Recomiendo:
0

Augusto Zamora, miembro negociador del gobierno del FSLN, califica los veinte años después los acuerdos como “una pompa de jabón”

Las dos caras de Esquipulas

Fuentes: El Nuevo Diario

Veinte años después de la firma de los Acuerdos de Esquipulas II, todavía queda el sabor amargo de las promesas incumplidas, las heridas de una guerra fraticida que dejó más de 50 mil nicaragüenses muertos y la opinión de que esos acuerdos no fueron más que una «pompa de jabón» que se desvaneció cuando ni […]

Veinte años después de la firma de los Acuerdos de Esquipulas II, todavía queda el sabor amargo de las promesas incumplidas, las heridas de una guerra fraticida que dejó más de 50 mil nicaragüenses muertos y la opinión de que esos acuerdos no fueron más que una «pompa de jabón» que se desvaneció cuando ni siquiera había arrancado.

Augusto Zamora, Director Jurídico y jefe de gabinete del Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno sandinista y participante en las negociaciones con el grupo armado, hoy es el embajador de Nicaragua en España y señala que nuestro país es el único que cumplió con los acuerdos.

«Esquipulas no fue más que una pompa de jabón que se dio con el resultado de unas circunstancias específicas en el ámbito político, económico y militar, centradas en Nicaragua. Como el centro de la crisis era Nicaragua, todas las miradas de los gobiernos, la prensa y los políticos del mundo se volcaron sobre nuestro país y se olvidaron que era un acuerdo firmado por cinco estados», dice Zamora.

La actitud de Azcona

Y agrega que luego de la firma de los acuerdos el presidente de Honduras, José Azcona, voló de Esquipulas a Washington, y ahí firmó un préstamo por 100 millones de dólares para Honduras. «Y en las palabras de agradecimiento por ese chorro de millones Azcona se soltó en improperios contra el proceso de paz y contra Nicaragua, es decir que la magia de Esquipulas duró poco», señala Zamora.

Contra jamás se desmovilizó

Indica que el plan de Esquipulas era democratización, elecciones y una nueva organización política en Nicaragua, a cambio del desmantelamiento de la Contra, lo que se debía realizar por etapas en un plazo de 150 días.

«Pero la Contra jamás se desmovilizó. De hecho, Honduras, que era el país a quien le correspondía realizar esa parte esencial del acuerdo, jamás hizo nada, en cambio hubo presiones inmensas sobre Nicaragua».

Según Zamora, se nombraron comisiones en todos los ámbitos, se realizó un plan de seguimiento, pero todo resultó «fatal para los intereses del país».

«Nicaragua cumplía y cumplía, mientras que el resto de países incumplían, entonces se dio un desequilibrio absoluto entre Nicaragua y el resto de los firmantes, por eso el acuerdo de Esquipulas jamás se cumplió y siguió la misma suerte que el proceso de Contadora, con la particularidad siguiente: en 1988 Nicaragua había tocado fondo económicamente».

Y es que según Zamora la bancarrota total en que se encontraba Nicaragua para ese año, con una economía que se asfixiaba día a día, había que tomar una medida drástica que permitiera llegar al fin de la guerra.

«La Contra seguía destruyendo las estructuras económicas del país, y el sostenimiento del esfuerzo militar seguía devorando los escasos recursos que tenía Nicaragua, y a eso se sumaba la crisis profunda de los países del este. Cuando la Unión Soviética dice que ya no puede más y otros países nos empiezan a decir que ya tampoco pueden, aquí no queda más para ahorcarse que de Esquipulas», dice.

Por eso el ahora embajador de Nicaragua en España afirma: «En diciembre de 1987 estaba muerto Esquipulas, y en 1988 estaba muerta la economía nacional». Después ocurrió la desmovilización y todo el resto de la historia.

Otra versión

Para Azucena Ferrey, miembro del directorio político de la Contra, los acuerdos de Esquipulas significaron un avance respecto a la institucionalización y reducción del Ejército, aunque resiente el trato desigual que se le dio a ese movimiento armado.

