneficio. El problema es que personajes como Sachs y Easterly, halcones de la economía capitalista, siguen viendo el mercado como la mejor manera de crecimiento y desarrollo. Por ello, han dejado de buscar alternativas y lo apoyan convencidos.

Creo que los dos son complementarios: Sachs pone las ideas, los objetivos maravillosos (Objetivos de Desarrollo del Milenio) y el «Gran Empuje» inicial, y Easterly se encarga de poner en práctica las medidas que permitan alcanzar esos objetivos. Estoy de acuerdo con el segundo en que los ODM, solos, no vales para mucho. Son ideas generalistas y es difícil medir su cumplimiento y eficacia. Sin embargo, creo que deben existir para poder poner en práctica las medidas que nos permitan alcanzarlos. Es semejante a la vida de una persona: la persona sueña con ciertos objetivos pero estos no se alcanzan de inmediato, sino que debe ir poco a poco alcanzando objetivos menores y mesurables para (entre todos) poder acercarse a ese objetivo final. Sachs es más idealista que Easterly, pragmático y funcional.

De esta manera, los principios de Easterly acerca de un crecimiento vertical contrario (de abajo hacia arriba) al actual me parecen acertadas. Deben ser las propias comunidades (sobre el terreno) las que decidan su modelo de desarrollo y crecimiento. Las instituciones supranacionales, aunque es cierto que hacen cosas bien, deben quedar en un plano de observación, es decir, que sirvan como garantes de las buenas prácticas y jueces de las malas, pero no de impositores de planes de ajuste estructural u otras medidas que tratan de reajustar las economías y las sociedades a los intereses del Norte.

La historia no ha sido muy favorable a los países del Tercer Mundo, ya que se ha sobreexplotado sus recursos naturales y humanos de tal forma que la deuda externa debería ser del Norte con el Sur y no al revés, como es ahora. Sin embargo, la ayuda que el Norte envía no supone siquiera el 0,1% del expolio que se continúa llevando a cabo. Pero la economía de mercado, que no es ni mucho menos un libre mercado, fomenta que este sistema continúe. Las prácticas de dumping, las patentes… son elementos de una globalización injusta que está llevando a muchos pueblos a caer en la más absoluta miseria.

Estos dos economistas creen que el crecimiento promueve el desarrollo. Quizá a corto plazo así sea, pero lo cierto es que los recursos son los que son (finitos) y no podemos crear recursos de la nada. La clave, creo, está en llevar a cabo una justa y debida distribución de lo que tenemos, sin perder de vista la solidaridad histórica tanto con el pasado (de aquellos que se comportaron de manera responsable para que nosotros pudiésemos vivir mejor) como con el futuro (para que nuestros hijos puedan seguir viviendo bien).

El problema es que el neoliberalismo y la economía de mercado chocan directamente con dos economías básicas para el verdadero desarrollo humano: los procesos de la naturaleza y la supervivencia de la gente. El ser humano siempre ha aprovechado los recursos naturales que ha tenido a su alcance, pues le han servido de sustento. Sin embargo, el actual modelo de crecimiento rompe el equilibrio (del que ya hablé en el artículo sobre el medio ambiente) y sobreexplota los recursos naturales. Esta situación provoca que la supervivencia de las propias personas esté en peligro, ya que la economía de supervivencia de algunas comunidades queda destruida.

Ahí veo yo el verdadero desarrollo, en conseguir que esa gente no se muera de hambre. No en implantar modelos de apertura que a la larga sirven para que las grandes multinacionales acaben utilizando los campos de maíz para alimentar a los «coches ecológicos». Para conseguir esto, es necesario redefinir los términos de progreso y desarrollo, dejando de lado la mera concepción económica.

En este punto es en el que, creo, se equivocan tanto Sachs como Easterly (y la mayor parte de los economistas con poder de aplicación). No podemos medir la riqueza o la pobreza simplemente por la renta per cápita de un país. Citando a Vandana Shiva en su artículo Cómo poner fin a la pobreza: «la pobreza económica es sólo una de las formas de la pobreza. La pobreza cultural, la pobreza social, la pobreza ética, la pobreza ecológica, la pobreza espiritual son otras formas de pobreza con mayor prevalencia en el así denominado rico Norte, que en el Sur, denominado pobre». ¿Quién es realmente más pobre?

