Cuando un gobierno comete un crimen, sea por acción o por omisión, su reacción ante los medios suele pasar por algunas fases bastante previsibles. La primera es ignorar el crimen o reconocerlo con total tranquilidad, como Israel cuando se anuncia la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania. Es el privilegio de los países «protegidos» por […]
Cuando un gobierno comete un crimen, sea por acción o por omisión, su reacción ante los medios suele pasar por algunas fases bastante previsibles. La primera es ignorar el crimen o reconocerlo con total tranquilidad, como Israel cuando se anuncia la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania. Es el privilegio de los países «protegidos» por Estados Unidos, que hacen lo que les da la gana y se pasan la ley por el forro. Sin embargo, tanta ostentación del crimen no está demasiado bien vista, por eso Sharon ha anunciado (por última vez) que seguirá construyendo en Cisjordania «pero sin hablar». «No hay necesidad de hablar, debemos construir, y lo hacemos sin hablar», ha dicho sabiamente Sharon. (1)
Cuando el crimen no puede ignorarse, lo que procede es negarlo. Valen expresiones como «niego eso rotundamente», «es absurdo», «ridículo», etc. Debe decirse con una mezcla de convicción e incredulidad, como si le acusaran a uno de ser un extraterrestre que quiere adueñarse del mundo. Ejemplo: el golpe de estado en Haití. Veamos, un ejército financiado por los apéndices estadounidenses CIA y NED invade Haití y se sitúa frente a la capital. ¿Qué hace el gobierno de Estados Unidos? Manda a unos soldados para que metan a Aristide, el presidente democrático de Haití, en un avión. Tras la denuncia de secuestro del propio Aristide, he aquí la respuesta: «Eso es completamente absurdo (…) No fue secuestrado, nosotros no lo forzamos a abordar el avión, él abordó el avión voluntariamente. Esa es la verdad.», dijo Colin Powell. Y ahí acaba la cosa, sin denuncias de ningún gobierno occidental ni de los medios. (2)
La siguiente reacción ocurre cuando el crimen ha trascendido lo suficiente a la opinión pública como para verse la punta del iceberg. Ejemplo: las torturas de prisioneros. Aquí, tras intentar ignorarlo y luego negarlo, viene el reconocimiento de algunos «hechos aislados» que «no reflejan» la natural bondad de los soldados. Es la «teoría del loco», esa persona o personas desequilibradas e imprevisibles a las que no se ha podido «impregnar» con «nuestros valores» de democracia, libertad, etc. Se entiende, pues, que la culpa es sólo de esas personas, que actuaron por libre. Si la tesis oficial se cuestiona y se denuncian las torturas como prácticas sistemáticas y conformes a la política del gobierno, como hace Amnistía Internacional, Cruz Roja y otros, volvemos a la negación, pero esta vez más airada. Así, el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, declaró que los alegatos del informe de AI son «ridículos y poco sustentados por los hechos», que «los Estados Unidos lideran l
a protección de los derechos humanos y la promoción de la dignidad humana», que «hemos liberado a 50 millones de personas en Iraq y Afganistán» etc. etc. Y ahí queda la cosa. (3)
La última situación, la más extrema, sucede cuando la magnitud del crimen es tal que ya no cabe negarlo o tratarlo de «caso aislado». Entonces, y como peor solución, se reconoce el «error». ¿Qué significa «error»? Pues algo equivalente a «nuestras intenciones son buenas pero no hemos sabido o podido llevarlas a cabo», pero sobre todo lo primero: nuestras intenciones son buenas. Ejemplo: la posguerra iraquí. Bush reconoce haber cometido un «error de cálculo», y lo hace en un momento muy conveniente, poco antes de las elecciones (4) Otro ejemplo, el paso del Katrina. Bush reconoce «fallos» en la gestión del desastre, que «ha puesto de manifiesto serios problemas en nuestra capacidad de respuesta en todos los niveles del Gobierno» (5)
Ésta es la explicación preferida de los medios, donde es habitual leer preguntas retóricas del tipo ¿cómo es posible que la primera potencia mundial no haya podido salvar a su pueblo del huracán? Se hace hincapié en la «incapacidad», en la «falta de recursos», en la «mala coordinación», pero nunca en los temas de fondo: ¿por qué el gobierno no movió un dedo para sacar a la gente de Nueva Orleans? ¿por qué no se atendió al mantenimiento de los diques? Para eso no hay excusa. Bush exhortó a la gente a que saliera de la ciudad por sus propios medios. ¿Y los que no tenían medios? A joderse, a morir. Bush recortó el presupuesto para el reforzamiento de los diques en contra del consejo de los expertos. Estamos hablando de quitar unos 60 millones de dólares (6), es decir, lo que se gastan en Irak ¡en tan sólo 8 horas! (7) No hay, pues, incapacidad sino desinterés por el bienestar de la gente.
