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La maldita herencia liberal en América Latina

Fuentes: Carta Maior

Más de la mitad de los 400 millones de latinoamericanos no consiguen satisfacer sus necesidades básicas. 102 millones son indigentes, no consiguiendo siquiera dar qué comer a sus hijos. Ese es el balance sintético de la aplicación de las políticas  liberales en el continente en las dos últimas décadas y media. En los últimos 20 […]

Más de la mitad de los 400 millones de latinoamericanos no consiguen satisfacer sus necesidades básicas. 102 millones son indigentes, no consiguiendo siquiera dar qué comer a sus hijos. Ese es el balance sintético de la aplicación de las políticas  liberales en el continente en las dos últimas décadas y media.

En los últimos 20 años, casi 91 millones de personas se volvían pobres en América Latina. 226 millones viven con menos de dos dólares por día. Aumentó el número de pobres e indigentes. Hay 40 millones más de indigentes hoy que hace 20 años.

Uno de los aspectos nuevos es el surgimiento de los «nuevos pobres», sectores de clase media que se proletarizan -en Argentina es el caso más dramático. En los últimos seis años, 23 millones de latinoamericanos dejarán de pertenecer a la clase media para pasar a la categoría de pobres.

En Argentina, la tasa de pobreza se duplicó entre 1999 y 2003, pasando de 19,7% a 41,5%, en tanto la indigencia se multiplicó casi por cuatro, subiendo de 4,8% a 18,6%. Cerca de 7 millones de personas dejarán de ser de la clase media para transformarse en pobres.

Los datos están en el documento «Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia?», escrito por el Banco Mundial (BID). Como resultado de las políticas liberales, el país más equitativo de América Latina en términos de renta es más desigual que el país más injusto de Europa -incluida Europa del Este, también asolada por el liberalismo- es solamente comparable con algunas zonas de Africa y con algunos países surgidos del desmembramiento de la Unión Soviética. En tanto en Suiza la clase media representa el 60% de la población, en varios países de nuestro continente no llega a 20%.

Los sectores más vulnerables en este vendaval de miseria que el liberalismo promovió en el continente son los adultos mayores, las mujeres, los indígenas y sobre todo los niños. La precarización de las relaciones de trabajo se extendieron a niveles sin precedentes, junto con el desempleo, que batió su record histórico en el continente en el 2003.

La concentración de la renta, bajo los efectos de la financierización de sus economías, hizo que el segmento más rico tenga una renta 20 veces superior al que reciben quienes están en el 40% más pobre. La perspectiva es desalentadora, porque la desigualdad es muy alta. Sin programas económicos centrados en la distribución de la renta, y no en la estabilidad monetaria y en el ajuste fiscal, esta situación aterradora tiende a empeorar. Según el BID, la proliferación de la violencia está asociada al aumento de la miseria y de la indigencia en el continente.

Uno de cada tres niños tiene hambre y el 60% de ellos son pobres en América Latina, a pesar de la enorme capacidad del continente para producir alimentos. Cada año 190 mil niños latinoamericanos muere por males ligados a la pobreza, que podrían ser evitados. Actualmente cerca de 40 millones de niños viven o trabajan en las calles de América Latina. Solamente en América Central más de dos millones de niños están en el mercado de trabajo. La cifra de niños es igual a la de los adultos desempleados, lo que significa que en caso que se evitara que esos niños trabajasen, esos adultos tendrían acceso a los empleos. Por lo tanto,  los empleadores prefieren a los niños, porque estos no gozan de derechos laborales y acaban siendo remunerados mucho más abajo que los más viejos.

Solamente en las favelas brasileras residen 6,5 millones de personas, más del doble de que la población de Uruguay. En Buenos Aires y en sus suburbios, las villas miseria abrigan 1,3 millones de habitantes.

Entre 1999 y 2002, la tasa de pobreza aumentó de 43% a 44% y la indigencia llegó a 19,4%. De ahí que la mayoría de la población latinoamericana rechaza el sistema político, económico y social existente, que los analistas confunden con rechazo a la democracia. La pregunta de las investigaciones no debería ser si gustan de la democracia, sino si gustan del tipo de sistema en que viven: este es el rechazo de la mayoría de los latinoamericanos.       

6/6/2004
Traducido por PVP-Unión Frenteamplista