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La nueva etapa de la guerra en Ucrania

Fuentes:

Actualización: los más destacados aspectos del conflicto. Cómo evoluciona Rusia y el occidente noratlántico. Por qué en los próximos meses Rusia podría obtener un triunfo destacable antes del fin de su impulso. Un análisis de Guillermo Caviasca.

Entre junio y noviembre del 2023 los ucranianos lanzaron al ataque una cantidad de fuerzas sumamente potentes para intentar lograr el objetivo anunciado de llegar al Mar de Azov después de tomar Melitopol y aislar a Crimea por tierra (un objetivo a todas luces muy ambicioso). Fueron las mejores fuerzas, varias brigadas mecanizadas completamente equipadas y entrenadas en varios países occidentales. Sumando a otras tantas que disponía Ucrania de por sí (en total unas 40 brigadas componían el ejército en ese momento, más de 300.000 hombres).

Como sabemos y era de esperar, una ofensiva de esa magnitud que se anuncia por meses a los cuatro vientos, contra un enemigo más numeroso, con mejor artillería que domina el aire y se encuentra en posiciones fortificadas, fracasó rotundamente. Las mejores brigadas utilizadas en el ataque (unas 14 se encontraban en ese frente, con unos 1500 vehículos blindados de diverso tipo) quedaron fuera de combate, tanto en la zona de Zaporiya como en el intento de recuperar Bajmut (según los rusos 110 batallones fueron lanzados al ataque, unos 150 mil hombres, en toda la operación, probablemente en todas las operaciones de ese período). Eso tuvo como consecuencia el notorio desgaste de las fuerzas ucranianas tanto en material como en hombres y especialmente en moral. Un factor clave, al cual desde Clausewitz se lo valora como una parte importante de las posibilidades de victoria.

Los rusos a fines de 2022, cuando redefinieron su estrategia (con el retiro de Jersón y habiendo sido desalojados de la zona de Karkov, en donde no tuvieron cantidad de bajas humanas pero sí materiales al perder la posición estratégica de Izium) se concentraron en una estrategia de fortificarse, esperar, nutrir sus fuerzas con nuevos reclutas, aguantar y poner en pie su economía para una guerra posiblemente larga. Optaron por esperar la ofensiva ucra y derrotarla. Se recostaron en las fuerzas de Wagner (quizás hasta 50.000 hombres bien equipados) para dar batallas ofensivas parciales duras, que les permitieron tomar Bajmut (y desgastar a los ucranianos con el bajo costo político de las pérdidas propias que implica usar fuerzas de mercenarios/voluntarios).

A partir del colapso de la ofensiva ucra, los rusos con nuevas fuerzas frescas –y su enemigo agotado y sin material— iniciaron la etapa actual. Mientras los ucranianos se habían desgastado y estaban carentes de hombres y material, Rusia había incrementado sus fuerzas a unos 600.000 hombres (cerca del triple de las fuerzas con las que se inició la “Operación Militar Especial”). Tomando la iniciativa y comenzando una serie de ataques en todo el frente, sin dudas basados en el aprendizaje de cómo responder a las nuevas armas aportadas por occidente a Ucrania (las famosas “armas milagrosas” que todos los bandos suelen anunciar cada tanto, la munición inteligente Himars, por ejemplo). Insistimos: Ucrania carecía (y carece aún) de munición y armamento en cantidad para el enorme consumo de una guerra de desgaste). Con el dominio aéreo pleno, por la falta de contestación, y con una abrumadora superioridad en artillería y drones la ofensiva de múltiples ataques tácticos en todo el frente se prolonga sin agotarse desde el inicio de 2023 hasta hoy.

Allí obtuvieron la relativamente importante victoria de Advitka frente a la ciudad de Donetsk y continúan avanzando desde entonces, colocando a las fuerzas ucranianas al límite. Hay que recalcar que le desgaste es muy grande para ambos contendientes. Pero que los rusos tienen “más espalda” y están demostrando absorber sus pérdidas con mucha más solidez que los ucranianos (hasta hoy). El tema de las bajas es objeto de una guerra de desinformación que nos obliga a no meternos en ella. Pero sin dudas son altas. Menos de los que ambos bandos sostienen para sus adversarios. Pero más de los que dicen como propias.

Las fuerzas rusas han establecido un aparato de generación de fuerzas más sostenible, que en los últimos meses se ha notado en las operaciones ofensivas en curso; y han intensificado los esfuerzos para establecer reservas operacionales y estratégicas, reconocía Oleg Pavlyuk ministro de Defensa ucraniano en mayo pasado. Las fuerzas propias según señala el gobierno de Moscú, intentarán generar unos 100.000 efectivos más para su uso en operaciones ofensivas este junio y julio y 300.000 más para fines de 2024. Putin indicó el 5 de junio que sus fuerzas podrían estar sufriendo unas 10.000 bajas mensuales en Ucrania (muertos heridos, soldados que dejan el servicio por diversas razones), lo que está por debajo de su capacidad de reponerlos. Mientras que los ucranianos afirman que los rusos sufren 1.200 bajas diarias por todo concepto. Y los británicos que sufrieron 30.000 el último mes.

La contraparte ucraniana, es absolutamente hermética en tema bajas, a diferencia de los rusos que deben pagar pensiones. etc. y esto es transparente (un dato a tener en cuanta). Los de Kiev intentarán reclutar aproximadamente 120.000 efectivos en 2024. Según medios de ese país el comando militar ucraniano y los comandantes de primera línea declararon que el ejército ucraniano necesita entre 100.000 y 110.000 reclutas en 2024. Esto va en consonancia con las declaraciones del ex jefe de las FFAA de Ucrania Zalushni a fines del 2023, quien señalaba la carencia de material y hombres como la necesidad de incrementar la ayuda occidental, como alternativa a la derrota. Lo que le costó el puesto.

Esta situación, en la que nos encontramos en esta etapa, ha llevado a una especie de histeria en occidente. Durante los últimos meses desde el inicio de la ofensiva rusa y su continuidad podemos ver que la situación está centrada principalmente en la política al interior de las potencias occidentales. En los debates de qué hacer frente a una posible derrota de Kiev.

Vemos dos ángulos desde donde encararla: la económica y la política. La primera se basa en el debate en torno a la ayuda militar a Ucrania por parte de EEUU y de Europa occidental. Lo más conocido es la pelea al interior de los EEUU por la aprobación de un paquete de más de 60 mil millones de dólares para la guerra. Finalmente se superó la resistencia parlamentaria del trumpismo, y el paquete se aprobó, con ayudas paralelas para Israel, la política de contención a China y la política contra la inmigración.

Pero para nuestro tema es de destacar que los 60 MM (menos del 10% del presupuesto militar anual de los EEUU) no son exclusivamente de armas, solo una porción corresponde a ellas. El resto es para las operaciones propias de los EEUU relacionados con Ucrania, la reposición de arsenales locales y el apoyo al funcionamiento “civil” ucraniano. Pero el debate va acompañado por una pelea aún más compleja en Europa (una “entidad” de múltiples actores nacionales que debe definir por consenso). Esta pelea se basa en la necesidad europea de aumentar su presupuesto militar para poder poner en pie una industria de defensa más masiva, no solo con tecnología avanzada, sino con la capacidad de producir en mucha más en cantidad (de hecho, hoy toda Europa produce menos munición que Rusia). O sea, de aumentar el gasto militar en detrimento de otras áreas. Además de que la política de sanciones ha tenido un efecto negativo sobre la misma Europa más que sobre Rusia y eso genera rispideces internas. Teniendo en cuenta la situación macroeconómica de Alemania al borde de la recesión. Y que ésta es consecuencia de su posición de alineamiento con el “globalismo” contra el “multipolarismo”, la cuestión no es simple, porque Europa es en gran parte Alemania.

Hoy en día el gasto militar europeo (principalmente alemán e inglés) termina en compras fuera de su industria, o sea: aporta al “keynesianismo militar “ de los EEUU. Y la tendencia que EEUU exige, sea quien sea el triunfador en las próximas elecciones, es que Europa se haga cargo también en lo militar en una proporción mayor para llevar adelante la guerra. Por ahora los gastos anunciados y aprobados no han logrado ser implementados en lo concreto (armas y municiones en el frente de batalla) con la eficacia y rapidez que Ucrania necesitaría.

El segundo punto es la política o las relaciones internacionales (RRII). Allí el protagonista ha sido Macron el presidente de Francia. Que tomó la iniciativa de anunciar que Europa debía implicarse en el terreno con tropas propias. Si bien creemos que en forma pública y directa (por ahora) es imposible. Los anuncios hablan de la intención de la elite europea de seguir con la guerra. O al menos, de anunciar que si hay negociaciones de paz éstas no serán en los términos de Rusia.

Es de destacar que es difícil de creer posible la implicación en el terreno de fuerzas europeas, porque los países occidentales (europeos al menos, en EEUU es distinto) no tienen la capacidad hoy, ni el consenso de desplegar unidades en batalla. Eso no significa que no tengan los recursos de ponerse en condiciones de hacerlo en el futuro, tanto en lo subjetivo convenciendo a la población de la necesidad, como en lo industrial. Lo que significa es que confrontar directamente con Rusia sin ser solo colaterales de los EEUU está fuera de lo que el sistema europeo es hoy. Ya vemos que si EEUU finalmente concretó en el parlamento la ayuda (mientras previamente el gobierno mandaba ayudas de menor escala directas) Europa no pudo superar sus diferencias (principalmente por las trabas de Hungría) y hoy los países implementan sus ayudas uno por uno de acuerdo a su interés y posibilidades. Y, especialmente, el problema de enviar tropas es hasta donde la población europea está dispuesta a jugarse en apoyo a Ucrania; o es convencida de que el “malvado Putin” no se detendrá y continuará invadiendo países, cuestión que no creemos para nada posible, menos países de OTAN. O sea, algunos miles o decenas de miles como mínimo de muertos. Y la posibilidad de que Rusia, en riesgo, pueda decidir algún tipo de respuesta atómica, aunque sea limitada. Si bien esto consideramos dudoso, salvo que el territorio ruso se vea amenazado, cosa realmente hoy en apariencia remota.

