Traducido para Rebelión por Aldo de Vos
Juan Pablo II fue un retroceso. Es la reacción de la Iglesia conservadora a los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI. Fue Giseppe Roncalli quien convocó el Concilio Vaticano II y fue Montini quien dio secuencia a los cambios definidos en el Concilio. Juan Pablo II abortó prácticamente todas aquellas que llevaron a la Iglesia Católica Apostólica Romana al encuentro, en su esencia, de la lucha por la libertad.
El periodista Paulo Francis fue «dulcemente» amonestado por d. Hélder Cámara, arzobispo de Olinda y Recife, cuando en un encuentro casual en el aeropuerto de Río le dijo al prelado que el Papa Woytila era un «títere mandado por el cardenal Marcinkus que, a su vez, era un monigote de Reagan». Atribuyó el «grito» de d. Hélder a la rígida disciplina de la Iglesia.
Los diarios de la época de la elección de Woytila dicen que el brasileño Aloisio Lorscheider fue el más votado en el primer escrutinio, pero no alcanzó el número de votos necesario para ser electo Papa. Existe inclusive una afirmación que se le atribuye a Juan Pablo II que dice que este habría votado por el brasileño. Hipótesis. Tratándose del Vaticano todo tiene un aire misterioso que parece deliberado. Y en los años de Juan Pablo II con características de Iglesia Medieval.
El hecho es que el cardenal estadounidense Marcinkus comandó el Vaticano en los primeros años del pontificado de Woytila, era de extrema derecha y acabó con prisión preventiva decretada por la justicia italiana por operaciones fraudulentas al frente del Banco vaticano. No fue detenido, pero no podía salir de los límites del Vaticano, que es un estado autónomo dentro de Italia.
Marcinkus fueron los primeros años, cuando en una solemnidad que despertó reacción en todo el mundo, Reagan y Juan Pablo II colocaron flores en un monumento en un cementerio de oficiales nazis en Alemania. Ilustra todo el periodo de este Papa.
La crisis financiera que alcanzaba al Vaticano habría sido la responsable por la elección de Woytila -en la evaluación hecha en la época por Paulo Francis-, un cardenal de un país de la Cortina de Hierro, como eran llamados los países comunistas del este europeo. Electo, un gran aporte de recursos llegó al Vaticano por obra y gracia de la Iglesia de los EEUU.
Y todo lo que la Iglesia estadounidense no quería, obvio, era un cardenal latinoamericano, menos aún Lorscheider.
El padre y teólogo alemán Hans Kunk, como el brasileño Leonardo Boff, fueron víctimas de la inquisición del período Woytila. Kunk, en un artículo que ciertamente causará mucha polémica y atraerá la atención del Santo Oficio, afirma en el Der Spiegel que «el papado de Juan Pablo II fue un retroceso».
Juan Pablo privilegió cardenales conservadores: en Brasil d. Eugenio Salles, d. Luciano Neves, desmontó la Teología de la Liberación en América latina, todo según los cánones del Departamento de Estado y toda la operación conducida por Marcinkus.
La Iglesia Católica que comenzara a vivir un momento de fuerte expansión con los cambios del Vaticano II sufrió un vaciamiento, y la orientación con características inquisitorias del Vaticano acabó abriendo espacios para los avances de las sectas neopentecostales aquí y en toda América Latina. Una plaga que amenaza, sin exagerar, el proceso político en muchos países, inclusive en Brasil.
Uno de los detalles más significativos del golpe militar frustrado contra el presidente Chávez en Venezuela, en abril del 2002, fue la presencia del cardenal primado de aquel país en el acto de pose de Pedro Carmona, el presidente bandido/golpista. Muy suelto, el cardenal exhibía visible satisfacción en su rostro, mientras hablaba, naturalmente comunicando el golpe, en un celular de última generación.
Kunk habla en dos estados del papado de Juan Pablo II. El externo para consumo de los fieles, y el interno, donde fue y es dura la represión, además de dejar claro la característica de papado reaccionario.
En la época de la dictadura militar en Brasil los generales intentaron alejar a d. Pedro Casaldáliga de su región, Araguaia. El embajador brasileño en el Vaticano fue a sondear cual sería la reacción de Pablo VI y la reacción del Papa fue directa: «Toquen un pelo de Casaldáliga y estarán tocando en mí». Casaldáliga se quedó, resistió y enfrentó el poder de las botas fascistas del 64.
Juan Pablo II habría entregado la cabeza del obispo en bandeja de plata.
Un extraordinario ejercicio de marketing, además Juan Pablo II fue lo que dice Kung: «un retroceso».
Su muerte no significará una vuelta al espíritu del Vaticano II. La cúpula de la Iglesia difícilmente permitirá que eso ocurra. La mayoría de los que van a elegir el nuevo Papa, tan luego se consume el consistorio, es conservadora, algunos de extrema derecha.
La Iglesia Católica vivió dos milenios de intenso poder, en algunos momentos de gran imperio religioso, hoy da la sensación que se evapora y tiende a perder fuerza en lo que sería el tercer milenio. Juan Pablo II es el marco entre el encuentro con el sentido de fe, del Vaticano II, que terminó con la muerte de Pablo VI y la vuelta de un pasado condenado, que comenzó con el actual Papa.