Acto 1. El hambre hace estallar la rebelión de las masas. Peligra el Estado. Acto 2. La izquierda se infiltra en el movimiento. Desactiva la explosión social. Acto 3. Salida democrática a la crisis. Fin de las movilizaciones y acto electoral. A modo de introducción. Este texto no es ninguna invención y trata simplemente de […]
Acto 1. El hambre hace estallar la rebelión de las masas. Peligra el Estado.
Acto 2. La izquierda se infiltra en el movimiento. Desactiva la explosión social.
Acto 3. Salida democrática a la crisis. Fin de las movilizaciones y acto electoral.
A modo de introducción.
Este texto no es ninguna invención y trata simplemente de ser un apunte teatral o cualquier otra cosa sobre la situación social de América Latina. El contenido es autónomo en su condición de espectáculo social escenificado por millones de hambrientos que quieren luchar y no arrodillarse, pero que al final caen rendidos, sin fuerzas en la trampa organizadas desde el Estado y desde los partidos políticos oficiales de derecha y de izquierda. Aquí no caben los escenarios plácidos, románticos y poéticos como podría imaginarse en una América Latina llena de vida y de calor. El marco que lo rodea es un proceso político caracterizado por una aguda contienda de lucha clasista, y la expresión de este fenómeno se expresa en la violencia que ejerce el Estado contra los ciudadanos menos favorecidos.
Los apuntes que aquí entregamos configuran una condensación a ritmo de teatro respecto a la forma en que actúan los grupos y personajes que se hacen llamar de izquierda. Estos son verdaderos actores, que al margen de su mediocridad, sobresalen en una obra montada para engañar y estafar a las masas pobres. Año tras año repiten el mismo espectáculo y el mismo libreto. El tabladillo, ya gastado y envejecido, se presenta con todos sus ingredientes y personajes de una sociedad al borde del colapso social, y ahí como drama, comedia o tragedia, los destinos se entrecruzan para moldear una sociedad al borde de la explosión.
EL ESCENARIO
«Allí suspiros, llantos y grandes males resonaban en el aire sin estrellas, que me hicieron llorar no bien entré». (1).
La escena se desarrolla en cualquier país de América Latina donde el sufrimiento ha logrado extenderse como una plaga maldita, y donde el espectáculo es diario y cotidiano. El lugar queda a vuestra elección y puede ser Haití, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador o cualquier otra Republica bananera del continente. El problema geográfico ni la talla del país resulta un problema para la escenificación de esta trama. El hambriento de Argentina tiene las mismas características que el hambriento de Haití o Perú. El hambre y la miseria no tienen nacionalidad ni fronteras y se extiende como una serpiente venenosa desde los confines del sur de América Latina hasta los limites del Río Grande en el norte del continente.
En la trama principal, millones de hombres y mujeres luchan a tientas y sin rumbo alguno. En las calles, en las fabricas, en las universidades, en las villas miseria, y mismo en las prisiones, las masas están lista para el combate. El hambre y la miseria se acentúan y crece cada vez más. Las organizaciones que aparentan ser de izquierda no sirven para nada, son estorbos y barreras de contención. Son compinches de los burgueses y terrateniente. Su objetivo es llevar a las masas a la cola de los planes políticos de los grupos de poder y el imperialismo. Son una especie de traficantes de conciencia, que aún cuando se presentan como socialistas y revolucionarios constituyen la traba principal que tienen los oprimidos para cambiar su situación de oprobio y miseria. Son legalistas hasta el tuétano y no se apartan ni un milímetro del terreno electoral en el que engordan como cerdos. Se ajustan religiosamente a las draconianas leyes del Estado y se declaran defensores puros de la con
stitucionalidad y el «estado de derecho». No hay ninguna organización legal de «izquierda» que mantenga un nivel de coherencia con las masas, y al contrario de contribuir al desarrollo de la lucha social buscan apagar el fuego de la contienda popular. En Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Perú y otros países cabalgaron en las luchas espontáneas de las masas, no para orientarlas hacia el cambio y la revolución, sino para desviarlas de la luchas y sostener a tal o cual candidato electoral.
ACTO PRIMERO
Las masas desbordan el orden legal. Toman calles, avenidas y rutas. Amenazan con traerse abajo todo.
Argentina, noviembre del 2000. «El pueblo entero se sublevó, tomó las comisarías, retuvo a los policías como rehenes y se apoderó de las armas policiales: La venganza se dirigió sobre aquellos símbolos del poder y de la desgracia popular, igual que en el santiagazo de 1993: los piqueteros apedrearon el Hotel Pórtico Norte. Seguiría la Unidad Regional 4 y la comisaría 36, antes habían incendiado la seccional 41 de Mosconi, el Diario El Tribuno, la Municipalidad, el banco Nación y otros lugares sagrados de la burguesía». (Noticia aparecida en un casi todos los medios de Buenos Aires en noviembre del 2000). Bolivia, octubre del 2003. «La sangrienta represión, que cobró 86 muertes, no logró parar la incontenible marea humana que sumaba nuevas adhesiones, sobre todo de los sectores medios, intelectuales y artistas. La entrada de los mineros, como ya ocurrió en la revolución de 1952, jugó un papel decisivo para este triunfo». (Diferentes medios de izquierda de Bolivia)
La crisis económica revienta en las narices de los pobres y hace flecos sus flácidos estómagos ya bastantes secos por el hambre. Se escucha una explosión y gritos de rabia y cólera. Miles y millones de trabajadores salen a la calles. En un cartel que se levanta hasta el cielo se puede leer: «¡Mueran los explotadores!, ¡Abajo los partidos políticos!. ¡Hay que colgarlos a todos!».
Bloquean calles, avenidas y carreteras. Las fábricas y los comercios quedan paralizados. El cierra puertas es general. «¡Las calles son del pueblo», gritan los enardecidos manifestantes. Las voces truenan en el espacio: «miserables», «hijos de putas», «mal paridos», «ladrones».
La lucha es espontánea y la policía y el ejército no se hace esperar para lanzarse en embestida contra los hambrientos. «¡Terroristas de mierda!, ¡comunistas!», gritan los milicos antes de iniciar la primera carga de infantería. Hay muertos, detenidos y cientos de heridos de bala. Las cárceles se repletan de prisioneros, y hasta mujeres se encuentran en las prisiones. En el campo la cosa es semejante, y los campesinos con sus ropas hechas tiras por la pobreza toman pueblos, quebradas y llanuras. Como en el drama de Fuente Ovejuna matan a palos y piedras a los representantes del Estado. Flagelan hasta la muerte a jueces y alcaldes.
En el otro lado de la orilla del campo de batalla, se escuchan voces temerosas y de pavor que dicen: «¡Hay que pararlos, peligran nuestros sagrados intereses!. ¡Debe haber agitadores extranjeros, porque a nuestros izquierdistas los tenemos bien amaestrados!. ¡No puede ser!. ¡Están violando las leyes de la Republica, están contra el Estado de derecho, son antidemocráticos y subversivos!. Puta madre, cómo hemos llegado a esta situación y estos andrajosos no consideran para nada el sacrificio que hacemos por el país, dice un rico mientras saborea con delicia un vaso de fino vino francés. ¿Nuestras ganancias, y la deuda externa quién la paga?, y ¿quién paga al ejército y la burocracia del Estado?, ¿quién paga los colegios, las coimas, los grupos paramilitares?, nosotros dice uno de los inquilinos de la lujosa residencia, y encima nos quieren echar. Hay que movilizar al cardenal, curas y monjas para parar a estas mierdas.
ACTO SEGUNDO.
La izquierda hace su entrada triunfal al seno de las masas. Se cuela entre los manifestantes y clava su estandarte, y pareciera que ellos han sido los organizadores y líderes de la revuelta.
