Ya puede decirse que en el Perú, la mesa quedó servida. Uno a uno se fueron atando los nudos, y hoy el escenario es completo. Todos los segmentos de la clase dominante se pusieron de acuerdo para imponer en la jefactura de la Nación a Alan García Pérez y convertirlo en el Presidente «de todos […]
Ya puede decirse que en el Perú, la mesa quedó servida. Uno a uno se fueron atando los nudos, y hoy el escenario es completo. Todos los segmentos de la clase dominante se pusieron de acuerdo para imponer en la jefactura de la Nación a Alan García Pérez y convertirlo en el Presidente «de todos los peruanos».
¿Cómo ha sido posible que se vayan anudando los distintos eslabones cuando parecían representar a segmentos distintos e incluso contrarios? ¿Qué factor ha accionado para «persuadir» a unos y otros de la necesidad de «sumar fuerzas» en torno a un candidato que hasta hace muy poco era simplemente detestado por una buena parte de la derecha peruana y, claro está, por la mayoría ciudadana?
Indudablemente un elemento ha sido decisivo: el miedo. El miedo al pueblo. El miedo a ver en peligro sus intereses de clase, sus conquistas malhabidas y peor administradas, sus privilegios de siempre, sus pequeñas o grandes prebendas acumuladas a lo largo de muchos años. Aunque el candidato adversario pudiera no representar realmente peligro alguno, el miedo acciona ante la posibilidad de ver al pueblo en las calles luchando por una bandera. Es eso lo que les aterra.
Y la fuerza que ha actuado para lograr una amalgama de esta magnitud, ha sido sin duda el amo yanqui. Con unas u otras palabras, todo lo han admitido echando un vistazo al escenario continental, pero también a la suerte que podrían correr los intereses de «sus empresas» si «el mal ejemplo» cunde. Venezuela y Bolivia escarapelan el cuerpo a «los de arriba», y la sola posibilidad de que esta «mancha» se extienda los pone en alerta máxima y los obliga a «cualquier sacrifico». Incluso, a votar por Alan García.
Muchas cosas se le pueden incriminar a Alberto Fujimori Fujimori. No sólo acciones delictivas y horrendas. También prácticas perversas incompatibles con la dignidad humana. Pero una cosa se le debe reconocer: su curiosa franqueza. Y es que el ingeniero nipón, que ocultó sus verdaderos propósitos cada día, dijo la verdad cuando se vio forzado a diseñar su camino. Y ahora lo ha hecho desde su cómoda estancia en Las Condes, el aristocrático barrio santiaguino, donde reside hoy gracias a la generosidad de la Corte Suprema de Justicia de Chile.
En una extensa entrevista concedida a BBC Mundo, ha expuesto claramente las razones del multicolor acuerdo al que han llegado en el Perú los poderosos. Interpelado respecto a la reaparición exitosa de García admitió que hace pocos años, eso era «impensable», pero que se debía al «cambio» del líder aprista. Al reconocer los éxitos de la gestión gubernamental entre 1990 y el 2000 -dijo- «demuestra que ha habido una evolución en su actitud». «La evolución de la política es así -ha añadido- tiene sus altibajos, sus vaivenes, y va evolucionado, va ganando experiencia, y hay una respuesta del pueblo».
En cambio Fujimori tomó distancia clara del Proyecto Humala. Afirmó «no saber» si el caudillo militar también había registrado esa «evolución», pero subrayó que «tiene propuestas distintas a las que hemos practicado». En concretó, se refirió a la nacionalización de las industrias. «En mi política económica yo he sido contrario a las expropiaciones de este tipo, tanto que las empresas petroleras que estuvieron expropiadas, tuvimos que resarcirlas, fueron expropiaciones difíciles y con alto costo». Hay que acotar, sin embargo que las «expropiaciones» a las que aludió no se hicieron bajo su gestión, ni la de García -anterior a la suya-. Al contrario, en ambas se produjeron los resarcimientos indicados.
Pero es claro que el tema en cuestión, no es sólo peruano. Por eso, inquirido para responder por el escenario de América Latina convulsionado por recientes experiencias de izquierda y centro izquierda contestatarias al dominio yanqui, Fujimori fue transparente: «estoy a favor del alineamiento comercial con Washington». Y remató «El TLC, favorecerá mucho al Perú».
Está ahí, sin duda, la madre del cordero. Es eso lo que une a Fujimori y su asesor presidencial en materia de inteligencia -hoy reo en cárcel- que se sumara también a los ataques a Humala, con Alan García y con Toledo, que lo considera «la personificación de la democracia». Tras el trío, se suman los medios de comunicación, las agencias encuestadoras, la banca, las organizaciones patronales, los comentaristas a sueldo, los partidos «grandes» y el Gran Capital.
De este modo, García, el dominio de Washington, el TLC, la ofensiva contra Venezuela y Cuba y la impunidad en materia de crímenes contra el pueblo y latrocinios públicos; son los 5 dedos de una misma mano: la mano del Imperio
Por eso bien puede afirmarse que hay un pacto concertado entre todas estas fuerzas para obligar al electorado peruano a elegir a García bajo la amenaza de que -de no hacerlo- su hundirá el país.
Una «alianza» de este tipo, un acuerdo espeluznante y monstruoso, un entendimiento soterrado de maléficos propósitos -como éste- tiene, sin embargo, un riesgo: si la conciencia ciudadana se despierta, puede alzarse y cambiar la historia. El pueblo callado, puede votar y destruir los sueños de los poderosos. Casos se han visto. Los peruanos, no seríamos los primeros.
* Gustavo Espinoza M. del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera