«La vida política y la solidaridad no son, para mí, simples trámites administrativos. Son expresiones de ternura, de sentimientos firmes, de amor, de compromiso militante», subraya el reconocido oncólogo suizo Franco Cavalli. Quien recuerda que fundó AMCA (Ayuda Médica para América Central) en el 1985 como respuesta a un pedido de colegas nicaragüenses. Lo más […]
«La vida política y la solidaridad no son, para mí, simples trámites administrativos. Son expresiones de ternura, de sentimientos firmes, de amor, de compromiso militante», subraya el reconocido oncólogo suizo Franco Cavalli. Quien recuerda que fundó AMCA (Ayuda Médica para América Central) en el 1985 como respuesta a un pedido de colegas nicaragüenses. Lo más importante es «que seguimos existiendo y ampliando nuestras actividades». Con la confianza total de que otro mundo es posible». Entrevista con Franco Cavalli, oncólogo de fama internacional, expresidente de la Unión Internacional contra el Cáncer (UICC); exdiputado nacional socialista y prominente militante asociativo y del movimiento de solidaridad.
-P: ¿Cuál fue la razón que impulsó el nacimiento de AMCA hace justo 30 años en el 1985?
-Franco Cavalli: Viajé a Nicaragua en la Semana Santa del 1985. Algunos médicos me contactaron y me solicitaron apoyo. Era un momento muy difícil porque se había intensificado la guerra contrarrevolucionaria contra el Gobierno Sandinista. Y éste debía destinar gran parte de sus recursos a la defensa. Por lo tanto el sector médico-sanitario-preventivo, que constituía, uno de los ejes programáticos del sandinismo desde la victoria popular del 19 de julio de 1979, se venía debilitado. Me sentí profundamente interpelado por esa solicitud de mis colegas nicas. Y de allí nació la decisión de crear nuestra organización de solidaridad. Por un viaje «casual» motivado por el amor y respondiendo, también con mucho amor, a una demanda de apoyo de parte de nuestras contrapartes centroamericanas.
Solidaridad con visión política
-P: Era un momento muy complejo de la coyuntura centroamericana… El sandinismo apenas 6 años después de conquistar el poder en Nicaragua, sufría una devastadora guerra de agresión. Al mismo tiempo, guerras de liberación en los vecinos El Salvador y Guatemala. La creación de AMCA estuvo embebida de una clara identificación política…
-FC: Sin duda. Al inicio ligada a una visión reducida en el sector puramente médico. Pero se fue ampliando a partir de otros estímulos de la realidad misma. Por ejemplo el contacto regular, intenso, con refugiados salvadoreños que vivían en Nicaragua. Y, en menor medida, con compañeros guatemaltecos. Percibimos entonces como muy importante la solidaridad con un Estado, el nicaragüense, amenazado y agredido por la principal fuerza mundial. Y al mismo tiempo, la solidaridad con combatientes de la guerra de guerrillas de liberación que se expandía en la región. Importante en esta etapa, y no quiero menospreciarlo, el contacto en Nicaragua con numerosos médicos cubanos que llegaron también como internacionalistas. Fue un elemento promotor de la posterior solidaridad con Cuba que impulsamos a partir del 1991 con la fundación de mediCuba en Suiza. Cuando nacimos como AMCA en los estatutos estaba claramente definido que somos una organización no gubernamental que tiene como tarea apoyar las fuerzas progresistas centroamericanas.
-P: Incluyendo también una activa militancia política en el Norte…
-FC: En efecto. Me había involucrado antes en la solidaridad con el pueblo vietnamita, colaborando con la Central Sanitaria Suiza. Y militaba también en la política suiza.
«La práctica para corroborar el cambio»
-P: ¿Por qué el compromiso político en Suiza, en el Norte, y la promoción de una conciencia/práctica solidaria con el Sur constituyeron para Usted valores esenciales?
-FC: Como hombre político tengo un gran interés por la discusión teórica. Leo y discuto mucho de sociología, de política, de economía. Pero siempre tengo la necesidad de hacer cosas prácticas. No me llena solo la teoría. Y en ese sentido mi postura anti-imperialista que provenía de la época de las guerras de liberación de Argelia y Vietnam, no solo se contentaba con la protesta callejera. Sino que necesitaba de una práctica propositiva, directa, de cercanía y apoyo. Y eso se expresa con el trabajo de AMCA y de mediCuba.
