Una gigantesca campaña de desinformación ha sido montada con el objetivo de imponer a la opinión publica mundial una versión falsa de los acontecimientos del Cáucaso. La agresora, Georgia, es transformada en víctima y a Rusia se la criminaliza y amenaza por haber intervenido en defensa de Osetia del Sur. Los hechos que están en […]
Una gigantesca campaña de desinformación ha sido montada con el objetivo de imponer a la opinión publica mundial una versión falsa de los acontecimientos del Cáucaso.
La agresora, Georgia, es transformada en víctima y a Rusia se la criminaliza y amenaza por haber intervenido en defensa de Osetia del Sur.
Los hechos que están en el origen de la crisis no pueden, sin embargo, ser ocultados por la tergiversación de la historia.
El 7 de agosto el ejército de Georgia invadió Osetia del Sur y cometió allí, como por ejemplo en el bombardeo de Tskinvalli, la capital de la pequeña república autónoma, actos de barbarie que provocaron casi 2000 muertos y el éxodo de decenas de miles de vecinos.
Soldados y oficiales rusos de la fuerza de estabilización internacional presente en el territorio con el aval de la OSCE, fueron abatidos durante la agresión.
El gobierno de Moscú respondió a la demanda de ayuda del gobierno de Osetia del Sur enviando fuerzas militares para expulsar los invasores. Esas tropas, durante la operación, penetraron en territorio de Georgia y se mantuvieron allí para acelerar las negociaciones tendentes a garantizar una paz real en la región. Las ambigüedades contenidas en el texto del Acuerdo firmado permitieron actitudes desafiantes del presidente Saakashvili, de Georgia, que motivaron algún retraso en la retirada del contingente ruso.
La campana anti-rusa de inversión de la historia prosiguió mientras tanto, agravada por la participación del presidente Bush, de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, de la canciller alemana Angela Merkel y de otros dirigentes de la Unión Europea
Los viajes a Tbilisi de Condoleeza y Merkel, su ostentoso apoyo al gobierno de Saakashvili, y la renovación de las promesas de integración de Georgia en la OTAN justifican el temor de que EEUU, con el apoyo de la Unión Europea, utilice la crisis en el Cáucaso -en el marco de su estrategia en Oriente Próximo- para una confrontación con Rusia. No es una casualidad que los grandes medios estadounidenses agiten de nuevo las banderas de la guerra fría.
El presidente Bush echó leña al fuego al usar un lenguaje agresivo e intimidatorio cuando relacionó su «exigencia» de inmediata retirada de las tropas rusas, con la declaración de que Washington considera Osetia del Sur parte inalienable del territorio georgiano. Un viraje de 180 grados en el discurso de defensa de la independencia de Kosovo.
Es improbable que el ocupante de la Casa Blanca, cuya cultura histórica y geográfica es muy pobre, sepa que el idioma más hablado hoy por los osetas del sur es el ruso y que la pequeña república decidió proclamarse independiente en l992 -opción confirmada por el referendo de 2006- declarando nula su integración en Georgia. Recuerdo que Osetia del Sur, en época de Stalin, fue separada de su hermana Osetia del Norte mediante una simple decisión administrativa. Las consecuencias de la medida fueron entonces políticamente mínimas -tal como la integración de Abkhasia en Georgia- porque esos pueblos caucásicos eran parte del gran cuerpo de la Unión Soviética.
Sin embargo, desaparecida ésta, osetas del sur y abkhazes, después de la independencia de Georgia, han expresado inmediatamente su deseo de poner término a la relación de dependencia que les había sido impuesta.
La opción de ambos por la independencia surgió como prólogo de una futura integración en Rusia, deseada por la gran mayoría de la población.
Tbilisi respondió con medidas represivas permanentes que culminaron ahora con la brutal invasión de Osetia del Sur.
Significativamente, en plena crisis caucásica, Polonia ha firmado el acuerdo relativo a la instalación de misiles de EEUU en su territorio (el llamado escudo antimisiles), gesto que motivó una inmediata y firme protesta del presidente Dmitri Medvedev, quien lo calificó de grave amenaza para la seguridad de Rusia. Fue tan evidente que los grandes diarios estadounidenses subrayaron que se trataba de una extraña coincidencia de fechas.
Es difícil por ahora evaluar el grado de complicidad de EEUU en la agresión de Georgia a Osetia del Sur. El Consejo Português para la Paz y la Cooperación llamó la atención en un oportuno comunicado (www.odiario.info, 16/08/2008) acerca de los compromisos asumidos por Tbilisi en los acuerdos que han precedido la construcción del oleoducto que comunica Bakú, en Azerbaiján, con el puerto turco de Ceyhan. Esa obra, el BTV, que atraviesa Georgia, fue hecha por un grupo de transnacionales petroleras bajo la dirección de la British Petroleum-BP, principal accionista.
Es útil recordar que el proyecto fue concebido durante el gobierno de Clinton y aprobado por el ex presidente. Los gigantes petroleros firmaron entonces acuerdos con las repúblicas de Asia Central ricas en petroleo, Turquemenistán, Kazaquistán y Uzbequistán, con salida al Mar Caspio. Washington y Londres decidieron construir el BTV con origen en Bakú, Azerbaiján, porque los oleoductos existentes pasaban todos por territorio ruso.
Clinton decidió reforzar militarmente a Georgia. Bush, con posterioridad, reforzó la alianza con Tbilisi, identificando a Saakashvili -un presidente que en su propio país habla en inglés en solemnidades públicas- como el más fiel aliado en la región, y firmando acuerdos militares con el país atravesado por el BTC. Se desconoce la cantidad de armamentos suministrado, pero los especialistas admiten que su valor excedió los 500 millones de dólares. Fueron esas armas las que el ejercito de Saakashvilki ha utilizado ahora en la agresión a la minúscula y pacífica Osetia del Sur.
No hay mentiras que puedan invertir la realidad.
Georgia, armada por EEUU, inició una guerra criminal contra un pequeño pueblo, actuando como instrumento de grandes transnacionales petroleras.
Rusia, ya amenazada por la instalación de misiles de EEUU en la área báltica, tiene conciencia de que la amenaza se perfila también en el Sur, y reacciona defensivamente.
Rusia es hoy un país capitalista. Putin y Medvedev actúan en defensa de intereses nacionales, incompatibles con los del imperialismo estadounidense.
Los choques que continúan en el Cáucaso, así como el discurso agresivo y demagógico bushiano, se insertan en una peligrosa estrategia que amenaza a la humanidad.
Responsable de dos guerras perdidas, en Iraq y Afganistán, Estados Unidos, incapaz de encontrar soluciones para la crisis estructural del capital, se comporta como un Estado parasitario que consume ya mucho más que lo que produce (el déficit comercial superará este año los 900 mil millones de dólares). La opción del saqueo del Tercer Mundo mediante guerras criminales encamina a la nación hacia un trágico desenlace.