Lo que sí creemos es evidente es que en Ucrania operan fuerzas occidentales sin dudas, en forma de voluntarios (reales o figurados). Asesores y técnicos o fuerzas especiales. No declarados públicamente, lo mismo que las bajas que hayan sufrido. En este sentido los occidentales se mueven en el límite de una “zona gris”. Esto es así no porque a Ucrania le falten hombres, sino porque los sistemas de armas más complejos deben estar operados por occidentales, no porque los ucras sean inútiles, sino porque para ser efectivo y sacarle el mayor provecho a un arma compleja se requiere expertos bien entrenados y eso es un proceso largo. De la misma forma sabemos que desde antes del inicio de la guerra los occidentales, especialmente norteamericanos e ingleses, han venido adiestrando y operando con su inteligencia, tanto en obtención de información estratégica, como en detectar blancos tácticos, y que eso ha sido un aporte muy importante a la resistencia ucra.

Lo que puede suceder es que Macron este indicando que los europeos darán un paso más. Y quizás estacionen asesores “públicamente” enviados, o algunas unidades menores en zonas al oeste del Dniéper o cercanas Kiev. Para indicarle a Rusia que si llegara a tener éxito y puede romper en frente, el límite “tolerado“ por los occidentales estará donde sus fuerzas estén. Pero este es sin duda un grave riesgo. Ya que los militares occidentales en cualquier condición que estén dentro de Ucrania son blancos legítimos desde cualquier perspectiva.

Otro tema a señalar es la “dialéctica de los extremos” de la cual el famoso Calusewitz nos indicaba que debíamos prevenirnos en cualquier conflicto. Que, en el choque de fuerzas, como en la física, cada una ponga cada vez más fuerza, más energía, más elementos; y la violencia de la guerra cobre su propia lógica comiéndose la política, que es su objetivo real. En este sentido, vemos que los contendientes van de escalada en escalada. Paso a paso, moderadamente. Pero asumen los riesgos de subir la apuesta. Es lógico. Pero es un tema a tener en cuenta. Hoy en día el nuevo paso político militar ha sido de parte de occidente, el suministro de un nuevo paquete de armas con la autorización de usar algunas de ellas dentro del territorio ruso hasta un nivel (o sea no todo lo que las armas occidentales podrían). Ya Ucrania tiene autorización de atacar convencionalmente (no con un dron, con un atentado o con alguna fuerza que puede implicar “negación plausible”), por ejemplo: a Belgorod o Rostov. Ciudades y vías de comunicación hasta ahora “protegidas” por un acuerdo de no atacar territorio ruso reconocido internacionalmente, con armas occidentales. Una nueva “arma milagrosa” los ATACMS un misil balístico de precisión para golpear la retaguardia y santuarios de las tropas rusas, obligará a los rusos a adaptarse y responder, en realidad lo normal en la guerra. O sea, Rusia moviliza y se prepara para una guerra larga, mejora sus tácticas y sus armas, aceita sus cadenas logísticas internacionales y establece un sistema de RRII económicas y diplomáticas protegido de occidente. Anexiona o amenaza con anexionar más provincias de la “Novorrusia”. Occidente aumenta su ayuda militar y su intervención directa, proclama que países como Rusia no son aceptables en el sistema internacional, además de preparar a su población y a su economía para una guerra larga.

Las relaciones internacionales, economía y geopolítica

Putin señaló varios elementos que pueden considerarse realmente descriptivos de la situación actual. Denunció al “mundo regido por normas”, que aparece como central en el discurso público occidental y en las declaraciones del G7, o la OTAN. Es un sistema de relaciones e instituciones internacionales que un pequeño núcleo de países occidentales pretende imponer, y a través de él homogeneizar a todo el planeta para el beneficio de la globalización financiera. Denuncia que la “democracia, los DDHH y la diversidad”, son una idea del modo de vida occidental; es solo una serie de valores de una elite que pretende rediseñar la vida; supuestos valores que están tergiversando el sentido concreto de esos términos, para crear un mundo y sociedades atomizadas, sin Estados Nación, sin “comunidades”, con individuos hedonistas que piensan más en sí mismos que en su comunidad nacional y sus familias. Hay una serie de definiciones más que merecerían un artículo solo para analizarlas y ver su realidad o criticarlas.

