La intervención occidental en Libia ha puesto en evidencia las relaciones que existen entre los grandes centros de poder. En primer lugar, hay que decir que están profundamente divididos. El neoconservador columnista del Financial Times, Christopher Caldwell, exagera ligeramente cuando señala que en el supuesto triunfo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en […]
La intervención occidental en Libia ha puesto en evidencia las relaciones que existen entre los grandes centros de poder. En primer lugar, hay que decir que están profundamente divididos.
El neoconservador columnista del Financial Times, Christopher Caldwell, exagera ligeramente cuando señala que en el supuesto triunfo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el voto sobre la intervención en Libia, «Los cinco países que se han abstenido (Rusia, Brasil, China, India y Alemania ) agrupan a casi 3.000 millones de personas y son el núcleo de la economía mundial del futuro».
La abstención de Alemania no es sino una muestra más de las numerosas crisis por las cuales la Unión Europea ha estado paralizada tanto tiempo debido a las divisiones internas en su seno.
De acuerdo a lo expresado por otro columnista del Financial Times, «políticos y sus asesores en el Foro anual de la Fundación Alemania Marshall de Bruselas observaron que una cosa era la valoración que Alemania hacía de las intervenciones militares en el mundo árabe […] pero situarse al lado de Moscú y Beijing en la ONU se sale fuera de estos límites».
Mientras tanto, Francia y Gran Bretaña han liderado la intervención occidental en el país mediterráneo, con Estados Unidos jugando un papel más cauto, aunque el Pentágono está haciendo la mayor parte del trabajo pesado militar.
La semana pasada Barack Obama trató de definir lo que Libia significa desde el punto de vista de la política global norteamericana.
El punto clave es probablemente el siguiente: » habrá momentos en que nuestra seguridad no esté afectada directamente, sino que serán nuestros valores e intereses. En estos casos no debemos tener miedo a actuar, pero el peso de la acción no debe ser exclusiva de los Estados Unidos».
El discurso se ganó la alabanza de neoconservadores asociados a la administración de George W. Bush. William Kristol escribió que «el presidente no se disculpó, el programa por la libertad abarca y no rehuye del uso de la fuerza».
Insistencia
Menos del gusto de la línea de Kristol fue la insistencia de Obama, mientras reservaba «el derecho a usar nuestras fuerzas armadas con rapidez, unilateralmente y de forma eficaz», de actuar con otros estados cuando sea posible.
El caso de la intervención en Libia es significativo, Estados Unidos se sitúa en la línea de atrás en la intervención aérea, dejando a Gran Bretaña y Francia el peso de la operación.
Como dijo el Secretario de Defensa de Estados Unidos: «cualquier futuro Secretario de Defensa que asesore al presidente a enviar al ejército norteamericano de tierra a alguna intervención en Asia, África o Oriente Próximo, debería hacerse un examen mental».
Obama quiere conservar el poder militar de Estados Unidos. Según el Washington Post, ha tenido un enfrentamiento con el comandante estadounidense en Afganistán, el general David Petraeus, porque el presidente quiere «una reducción significativa» de las tropas americanas en Afganistán que comenzará en julio.
Pero eso no significa que Obama esté planeando que el imperio dé un paso atrás. Uno de los beneficios de la intervención en Libia es asociar a Estados Unidos con las revueltas árabes. Esto diferencia a Obama de las actividades de Arabia Saudí y otros países del Golfo que están interviniendo para aplastar el movimiento revolucionario en Bahrein.
El historiador Immanuel Wallerstein ha argumentado que los saudíes han maniobrado para que Estados Unidos se involucren en la agresión a Libia. Esto es «una gran distracción de lo que ellos ven más urgente y lo que están haciendo -que no es más que una ofensiva contra las revueltas árabes, en primer lugar en la propia Arabia Saudí, a continuación en los países del Golfo y por último en todo el mundo árabe».
Los saudís pueden querer una distracción, pero ellos no están involucrados directamente con la intervención en Libia. De lo contrario, habrían enviado una delegación a la conferencia sobre Libia en Londres de la semana pasada.
Hay un intrigante discurso que realizó Obama el mismo día que cayó Hosni Mubarak:
«Estoy seguro de que el ingenio y el espíritu emprendedor que los jóvenes egipcios han mostrado en los últimos días puede ser aprovechado para crear nuevas oportunidades , empleos y negocios que permitan desarrollar el extraordinario potencial de la generación que empieza a tomar vuelo».
En otras palabras, Obama quiere utilizar las revueltas árabes para encaminar Oriente Próximo en una línea neoliberal. Está intentando reconstruir las bases del poder imperial de Estados Unidos en la región de una manera aparentemente más «democrática». Por tanto, los neoconservadores tenían razón en alabarlo.
Alex Callinicos es profesor de teoría social en el King’s College de Londres, y autor de libros como «Los nuevos mandarines del poder americano» o «Un manifiesto anticapitalista» y miembro destacado del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha / En lluita en Gran Bretaña.
Fuente: Artículo publicado en Socialist Worker, periódico del Socialist Workers Party.
Traducción de Santi Amador