Aquí aparece la «heroica» izquierda» legal o nueva izquierda como dice la moda. Oficialmente no esta invitada a la manifestación espontánea, pero desafiando la ira del pueblo, se introduce con maña en el corazón de la muchedumbre. Son casi como infiltrados, semejantes aquellos agentes que la policía siembra en el seno de los trabajadores para hacerlos explotar desde dentro, para dividirlos y corromperlos. Con picardía y viveza, producto de su larga experiencia en estos menesteres, planta hasta el fondo su hermosa banderola roja como la sangre en el centro mismo de la manifestación. El símbolo y el color son para confundir a las masas, pero ella no se dará cuenta del engaño esta que la estafa esté consumada.
El doble juego aparece a la vista. Se presentan más radicales que las propias masas en rebelión, pero por otro lado, inician en secreto y abiertamente negociaciones con el gobierno repudiado por el pueblo. Para crear confusión disparan bengalas y hacen estallar juegos artificiales. Se presentan como provocadores y buscan a la policía para ganarse aunque sea una noche prisión. Si son reprimidos automáticamente se convierten en héroes, y eso es una fortuna en el terreno electoral. Nada se hace sin sentido y todo está calculado. Buscan los diarios, revistas y las pantallas de televisión para lanzar terribles amenazas contra el gobierno y el imperialismo. De la noche a la mañana se convierten en las vedettes del espectáculo político en marcha. Mientras que los gordos burgueses se retuercen de risa, gritan «¡Que se vayan todos!» (En Argentina). «Estado multiétnico y Democracia directa» (en Ecuador). «Gobierno de todas las sangres», (en Perú). «Constituir una asamblea popular y soberana», (en Bolivia). El engaño va lejos y exigen el establecimiento de una «democracia participativa y directa de las masas».
Ya en la cresta de la ola rebelde la cosa será un juego de niño para una izquierda ducha en el arte del montaje teatral y la manipulación. Desde ahí, como si se tratara de un reguero de pólvora, extenderá sus tentáculos. Sus consignas políticas, ya no serán solamente para adormecer a las masas embravecidas y desviarlas de cualquier tentativa de atentar contra el orden impuesto, sino para agradar a los patrones locales y extranjeros. Toda su energía servirá para dar cuerpo a una «salida democrática y constitucional» a la crisis y a la rebelión popular.
ACTO TERCERO
Se aplica la salida democrática a la crisis propuesta por izquierdistas y derechistas. Según la propaganda oficial «surge el eje socialista» con Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Gutiérrez en Ecuador y Mesa en Bolivia. La sociedad ideal, el socialismo, surge no de luchas violentan y clasistas, sino más bien de los propios instrumentos de opresión de burgueses y terratenientes.
Asamblea Constituyente y elecciones generales a la vista. Los grupos de poder y el imperialismo se frotan las manos. El gran espectáculo ha comenzado señores dice alguien desde el Estado. «Que buena idea de dar una salida democrática a la crisis del país», comenta un dueño de banco mientras hace cálculos de sus jugosas ganancias. Las masas sublevadas embarcadas ya en el carro electoral buscan un candidato presidencial. «¡Una nueva constitución!», proponen como solución a la crisis del país. «¡Un gobierno democrático y popular!», dice una organización de izquierda. «Elecciones limpias y democráticas», complementa otro grupo. Un burgués, atento a las consignas políticas, dice para si mismo que en efecto el gobierno será democrático, pero para ellos, y no para los pobres diablos que todo se lo creen. «Sin esta izquierda estaríamos fritos», dice al mismo tiempo que toma el teléfono para anunciar a Washington que la cosa está ciento por ciento controlada y que no existe ningún peligro. OK dice su interlocutor.
En Brasil, Lula el bien amado de la iglesia católica, de los empresarios y del imperialismo, ha dicho claramente que «no es ni ha sido nunca un «izquierdista», pero sin embargo es el candidato de la izquierda. Los campesinos sin tierra y los izquierdistas de todo los matices lo presentan como el representante de los pobres en el poder. Gana las elecciones y su primer acto como presidente es para darse un abrazo con George Bush. Si antes prometió que no pagaría la deuda externa, ahora lo hace en mejor forma que los gobiernos anteriores. Si antes prometió dar tierra a los campesinos, ahora usa la violencia militar y policial para defender a «sangre y fuego» las tierras de los terratenientes. Y si antes anunció que liquidaría el hambre y la miseria (programa de hambre cero), ahora las masas comen menos que antes de que se sentara en el sillón presidencial, y la pobreza sigue en alza.
