La Cumbre Iberoamericana celebrada en Montevideo, con la presencia de jefes de Estado y representantes de 22 naciones, finalizó con varios acuerdos y algunas puntos destacables. El encuentro se centró en la problemática de la migración, donde sin lugar a dudas la intervención del presidente de Bolivia, Evo Morales, fue la más aguda y real. […]
La Cumbre Iberoamericana celebrada en Montevideo, con la presencia de jefes de Estado y representantes de 22 naciones, finalizó con varios acuerdos y algunas puntos destacables. El encuentro se centró en la problemática de la migración, donde sin lugar a dudas la intervención del presidente de Bolivia, Evo Morales, fue la más aguda y real. Mientras que varios presidentes apelaron a discursos convencionales, recordando los compromisos asumidos en la comunidad internacional o listando las aspiraciones deseadas, Morales relató su propia vivencia en un viaje a España.
Morales llegaba por primera vez al aeropuerto internacional de Barajas, como dirigente sindical, para conectar con un vuelo interno que lo llevaría a una reunión sobre temas de desarrollo, cuando fue detenido por los agentes de migración españoles. El hoy presidente de Bolivia relató ante todos los demás jefes de Estado y el rey de España, cómo fue tratado por la migración, la que llegó a exigirle 500 dólares para continuar con su viaje. Morales no tenía ese dinero, y terminó enojándose, para decir que si no habían bastado 500 años de apropiación de los recursos de la región, tampoco les bastarían esos 500 dólares [audio de la intervención].
Esa intervención refleja muy bien los vaivenes de la Cumbre Iberoamericana y la importancia del tema de la migración. Varias intervenciones apuntaron a reclamar que no se criminalizara a los migrantes, lo que en palabras más simples implica asegurarles un trato respetuoso y digno en los puertos de entrada. Esos acuerdos aparecen en el «Compromiso de Montevideo sobre Migraciones y Desarrollo», donde se sostiene que «es imperativo situar la persona del migrante en el centro de los programas o proyectos migratorios», garantizando el respeto de sus derechos humanos, «independientemente de su condición migratoria, y cualquiera que sea su nacionalidad, origen étnico, género o edad». Asimismo, el compromiso señalara claramente que «migrar no es delito» y que se deben establecer políticas y prácticas de seguridad que no deberán estigmatizar a los migrantes. El testimonio del presidente Evo Morales deja en claro la importancia de este compromiso.
Los presidentes también subscribieron la «Declaración de Montevideo», que recopila varios puntos de acuerdo, tales como la adopción de la Carta Cultural Iberoamericana, y algunas medidas potencialmente interesantes, como la conclusión del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (Fondo Indígena).
Pero los acuerdos más sustanciales están en el referido «Compromiso de Montevideo», donde se intenta dar una visión más amplia del problema migratorio. Por ejemplo, se invoca la reducción de la pobreza y la mejora en la calidad de vida para terminar con la expulsión de personas, y se trata la cuestión de las remesas, afirmándose que «no deben ser catalogadas como ayuda oficial al desarrollo, puesto que son flujos financieros privados, de solidaridad familiar, y responden al derecho de todo ser humano de asistir de modo individual al sustento y bienestar de otras personas». Los presidentes buscar proteger ese flujo de dinero y están intentando que las comisiones y costos de las transferencias sea reducido drásticamente.
El compromiso ofrece otros acuerdos generales sobre la protección de los migrantes y algunos tímidos avances sobre la búsqueda de acuerdos internacionales más amplios y de cobertura más efectiva, incluyendo componentes de protección laboral, así como medidas especiales para mujeres, niños e indígenas. Se anunció además la convocatoria para un foro iberoamericano sobre este tema en el año 2008.
Las reuniones paralelas de la sociedad civil apuntaron en el mismo sentido. El II Encuentro Cívico Iberoamericano, en su declaración «un mundo sin muros por un desarrollo sostenible para todos y todas» precisa todavía más los problemas con las migraciones, y reclama acciones más específicas, tales como la ratificación de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares de las Naciones Unidas, y su reglamentación por parte de cada Estado.
La cumbre presidencial también rechazó el muro que planea construir Estados Unidos en la frontera con México. El punto fue aludido por varios ministros y presidentes, y la postura final significa un éxito para la presencia de Vicente Fox.
Finalmente, los jefes de Estado además aprobaron un total de 12 compromisos y declaraciones en diversos temas, desde la integración energética al rechazo del bloqueo de Estados Unidos sobre Cuba.
A pesar de la ausencia de varios presidentes, la Cumbre de Montevideo buscó darle un impulso a esta «familia» iberoamericana. En ese sentido el gobierno de España presentó la idea de un fondo regional para abordar la problemática del agua potable y un sistema de becas estudiantiles. Las iniciativas fueron aprobadas y se encomendó a la secretaría permanente de estas cumbres, en manos de Enrique Iglesias (ex presidente del BID y ex canciller de Uruguay), concretarlas en planes de acción específicos.
Entre las cuestiones que se discutieron en paralelo, se destacó la confirmación que el rey de España, Juan Carlos, actuará como «facilitador» en el conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de una planta de celulosa en la frontera entre los dos países. La medida, propuesta por el presidente argentino Néstor Kirchner, fue aceptada por el monarca español, y luego por el gobierno uruguayo de Tabaré Vázquez. Es una noticia bienvenida ya que se espera pueda reducir la tensión entre los dos países, pero también evidencia que el problema no se pudo manejar en el seno del MERCOSUR. Este hecho deja en una posición incómoda a Brasil, la que se acentúa en tanto el presidente Lula fue una de las más conspicuas ausencias en la cumbre. Por ahora, la diplomacia de Itamaraty no ha participado activamente del proceso de estas cumbres en tanto lo percibe como un programa promovido desde Madrid y termina interviniendo en una región donde Brasil tiene pretensiones de liderazgo. Pero también es cierto que Brasil ha mantenido últimamente posiciones ambiguas dentro del espacio sudamericano.
También parece necesario clarificar el papel de las Cumbres Iberoamericanas, y en especial las relaciones de ésta en primer lugar con la OEA y del Grupo del Río, y en segundo lugar con los bloques regionales. Algunos presidentes están enviando señales de cansancio frente a la sucesión de encuentros presidenciales. Por ejemplo, en los últimos meses se han sucedido las cumbres presidenciales ampliadas del MERCOSUR y la CAN, y ahora se avecina la cita de la Comunidad Sudamericana de Naciones en Cochabamba. Los encuentros presidenciales tienen muchas potencialidades positivas, pero deben servir a programas de acuerdos concretos a partir de los cuales profundizar el camino de la integración. Por lo tanto, antes que aumentar el número de foros de discusión y concertación política, parece necesario profundizar los acuerdos de integración, con lazos que sean vinculantes, coordinaciones productivas concretas y apuestas a crear una ciudadanía regional.
* Eduardo Gudynas es analista de información en 3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina).