Los ladrones son perdonados, los mafiosos y jefes de bandas armadas son absueltos y viven cómodamente en lujosas residencias. Criminales y genocidas son sancionados con penas benignas. El palacio de gobierno se convierte en un antro de corrupción. La vida política presenta un cuadro nauseabundo integrado por mercenarios, tránsfugas y personajes caricaturescos. Prófugos de la […]
Los ladrones son perdonados, los mafiosos y jefes de bandas armadas son absueltos y viven cómodamente en lujosas residencias. Criminales y genocidas son sancionados con penas benignas. El palacio de gobierno se convierte en un antro de corrupción. La vida política presenta un cuadro nauseabundo integrado por mercenarios, tránsfugas y personajes caricaturescos. Prófugos de la justicia se declaran candidatos presidenciales. Los partidos y organizaciones políticas, escuálidas y en descomposición, realizan pactos mafiosos para seguir traficando con las necesidades del pueblo. La vida política del país está hundida en la corrupción general, y su perspectiva es que esta situación seguirá en desarrollo hasta su crisis total.
La característica principal del Perú oficial es su degeneración en el manejo político administrativo del país. Más o menos al mismo nivel de todas las republicas bananeras de América Latina tiene los mismos síntomas de sociedad en descomposición. Un gobierno despreciado por el pueblo, un parlamento de pacotilla integrado por bribones y charlatanes, un poder judicial corrupto y vendido al poder central, partidos políticos oficiales que se llaman democráticos y de izquierda, pero que son compinches de los grupos de poder, una prensa coimera y mercenarizada, fuerzas armadas corrompidas, y como de costumbre una iglesia manipuladora que trafica con la religiosidad de un pueblo desesperado por el hambre y la miseria creciente.
Vale insistir para el derrotero del lector, que el Perú tomando solamente los últimos gobernantes, configura sin riesgo a la exageración un país en manos de delincuentes de la peor catadura moral. Y no hablamos de aquellos descarriados sociales que roban pollos o asaltan un banco. Nada de eso. Estos, los que se han apoderado del poder del Estado, para robar y saquear, cometen crímenes y asesinatos a mansalva. Son extremadamente peligrosos. Hacen alianzas con el narcotráfico internacional y utilizan el Estado para cometer los peores delitos. Por ejemplo, solamente en el año 1984, durante el gobierno del «demócrata» Fernando Belaúnde se contabilizó 4,428 muertos la mayor parte asesinados por las fuerzas represivas, y sin embargo Belaúnde fue reconocido como una especie de héroe de la paz y la democracia peruana. Entre 1985 y 1990, durante el reinado del reaccionario y aprista Alan García Pérez, las fuerzas represivas cometieron más de 12 mil asesinatos bajo el pretexto de luchar contra la subversión. Entre otras de las responsabilidades criminales de García hay que anotar la matanza de 300 prisioneros de guerra en junio de 1986. Pero como si nada hubiera pasado, ahora García se prepara para ser el candidato presidencial del próximo año. La misma historia ocurrió con Alberto Fujimori (1990-2000), quien para cometer sus fechorías arrasó a sangre y fuego la población civil. Sus mayores crímenes fueron contra los campesinos y pobladores pobres. Sin embargo, este individuo, a vista y paciencia de los corruptos que ahora gobiernan el Perú (nada hacen para extraditarlo), amenaza con regresar al país y ser el candidato sorpresa para las elecciones presidenciales del 2006. Ahora con Toledo, el «gobierno de todas las sangres» y que junto a su mujer se presentó como el predestinado de los dioses incas, la situación es tan igual como en los años de apogeo de Belaúnde, de García Pérez y de Fujimori. Por ello hemos dicho alguna vez, que el actual gobierno es una mezcla concentrada de los últimos regimenes peruanos.
