«El fin de la hegemonía norteamericana, acelerado por la guerra de Irak, conducirá en breve a un mundo que será más multipolar. En ese escenario, los países latinoamericanos tendrán más oportunidades»
Es uno de los más destacados intelectuales de la política internacional, sus libros son estudiados y discutidos en las universidades de Occidente y Oriente, del Norte y del Sur; sus artículos son traducidos y publicados a más de veinte idiomas en diarios de todo el mundo. Es profesor emérito de la Universidad de Yale y presidió la Comisión Gulbenkian, un grupo de científicos que trabajó sobre los nuevos paradigmas, y el Centro Fernand Braudel. A los 77 años, se da tiempo para estar al día con las noticias de lo que ocurre en cada rincón del planeta y volcar sus opiniones y análisis. Sus posiciones críticas lo proyectaron como uno de los principales referentes del movimiento antiglobalización.
Usted viene anunciando hace años la declinación de la hegemonía de los Estados Unidos en el mundo. ¿Cómo coloca en ese trasfondo las consecuencias de la guerra en Irak?
Recordemos en primer lugar que fueron los llamados «neoconservadores» los que venían anunciando la declinación de los EE.UU. en los años 90. Claro, para ellos eso constituía una amenaza y por lo tanto, proyectaron una estrategia de expansión imperial que denominaron «Proyecto para el nuevo siglo americano». Osama bin Laden y el 11 de setiembre de 2001 les dieron la oportunidad de llevar adelante lo que ya tenían pensado que debía hacerse años antes; es decir, ocupar Irak y utilizar la operación para restaurar esa supremacía. La decisión de invadir Irak fue estimulada y a mi juicio era lo que esperaba Bin Laden, que quería provocar una movilización militar de los EE.UU. porque a su juicio sería la manera en la cual podría hacer avanzar sus objetivos en Oriente Medio.
¿La actual situación en Irak es un triunfo de Bin Laden?
Lo que digo es que la guerra que se hizo para restaurar la hegemonía norteamericana terminó acelerando la crisis de esta hegemonía. La consecuencia fue que EE.UU. se precipitó en una política que fue un desastre para los EE.UU. No es cierto que fue una victoria para Bin Laden mismo, pero en todo caso no fue bueno para los EE.UU. Ni para los iraquíes, por supuesto, ni para el mundo. EE.UU. está empeñado en una guerra sin fin, sin posibilidad de victoria y que ha mostrado los límites del poder militar norteamericano, ha cam biado la apreciación del mundo entero sobre la potencia política de los EE.UU., lo que va a limitarlo seriamente en la década que viene.
¿Su análisis de los sistemas-mundo no replica de alguna forma las teorías de la globalización y de la nueva guerra global?
Lo que planteo es que es necesario entender fenómenos como la globalización y el terrorismo como parte de un mismo proceso histórico, que es el de la crisis del sistema-mundo moderno, que es a la vez el de la economía-mundo capitalista y el del sistema internacional entendido como un sistema ordenado por una o dos potencias hegemónicas. Entiendo al sistema-mundo como un sistema social histórico que está unido por la tensión entre sus fuerzas conflictivas y contradictorias. Esas fuerzas, hoy, están llevando al fin de un sistema mundial.
¿Afirma usted que el fundamentalismo islámico forma parte de ese mismo sistema?
Hay todavía una cierta colusión entre los enemigos, en este sistema-mundo capitalista. Y la cooperación, por ejemplo, de las grandes instituciones de inteligencia militar y política de los Estados es conocida desde hace mucho tiempo. Es una mezcla de oposición y de colusión y en el caso específico de Bin Laden. No olvidemos que fue un aliado de los EE.UU. en los años 80; que EE.UU. ayudó a juntar alimentos y entrenamiento a lo que hoy es Al Qaeda; así como ayudó a Saddam Hussein porque llevaba adelante la guerra contra Irán.
