El último día de febrero pasado se cumplió el quinto aniversario del Golpe de Estado en Haití -29 de febrero del 2004. Desde entonces Haití ha resistido la intervención de los Estados Unidos, Canadá y Francia, y de la MINUSTAH (Naciones Unidas). La prensa menciona a Haití muy poco. Canadá se vanagloria frecuentemente por su […]
El último día de febrero pasado se cumplió el quinto aniversario del Golpe de Estado en Haití -29 de febrero del 2004. Desde entonces Haití ha resistido la intervención de los Estados Unidos, Canadá y Francia, y de la MINUSTAH (Naciones Unidas). La prensa menciona a Haití muy poco. Canadá se vanagloria frecuentemente por su papel de «moderador» pero ha tenido responsabilidad directa en el golpe de estado del 2004 en Haití. No quedan ya dudas de la naturaleza del golpe de estado, pero si de las razones por la que Aristide fue removido.
«El presidente Aristide, como el mismo ha comentado, fue privado ilegalmente de su libertad por agentes de los Estados Unidos armados, que lo raptaron, colocaron en un avión y lo transportaron por la fuerza de su país a Africa.» (ACHR Comisionado Explicando la votación en un Reporte sobre Haití, marzo 2008 –www.haitisolidarity.net)
Aquel 29 de febrero tropas canadienses auxiliaron a las americanas asegurando el aeropuerto principal de Haití mientras estas raptaban al presidente y lo sacaban del país. Pronto son involucradas las Naciones Unidas con la pretensión de una intervención multinacional en «beneficio de los haitianos» y con responsabilidad compartida en las violaciones de derechos humanos que allí tuvo lugar.
«Inmediatamente después, fuerzas de ocupación se pusieron de acuerdo y apoyaron a las fuerzas de las Naciones Unidas -conocidas como MINUSTAH – que entraron el territorio haitiano. Las fuerzas de ocupación no pueden decir que no fueron parte de lo que ocurrió en Haití. Haití era territorio ocupado. ¿Quien es responsable de las violaciones de los derechos humanos (que se producen) durante una ocupación?» (ACHR Comisionado Explicando la votación en un Reporte sobre Haití, marzo 2008 –www.haitisolidarity.net)
Las razones del golpe pueden ser materia de especulación. Francia y sus intereses en el área, Martinica y Guadalupe. Los Estados Unidos y el odio de los republicanos a Aristide -un odio obsesivo y racista. Canadá y los posibles contratos en beneficio de compañias canadienses, un idioma común, y creciente complicidad en aventuras imperialistas comunes.
Canada en Haití
Canadá plantéa la doctrina «responsabilidad de proteger» por la cual guerras ilegales se justifican transformadas en «intervenciones humanitarias» -racionalización predilecta del imperialismo mundial (excusa recientemente mencionada con respecto a México descripto como país «ingobernable» en conexión con el narcotráfico). Canadá convoca al encuentro en Meech Lake el 2003 donde se decide reemplazar al presidente Aristide por un gobierno títere. Canadá contribuye directamente al golpe de estado con fuerzas militares y con 500 tropas de ocupación protegiendo al régimen títere ilegalmente instalado. Canadá, su Real Policía Montada (RCMP), entrena a la policía nacional de Haití en tácticas de asalto, que luego son empleadas contra activistas en lucha por la democracia haitiana. Canadá favorece ajustes estructurales neoliberales que destruyen la economía haitiana. Canadá usa fondos de asistencia internacional para el desarrollo como arma, primero reduciendo la ayuda con lo que contribuye a crear en Haití la condición de «estado fracasado» usada mas tarde para justificar el Golpe. Segundo, y una vez instalado el regimen títere, Canadá aumenta esa ayuda financiera apoyándolo y le presta adicional ayuda financiera y administrativa, a través de CIDA, para reformar el sistema judicial -colaborando a que el régimen de Gerald Latortue mantenga control del poder mientras arresta haitianos arbitrariamente. Canadá reconoce el regimen títere de inmediato, y contribuye a encubrir sus excesos de violencia. Canadá financia el proceso electoral tutelado que instala a Rene Preval el 2006 -para ese entonces a Canadá le preocupaba la «democracia» en Haití. Muy especialmente, Canadá se asegura de que compañias canadienses obtengan jugosos contratos para la «reconstrucción» de Haití, mientras contribuye a la privatización del sector público de ese paìs (Coalición para Oponerse al Tráfico de Armas -Coalition to Oppose the Arms Trade, COAT, marzo, 2007, coat.ncf.ca).