«Creo que fue un desarme desigual, que no hubo equidad en el trato a las fuerzas insurgentes. Veo que le dicen comandante a Rubén y a miembros del Frente Sandinista: el sometimiento al poder militar de esa época no se ha logrado superar, creo que eso es un desbalance que nos llevó a un asesinato selectivo de la Contra: Enrique Bermúdez, Fernando, porque no veo ninguno del Estado Mayor y de la Dirección del Frente haber sido suprimido de esa forma», dice Ferrey.

Los desaciertos

Ferrey critica la «mala actuación» de la Comisión de Verificación, aunque dice que el Cardenal Miguel Obando jugó un papel «extraordinario».

«Hay miles de cosas en el entorno que no permitió el cumplimiento que dejó a la Contra en el estado en el que está: si hubiese habido una negociación seria, una capacidad beligerante para obligar al cumplimiento de los acuerdos suscritos, posiblemente la Resistencia Nicaragüense no estuviera de pedigüena en las calles», señala.

Sapoá: otro engaño

Zamora, quien formó parte del equipo negociador del gobierno sandinsita, dice que el acuerdo de Sapoá fue «otro engaño», porque nunca se negoció con los verdaderos interlocutores: los personeros de Estados Unidos.

«En Sapoá la negociación se dio a dos niveles: una con los políticos y otra con los militares, y hubo acuerdos con los jefes militares de la Contra, como ellos representaban a la tropa que sufría las calamidades de la guerra sí querían terminar la guerra, pero para los políticos de la Contra, que recibían los salarios de Washington, 10 ó 15 mil dólares mensuales, terminar la guerra para ellos era una ruina, entonces bloquearon el acuerdo de paz y de hecho los dos jefes militares designados para negociar, que eran de los jefes de campo duros de la Contra, fueron destituidos y sacados de circulación».

Zamora dice que los Contras eran asalariados de Estados Unidos «y, por lo tanto, nosotros estábamos negociando con los asalariados, no con el amo, por lo tanto, no había posibilidad real ninguna de llegar a ningún acuerdo a nivel político».

EU y sus estados clientes

Según Zamora, el esfuerzo de un grupo de países: Contadora, el Grupo de Apoyo, Nicaragua, por lograr un acuerdo pacífico, quedó frustrado por el esfuerzo de Estados Unidos por impedir cualquier solución pacífica a la situación en Centroamérica, específicamente en Nicaragua.

«Por eso Sapoá fracasó, porque nosotros queríamos negociar directamente de actor a actor, es decir, Nicaragua-Estados Unidos, pero eso nunca fue posible, porque a Estados Unidos le interesó más siempre mantener la conversación a través de sus estados clientes: Honduras, Costa Rica y El Salvador, y su fuerza mercenaria que era la Contra, porque Estados Unidos jamás quiso la paz», indica.

Qué determinó el desarme

Zamora dice que lo que determinó el desarme de la Contra fue la derrota del Frente Sandinista en las elecciones de 1990, pero en esto nada tuvieron que ver, según él, los acuerdos firmados.

«En realidad, la paz en Nicaragua vino porque Estados Unidos había alcanzado su objetivo, que era desalojar a los sandinistas del poder, por lo tanto, a partir del 25 de febrero de 1990 la Contra era un estorbo y era preciso proceder a su desmantelamiento, pero eso fue con posterioridad a la entrega del poder, por eso es falso decir que el proceso de Esquipulas sirvió para algo, porque no sirvió para nada», opina.

Elecciones, la única salida

Agrega que la decisión de convocar elecciones en 1990 se da porque se considera que es la única vía a mano del gobierno sandinista de detener la guerra. «Anticipar las elecciones como única forma de poner fin a la sangría que sufría Nicaragua, nada tiene que ver con Esquipulas, señala.

Zamora indica que si los acuerdos no favorecieron a la Contra es porque no se puede olvidar que fueron «armados, entrenados, organizados y financiados por Estados Unidos».

«Eran un cuerpo mercenario en sentido técnico internacional, por lo tanto, no podía nunca estar en pie de igualdad con el Ejército Popular Sandinista, porque nunca puede estar en pie de igualdad la víctima y el victimario».

Zamora incluso cree que los campesinos e indígenas miskitos que se integraron a la Contra fueron «manipulados».

