Tras quedar clausurada el pasado 18 de junio en Sao Paolo, Brasil, la XI Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ahora falta por ver si los acuerdos recogidos en la declaración final quedarán solo en el papel o si el organismo buscará medios y métodos para llevarlos a la práctica. El documento, […]
Tras quedar clausurada el pasado 18 de junio en Sao Paolo, Brasil, la XI Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ahora falta por ver si los acuerdos recogidos en la declaración final quedarán solo en el papel o si el organismo buscará medios y métodos para llevarlos a la práctica.
El documento, negociado durante largos meses por sus representantes en ONU, fue adoptado por consenso por los 192 Estados miembros de la UNCTAD.
En sus primeros párrafos plantea: «Teniendo en cuenta que la mundialización (término dado a la globalización) tiene también una dimensión social y humana, las estrategias del desarrollo tienen que formularse con miras a reducir al mínimo sus repercusiones sociales negativas y aumentar al máximo sus impactos positivos asegurando al mismo tiempo que todos los grupos de la población, y en especial lo más pobres, se beneficien de ella».
La cita resulta fabulosa y haría exclamar a los más pobres, que son la mayoría de los países y de la población mundial: ¡VIVA!, pues al fin la UNCTAD ha decidido tomar partido por el bienestar de millones de seres del planeta que están desempleados, hambrientos o de millones de niños que mueren anualmente por enfermedades curables, o son presas de explotación laboral o sexual, por citar algunos ejemplos.
Pero también habrá que ver como hará esto posible ante el poder económico que han adquirido las empresas transnacionales y las presiones que ejercen las naciones desarrolladas, encabezadas por Estados Unidos para que en el mundo solo impere las leyes del libre mercado con las consecuentes secuelas de pobreza que deja a los más desfavorecidos.
En la declaración se indica que la globalización ha reducido el crecimiento en los países pobres, debido a los bajos precios de los productos básicos y la inestabilidad del sistema financiero internacional que ha llevado al aumento de la pobreza y el endeudamiento dentro de una economía mundial cada vez más interdependiente.
En ese sentido se señala que más de 50 países en desarrollo obtienen la mitad de sus ingresos de exportación de tres o menos productos básicos y llama al apoyo internacional para lograr la diversificación.
Todo esto, aseguran las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) y los analistas, es muy halagüeños si se lograra llevarlo a la práctica pero son muchas las trabas que lo impiden, y el propio secretario general de la Conferencia y de la Institución, Rubens Ricupero se encargó de aclararlo cuando señaló en una conferencia de prensa que la concreción de esa iniciativa depende de países que poseen dinero pues la UNCTAD no lo tiene.
Y seguidamente enfatizó que la lucha por precios más justos en los productos básicos como café, azúcar y algodón, entre otros, debe ser respaldada sin ninguna restricción, y reconoció que el de las materias primas es el gran tema pendiente de la UNCTAD en sus 40 años de existencia, «porque nunca se consiguió una política que estabilizara los precios y ayudase a los países a diversificarse».
Al hacer un análisis sobre la economía mundial, en un mensaje dirigido a esa Conferencia, el Presidente cubano Fidel Castro puntualizó que es casi imposible medir el daño ocasionado a los países pobres por el tipo de relaciones comerciales que, a través de los senderos sinuosos de la OMC y los tratados de libre comercio, se imponen a esos países, incapaces de competir con la tecnología sofisticada, el monopolio casi total de la propiedad intelectual y los inmensos recursos financieros de los países ricos.
Para Aftab Alam Khan, responsable de la campaña de derechos alimentarios de Action Aid Internacional, Sao Paulo fue otra oportunidad perdida pues no se trató adecuadamente la cuestión de los campesinos más pobres ni la regulación de las empresas transnacionales.
No obstante, el logro más destacado de esa reunión cuatrienal fue la reactivación del Sistema Global de Preferencias Comerciales, para incrementar el comercio Sur-Sur.
En el cónclave, y bajo los auspicios de la UNCTAD, se lanzó un proyecto de negociaciones entre los países del sur, paralelo a la de la OMC, que permite aplicar preferencias comerciales a países en desarrollo sin tenerlas que aplicar a los ricos. Las conversaciones se iniciarán a nivel técnico en noviembre y se extenderán dos años
Cuarenta y tres naciones en desarrollo suscribieron la propuesta a la que se podrán adherir otras en los próximos dos años y aprovecharán el ya creciente comercio Sur-Sur que representa el 12 % mundial.
El presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva significó que esta nueva iniciativa se debe a que los países en desarrollo quieren otra relación con las naciones ricas y esto podrá considerarse como una nueva geografía del Comercio Global.
En definitiva, las naciones pobres deberán unirse en su intercambio económico y en sus posiciones socio-políticas para poder enfrentar las acciones combinadas de empresas transnacionales y gobiernos poderosos que tienen como meta convertir a los países más débiles en simples neocolonias al servicio de sus intereses.
La UNCTAD deberá entonces en los próximos años pasar a la acción para hacer realidad las palabras de Ricupero, «los países menos avanzados son nuestra responsabilidad central». El tiempo dirá la última palabra.