Latinoamericanos y MINUSTAH
Para junio del 2004, unos meses después del golpe, aparecen en Haití los cascos azules funcionando bajo MINUSTAH y contando con unos 7000 soldados, 1800 fuerzas policiales, 500 civiles pero apenas 20 oficiales de derechos humanos. A cargo de estas fuerzas esta el general brasileño Augusto Heleno Ribeiro Pereira. La misión involucra a varios países latinoamericanos, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Peru y Uruguay. Entre ellos hay varios considerados «progresistas» e incluso algunos autodenominados «socialistas». Las acusaciones públicas de violaciones de derechos humanos comienzan a emerger a pesar del olvido; el general Ribeiro Pereira declara que es presionado por Canadá, Francia y los Estados Unidos para que se obtengan «resultados» y para que se use la violencia. La élite haitiana también presiona, entre ellos están Reginald Boulos, Charles Henry Baker y Andy Apaid, que piden se de cacería a los «bandidos» (nombre que los ricos dan a los simpatizantes de Aristide). El futuro probaría que la presión era real, el general Teixeira de Matta Bacellas, sucesor de Ribeiro Pereira, se suicida después de una acalorada reunión con Reginald Boulos (presidente de la Cámara de Comercio de Haití). Cada campaña de presión de la élite haitiana anticipa una masacre en barrios pobres de Port-au-Prince (donde Aristide es popular).
El ejercito brasileño tiene su propia y extensa historia de violaciones a los derechos humanos. Los militares brasileños dan un golpe de estado contra su presidente Joao Goulart en 1964, incitados y apoyados por los Estados Unidos. A partir del golpe se encargan de exportar sus «técnicas de tortura» a Latinoamérica (en los 60 y 70). La MINUSTAH incluye además fuerzas militares de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, paìses todos involucrados en la famosa Operacíon Condor, en la que fuerzas militares y paramilitares se unen, a instancias de Chile, para dar cacería a latinoamericanos de la oposición. Operación Condor funciona a partir de 1975 y aunque su existencia se mantuvo en secreto, su existencia durante el período más negro de la historia sudamericana se descubre a partir de 1992. Operación Condor incluye el secuestro, tortura y asesinato de prisioneros políticos de los varios países involucrados en el pacto. El juez paraguayo José Agustín Fernández descubre, en Asunción del Paraguay y posterior al derrocamiento del dictador paraguayo Alfredo Stroessner, una pieza llena de documentación que prueba su existencia. Fernández estaba cumpliendo un levantamiento de información relevante a la detención de Martin Almada, prisionero político paraguayo. Brasil fue un invitado en Operación Condor. La realidad del pasado de violaciones de derechos humanos de las fuerzas militares latinoamericanas involucradas en MINUSTAH no pude ser secreto para nadie. Esas mismas fuerzas fueron mandadas a Haití para servir de pantalla al golpe militar que Estados Unidos, Francia y Canadá perpetraron y para colaborar con los designios funestos de Gerald Latortue, un funcionario más americano que haitiano.
Derechos Humanos: Violaciones
En agosto del 2006 dos investigadores de la Escuela de Trabajo Social de la Wayne State University, Athena Kolbe y Royce A. Hutson, publican en el Lancet una investigación que estima «seria» la frecuencia y severidad de los abusos a los derechos humanos en Haití desde el secuestro y expulsión de Aristide. El estudio estima que unas 8000 personas han sido asesinadas en el gran Port-au-Prince entre febrero 2004 y diciembre 2005. Casi la mitad de los autores de estos crímenes son fuerzas del gobierno o actores políticos externos. El asalto sexual de mujeres y niñas se estima como «común»; los resultados sugieren que 35.000 mujeres fueron victimizadas y más de la mitad de ellas eran niñas (menores de 18 años). Los mas comunmente identificados autores de los asaltos sexuales son criminales comunes, pero, notablemente, oficiales de la Polícia Nacional de Haití son identificados como responsables en el 14% de los asaltos sexuales y grupos armados contrarios a Lavalas de un adicional 11% de ellos (www.thelancet.com).