Eso fue durante la Guerra Fría…
¡La Guerra Fría fue también una gran colusión desde los inicios! Era la esperanza de EE.UU. y de la Unión Soviética como poder subimperial, de congelar la situación Norte-Sur, mantener un equilibrio global sobre la base de una carrera armamentista, una lucha ideológica fenomenal y un desplazamiento de la confrontación global a guerras periféricas en distintas partes del mundo, que no afectaran ese equilibrio global.
Está describiendo algunas de las características de lo que fue la geopolítica del siglo XX. ¿Cuánto de esos juegos de poder tiene vigencia en el mundo actual?
El problema actual es que la hegemonía de los EE.UU. está en una crisis creo yo que irreversible e ingresamos en una situación que es y será ultraconfusa, caótica, con grandes cambios en una dirección y en otra, con múltiples polos de poder geopolítico, con una situación económica completamente incierta y vacilante y con cierto grado de violencia en todo el mundo.
No suena muy tranquilizador y menos esperanzador, ni para los realistas ni para las utopías de cambio…
Es que así son las transiciones entre un sistema y otro. Estamos entrando en una situación de crisis estructural hacia la construcción de un nuevo sistema mundial, todavía incierto. Es lo que los físicos de la complejidad denominan «bifurcaciones»: bruscas oscilaciones de todas las estructuras y procesos que hemos conocido, inestabilidades que eventualmente se inclinarán en una dirección u otra, y donde no podemos prever qué lado de la bifurcación será el lado definitivo del nuevo sistema. Será un siglo de transición y de incertidumbre. No creo que vaya a existir una potencia dominante o hegemónica.
¿Cómo será ese mundo multipolar sin hegemonías que describe?
Bueno, hay múltiples potencias aparte de EE.UU.: Europa occidental, Rusia, China, Japón, India, Sudáfrica, Irán, Brasil y el Cono Sur, tal vez Sudamérica como bloque regional… El sistema interestatal hacia el que vamos estará compuesto por unidades grandes, nacionales o regionales que podrían jugar un mayor papel. Podrán hacer entre ellos alianzas temporarias para avanzar en sus posiciones sin que haya una entre ellos que pueda dominar definitivamente la situación.
Un mundo multipolar, sin potencias ordenadoras, ¿no supone más conflictos y guerras?
Hay guerras y guerras. En todo momento hubo y hay pequeñas guerras. Pero las grandes guerras que llamamos las guerras de 30 años, de esas grandes guerras, únicamente tres veces fueron guerras que implicaron a todos los poderes del mundo y que señalaron el último momento de la contestación entre dos grandes poderes que querían ser poder hegemónico. Si continuara como hasta ahora, la crisis del sistema-mundo capitalista se podría prever, por ejemplo, una guerra en 2060 y 2070, por ejemplo en Asia oriental, o en Europa occidental. Pero no se dará, porque como le decía, al mismo tiempo nos hallamos en un período de transición que lleva a inevitables cambios en el sistema actual.
¿La proliferación nuclear sin equilibrio de poder es un factor que favorece o que disuade las guerras?
La no proliferación es un mito. Desde los inicios hubo proliferación. Primeramente los EE.UU. y Gran Bretaña, unos años después la Unión Soviética, diez o quince años después de esto Francia, después China, después India, después Pakistán, después Israel y ahora Corea del Norte, etc., etc. Y preveo que en quince años habrá por lo menos 20 o 25 poderes con armamento nuclear. La no proliferación es un esfuerzo de poderes que tienen ya armamentos nucleares de limitar la proliferación a otros. Pero el momento de éxito relativo de esta presión ya pasó.
¿Qué lugar le cabe a América latina y a países como la Argentina en este panorama?
Depende un poco de ellos. A mi juicio, si los países del Mercosur pudieran superar sus tensiones internas, si pudieran ampliar el Mercosur para recuperar a los países andinos, creo que esta parte del continente americano puede tener un papel más relevante en la nueva geopolítica mundial. Pero deben tener una política consistente conjunta sobre las grandes cuestiones, no solamente a nivel político sino también económico. Tienen ahora gobiernos de izquierda; es cierto, son distintas maneras de entender la izquierda, pero tienen un elemento común y es que entienden la importancia de la autonomía geopolítica.