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Las ONG, ¿mano ejecutora del filantrocapitalismo?

Fuentes: Crónica Popular

No hemos salido aun de la prehistoria. Cuando Marx hizo esta afirmación, intuyó de forma magistral algunos de los procesos que enfrentamos en la actualidad. Somos prehistoria de un tiempo que se define como postmodernidad. El Neoliberalismo impone por doquier sus soluciones. Frente al azote de la desigualdad que genera, inventa el denominado filantrocapitalismo y […]

No hemos salido aun de la prehistoria. Cuando Marx hizo esta afirmación, intuyó de forma magistral algunos de los procesos que enfrentamos en la actualidad. Somos prehistoria de un tiempo que se define como postmodernidad. El Neoliberalismo impone por doquier sus soluciones. Frente al azote de la desigualdad que genera, inventa el denominado filantrocapitalismo y potencia las ONG.

Occidente ama a las ONG porque nos hacen sentir que se puede arreglar el mundo. Lo único que tenemos que hacer es realizar una donación: con 10 o 20 euros, podemos acallar nuestra conciencia, podemos sentirnos solidarios. La pobreza y el hambre no son un «accidente del sistema» sino la consecuencia del mismo. Es una realidad estructural. Asistimos a una crisis global. Una crisis posmoderna donde el mercado global se queda pequeño frente a la demanda planetaria.

ONG ¿cuántas son y cuál es su papel?

El Capitalismo Neoliberal de raíz anglosajona, como describe Ha-Joon Chang e Ilene Grabel [1], pretende imponer sus soluciones a una crisis que ya es planetaria. Aunque hace múltiples propuestas, sólo analizaremos dos: la primera, como hemos señalado, fue crear las Fundaciones filantrópicas https://www.cronicapopular.es/2019/05/las-fundaciones-filantropia-neoliberal-esa-cosa-llamada-sistema/ https://www.cronicapopular.es/2019/05/las-fundaciones-ii-el-mejor-negocio-del-mundo-o-la-gran-marana-de-la-industria-de-la-educacion/; y, la segunda, como correlato de la primera, la creación, compra o utilización de multitud de ONG.

El capitalismo Neoliberal pretende así ocultar el nivel de riqueza, tan obsceno como insultante que ha alcanzado, disfrazándolo de «altruismo social». Esta forma de actuar le permite generar formas de penetración y control político sobre los Estados (a través de sus inversiones) sin necesidad de someterse al arbitrio de las urnas. Hoy, algunas fundaciones, que por su volumen superan en presupuesto al de muchos países juntos, diseñan la política nacional e internacional fuera del control democrático

Existen cientos de miles de ONG en el mundo (se habla de 10 millones). En EEUU, operan un millón y medio. En América Latina son cerca de un millón y es, paradójicamente, uno de los continentes con mayor desigualdad social. En Rusia, 277.000. En India, más de 2 millones, según los últimos datos, siempre difíciles de contrastar. El «humanitarismo neoliberal» o lo que nosotros calificamos como «filantrocapitalismo» es un enorme negocio que genera alrededor de 150 mil millones de dólares anuales.

Describir el mundo «humanitario» es una labor hercúlea. La indefinición de sus propios objetivos y su tipología las hacen difíciles de clasificar. Son cientos de miles, no son iguales y tienen, en general, intereses, objetivos y métodos de actuación diferentes. Un análisis más profundo cuestiona gran parte de esa aureola que intencionadamente se ha creado a su alrededor.

No podemos definirlas de forma genérica. Algunas cumplen roles de denuncia política y ayuda humanitaria legítimas y necesarias; otras, por el contrario, están al servicio de las corporaciones económicas. Otro grupo se transforma en brazos ejecutores de la política internacional de los Estados. Y muchas responden a los intereses espurios de las «fundaciones filantrópicas», auténtico poder en la sombra del Neoliberalismo. En realidad, y es lo que constatamos, el primer tipo de ONG, las que cumplen el papel de denuncia social, sirve de coartada a la existencia de las segundas, las que están al servicio de fundaciones y los Estados.

¿Cómo podemos identificarlas?

Aunque como decimos su clasificación es casi inabarcable, haciendo un ejercicio de síntesis, podríamos identificarlas por lo que dicen que no son (no son gubernamentales) aunque este calificativo no es del todo cierto. Gran parte de su financiación procede de los propios Estados o instituciones ligadas directamente con los gobiernos. La USAID, por ejemplo, depende de los fondos proporcionados por el Pentágono. La AECI española está ligada directamente al Ministerio de Asuntos Exteriores. A través de esta «organización humanitaria» se vehiculan las subvenciones que reciben otras ONGD más pequeñas que realizan las intervenciones en las zonas previamente definidas por el gobierno de turno.