Cuando pedimos al lector que contenga el asco para enterarse de lo que pasa en Perú, tampoco exageramos. ¿Unas muestras?. No hay problemas, y para comprobar esto solo basta abrir los diarios y revistas del Perú, que han rebajado el periodismo a una hoja inmunda de crónica roja de los bajos fondos. Por ejemplo, desde hace más de un año las primeras páginas de los diarios están referidas a las firmas falsificadas por el grupo político de Alejandro Toledo. Es bueno recordar que para las elecciones del 2001 el partido de Toledo (Perú Posible) falsificó miles de firmas para lograr su inscripción en el Jurado nacional de Elecciones. Lo grave de este hecho, es que la prensa repite y repite esta información, no para buscar que se aplique la ley a los falsificadores y estafadores del electorado, sino para agotar la paciencia de la opinión publica, y que por cansancio abandone una posición critica y objetiva sobre este problema de corrupción en los que están involucrados los partidos políticos, el parlamento, el poder judicial y directamente el gobierno. La misma táctica se utilizó cuando Alan García Pérez estuvo en el extranjero como prófugo de la justicia peruana. Se dijo tanto de este asunto, que finalmente la opinión publica se harto del asunto y ahora García ha vuelto a ser un «ciudadano respetable». Lo mismo ocurre con la famosa «extradición de Fujimori». Desde el hace 4 años no hay un solo día que los medios de comunicación no agiten su paginas al respecto, pero la realidad es que el «Chino», se pasa la buena vida en Japón y lo peor es que alista maletas para sus regreso triunfante.
Como parte de la lamentable situación peruana, la prensa ha dado inicio a una campaña escandalosa para «denunciar» que el «Cholo» Toledo tiene una nueva amante (Lady Bardales Castillo) la que proviene nada menos de la policía femenina del Perú. Es claro que esta campaña, nada tiene de moralista, su único propósito es echar una cortina de humo a cuestiones más graves en la que esta involucrado Toledo y su familia. ¿Cómo no fue esta misma prensa la que decía no hace mucho tiempo (durante la campaña electoral del 2001), que Toledo amaba hasta la locura a su «inteligentísima» y «bellísima» esposa Eliane Karp, la que tenía poderes divinos para hablar con los Apus o dioses incas. Como parte de este mismo cuadro barroco, Alberto Fujimori que vive a todo confort en Tokio (con los millones de dólares que se llevó en maletas diplomáticas), se presentó aparatosamente en el consulado peruano en Japón para renovar su carta de identidad, y como si el problema no fuere con él se tomo fotos
y realizó filmaciones teatrales bajo el propósito de preparar su futura campaña electoral. De otro lado, el general ex jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Nicolás Hermosa Ríos, responsable de muertes y crímenes masivos y ladrón de una centena de millones de dólares y otros actos de corrupción durante el fujimorismo, vive actualmente en su lujosa residencia limeña y desde donde se acaba de enterar que, gracias a los jueces peruanos (que se venden al peso) ha sido sentenciado a 8 años de prisión. En los términos de las leyes penales, si alguien es condenado a 8 años, esa pena se reduce (por simulacro de estudio, de trabajo y buena conducta) a 8 meses.
En la otra ventana del antro Perú, el poder judicial ordenó la libertad de Agustín Mantilla, ex ministro del interior del gobierno aprista de Alan García, quien fue el cabecilla del grupo paramilitar «Rodrigo Franco», responsable de varias decenas se asesinatos clandestinos. Mantilla, vestido con ropa militar de camuflaje, participó directamente en el asesinato de una centena de prisioneros de guerra en el penal de la Isla San Lorenzo (junio1986), y durante el régimen fujimorista estuvo ligado a Vladimiro Montesinos. Con estos delitos a cuesta, ahora se pasea libremente por las «amplias avenidas de la corrupción peruana». En el mismo terreno fangoso, Patria Roja, el APRA de García Pérez, y Javier Diez Canseco han iniciado conversaciones para «revitalizar el proceso electoral del 2006». Y Alan García, que ya olvido su pasado de crímenes, corrupción, grupos paramilitares, y bandolerismo político, se siente el «candidato de consenso» y esta seguro que de la misma forma que en 1985, la izquierda caviar y la derecha «democrática», serás sus socios de campaña presidencial.