Pero recientemente reafirmó algo que es un hecho clave para entender la situación del occidente europeo y su incapacidad de actuar con cierta autonomía estratégica: “Alemania no es un país realmente independiente desde la segunda guerra mundial”. Y eso es clave para esa gran potencia económica que marca el tiempo europeo. Alemania es tributaria de Israel, y no puede despegarse demasiado de las políticas de occidente noratlántico, o sea de sus vencedores de hace 80 años. Tal es así que toda la “Ostpolitik” (orientación hacia el este) de las últimas décadas se vaya al tacho.

O sea, en las últimas décadas y especialmente bajo el gobierno de Angela Merkel (tomando nota de la nueva Rusia pos soviética), Alemania desarrolló una política que permitió a sus grandes empresas sortear la crisis del capitalismo con cierta cintura. Se basaba (muy sintéticamente) en insumos (energía, materias primas) baratas desde Rusia y apertura al mercado chino con inversiones y colocación de mercadería. Esto indudablemente tuvo sus riesgos y otras contradicciones, como las que genera la inmigración y la deslocalización. Pero lo cierto es que esto permitió a Alemania ser el motor económico de Europa y permanecer como gran potencia en ese plano, en los distintos hitos de crisis mundial que vivimos hace dos décadas. La guerra ha roto ese esquema. Ni siquiera los claros guiños de Putin o Lavrov para negociar una frontera geopolítica en el este con Alemania, sin los EEUU, logró que los germanos pudieran romper su dependencia.

Es de destacar que, si bien el protagonismo político de Francia es muy grande, lo cierto es que en aportes concretos es Alemania después de EEUU la que más recursos viene destinando a la guerra y junto con Inglaterra constituyen un porcentaje abrumadoramente mayoritario de la ayuda. Francia hasta ahora habla mucho, pero hace poco.

Entonces la guerra va produciendo una acelerada reconfiguración del sistema mundial. Partimos de la constatación que el capitalismo actual se encuentra muy interconectado, que la “autarquía” nacional es imposible de la forma pensada en la primera mitad del siglo XX. La cuestión es cómo los estados garantizan las cadenas logísticas de sus industrias, disponer de la tecnología clave, o que el acceso a los insumos de diverso tipo se realice sin quedar subordinados a centros de decisión ajenos que vuelvan inocua la idea de soberanía. O sea, cómo se redefine la vieja categoría de “nación en armas” al siglo XXI y su desarrollo tecnológico productivo actual. Esa es una de las diferencias clave entre la idea de ”multipolaridad” vs. “el mundo basado en normas”.

Así, la guerra va impulsando políticas de autonomía estratégica en varios países, la creación de sistemas de relaciones internacionales paralelos a los hegemónicos occidentales que se alejan de las “normas”. Y configuran nuevas fronteras geopolíticas, donde las grandes potencias y potencias medias o bloques de países, defienden o avanzan sobre espacios para lograr su autonomía estratégica.

En este sentido vemos que la guerra ha impulsado una política por parte de los EEUU que se está mostrando en parte exitosa y en parte fracasada. Primero, el declive de la hegemonía de la gran potencia norteamericana está constatado con los números. A pesar de que aún su moneda sigue siendo la principal divisa en las transacciones internacionales, en algunos casos esto se va suplantando por una especie de bilateralismo (como entre Rusia y China), aunque aún no surjan claramente divisas al nivel del dólar. Por otra parte, EEUU “necesita” acentuar su orientación hacia la disputa en el Asia pacífico. La guerra de Ucrania y Medio Oriente son un grave problema. Sin embargo, por otro lado, la potencia norteamericana ha aumentado su influencia en América latina, y pelea duramente país por país para expulsar de su patio trasero a los competidores, chinos principalmente, pero también rusos y europeos occidentales (aunque con cierta fijación de acuerdos con los últimos, especialmente Inglaterra y la anglósfera de gran presencia en la región). Además, los EEUU ha tenido su principal victoria (por ahora) en una especie de colonización de Europa, tanto ideológica como cultural y geopolítica. Volviendo a los europeos dependientes de los suministros de energía (y no solo eso) propios, con lo que además dinamiza su economía. Podríamos seguir con el ejemplo británico, que es otra potencia que tiene una dinámica y una estrategia de largo plazo propia (y asociada a los EEUU) tanto en América Latina (argentina particularmente) como en África, el Índico y el Pacífico. O con China, evidentemente es la gran potencia en disputa estructural, o la India, Turquía, Irán, etc. Pero la idea es seguir hablando brevemente de Rusia, el contendiente central de este artículo. Solo señalaremos que América Latina muestra una gran debilidad en todos los aspectos, y algunos países como Argentina sostienen una posición contraria a cualquier posible beneficio propio. En este sentido es que hablamos de la “victoria de EEUU” en la región. Que, como señala la jefa del Comando sur Laura Richardson, pareciera encaminarse a garantizar administrar sus recursos naturales (que es lo que parece importar a EEUU) y organizar su sistema económico, de acuerdo a los intereses geopolíticos de EEUU en el hemisferio que considera propio ser una base material de sus cadenas productivas.