-P: Fundado en la necesidad de vivenciar en la práctica el sentido profundo del cambio tanto en el Sur como en el entorno local, cantonal, nacional…
-FC: Pienso que sí…Necesito corroborar el cambio. Y para mí nada de los que pasa en otros lugares del mundo me es indiferente. Me siento corresponsable de una ciudadanía planetaria, en tanto que actor político y en tanto que ciudadano suizo. No podemos olvidar que es un país que tiene una responsabilidad grande en el concierto internacional.
-P: ¿Lo que implica tener una visión clara de la necesidad de nuevas relaciones interplanetarias más justas?
-FC: Sí, pero aclarando que no estoy de acuerdo con los que hacen grandes discursos sobre lo global y no ven ni asumen los desafíos de transformar también lo local. Para mí es una ida y vuelta. Exige una flexibilidad dialéctica. Por ejemplo, volviendo a la reflexión anterior sobre los políticos suizos que desestiman esa visión de solidaridad, siento que en esa actitud se puede pecar de oportunismo y de reducir el concepto de lo político a algo estrecho y reducido. Especialmente porque si hablamos de Suiza nos referimos a un país absolutamente pequeño y en algo «artificial», en el cual la mitad de su clase trabajadora – extranjera- no tiene derecho a voto. Sumamente atípico en su composición social con una economía fundamentalmente de servicio (bancos, finanzas etc.) pero con un poder real en el plano internacional. Nadie me puede argumentar que Suiza no tiene nada que ver con lo que pasa en el resto del mundo. Integra el club de los poderosos que tiene una responsabilidad directa en el subdesarrollo y la pobreza de una gran parte del planeta. No podemos negar, por ejemplo, la responsabilidad significativa de muchas de las grandes trasnacionales helvéticas en la violación de derechos humanos y ambientales en África, Asia y América Latina. Por lo tanto, no me puedo imaginar un verdadero militante progresista suizo que no tenga un compromiso también en la cooperación solidaria o en la solidaridad internacional.
«La solidaridad implica sentimientos, pasión»
-P: Volvemos a la práctica de AMCA y a la palanca de base de su accionar: la solidaridad. Un dirigente sandinista la definía como «la ternura entre los pueblos». ¿Concepto que le interpela?
-FC: Claro, es una definición magnífica que sigue teniendo una vigencia total. Y lo siento profundamente: para mí no es suficiente gritar contra el imperialismo o asumir consignas demasiado intelectuales. Para vivir realmente la solidaridad internacional se necesita un contenido sentimental, de amor. Saber que un niño muere de hambre en Centroamérica o en África o donde sea, me parte el corazón. No lo puedo aceptar. Volviendo a la definición -siempre es complejo definir con simpleza los grandes conceptos existenciales-, no quisiera quedarme solo en el aspecto de «ternura». Se podría reducir a un simple discurso cristiano. Y la solidaridad de izquierda, progresista, necesita basarse en un análisis político; tiene que tener apuestas y principios políticos. Pero, insisto, dialécticamente, no se puede reducir a lo político-conceptual. Solidaridad implica involucrarse con ternura, con sentimiento, con pasión, con los que más sufren. Y de allí la importancia que voluntarios, cooperantes, jóvenes suizos, puedan partir a América Central y a otras regiones. Allí, en el terreno, en la cotidianeidad, es mucho más fácil observar y comprender la explotación y la injusticia que con complejos enunciados teóricos. Y al mismo tiempo allí son claramente visibles la lucha y el trabajo cotidiano de los pueblos para enfrentar esas injusticias.
-P: Un laboratorio práctico para ganar en conciencia ciudadana…
-FC: De hecho. Pero no solo se trata de comprender la realidad pasivamente. Sino también descubrir los esfuerzos para cambiar las cosas. Esas poblaciones son la punta de un diamante de resistencias y utopías a favor de otro mundo posible. Pero atención: no cometamos el error de pretender ver en esas luchas el modelo a copiar universalmente. No se pueden imitar. Constituyen una trinchera importante, pero en cada lugar, en cada rincón del mundo, se debe renovar creativamente la mejor forma de confrontar, hoy y aquí, la injusticia.
El paradigma del Che
-P: Hablando de Centroamérica, me permito un paréntesis…En los años ochenta fueron numerosos los europeos, latinoamericanos, norteamericanos, internacionalistas, que fueron a colaborar con los procesos de esa región. Y varios pagaron incluso con su propia sangre ese compromiso.