Aunque las ONG hacen gala de su independencia y publicitan esa característica como un «marchamo de honestidad», tampoco es del todo cierto. En las ONG grandes, las fundaciones filantrópicas, que son las grandes donantes, exigen la participación de representantes en el Comité ejecutivo de turno. En el caso español, muchas ONG están ligadas al ámbito religioso, caso de Manos Unidas, que declaran explícitamente ser católicas, o Cáritas, cuya función, aprovechando la ayuda humanitaria, es evangelizadora. Otras ONG, aunque hacen gala de su independencia ideológica dependen de organizaciones políticas o sindicales como (Faes, Fundación Largo Caballero, Paz y solidaridad…)

Podríamos definirlas por su carácter no lucrativo. En el mundo anglosajón, se utiliza el apelativo de non profit organization. Se distinguirían, así, de otras organizaciones que buscan beneficios económicos para sus inversores. Tampoco es del todo correcto. Si bien muchas ONG no reportan beneficios, sí es cierto que crean una burocracia administrativa importante que en muy poco se diferencia de la empresa «normal».

Los escándalos de algunos dirigentes de ONG, que viven con todo lujo, es un tema común en los diarios. A otro nivel, también es un tema controvertido puesto que algunos donantes (por ejemplo, la Fundación Bill y Melinda Gates) piden la devolución de los préstamos con los intereses correspondientes. El caso más sangrante han sido las donaciones de Zuckerberg (Facebook),que han sido vehiculadas no como fundación altruista sino como Sociedad de responsabilidad limitada (LCC en inglés) lo que permite gestionarla como una empresa privada más y, si dona algo a beneficencia, se le descuenta de los impuestos que habría de pagar al fisco.

Otras ONG contratan, con sueldos astronómicos, a comunicadores cuya divisa es la máxima eficiencia en la recogida de fondos. No dudan en aplicar los mismos métodos publicitarios a las ONG que a empresas clásicas de inversión. Otras, como la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional), financian ONG bajo la premisa de que éstas han de dedicar sus proyectos a las zonas señaladas por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Así, una organización humanitaria depende orgánicamente de ese Ministerio y queda vinculada a través de la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica (SECIPI). Su función, como hemos dicho, es gestionar la política española de cooperación internacional. Por ejemplo, bajo la presidencia de Aznar, la AECID acabó apoyando el golpe de estado fallido contra Hugo Chávez; en la actualidad, esta misma organización ha donado 2,5 millones de dólares a diversas ONG , a través de la OEA (Organización De Estados Americanos) en una clara injerencia contra el gobierno de Nicolás Maduro.

En general las ONG no plantean ninguna alternativa al sistema, siguen sus reglas al «competir» en el mercado de las subvenciones públicas y privadas, mientras que en el fondo no dejan de ser unos «funcionarios» de un estado que no quiere cumplir con sus responsabilidades. Son los estados los que deberían asumir el papel de estas organizaciones; sólo así se aseguraría el escrutinio y el debate público. El impacto de las ONG ha sido muy negativo en el desarrollo de movimientos sociales autónomos, desmovilizando a grupos y asociaciones al reemplazar a sus líderes naturales por coaptación.

El Banco Mundial y las ONG

Aunque han existido desde el Medievo, el auténtico protagonismo de las ONG se produce a partir de 1982. En ese año, el Banco Mundial (BM), que promueve la puesta en práctica de la liberalización económica (proceso conocido como «capitalismo por desposesión» [2]) decide convocar a las ONG para estudiar su papel en el proceso. Se sabe que la puesta en práctica de la «liberalización económica-privatización» generará enormes impactos sociales y afectaría a la mayor parte de los países.

Evidentemente, no eran razones humanitarias las que empujaban al Banco Mundial; era preciso amortiguar de alguna forma el enorme impacto social. Era necesario ocultar el rostro del capitalismo neoliberal y difuminar la capacidad de respuesta de las poblaciones afectadas. La importancia de estas organizaciones fue creciendo de tal forma que, en 1988, el Banco Mundial pasó a integrarlas en su organigrama de trabajo [3].

A estas organizaciones se les atribuyen varias ventajas sobre los organismos estatales. El primero es la supuesta capacidad para movilizar recursos con rapidez. El segundo, el alto grado de motivación personal y, como consecuencia, el coste reducido de sus actividades. Todo esto está aún por demostrar aunque, en la medida que las ONG se desarrollan, el capitalismo neoliberal que pretende reducir el Estado se siente cada vez más cómodo. El ‘pensamiento único’ persigue, al reducir las funciones y obligaciones de los Estados, traspasar sus responsabilidades a la denominada «sociedad civil». Se consigue la despolitización de la ciudadanía y que los ciudadanos dejen de cuestionar las acciones de sus gobiernos, puesto que todo queda en medio de la nebulosa de la solidaridad. Se pretende de esta forma que la «sociedad civil» se encargue de paliar los efectos de la privatización de los servicios públicos básicos. El ‘boom’ de las ONG forma parte de este envite y cumple con esos objetivos.