Es erróneo negar que una guerra prolongada afecta a Rusia mal. O que las sanciones occidentales no son una piedra en el zapato de Putin. Sin embargo, es de destacar mucho, tanto que los occidentales lo reconocen sorprendidos, que Rusia a superado esta primera etapa de la guerra en lo que hace a lo macroeconómico, financiero y de RRII, con un éxito sorprendente. De esto debemos destacar algunos puntos. Es muy difícil que una guerra prolongada que exija grandes sacrificios sea beneficiosa para el país que la lleva adelante. Porque la inversión en la guerra implica que del conjunto de riqueza nacional una parte sustantiva se debe orientar hacia bienes militares cuyo objeto es ser destruidos, o sea no aporta en última instancia mucho al bienestar de la población en el largo plazo, salvo la victoria (que no es poco). Esto tiene dos contracaras: A) si la economía es planificada, sin dudas produce una activación, la eliminación del desempleo y el incremento del PBI, además del colateral de que en guerra no son legítimos los conflictos sindicales; B) que Rusia (similar en parte a los EEUU en ambas guerras mundiales) lucha una guerra en la cual su país propiamente dicho no es afectado por operaciones militares, ni bombardeos significativos, ni nada. La vida es normal (hasta hoy al menos). Aunque es de destacar en este tema que la economía de los EEUU era mucho más potente e integral en la producción industrial, Rusia es sólida pero no se puede comparar.

El otro tema a destacar, y fundamental, es el de la “Desconexión”. Termino acuñado por Samir Amin, implica la conquista de la capacidad de no depender de decisores políticos o económicos que se impongan por estar en control de palancas claves que hacen al funcionamiento del sistema nacional. O sea, construir un marco de relaciones en diversos planos que permitan la autonomía estratégica. Un esquema de relaciones más equivalentes, y en la cual los Estados o las propias comunidades nacionales, no pierden soberanía, a pesar de estar en un mundo integrado en sus cadenas de valor y financieras. Allí juegan los esquemas económicos que ya mencionamos antes, de organismos de nuevo tipo como los Brics y las instituciones que se anuncian serían creadas por ese grupo. El foro de cooperación de Shanghái donde los chinos piensan desplegar sus intereses. La “Franja” y la “Ruta” (otra iniciativa china para desplegar su hegemonía), los convenios bilaterales fuera del área dólar. En realidad, todos los foros u organizaciones paralelas que trabajen por fuera de las instituciones globales de occidente creando mecanismos de RRII, de comercio o financieros propios, o que promueva el respeto a la soberanía y culturas nacionales, tienden a debilitar el “mundo basado en normas”.

Y lo que no mencionamos hasta ahora, otro tema que debilita a la política de confrontación del “globalismo”, es la capacidad y decisión de las empresas occidentales de mantener el comercio con Rusia tercerizándolo, para puentear las sanciones. Lo que, aunque sea solo en parte, implica que la caída directa muy grande del intercambio con Rusia de estos países está compensada por el comercio a través de terceros. Esto también demuestra la debilidad de occidente de hacer reales las sanciones cuando hablamos de países potentes. O sea, una cosa es Iraq, otra Rusia. En definitiva, la guerra acelera la reconfiguración, vivimos una guerra y una era de conflictos, para ver cuáles serán las fronteras de este nuevo mundo, qué países lograrán autonomía y cuáles no.

 La situación del frente de combate a nivel operacional

Como hemos señalado más arriba las fuerzas rusas mantienen la iniciativa estratégica desde el fracaso de la anterior ofensiva ucraniana, o sea a lo largo de todo este año. Esto habla de más de cinco meses de iniciativa y ataques permanentes. Lo que significa, desde cualquier punto de vista, la disposición de una importante cantidad de recursos, reservas acumuladas, hombres y material. Además de una capacidad económica de sostener ese esfuerzo en la estructura rusa y la moral de la población para aportar combatientes decididos. Esto es destacable porque desde los mismos testimonios de observadores occidentales en el terreno, la situación ucraniana es opuesta.

La cantidad de meses de continuos ataques (aunque sean de pequeña escala, tácticos) muestra una potencia del bando ruso realmente notable. Aunque esto deba ser balanceado por la gran debilidad relativa ucraniana después del fracaso de su ofensiva, sin embargo, ciertamente, los ucranianos no están “fuera de juego” y resisten con tenacidad. Lo que hace al hecho de que los rusos puedan mantener tanto tiempo la iniciativa algo destacable para cualquier tipo de guerra.