-FC: Te agradezco de introducir esa reflexión. Para mí, una de las figuras paradigmáticas más importante de la historia, uno de mis héroes, es el Che Guevara. Y estoy convencido que los compañeros que murieron en tanto internacionalistas son pequeños Che. Gente que fue hasta el final. Más allá de su sacrificio es imposible. Los tengo muy presente. No te miento si te digo que al menos una vez por mes pienso en ellos, por ejemplo en Maurice Demierre, ya que estaba allí en febrero de 1986 cuando lo asesinó la contrarrevolución cerca de Somotillo. Es esencial que los tengamos siempre muy cerca en nuestros corazones. Refuerza nuestra entrega infinita a favor de los pobres. Fortalece el sentimiento, el amor de nuestro compromiso…
Cooperación solidaria, un aprendizaje mutuo
-P: Regresando al trabajo de AMCA, si se tratara de hacer un análisis retrospectivo de estas tres décadas, ¿cuál ha sido el logro esencial, de fondo, conceptualmente hablando, más allá de los múltiples proyectos realizados exitosamente?
-FC: El primer logro es que todavía existimos y con energías. Es un éxito llegar a los 30 años e incluso continuar ampliando nuestras actividades. No son pocas las asociaciones e instituciones de solidaridad que han durado mucho menos tiempo que nosotros. La clave de este gran éxito de nuestra existencia – sin menospreciar errores cometidos- es haber comprendido correctamente el tipo de relación con nuestras contrapartes, con nuestros colegas centroamericanos. No llegamos allí con nuestra *verdad helvética*, sino poniéndonos al mismo nivel, horizontalmente, que nuestros colegas nicaragüenses, salvadoreños, guatemaltecos o mexicanos. Buscando juntos soluciones a los problemas y también juntos las respuestas a los desafíos. Sin pretender transferir conocimientos verticalmente, sino que aprendiendo mutuamente.
Otro elemento, también esencial de nuestra práctica: no solo haber apostado a brindar un apoyo material sino a reforzar los recursos humanos locales. Intentamos siempre de ayudar a desarrollar las potencialidades propias, para que se asegure que los proyectos puedan continuar aun sin nuestra presencia. Por ejemplo, en el sector de la pediatría oncológica, en Nicaragua, no nos necesitan, o simplemente hoy podemos aportar aspectos muy precisos y determinados.
Otra clave de interpretación positiva de nuestra práctica ha sido, la manera original de entender la relación con los Estados de los países en los cuales estamos presentes.
Responsabilizar al Estado, reforzar la sociedad civil
-P: Podría desarrollar más esta reflexión…
-FC: Aun en épocas de Gobiernos neo-liberales, hemos tratado siempre de de involucrar a los representantes del Estado. Una de mis críticas a muchas de las grandes y famosas organizaciones humanitarias que trabajan en el terreno médico-sanitario es que llegan con todo programado y resuelto. E implementan sus propios proyectos, instalan incluso un hospital, y piensan que así resuelven los problemas. Las grandes instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional debilitan las estructuras públicas con sus recetas de ajuste neoliberal. Y paradójicamente, a veces, en paralelo, muchas ONG, aunque bien intencionadas, impulsan sus propios proyectos e infraestructuras, des responsabilizando a los Estados. Estamos convencidos que aun con Gobiernos de derecha, hay que insertar nuestros proyectos en una política de responsabilidad del Estado. Por ejemplo, en Nicaragua, la escuelita Barrilete de Colores nació como un proyecto alternativo al Estado neoliberal de los años noventa. Pero tan pronto regresó el sandinismo al Gobierno, la escuelita pasó a integrarse a los planes estatales en el sector educativo.