Ya hablé de este asunto en el comentario sobre el Índice de Desarrollo Humano y vuelvo a insistir en ello. Es indispensable redefinir las nuevas corrientes de evaluación del desarrollo. Es cierto que tampoco podemos perdernos en ideas irrealizables (aunque debemos tenerlas siempre presentes como fin último) y las medidas deben ser operativas en el terreno. Por mucho que el señor Sachs hable de un «mundo de abundancia», parece que al hablar no se acuerde de que los recursos se acaban. La abundancia está en el Norte pero, ¿a costa de qué? De empobrecer cada día más al Sur.

No podemos pretender que, en un contexto como el actual, todo el mundo alcance el nivel de riqueza que las sociedades consumistas del Norte han conseguido (la historia muestra perfectamente cómo ha sido el camino). Los países ricos deben estar dispuestos a rebajar su nivel de riqueza y bienestar a favor de un mejor y más justo reparto para todos. Esto parece inalcanzable, aunque es posible. Pero lo que sí es realmente imposible es tratar de seguir con este modelo en el que los más pobres serán aún más pobres.

La explicación es sencilla: los países actualmente ricos (EE.UU., los europeos, Australia, Japón, Canadá…) crecieron haciendo pobres al resto de países del mundo. Los países en vías de desarrollo (India, China, Brasil…) han crecido durante la última década haciendo más pobres a los países que antes ya habían sido heridos por el colonialismo. Éstos se han unido a la los países ricos en la explotación de los pobres de África porque claro, ahora Portugal no puede seguir explotando Brasil, el Reino Unido no puede con India… los ejemplos son miles y el resultado es el empobrecimiento de los más pobres.

Creo que el sistema actual de Cooperación Internacional debe ir orientado a que cada país construya su propia estructura. Por otro lado, pienso que es indispensable que las instituciones supranacionales (desde su plano de observador y juez) impidan que la Cooperación al Desarrollo se convierta en un negocio (como dije en el artículo sobre medios y Ayuda Humanitaria) para las grandes multinacionales de la guerra y la reconstrucción.

Las construcciones que empiezan por el tejado nunca han dado muy buen resultado. Es necesario sentar unas bases y construir hacia arriba, aunque luego las relaciones deben tender a ser más horizontales para que no existan G-7 o señores con derecho a veto. Así es como conseguiremos un verdadero Desarrollo, no imponiendo.

Para terminar, me gustaría volver a la idea que he planteado antes sobre la disminución de la riqueza en el Norte para permitir un reparto más justo entre la población mundial. Hugo Chávez, en una de sus ingeniosas ideas (unas más y otras menos), ha decidido devaluar la moneda de su país. Muchos economistas han visto esto como un retroceso para el país, pero lo que se encarecerán serán los productos de importación (la mayor parte de lujo) y, según los seguidores del líder venezolano esto supone una nueva traba a la sociedad de consumo y un intento por valorar las cosas realmente importantes. El concepto, cuanto menos, es curioso. La verdad es que los datos de la economía venezolana durante el último mes son positivos (descenso del paro y crecimiento). Lo que me parece más curioso es que sea un país como éste (no precisamente de los más desarrollados) el que ponga en práctica un concepto como este.

Lo que está claro es que la Cooperación al desarrollo no puede ser limitada por recetas impositivas. Creo que el buen camino pasa por llevar a cabo medidas concretas y medibles (Easterly) que nos permitan crear un mundo en torno a las ideas de justicia e igualdad (Sachs), pero los métodos y los conceptos creo que deben redefinirse. Pero aún me queda mucho que aprender y conocer para poder plantear alternativas con una base sólida, que vaya más allá de mi ilusión y mi idealismo, tachado por muchos de utópico. Sinceramente, creo que es posible cambiar las cosas, si no, no trabajaría en ello.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.