En 2011, se produjeron más de 168 millones de toneladas de azúcar en el mundo y cada persona consumió entre 24 y 33 kilogramos de este producto. Estos datos han llevado a un grupo de periodistas a escribir un libro sobre su origen y los puntos más oscuros de la industria del azúcar. Carro de […]
En 2011, se produjeron más de 168 millones de toneladas de azúcar en el mundo y cada persona consumió entre 24 y 33 kilogramos de este producto. Estos datos han llevado a un grupo de periodistas a escribir un libro sobre su origen y los puntos más oscuros de la industria del azúcar.
Carro de Combate -así se llaman los responsables del proyecto- han querido contar de dónde procede el azúcar en toda la extensión de su cadena productiva, desde la plantación de la caña de azúcar y la remolacha, hasta que llega a los supermercados, pasando por su recolección y su proceso de refinado.
«El azúcar ha estado tradicionalmente ligado a la esclavitud, durante la época colonial. Millones de esclavos africanos fueron desplazados a los campos americanos para cultivar principalmente caña de azúcar. Hoy en día, su producción sigue relacionada con duras condiciones de trabajo, expropiaciones forzosas y degradación del medio ambiente», explican.
La cadena es, sin embargo, compleja. Casi 130 países producen azúcar, cada uno con unas condiciones diferentes, y miles de marcas de alimentación se proveen a veces de productores inmediatos; otras, de intermediarios. Cada paso de la cadena productiva, de la plantación al marketing, tiene su propio funcionamiento.
Es esa primera parte de esa cadena, la recogida, la que está más bañada de sangre.De hecho, aunque la recogida de caña tiene fama de ser uno de los trabajos más duros que existen, en la mayoría de los casos se sigue realizando de forma manual: la mano de obra es tan barata que, por ejemplo, la industria brasileña no tiene incentivos para emprender una mecanización que lleva anunciando desde los años 70, y mucho menos en la India, el segundo mayor productor mundial, donde las máquinas se utilizan en apenas un 4% de la producción. El resto son jornaleros que golpean con sus machetes los robustos tallos de la caña.
«A menudo, para llegar a un salario de miseria se requieren jornadas extenuantes: algunas estimaciones calculan que, para cortar una media de 12 toneladas de caña por día, el trabajador ha de caminar ocho kilómetros, dar decenas de miles de golpes de poda y perder ocho litros de agua», indican en el prólogo del libro.
En muchos casos, esos cortadores acaban consumiendo drogas como crack y marihuana para aliviar sus peonadas y muchos, a los pocos años de trabajar en las plantaciones, desarrollan enfermedades por la dureza del trabajo, la exposición a agrotóxicos y quemas y las nefastas condiciones de higiene y seguridad laboral.
Micromecenazgo
De todo esto habla el libro Amarga dulzura. Para ponerlo en marcha, Carro de Combate inició una campaña de micromecenazgo con la que pagar el libro, buscaron 500 mecenas que para trasladar todas sus ideas a un e-book que reflejase la cadena completa de producción de azúcar.
El libro está ya disponible al precio de cinco euros y en la página web se pueden leer algunos fragmentos del mismo. Además, también podrá conseguirse en versión impresa una semanas después, aunque puede reservarse igualmente a través de este link.