-P: A menudo las ONG internacionales expresan su temor ante los riesgos de manejos corruptos en los países de presencia y por eso se alejan de los Estados…
-FC: Claro que nuestra visión implica riesgos. Y muchas veces exige más tiempo. Es más simple llegar con todo ya cocinado, pensado, programado al estilo suizo e instalarlo. Puede ser, incluso, al inicio, más efectivo a corto plazo, ahorrarse las discusiones con los ministros de salud y otros funcionarios. Pero estamos convencidos que nuestra perspectiva es más eficaz a largo plazo y sobre todo, más durable. Conozco decenas de ejemplos de grandes hospitales en distintas partes del mundo construidos con recursos externos por ONG internacionales y que ahora son puras ruinas. La sostenibilidad pasa por involucrar a los Gobiernos y a la sociedad civil. A veces con un condimento más fuerte de uno sobre el otro. Pero sin perder de vista de responsabilizar a las políticas públicas asociando nuestros proyectos solidarios. Y aquí quiero incluir el impacto histórico que tiene para mí la solidaridad cubana. Los médicos y cooperantes cubanos aportan a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones en distintos continentes. Y no siempre se tratan de gobiernos progresistas. Pero ellos se mantienen con persistencia en su práctica, en todo caso, en tanto no los expulsen. El concepto de solidaridad de Cuba es ejemplar.
-P: Durante estas tres décadas, la existencia de AMCA se dio en un escenario internacional de grandes cambios políticos que repercutieron en la solidaridad internacional. Por ejemplo, el impacto profundo de la derrota del sandinismo en febrero del 1990 (poco tiempo después de la caída del Muro de Berlín y el fin del socialismo real) para todo el movimiento de solidaridad, especialmente en Europa y Norteamérica.
-FC: La derrota del sandinismo tuvo un efecto terrible. Necesitamos mucho tiempo para reorientar nuestra práctica.
La solidaridad como palanca hacia otro mundo posible
-P: Para completar esa reflexión más conceptual, me gustaría saber, como ubica hoy, en 2015, a la solidaridad internacional según eslóganes o consignas que definieron momentos históricos importantes al cual se dicha solidaridad. «La imaginación al poder» del mayo francés (fines de los 60); «Patria libre o morir» (de la América Central de los setenta y ochenta); o el «Otro Mundo Posible» del alter mundialismo ligado al Foro Social Mundial a partir del 2001, nutrido de la reflexión zapatista sobre las nuevas relaciones interplanetarias….
-FC: «La imaginación al poder», responde a un momento histórico pero tiene un condimento muy individualista y casi, pequeño burgués. «Patria libre o morir», está ligado a una coyuntura específica de una dinámica político-militar particular como la nicaragüense de esa etapa histórica. Sin duda me identifico claramente con la visión del «Otro Mundo Posible». Es hoy la consigna política más importante. Pienso que incluso para la juventud, que debe ser el relevo esencial de nuestra generación en el ejercicio de la solidaridad activa. Son esos jóvenes – y lo estamos viviendo en AMCA- , con otras sensibilidades, otras experiencias de compromiso, con nuevos códigos culturales, los que perciben que la pobreza crece en el Sur. Y que las desigualdades planetarias, con mecanismos globales de dominación, tienen responsables claros.
Es muy importante seguir facilitando que esos jóvenes puedan vivir y aprender de realidades del Sur. Es como una escuela práctica, como lo decía antes. Un método casi 100 % seguro de sensibilización y toma de conciencia ciudadana… Es más fácil e impactante comenzar con un viaje a Nicaragua o a Centroamérica que con un discurso conceptual retórico.
Creo que la única posibilidad que la solidaridad internacional tiene para sobrevivir es ofrecer a los jóvenes miradas, opciones de prácticas concretas y no solo discursos.
-P: Si se proyectara al 2035, a los 50 años de AMCA (y algo más de 90 años de edad de Franco Cavalli), ¿cuál sería el sueño esencial con respecto a los objetivos de la solidaridad?
-FC: No sé. Es una apuesta demasiado teórica. Una respuesta sería que espero mucho que en el 2035 AMCA no sea más necesaria porque habremos llegado a otro mundo más justo donde la solidaridad como la conocemos ahora dejó de existir.
* Esta entrevista realizada por Sergio Ferrari – en una versión más amplia- hace parte del libro «AMCA y su gente», publicado en Suiza en el marco de la celebración de los 30 años de la asociación del mismo nombre y presentado públicamente el 30 de julio 2015 en una actividad pública en Ascona (Tesino).
**AMCA cuenta con el apoyo de la cooperación oficial suiza. Hace parte de la plataforma UNITE, de cooperación helvética a través del intercambio de personas. Y también de la FOSIT, Federación de la Suiza italiana para la cooperación. Y tiene relaciones firmes con numerosas organizaciones y redes, entre ellas Medicuba, Médicos del Mundo, Suiza y E-CHANGER/COMUNDO.
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