Los últimos movimientos en la escena internacional de la geopolítica han mostrado que el papel de Irán en la misma le confiere hoy por hoy el peso de una importante potencia regional. Además, si tenemos en cuenta la cada vez mayor interrelación que existe entre diferentes acontecimientos en lugares distintos del planeta, la posición de […]
Los últimos movimientos en la escena internacional de la geopolítica han mostrado que el papel de Irán en la misma le confiere hoy por hoy el peso de una importante potencia regional. Además, si tenemos en cuenta la cada vez mayor interrelación que existe entre diferentes acontecimientos en lugares distintos del planeta, la posición de Teherán le puede permitir incrementar su influencia en el futuro.
Desde Estados Unidos, sobre todo en los círculos de los ideólogos neoconservadores que rodean al presidente norteamericano, se observa con verdadero pavor este ascenso iraní, de ahí sus constantes intentos, muy viejos por otra parte, de situar y señalar a Irán dentro del llamado «eje del mal», verdadera invención de Washington para desarrollar campañas mundiales contra todo aquél que pueda hacer sombra a su proyecto imperial.
Los ataques estadounidenses a Afganistán e Iraq, las constantes amenazas a Siria y la búsqueda de un «cambio de régimen» también en Irán, sitúan a este país dentro del guión belicista de EEUU y es el centro de numerosos análisis en torno al futuro que le depara al país persa.
Frente a la postura norteamericana de acoso y derribo, el régimen iraní lleva tiempo jugando sus propias cartas, consciente además de que su actual situación puede jugar en su favor. Toda una serie de bazas aguardan en manos iraníes para ponerse en juego según se vaya dando el desarrollo de los acontecimientos. La influencia de Irán entre las comunidades chiítas del mundo, las relaciones actuales o futuras con diferentes organizaciones en Líbano o Palestina, su influencia en Iraq, su capacidad petrolífera o el desarrollo nuclear son algunos de esa potencialidad geopolítica.
Si los estrategas de Washington se deciden finalmente a un ataque militar contra Irán, deben ser conscientes ellos y todos sus aliados que Teherán no dudará en articular una respuesta y en poner sobre el tapete sus preciadas bazas. Más allá de las dificultades materiales que se encontraría ante cualquier invasión militar del país, probablemente las tropas ocupantes en Iraq se acercarían aún más al infierno en que se podría convertir es otro estado, con las milicias chiítas alineándose definitivamente en las posiciones más belicistas contra la ocupación.
Papel clave
La actual situación le confiere a Irán un papel clave en un importante número de conflictos que afectan al llamado «Gran Oriente Asiático», al tiempo que le puede dar oportunidades para interactuar en función del desarrollo de los acontecimientos en uno u otro lugar.
La reciente guerra en Líbano, junto al permanente apoyo a la causa palestina, le permite a Irán mantener una imagen de credibilidad ante buen aparte de la llamada «calle árabe», a pesar de que ésta sea mayoritariamente sunita, frente al chiísmo de Teherán. Las acusaciones que señalan que el gobierno de Mahmud Ahmadineyad ayuda militare y económicamente a movimientos como Hezbollah o Hamas, por lo general no aportan ninguna prueba. Pero además, en caso de que así fuera, ¿qué legitimidad pueden tener esos mismos acusadores, cuando ellos están inundando el mundo de armas y sosteniendo a grupos y gobiernos que practican la violencia indiscriminada o paramilitar?
En torno a estos y otros conflictos, los protagonistas también mantienen una claro intercambio de mensajes en ambas direcciones. Así, Irán es conciente del poder que le otorga su capacidad petrolífera, y de las necesidades que el crudo genera en las economías de la Unión Europea, China o Japón. Cualquier ataque o injerencia contra el régimen iraní tendrá sus consecuencias directas en la política energética del mismo y las consecuencias las sufrirán las poblaciones de los países antes mencionados. De ahí, que muchos estados mantengan una postura difusa en torno a Irán, sin seguir a pies juntillas la política de Bush y compañía y dejando siempre la puerta abierta para lograra acuerdos a través de negociaciones con Teherán.
Probablemente todo lo dicho hasta ahora también vale para situar el affaire de la energía nuclear. El derecho que le asiste a Irán, es el mismo que tienen otros estados para poder desarrollar su capacidad energética en torno a la energía nuclear. Es discutible el uso de la energía nuclear como alternativa energética, pero no puede negarse el desarrollo de esa capacidad a un país, al tiempo que se suministra apoyo tecnológico y material a otros (Israel) o se firman acuerdos para desarrollarlo (India).
Amenazas
Resulta cómico ver cómo en algunos medios se hacen eco de la propaganda militarista estadounidense y nos presentan deformadas y manipuladas las declaraciones de los dirigentes iraníes. Y todo ello mientras ese país tiene que soportar diariamente desde hace muchos años continuas amenazas de materializar ataques militares, de promover políticas criminales de embargos o de «reducir al país a cenizas» como ya ha sucedido o está a punto de pasar en Iraq.
Recientemente el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha señalado que «Irán no es una amenaza contra ningún país, y no somos gente que busquemos la amenaza y la agresión». En esa misma intervención ha denunciado el «régimen sionista», pero no ha puesto en duda la existencia de un estado en Palestina, donde puedan convivir como ciudadanos iguales palestinos y judíos. Por eso, la demagogia en torno al supuesto deseo de Irán por «hacer desaparecer a Israel» choca contra esta otra realidad manifestada estos días, y que distintos analistas ya se han ocupado de estudiar con detenimiento.
Cualquier intento por aprovecharse de una crisis regional por parte de EEUU tendrá su lógica respuesta desde el lado iraní. La famosa espada de Damocles que desde Washington se quiere situar sobre el régimen de Teherán, tiene su contrarréplica en la Zulfiqar, la espada de mahoma que también utilizó su yerno Alí, el primer imán del chiísmo, y que es un símbolo que se usa como protección a la vez que como promulgación del Islam.
La espada que aparece en muchos iconos islamismos durante siglos, es considerada por los chiítas como un arma «excepcional» y el lema «La fatà illa Ali, la saif illa Zulfiqar» (no hay más héroe que Alí, ni espada como Zulqifar) se escribe todavía sobre muchas armas nuevas.
Los importantes beneficios que generan las guerras y la venta de armas en la industria armamentística, uno de los pilares de la ideología neoconservadora estadounidense y sionista, no deben permitir que ésta juegue el papel central en la geopolítica mundial. Independientemente de que sea Irán hoy, Corea mañana o cualquier otro estado más adelante, urge abrir nuevas vías de solución de las crisis y conflictos, caminos de negociación que permitan solventar las diferencias en beneficio del conjunto de la población mundial, y no sólo en defensa de los intereses de unos pocos privilegiados apocalípticos.
En estos momentos la espada de Damocles se mantiene frente a la Zulfiqar, el choque de ambas puede provocar que la violencia se desate nuevamente en cualquier lugar del mundo y probablemente con consecuencias impredecibles.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)