El frente de combate era de unos 1.000 km. (un frente muy extenso y contínuo), que podemos segmentar en tres partes: Una, al norte en la provincia de Karkov frente al río Oskyl (que se encuentra aproximadamente entre Karkov y Luhansk), sitio donde los rusos detuvieron su retirada después de la ofensiva sorpresa de Ucrania que los desalojó del Oblast entre setiembre y octubre del 2022. Otro, el frente del Donbass (especialmente frente a la ciudad de Donetsk), donde se encontraban las principales fortificaciones ucranianas construidas desde el 2014, y donde se produjo la batalla de Advitka (terminada con una victoria rusa a mediados de febrero de este año) cuya “explotación”, consecuencia de una situación que amenazaba ser un colapso ucra en esa zona del frente, aún continúa. Señalamos que es un sector clave, ya que divide la provincia de Donetsk en dos y uno de los objetivos de implicancia estratégica rusa es lograr ocupar todo el territorio de las provincias anexionadas a su Estado. Y al sur de la larga línea de frente, en el Oblast de Zaporiya hasta el rio Dniéper, donde están las defensas de la línea Surovikin y donde se produjo la fracasada ofensiva ucraniana. El frente del Dniéper se encuentra en apariencia “neutralizado” luego de la retirada rusa y de una derrota significativa ucra al intentar cruzar.

Las fuerzas rusas presionan en todo el frente con ataques de nivel táctico sobre las principales poblaciones (link para seguir el detalle de las unidades rusas: https://deepstatemap.live/en#8/49.875/36.914). En algunos puntos han conseguido avances destacables mostrando una penetración desde la conquistada Advitka y muestra una saliente que amenaza el frente ucra. En otros los avances han sido más modestos y en algunos frentes no logró avanzar. Sin embargo, es de destacar que, por ejemplo, en el frente de Zaporiya ya queda muy poco de los módicos territorios tomados por Ucrania en su anterior ataque, paso a paso los rusos parecen encaminados a desalojarlos de Robotine (un pequeño pueblo del cual se hizo mucha e ilógica propaganda cuando los ucras consiguieron tomarlo).

Es importante señalar para tener una interpretación los menos influida por la propaganda que, así como la propagandizada ofensiva ucra desde nuestro punto de vista en su mayor alcance no había logrado nada destacable, la recuperación de territorios por parte de Rusia tiene la misma dimensión. Sin embargo, con el saldo simbólico de que las grandes pérdidas de Ucrania no hayan redituado en nada, lo que sin dudas es un hecho de impacto moral. Pero, ahí está la cuestión, para los ucranianos su esfuerzo fue máximo, y por ello el duro golpe de su fracaso. Pero para los rusos, este frente no parece ser el principal ni estar en él empeñando sus principales fuerzas.

En el frente norte, en el oblast de Karkov los rusos han mantenido la presión con la aparente intención de avanzar hacia el río Oskyl, lo que les daría una línea defensiva más sólida. Como también podríamos hipotetizar que estuvieran pensando en intentar retomar las estratégicas poblaciones de Izium o Liman (perdidas por la exitosa ofensiva ucraniana de hace dos años). Esto los acercaría por el norte a las ciudades de Kramatorsk y Slaviansk. Ciudades cuya toma implicaría una victoria de carácter superior y de implicancias estratégicas en el curso de la guerra ya que son las últimas ciudades de importancia de la provincia de Donetsk (ojo, no necesariamente definitivas, pero sí correrían la línea de negociación en una posible paz o tregua). Aunque esto dependerá de un éxito operacional de cierta dimensión, no simplemente de avances acumulados de nivel táctico, como parece ser la estrategia rusa hasta ahora en esta fase de la guerra.

Un hecho que debe ser analizado es que las fuerzas rusas lanzaron un ataque al norte de Karkov, desde Rusia propiamente dicha (zona Belgorod), abriendo un nuevo frente de combate. O más bien extendiendo el frente unos cientos de kilómetros más. En general, en occidente estamos siempre esperando el momento de la “gran ofensiva rusa”. Algo así como si Zukov con cientos de miles de soldados se estuviera preparando fuerzas en retaguardia para asaltar las líneas alamanas en una épica y de enormes dimensiones. O en su defecto, que una maniobra tipo quirúrgica de una cuña de potentes fuerzas móviles, se lanzaran 100 km en profundidad tipo Blitzkrieg. Y, realmente, nunca sucede. Quien escribe recuerda que después del fracaso de la “Operación Militar Especial” (hacer colapsar el Estado ucraniano en una acción relámpago más política que militar), se hablaba de que “ahora si” se venía la “gran ofensiva del día de la victoria” para mayo. Y así sucesivamente. Y “la gran ofensiva” nunca se da.

