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Las guerras justas de Obama

Fuentes: Rebelión

A propósito de la evocación de Barack Obama del concepto de «guerra justa» al momento de recibir el inmerecido y desprestigiado Premio Nobel de la Paz, es necesario recordar a V. I. Lenin en su análisis de la primera guerra mundial1 en el que establece algunos criterios generales para el estudio del conflicto bélico: a).- […]

A propósito de la evocación de Barack Obama del concepto de «guerra justa» al momento de recibir el inmerecido y desprestigiado Premio Nobel de la Paz, es necesario recordar a V. I. Lenin en su análisis de la primera guerra mundial1 en el que establece algunos criterios generales para el estudio del conflicto bélico: a).- condena las guerras entre los pueblos como algo bárbaro y feroz; b).- establece que cada guerra deberá estudiarse en su contexto y particularidad histórica; c).- distingue el lazo inevitable que une a las guerras con la lucha de clases en el interior de cada país; d).- reconoce la legitimidad, el carácter progresista y la necesidad de las guerras civiles que libran los oprimidos contra sus opresores, que más bien se adscriben en el derecho de los pueblos a la rebelión, la revolución y la resistencia; e).- emplea el término de «guerra justa», que según él fue una expresión introducida por W. Liebknecht, cuando se refiere a las guerras de liberación nacional, o por la «defensa de la patria» sólo en el caso de Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, que resisten a las grandes potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras; y f).- denuncia que las burguesías en sus guerras imperialistas manipulan los conceptos de «guerra defensiva», «defensa de la patria» o «guerra justa», para encubrir sus reales objetivos de repartirse el mundo y sojuzgar otras naciones.

Estados Unidos surgió como nación a partir de una guerra anti-colonial contra el dominio de la Corona Británica. A partir de este acontecimiento de singular importancia histórica, todas las guerras en las que ha participado este país, hasta la segunda guerra mundial, y después de ella, no han tenido la menor legitimidad: la guerra de exterminio y reducción de los pueblos indios que ocupaban el inmenso territorio despojado y expropiado a sus dueños originales; la guerra de 1812 contra Inglaterra, que fue un intento fracasado de anexión del territorio de Canadá a la Unión Americana; la guerra de conquista territorial (1845-1848) contra la joven república de México que logró la anexión de más de la mitad de su territorio buscada afanosamente por los «padres fundadores»; la guerra civil que determinó el rumbo industrial-capitalista de la explotación de las clases y pueblos oprimidos al interior de la nación; la guerra neocolonial contra España en 1898 en la que consiguió apoderarse de algunas de sus posesiones territoriales; de la cual derivó también la sangrienta guerra de ocupación contrainsurgente estadounidense en Filipinas de 1889-1913; la guerra imperialista (1914-1918) en que Estados Unidos incursiona por primera vez en Europa en la etapa final del conflicto; las numerosas intervenciones bélicas abiertas y encubiertas en América Latina como poder imperialista (en donde Sandino consiguió la primera derrota militar de Estados Unidos en la región utilizando la guerra de guerrillas); la guerra de Corea y Vietnam para contener la revolución socialista en esos países, por recordar algunos de los eventos más importantes.

Incluso, la participación de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, se llevó a cabo con la perspectiva de minar al máximo a la Unión Soviética, contener el avance de los comunistas en Europa, y establecer finalmente sus dominios imperiales en el ámbito mundial después de la derrota del eje Alemania-Japón-Italia.

Es necesario señalar la responsabilidad manifiesta de Estados Unidos, Inglaterra y Francia en el estallido de esta guerra, al estimular y permitir el rearme de Alemania, al solapar el crecimiento vertiginoso de sus fuerzas armadas y al invocar neutralidad frente a las agresiones fascistas en Etiopia en 1935, a España en 1936, a Austria y Checoslovaquia en 1938 y a Polonia en 1939. El anti-sovietismo y el anti-comunismo estuvieron presentes a lo largo de la contienda bélica y fueron un factor subyacente en la singular conducción de la guerra por parte de los aliados occidentales de la Coalición anti hitleriana. El retraso en la apertura del Segundo Frente hasta el año 1944, cuando ya el curso de la guerra se había definido en el frente soviético, y la sistemática política de las «acciones pequeñas», tenían por objeto lograr el desgaste e incluso la eventual derrota de la URSS. Durante el inicio y el desarrollo de la guerra, las clases trabajadoras integran la resistencia antifascista, esto es, la participación activa de los pueblos en la resistencia nacional y el peso de la Unión Soviética en la contienda, van cambiando la naturaleza misma de la guerra: de imperialista se transforma en una guerra popular, antifascista, cobrando de este modo el carácter de una guerra justa y necesaria hasta la derrota el eje nazi-fascista.

El «patriotismo estadounidense» se ha nutrido de una historia de genocidios, etnocidios, despojos y conquistas territoriales; se fundamenta en las nociones etnocentricas y racistas de «pueblo escogido» por «la providencia» para expandir su dominio sobre el continente, en su primera etapa, y después en el mundo entero; en el «destino manifiesto» que dio forma ideológica al expansionismo territorial; en el intervencionismo permanente y sistemático sobre América Latina; en la conquista de territorios más allá de sus fronteras continentales por la acción directa de sus marines. Su patriotismo implica la idea del «policía mundial» que vigila el cumplimiento de su ley y protege sus intereses y seguridad «nacionales» por encima de cualquier otro; se alimenta de los mitos de «salvadores del mundo» propalados por la propaganda cinematográfica; los incansables Rambos matando comunistas, y ahora «terroristas», en nombre de la justicia, la democracia y la libertad.

Otorgar el Premio Nobel de la paz a un comandante en jefe de matones y picópatas es grotesco e inconcebible y no tiene justificación alguna. Obama ha incrementado el número de tropas en Afganistán, ampliado su intervención en Pakistán, amenazado a Irán y sofisticado la guerra de ocupación en Iraq ahora con la profundización de la ayuda de antropólogos mercenarios que indican las rutas culturales para romper las redes de la resistencia y comprar a iraquíes que maten a iraquíes; ha apoyado el golpe militar en Honduras con malicia e hipocresía; ha sostenido el bloqueo contra el pueblo y el gobierno de Cuba; ha continuado con la ocupación de Colombia a través de bases militares que amenazan a Venezuela y a Bolivia; todo ello, justificado por el derecho a llevar a todos los confines del mundo «la guerra justa y necesaria»… para las corporaciones capitalistas de Estados Unidos.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.