La aceptación (inducida o no) del contexto general creado -desde hace siglos- por la lógica del capitalismo implica una renuncia tácita a la libertad por parte de quienes experimentan dicha lógica a diario. Lo que se extiende a una falta de responsabilidad en relación con las acciones que estos generan -como individuos-; comisionándosela a Dios, al destino, a un líder carismático o al Estado (representado por el gobierno de turno), en vez de asumirla como expresión axiomática de su propia libertad.
Los trabajadores (profesionales, técnicos y obreros no calificados) terminan por convertirse en otro tipo de mercancías al vender sus conocimientos y su fuerza de trabajo al capital, buscando asegurar así sus esperanzas de vida; llegando esto a convertirse en una cierta manera modernizada de esclavitud consensuada que deja ver, a grandes rasgos, una relación asimétrica de clases que muchos aún se niegan en admitir, llevados por la influencia de la ideología hegemónica. Sus múltiples efectos se hacen sentir en cada aspecto de la vida cotidiana y, generalmente, empujan a muchas personas a un callejón sin salida y ocasionan disturbios constantes que ponen en evidencia la fragilidad del sistema vigente.
Frente a este escenario, numerosas voces en todo el planeta hablan de la necesidad imperiosa de crear un nuevo orden civilizatorio. Especialmente cuando está comprobado que el actual, dominado por los intereses capitalistas, ha expuesto a la humanidad y, junto con ella, a la naturaleza que le sirve de soporte de vida, a una extinción inminente si no se cambian radicalmente los paradigmas que lo legitiman y sostienen. Para lograrlo, es fundamental que haya una subjetividad subversiva capaz de imaginar y de concretar ese nuevo orden civilizatorio, evitando repetir o conservar todo aquello que dificulte o desvíe su realización. Ello requiere la suma de voluntades para alcanzar y profundizar un nuevo tipo de democracia, ajena a minorías dirigentes que, de forma habitual, son escasamente receptivas a las demandas populares; cuestión que tendrá que repercutir, también, en la configuración de un nuevo Estado donde la burocracia -incluyendo los más altos niveles- esté efectivamente al servicio de los ciudadanos, haciéndolo así más funcional y menos oneroso.
Sería entonces una revolución de lo real alternativo, con expresiones organizativas populares inéditas que supriman las barreras existentes entre gobernantes y gobernados. En ella, cada uno de los movimientos ciudadanos o sociales deben tener su voz y espacio, en función de sus necesidades e intereses particulares, en una manifestación pluralista, multiétnica y multicultural mediante la cual se haga realidad permanente la soberanía popular. Esto plantea la comprensión de una lucha de resistencia integral de los sectores populares. Mujeres, jóvenes, adultos mayores, campesinos, obreros, profesionales, ecologistas y pueblos originarios tienen ante sí el reto de asumir una lucha en común con la cual puedan trascender el orden establecido, gracias a lo cual tendrán la oportunidad de solventar los diversos problemas que los aquejan y de no permitir que sigan siendo invisibilizados y excluidos por quienes mantienen en sus manos las riendas del poder.
Lo real alternativo en este caso no puede verse como simple utopía. Debiera superar lo existente no solo en los aspectos políticos y económicos, sin limitarse a una eventual reforma que poco contribuirá a eliminar la conflictividad y las diversas contradicciones sociales. Esto implica llevar a cabo una transformación estructural que influya en el pensamiento y la conducta (como en otros elementos) de las personas. Es importante que en ello resalte -como componente esencial- una concepción distinta de la vida que armonice, entre otras cosas no menos importantes, el deseo común de la paz y del bienestar material con el respeto a las diferencias y a la autodeterminación de los pueblos del mundo. No sería, en consecuencia, una revolución ceñida a los esquemas tradicionales sino el preámbulo y la realización de la emancipación integral a que han aspirado siempre nuestros pueblos a lo largo de toda su historia de exclusión, explotación y desigualdades.