Esto nos lleva finalmente al «fracaso» en la reforma de la ONU. Veamos las palabras de Kofi Annan: «Pero seamos sinceros con nosotros mismos y los pueblos de las Naciones Unidas, todavía no hemos logrado la profunda y arrolladora reforma que muchos, yo entre ellos, creemos que se necesita» (8) Eso, seamos sinceros: ¿cómo puede fracasar algo que no se intenta? ¿cuándo los países ricos se han mostrado dispuestos a ello? Tomemos el caso más flagrante, el Consejo de Seguridad. Resulta que hay 5 países (EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia) que tienen un puesto permanente y derecho a veto, lo cual los hace inmunes a cualquier decisión del consejo. Obviamente estos países jamás han propuesto renunciar a ese privilegio, cosa que podrían hacer en cualquier momento si quisieran. ¿Qué sentido tiene decir que han «fracasado» en la eliminación del derecho de veto o que «no han logrado» su eliminación?
El caso es que cada vez que hay alguna propuesta de reforma del Consejo de Seguridad, Estados Unidos se lo quita de encima como quien se sacude una mosca: «no es un buen momento», «hay otras prioridades», etc. Con eso es suficiente, porque nadie les preguntará qué momento es el bueno o qué prioridades son esas. En la discusión de este año, por ejemplo, se ha dicho que la reforma «causaría divisiones» o que es «poco constructivo establecer plazos «artificiales» para completar esa reforma» (9). También vale, como vale decir que «no es realista» esperar que «Israel restaure las fronteras de antes de la guerra de 1967» debido a «situaciones nuevas» (10)
Estas cosas ocurren porque la ley que verdaderamente impera es la ley del más fuerte. Quien impone su voluntad es quien tiene más poder militar y económico y nunca dejará de hacerlo por minucias como la legalidad, la democracia o el respeto a los derechos humanos. Por eso, para «justificar» sus crímenes ante la prensa servil o los organismos serviles les basta con cualquier excusa, por vacía y absurda que resulte. Por ejemplo, que en Madagascar esté lloviendo. O que haga sol.
Notas:
(2) http://www.voltairenet.org/article120678.html
http://www.projectcensored.org/publications/2005/12.html
http://www.estrellaiquique.cl/site/edic/20040302000619/pags/20040302052402.html
(3) http://www.elmundo.es/elmundo/2004/05/06/internacional/1083876783.html
(4) http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_3605000/3605742.stm
(5)http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=327776&pIdSeccion=48&pNumEjemplar=1031
(6) http://www.terra.com/actualidad/articulo/html/act215985.htm
(7) http://www.cronica.com.mx/nota.php?idc=200092
(8) http://www.elfinanciero.com.mx/pages/NotaImprimible.aspx?IdNota=123311
(9) http://www.ipsterraviva.net/LA/viewstory.asp?idnews=202
http://radio.un.org/es/print_all.asp?NewsDate=8/11/2005
(10) http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_3627000/3627723.stm