En Argentina, Néstor Kirchner peronista y derechista, es el candidato electoral de la izquierda. Es proclamado hijo predilecto del pueblo, y le adjuntan el calificativo de «antiimperialista» y «antineoliberal». Las madres de la plaza, figuras emblemáticas de la lucha contra el crimen y la impunidad de los militares argentinos, derramaron no pocas lagrimas, cuando con amor maternal abrazaron a Kirchner el día que este ganó las elecciones. Su política «antiimperialista» no se ha visto ni en sueños, y desde el 2002, el supuesto gobierno «antiimperialista» pagó más de 10.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a otros organismos de los imperios (2). Para los pobres no ha cambiado nada y están peor que en los gobiernos anteriores.
En Ecuador (2002), el coronel Lucio Gutiérrez fue el candidato de las masas populares y de la izquierda. L izquierda, no sólo desactivó la rebelión popular, sino que fue la encargada de manipular y llevar a los pobres tras un candidato que en plena campaña electoral había declarado ser un admirador de Augusto Pinochet, y seguidor del «ejemplo democrático» de los Estados Unidos. Cuando Gutiérrez ganó las elecciones se dijo que el cambio revolucionario en Ecuador «era irreversible», y sus aliados de izquierda se sentaron a la diestra del dios padre para gobernar. El MPD (Movimiento Popular Democrático), PCMLE (Partido Comunista, Marxista-Leninista del Ecuador), la CONAIE (Confederación de Nacionalidades indígenas), y el grupo Pachakutik ganaron algunos ministerios, y sólo se apartaron del presidente «revolucionario», cuando las masas daban muestra de estar cansadas del engaño y preparaban para el reinicio de nuevas luchas populares.
En Bolivia, los obreros del taita Felipe Quispe Huanca y los campesinos del indígena Evo Morales vieron en Carlos Mesa, el más puro demócrata y antiimperialista nacido en estas tierras sombrías. Sin que pase mucho tiempo el gobierno del antiimperialista Mesa se volvió un circo en el que solo ganan los grupos de poder y las transnacionales. Así de acuerdo a un reciente informe del PNUD, el 60 por ciento de los bolivianos viven debajo de la línea de la miseria, y esta situación sube al 90% en el campo. Y como telón de fondo de este drama, los mismos «izquierdistas» que sostuvieron a Mesa (ahora convertidos en parlamentario o en hombres importantes del gobierno), gritan que Mesa es un traidor. Llaman a movilizaciones, y piden que el gobierno convoque a nuevas elecciones. Mientras tanto, la pobreza en este país subió de 5,076,000 en 1995 a 6,448,000 en el 2001, y de estos (según el Programa de las naciones Unidas para la Alimentación Mundial) 2 millones bolivianos sufren hambre crónico.
Y no hablamos del Perú, para que nuestros lectores no se echen a llorar, y sólo agregamos lo siguiente: El gobierno de «Todas las Sangres» encabezado por Toledo, elegido en 2001 por la izquierda y la derecha peruana, resultó peor que la tiranía mafiosa, corrupta y criminal de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Ahora cuando nadie da medio centavo por Toledo, y las masas hambrientas están, nuevamente en las calles luchando, la izquierda ha desempolvado su viejo libreto para estafar a los pobres. Sin cambiar ninguna coma o letra a puesto en marcha la escenificación del conocido «Acto primero», que como ya lo han visto, se inicia con la típica infiltración de las masas, para desde ahí gritar nuevamente «¡Abajo el gobierno!» (el que ellos eligieron y apoyaron). «¡Elecciones generales inmediatas!», y redacción de una «Nueva Constitución». Y así, épica, burlesca, y dolorosa por ratos, seguirá la presentación de los tres actos de esta obra surgida de la realidad latinoamericana que escenifica todo el drama político de las masas pobres de este continente.
Notas:
1. La Divina Comedia de Dante Alighieri. El párrafo corresponde a su entrada al infierno.
2. Argenpress, publicación del 18/3/2005.