Kolbe y Hutson estiman unas 13.000 detenciones o arrestos por parte del gobierno, 11.000 secuestros o detenciones extrajudiciales, 21.000 asaltos físicos y mas de 70.000 amenazas de violencia física, sexual y de muerte (www.thelancet.com). Debido a la publicación de esta investigación, Athena Kolbe recibe amenazas de muerte e insultos, la amenazan por teléfono diciéndole «perra, que debería morir» y la acusan de ser «Lavalas chimere,» (simpatizante) por lo que le prometen «una muerte dolorosa» (www.zmag.org/znet/
Pero los investigadores no están solos en reconocer el abuso a los derechos humanos que se está dando, la Comision de los Derechos Humanos confirma las violaciones en Haití en su reporte de marzo 2008 diciendo: » las fichas dormidas en la Comisión denuncian actos barbáricos cometidos por MINUSTAH y el papel de esta fuerza de ocupación en casos de violencia sistemática. Se sabe categoricamente que las fuerzas de ocupación apoyaron a quienes cometieron persecuciones, secuestros, tratamientos crueles y degradantes, privación ilegitima de la libertad, y completo desprecio por la integridad física, mental y moral de las personas que quedaron desprotegidas de sus garantías para ejercitar sus derechos. En otras circunstancias, la Comisión ha sido notificada que las fuerzas de ocupación no actuaron para prevenir la comisión de esos actos. «
Y agrega: «Era conocimiento público que durante la ocupación la población vivía en terror, con mujeres, hombres, niños y adolescents -en suma el pueblo de Haití- viviendo sus vidas en condiciones infrahumanas: sin acceso a agua potable, alimentos, vivienda y provisiones mínimas para la satisfacción de sus necesidades básicas. La Comisión misma supo lo que estaba sucediendo y sobre la persecusión desatada contra sectores políticos, como el partido LAVALAS. Había información sobre las ejecuciones extrajudiciales y las massacres que tuvieron lugar en los distritos de Port-au-Prince, como Bel-Air, Cite Soleil, Delmas, Fort National, Grand Ravine, y Martissant, y otros.» (www.haitisolidarity.net)
El general Ribeiro Pereira renuncia en conexión con la massacre de Julio del 2005. Asume su cargo el general Teixeira de Matta Bacellar que se suicida un año después. Lo sigue un tercer general brasileño, Carvalho de Siqueira, quien toma el mando hasta septiembre del 2007, y es remplazado por un civil, Hedi Annali.
Haití
Yves Engler, escritor y activista canadiense responsable de tirar pintura roja sobre el entonces ministro de Asuntos Extranjeros, Pierre Pettiegrew , habla de las lecciones que Haití enseña. La primera, dice, es que las «fuerzas de paz» pueden ser usadas para dar las más brutales guerras de clase. En Haití, estas «fuerzas de paz» han apoyado a la Policía Nacional en violentos asaltos sobre comunidades pobres y pacificos manifestantes, y participaron directamente en asaltos sobre vecindarios pobres durante la «campaña pacificadora.» Las redadas más terribles ocurrieron en enero 6 del 2005 y diciembre 22 del 2006, juntas dejaron 35 civiles muertos y docenas de heridos en Cité Soleil. Después, en abril del 2008 las mismas «fuerzas de paz» sofocan levantamientos debidos al aumento contínuo del precio de los alimentos asesinando a varios manifestantes. (Lecciones de Haití -Lessons of Haiti, www.rabble.ca)
Otra lección, dice Engler, es que las organizaciones no-gubernamentales (ONGs) aunque se auto-proclaman progresistas pueden actuar como brazo del imperialismo en cualquier momento. Haití, dice, es una sociedad dependiente de las ONGs -se estima tiene el mayor número de ONGs por habitante y que la mayoría de los servicios sociales del país están en manos de ONGs nacionales y extranjeras. Fueron organizaciones no-gubernamentales quienes, junto a la Administración Bush, a Ottawa y a un puñado de matones armados, se unieron para remover al gobierno democráticamente elegido de Haití el 2004. Grupos como «Desarrollo y Paz-Development and Peace», «Derechos y Democracia- Rights and Democracy», «Oxfam Québec», «Alternatives», piden la intervención con la excusa de «proteger los derechos humanos» pero durante la ocupación ignoran o niegan el masivo aumento de violaciones a los derechos humanos que ocurre (Lecciones de Haití-Lessons of Haiti, www.rabble.ca).