Para graficar: una “gran ofensiva” sería un ataque de objetivos operacionales desarrollado por varias divisiones de decenas de miles de hombres y miles de vehículos blindados, apoyada con una gran concentración de artillería y un despliegue aéreo que volviera el cielo un lugar plagado de aviones rusos. Con una lluvia de drones y misiles hacia la retaguardia operacional Cuya intención sería aplastar la línea ucraniana en un frente de 50 km (por ejemplo) y penetrar a partir del colapso en una profundidad de 50 o 100 km para ocupar algún objetivo de gran importancia que colocara al borde del colapso a gran parte del frente, y así obligar un gran repliegue general que produjera la caída y rendición de miles de tropas enemigas imposibilitadas para combatir o retirarse.

Quizás debamos dejar de pensar así. No porque esto no pueda llegar a suceder alguna vez. Sino porque cuando los ucras intentaron algo parecido (¡¡sin artillería, y sin aviación, qué locura!!) fueron destrozados. Los rusos actúan de otra forma, más a nivel táctico, y como es su tradición, priorizan la masa (cosa que tiene también su costo en tiempo y vidas). Con ataques frontales o de pequeños envolvimientos locales (más exitosos sin dudas). Produciéndose una situación de “guerra de desgaste” (para ambos bandos) y avanzando paso a paso localmente. Esto parece ser así, porque en el nivel de desarrollo técnico y de doctrinas imperantes parece no haberse podido superar en nudo gordiano de cómo mover grandes concentraciones de tropas en movimientos descubiertos prolongados, cuando existe una situación de conocimiento casi en tiempo real de los movimientos en el campo de batalla, y existe una serie de armas que permiten destruir sistemáticamente las unidades descubiertas. Es claro que un gran número de ataques más pequeños algunos reforzados otros no, permiten dispersar la atención, y eludir en parte ese riesgo. Además de mantener la incertidumbre estratégica del bando enemigo ¿qué hacemos? ¿dónde ponemos nuestras fuerzas principales, nuestras reservas, donde nos van a golpear?

Hay recordar que, en marzo del 2023, en la zona sur del Donbass, los rusos lanzaron un ataque en forma sobre la localidad de Vuhledar, una población fortificada de la línea ucraniana. Allí implicaron importantes fuerzas equivalentes en hasta dos brigadas con cantidad de tanques y vehículos blindados de transporte de tropas (VTR). Eran fuerzas profesionales de primer nivel y fuerzas de las ex milicias del Donbass. Sufrieron un gran descalabro con importantes bajas, estrellándose contra fortificaciones bien defendidas, armas anticarro bien posicionadas, y una cierta disposición de baterías Himars “inteligentes”. Todo evidentemente dirigido con conocimientos en tiempo real de los movimientos de los atacantes en el terreno. Era un ataque frontal con una concentración de fuerzas mecanizadas para tomar por asalto una posición y una vez superada poder avanzar. La experiencia fue mala. Por ello cuando vemos la siguiente batalla de importancia desarrollada por Wagner (con participación de fuerzas rusas de buen nivel como las VDV, no hay que olvidar) la doctrina de la PMC, de Prigozin fue distinta, más próxima a lo que el ejército ruso desarrolla hoy y se coronó con éxito en el momento de mayor bajón ruso, supuestamente.

Por eso, las “concentraciones de tropas rusas para una gran ofensiva”, que aparecen en informes, “X” ejército de armas combinadas en tal zona del frente, 30 o 50 mil hombres y cientos de vehículos en la zona cual… etc. o son solo concentraciones de refuerzo, o centro de reunión para después desplegar, o reservas, o el tradicional engaño “maskirovska”. O quizás sí fuerzas en espera de una oportunidad, pero que no se ponen en juego hasta una situación más favorable.

De esta forma creemos que la apertura o extensión del frente de Karkov está más en la lógica de desgaste; de hecho, después de hablar de que decenas de miles se lanzaban por Karkov (cosa muy difícil) se indicó que en realidad eran fuerzas importantes, pero no dotadas del mejor armamento (la mayoría de los MBT era T62 supuestamente). La intención (más allá de que se puede, o debe, aprovechar la oportunidad que aparezca con agilidad de los mandos) sería obligar a los ucranianos que ya se encuentran al límite de sus posibilidades, a tener que destinar nuevas fuerzas sobre unos nuevos cientos de km.

Esto va de la mano de la idea de que, ahí sí, la sobre extensión ucra y el combate en todo el frente puede (y debe) debilitar determinados sectores y abrir la oportunidad a que los avances rusos (sean estos tácticos y paso a paso como hasta ahora, u operacionales) puedan lograr la tan anunciada y temida ruptura. Es en doctrina militar lo que se llama “dilema”: el enemigo puede atacar en cualquier lugar, me genera continuamente esa amenaza y me obliga a decidir donde pongo mis fuerzas que no son infinitas, no puedo defender todo el frente con mis mejores unidades. Algo parecido pueden haber hecho los ucras cuando anunciaron la ofensiva en Jerson, y los rusos preparan su defensa y posteriormente una retirada ordenada (acciones que fueron, de hecho, bastante exitosas). Sin embargo, los de Kiev aprovecharon en otra zona del frente, defendida por fuerzas de menor capacidad, como en Karkov y lograron una importante operación exitosa. Los mandos rusos saben que deben aprovechar esta ventana de oportunidad antes de que se cierre.

