Nunca antes, en toda la historia, tanta gente había corrido tras un mismo balón. Según un estudio de la empresa Nielsen, la mitad del planeta, un 51% de sus habitantes, verá por televisión el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. Nunca antes tanta gente había compartido un mismo sueño: un mundo donde jueguen todos los mundos. […]
Nunca antes, en toda la historia, tanta gente había corrido tras un mismo balón. Según un estudio de la empresa Nielsen, la mitad del planeta, un 51% de sus habitantes, verá por televisión el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. Nunca antes tanta gente había compartido un mismo sueño: un mundo donde jueguen todos los mundos.
«A veces se nota / de qué equipo es / la pelota», acusa Isabel Escudero. Puestos a mirar, por qué no hacerlo, por ejemplo, con los ojos de la dibujante Alison Bechdel. «¿Hay dos mujeres o más que tengan nombre? ¿Se hablan entre sí? ¿Charlan acerca de otra cosa que no sea un hombre?». En su opinión, basta con plantearle estas tres sencillas preguntas a una película para evaluar la presencia de las mujeres en ella. ¿Y si aplicamos «el método Bechdel» al Mundial de Fútbol? Nunca antes una misma pelota había ocultado, tragado, tanta gente. Digan lo que digan las apuestas, este torneo volverán a ganarlo ellos, los de siempre.
Lo que el fútbol ha unido que no lo cambien las mujeres. Si no hay elección, si hay que jugar, busquemos sistemas alternativos, desobedientes. El escritor Luis Felipe Hernández reinventa el «Empate» en uno de sus relatos. «Frente al televisor tu marido vitorea eufórico el primer gol nacional y tú también festejas, sonriente y agradecida en la cama de un desconocido». Apuestas radicales. ¿Y si revolucionamos la táctica del fuera de juego? Mientras él goza con los goles de su equipo, tú también disfrutas, risueña y feliz en la cama de una desconocida, de otra invisible compañera.
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