«Alternatives» (de Québec) es un buen ejemplo de la actitud colonial reinante, dice Engler, pues publicamente dice: «En un país como Haití, en el que la cultura democrática nunca ha prendido, el concepto de bien común y el significado de elecciones y representación se limitan a las élites educadas, y en particular a aquellos quienes han recibido educación ciudadana dentro de los movimientos sociales.» Lo que asume que los haitianos no saben lo que es bueno para ellos mismos a menos que hayan sido «educados» por una ONG foránea.
Aunque en Canadá pocos cuestional las ONGs, en Haití (y crecientemente en el Tercer Mundo) son muy criticadas. Engler plantéa que la mayoría de los canadienses «progresistas» ven a las ONGs como parte de la solución al problema de la pobreza, pero los haitianos las ven en conexión a que apoyaron el golpe de estado contra Aristide, su presidente legítimo. Y agrega que el periódico haitiano Haiti Progrès ha llamado a las ONGs «mafia» y que en febrero 5 el actual presidente de Haití, René Préval, pide que Washington no envie su ayuda a través de las ONGs. La desconfianza sobre las ONGs aumenta en el Tercer Mundo – «florecen» con la pobreza pero no la resuelven y muchas veces favorecen ajustes estructurales que la acrecentan.
También se desconfía crecientemente de los «progresistas» en Latinoamérica, ya que varios gobiernos que se identifican como tal implementan políticas neoliberales y maltratan a los pobres y las minorías igual que la derecha. Además varios de ellos no han tenido problema en participar con MINUSTAH y contribuir a la opresión y violación de los derechos humanos de los pobres haitianos. Brasil bajo Lula es un buen ejemplo de esto en particular porque ha estado incluso a la cabeza de MINUSTAH. Se ha dicho que Brasil busca un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por lo que vendió su alma al diablo, venta inutil porque tampoco lo obtuvo.
Raul Zibechi, periodista uruguayo, argumenta que hay más que eso. Sorprende, dice Zibechi, que la misma izquierda latinoamericana que ha denunciado las guerras imperialistas en Irak y afganistán con razón, no cuestione el genocidio en Haití (y peor, sea parte de él). Lo que sucede en Haití, argumenta, es una «guerra contra los pobres,» que tiene paralelo (en cuantos a las actividades de los militares) con la guerra que muchos soldados latinoamericanos han sostenido en distritos pobres de sus ciudades -por ejemplo en las favelas en Brasil. Guerras que comparan a la que dan contra los pobladores pobres de Cite Soleil en Haití.
El diputado brasileño Marcelo Freixo, explica Zibechi, argumenta que las favelas son un espacio público ocupado por un enemigo público -en el que el desorden y la inseguridad se han vuelto total ausencia de derechos, «un enorme tanque militar apuntando a la comunidad.» El pobre visto como enemigo, deshumanizado, facilita que se le maltrate o asesine. Pero, argumenta Zibechi, criminalizar a los pobres no es solo un problema para los pobres, es también un problema para la izquierda, porque una izquierda «manchada con la sangre de los pobres deja de ser izquierda» (Let’s all stand with Cite Soleil, www.haiti.solidarity.net).
Me parece que Zibechi pone en el mismo saco a progresistas e izquierdistas. Frecuentemente, los progresistas son izquierdistas hasta que asumen el poder, prometen cambios y el fin de la opresión, pero una vez en el poder traicionan los programas de izquierda, y niegan responsabilidad por su traición culpando a la izquierda y acusándola de ser muy «radical» o de ser «dinosaurio» y quedarse «estancada en el pasado.» Cambia, todo cambia, como diría Mercedes Sosa.
Personalmente, fue triste comprobar que el gobierno «progresista» de Uruguay seguiría también este padrón, emulando desesperadamente a los chilenos. Y sin embargo no faltaron los activistas uruguayos que denunciaron estas traiciones. Eran la izquierda uruguaya, la verdadera. ¿Por qué? Porque seguía el programa en favor de la gente, en vez de apegarse a las «personalidades progresistas» que lo traicionaron. Al final el asunto sigue siendo el mismo: ser o no ser. Es otra lección que nos ha dado con gran costo Haití: ni Cuba ni Venezuela son parte de MINUSTAH porque lo tienen claro.