Sin embargo, consideramos que, dado como se vienen desarrollando las operaciones rusas este año, el esfuerzo principal está en el frente del Donbass, el central. Allí los rusos continúan su avance sistemático desde la toma de Advitka creando un saliente cada vez mayor que penetra hacia el interior del frente ucraniano y tomando paso a paso con duras batallas poblaciones pequeñas una a una, y rechazando débiles contraataques ucranianos.

Realizan asaltos a pueblos en línea dirección norte/oeste, si encuentran resistencia buscan rodear la posición y asilarla para después continuar el asalto. Así se proyectan hacia la zona de Kramatorsk y Slaviansk desde el sur. Destacamos que, aun así, el avance sigue siendo lento. Pero ya es bien visible en un mapa. Y dadas las condiciones actuales podría implicar una amenaza de ruptura. Como señalamos antes. El balance material y humano está hoy muy favorable a Rusia. La moral ucraniana a la baja, (los rusos hablan de un nivel de rendiciones mayor al que existía hasta ahora) lo que debería implicar que, en estos próximos meses inmediatos, Rusia podría obtener un triunfo destacable, antes del fin de su impulso. Y esto probablemente coincida con la puesta en el terreno de las tropas nuevas reclutadas en Ucrania, y con la llegada y puesta en funcionamiento de los sistemas de armas aportados por occidente.

En este punto señalamos que la ayuda occidental comenzó a llegar desde el mismo momento de su aprobación. En realidad, nunca se detuvo, lo que pasaba es que el flujo no era el suficiente dada la intensidad de las batallas de desgaste. Como por el hecho de que, especialmente en Europa (pero también en los EEUU), la cantidad de material necesario requiere una política especial para asignar recursos no planificados. Sin embargo, advertimos sobre este tema dos cuestiones. Una, la recluta y moral de los ucranianos no está en el mejor nivel, como se ha visto en los debates para la nueva ley de servicio militar, y las resistencias que tuvo, que parecen expresar una resistencia social. En Ucrania a diferencia de Rusia no existe una política social de nivel similar. El Estado ruso (y Putin puso especial esfuerzo en señalar a nivel público y en especificar paquetes de medidas y gasto público para sostenerlas) se hace cargo de beneficios a los soldados, a sus familias, a los heridos y a las familias de los caídos, a los obreros de la fabricas de armamentos, etc. En Ucrania parece que los muertos solo reciben honores por mortem, y a sus familias solo les queda el recuerdo de su hijo, hermano, o esposo caído. Eso, a la larga, no es menor (como sabemos bien en Argentina).

Por otro lado, debemos destacar que (y esto quizás está relacionado con la idea europea de enviar tropas propias), las armas requieren entrenamiento, las unidades nuevas también. Es de meses como mínimo. Enviar todo apenas lleguen las armas o las unidades al frente puede implicar su destrucción a cuenta gotas. Estas apreciaciones no niegan que, sin dudas para quien escribe, las fuerzas de Kiev deberían estar en condiciones de reponerse y frenar el impuso ruso que ya lleva ¡6 meses!

Todo apunta a que (salvo un colapso ucraniano) la guerra continuará sin tregua por todo este año y quizás más. Así lo prevén las políticas macro, tanto rusas (y de sus aliados), como las occidentales. Mientas tanto, el mundo se seguirá reconfigurando a pasos acelerados.

Deberíamos analizar cómo la guerra híbrida a nivel mundial se despliega en los distintos escenarios nacionales o regionales. Cómo esta “guerra de retaguardia” es una cuestión clave para la solidez de los bloques y los frentes internos. Y cómo la guerra híbrida no desplaza, sino que complementa, a la guerra convencional y otras formas de guerra a la que engloba. Explicando este tema en el marco de la guerra en ucrania, de la misma forma podríamos desarrollar una explicación de las doctrinas geopolíticas que encuadran los despliegues de los actores y cómo los líderes despliegan sus fichas económicas, políticas, militares, comunicacionales, culturales, en el sentido que su geopolítica y su visión de las RRII les orienta. Pero todo eso será parte de otro artículo. 

Recomendamos ingresar a este mapa interactivo de “descifrando la guerra” que permitirá comprender la situación de los frentes aquí descriptos y se actualiza día a día:

Fuente: https://www.descifrandolaguerra.es/coberturas/guerra-ruso-ucraniana/