Según dicen algunos de los analistas que más y con mayor simpatía han estudiado el movimiento zapatista, la «otra campaña» se propone ir creando una fuerza política y social pacífica de carácter nacional, capaz de oponerse con éxito a políticas gubernamentales lesivas para los trabajadores, es decir, para la inmensa mayoría de la población mexicana, […]
Según dicen algunos de los analistas que más y con mayor simpatía han estudiado el movimiento zapatista, la «otra campaña» se propone ir creando una fuerza política y social pacífica de carácter nacional, capaz de oponerse con éxito a políticas gubernamentales lesivas para los trabajadores, es decir, para la inmensa mayoría de la población mexicana, así como incidir en el rumbo de la nación, independientemente de quién resulte electo Presidente de la República en los comicios del próximo mes de julio. Y lo que se dice para estas elecciones, cabe perfectamente para sucesivos sexenios.
No será fácil, desde luego, la creación de tal fuerza política y social, pero no hay duda de que sólo contando con esa fuerza pacífica organizada será posible pasar de la democracia puramente formal, exclusivamente procedimental, que ahora padece México, a una democracia verdadera en la que se gobierne en favor de los intereses del pueblo, y no como ahora sucede, que se gobierna esencialmente para la oligarquía y las empresas transnacionales, éstas la cara moderna del imperialismo estadounidense.
Por difícil que sea su realización, este propósito central de la «otra campaña» tiene varios y valiosos antecedentes. Una movilización social con amplio respaldo popular fue capaz de impedir la realización del negociazo con terrenos ejidales expropiados que habría implicado la construcción del aeropuerto de San Salvador Atenco. Pero mucho más trascendente y ejemplarizante fue la movilización social que habiendo logrado convocar a más de un millón de personas, fue capaz de impedir el atropello jurídico que significaba el desafuero del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.
Un poco más atrás en el tiempo, otra enorme movilización popular consiguió que fuera suspendida la operación militar destinada, mediante bombardeos aéreos y un vasto despliegue de tropas, a la liquidación del entonces recién aparecido Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Y no está de más recordar que la oposición popular movilizada contra la guerra en Irak fue capaz de impedir que el gobierno foxista se sumara a la agresión contra el pueblo iraquí planeada y ejecutada por el amo yanqui.
De modo que hay experiencias bastantes para pensar que un movimiento social amplio y bien organizado puede impedir la aplicación de políticas gubernamentales lesivas para los trabajadores y para la nación en su conjunto, como serían nuevas privatizaciones del patrimonio nacional y la promulgación de leyes contrarias al interés popular.
Esta fuerza política y social organizada que intenta gestar la «otra campaña», cuya base jurídica se encuentra claramente establecida en la Constitución, tendría el carácter de un referendo popular incontrovertible, y sería el complemento, faltante hasta ahora, de la democracia electoral mexicana.