No había otra opción

«Estados Unidos utilizó a la Contra para destruir el proceso revolucionario nicaragüense, y cuando alcanzó su objetivo, la Contra perdió cualquier valor, se cerraron los fondos y se les mandó a la miseria.

Estados Unidos jugó sus intereses, les importaba un carajo Nicaragua. Nosotros sabíamos que eso (los acuerdos) iba a ser papel mojado, pero había que intentarlo con una situación con 15 mil hombres armados por Estados Unidos en el territorio de Costa Rica y Honduras, con la flota de guerra de Estados Unidos en el Caribe y en el Pacífico, con aviones espías de Estados Unidos haciendo cientos de vuelos sobre cielo nicaragüense, ¿qué íbamos a hacer? No teníamos opciones que explorar todas las vías para alcanzar la paz por más disparatada que sea».

De mercenarios a «gorras volteadas»

Sin embargo, Ferrey indica que luego de los acuerdos entraron a Nicaragua 22 mil campesinos, después de que toda la propaganda decía que eran guardias y mercenarios.

«La boca se les caía y la arrastraban cuando veían que eran campesinos ‘gorritas volteadas’, regresando con su familia desamparada y empezaron a encerrarse en champas de plástico en el monte. Entonces creo que ha habido una desigualdad muy grande: en julio de 1979, un montón de gente llegó a recoger el uniforme y el fusil que dejaba la guardia y se convirtieron en sandinistas de los pies a la cabeza; así hubo mucha gente que se aprovechó de la Resistencia, entonces ahora vos ves a diputados que se dicen ser comandantes y que nunca tuvieron la oportunidad de pasar por la acera dándole un abrazo cuando la gente de la Contra lo necesitaba realmente», señala Ferrey.

Los «gorrita volteada»

La dirigente relata que el único anhelo de los «gorritas voltedas» (aquellos que luchaban en la Contra pero no tenían rango de comandantes ni jefes de escuadras o batallones) era regresar a Nicaragua, recuperar a su familia, trabajar y vivir en paz.

«El pueblo de Nicaragua ha tratado de ignorar a la Contra, y creo que ha sido injusto», opina.

Para la líder demócrata cristiana, los acuerdos de paz allanaron el camino para las elecciones de 1990, «y esa fue la primera posibilidad que tuvieron los nicaragüenses de cambiar presidentes y jefes del Ejército sin un solo balazo».

«Esquipulas es un proceso que será difícil reeditar en Centroamérica. Creo que Esquipulas ha escrito en la historia de Nicaragua páginas de oro. Nunca me hubiera imaginado ver desfilar de la jefatura del Ejército a Humberto Ortega sin disparar un tiro, y ya hemos visto a cuatro jefes del Ejército irse», expresa.

El ocaso del FSLN

Ahora con la vuelta del Frente Sandinista al poder, Azucena Ferrey reflexiona: «A veces me pongo a pensar si con algunas actitudes del mismo Frente Sandinista no están cayendo en la estrategia de Reagan. Uno de los principales sueños de Reagan era que el Frente Sandinista se esfume de la región, desaparezca, y a veces pienso que el Frente trabaja para eso, porque en esta segunda oportunidad que se realice un cambio real, medible y cuantificable a favor del pueblo, se está quedando en la esperanza».

«Yo siento que el Frente en vez de consolidarse puede irse desmoronando al suave; muchos sandinistas están descontentos y yo no sé si la estrategia y la sombra de Reagan al fin va a triunfar y por sí mismo se van a caer, cuando no puedan ganar elecciones y no tengan un liderazgo que puedan consolidar».

Para Ferrey la Comisión de Reconciliación, si realmente se quiere hacer honor a Esquipulas, debería de montarse en los incumplimientos a los Acuerdos de Esquipulas y en ese sentido tendría un trabajo extraordinario.

«Apartando la figura del Cardenal, creo que debería ser conformada por gente menos partidaria y hay gente que puede aportar sin tener el sello partidario, eso le ayudaría enormemente al Cardenal Obando a abrir puertas, no sólo de parte del gobierno, sino también de la sociedad civil, porque todos tenemos una obligación con la gente que no ha logrado llenar sus aspiraciones», menciona.