No debemos caer tampoco en la generalización. Hay ONG y colectivos de ayuda mutua o desinteresada que cumplen un papel esencial en la denuncia de las causas de la pobreza y la guerra, pero, desgraciadamente, son pocas y, sobre tod, raramente son convocadas por los «medios» para explicar sus posiciones y, menos aun, reciben ayudas estatales.

El capitalismo del desastre, las ONG, Fundaciones y privatización

En octubre de 1998, el huracán Mitch asoló toda América Central. La tragedia fue de enorme magnitud y países y sociedades muy pobres cayeron en la desesperación más absoluta. La ayuda humanitaria, que era «altruista» según se dijo, se convirtió en un eslabón más de una larga cadena de dominación. Semanas después de la terrible catástrofe, el Congreso hondureño, uno de los países más afectados, permitió la privatización de los aeropuertos, los puertos, las carreteras, la telefonía estatal, la compañía nacional del agua y se eliminaron las leyes de la reforma agraria. Otros países siguieron su ejemplo: Guatemala, Nicaragua.

El desastre humanitario se ha convertido en una enorme fuente de negocio, tanto a nivel político como económico. El 5 agosto de 2004, el presidente Bush decidió crear la Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y Estabilización. Su objetivo era reconstruir una veintena de países que, curiosamente, no habían sido «destruidos» ni necesitaban ayuda humanitaria. Naomi Klein lo define de forma gráfica: «un gobierno fiel a la destrucción preventiva perpetua ahora tiene una oficina estable para la reconstrucción preventiva.»

El auge de esta forma de capitalismo depredador, el «capitalismo del desastre», utiliza básicamente la desesperación creada por una catástrofe para acometer una ingeniería radical, social y económica de enorme magnitud. En 2005, el huracán Katrina asoló las costas de Nueva Orleans causando una auténtica devastación que fue aprovechada por las organizaciones privadas encargadas de la reconstrucción para acabar con la educación pública e imponer las Charter Schools, un sistema totalmente privado que se mantiene hasta hoy. El tsunami de Sri Lanka, en 2004, acabó entregando los recursos del mar y la costa a corporaciones extranjeras ligadas al turismo, con la inestimable ayuda de las ONG y los marines de Estados Unidos.

Después de una catástrofe, los gobiernos hacen lo que sea para obtener ayuda en dólares, incluso si eso significa acumular deudas impagables. Así, los países, véase el caso de Haití, se convierten en Estados con «soberanía limitada»: tras el terrible terremoto del 12 de enero del 2010, se produjo el desembarco masivo de ONG bajo el amparo de 5000 «marines» que controlaron el país. Una de las organizaciones más activas fue la Iglesia de la Cienciología, con sus figuras mediáticas al frente (Tom Cruise o John Travolta, entre otros). La Iglesia de la Cienciologia es una auténtica multinacional de la religión; de ella dependen multitud de ONG que desarrollan importantes campañas contra el aborto, la contracepción y el matrimonio homosexual.

Afganistán es otro ejemplo de manual. La ayuda proporcionada al país, después del ataque norteamericano, permitió la privatización de toda la asistencia sanitaria: los fondos del ministerio de sanidad fueron dirigidos hacia las ONG que llevaron sus dispensarios privados de salud; lo mismo pasó con el sistema de agua, telecomunicaciones…

Para que el método sea admitido, se precisa de la participación de los «mass media» Las fundaciones juegan ahí un papel enorme. Sus inversiones en el campo de la comunicación son imprescindibles, permiten acallar la respuesta política progresista desviándola hacia el «buenismo humanitario».

Se pretende generar una nueva ética y nuevas fuentes de legitimación social. La repetición constante del drama humanitario consigue generar en el consumidor de imágenes un distanciamiento complaciente: «la guerra es cosa de países atrasados, de dictadores y masas fanatizadas, de religiones oscuras…». Armados de esa superioridad moral (que tiene un mucho de étnica), se impone el impacto emocional que permite redirigir las voluntades hacia espacios sociológicamente controlados. Los «medios» intervienen generando una visión «políticamente correcta»: se centrarán en el drama de los refugiados en alta mar, pero olvidarán intencionalmente, los responsables de la tragedia.

Por ejemplo, nos hicieron creer que Gadafi era un tirano cruel. Así que algunos reputados «intelectuales de derechas», pero también muchos de la «izquierda postmoderna», pontificaron sobre la bondad de unas supuestas «primaveras árabes». Mientras el presidente libio era sodomizado con una bayoneta, se preparaban las avalanchas de refugiados que revientan las costuras de una Unión Europea que ya agoniza. La risa sardónica de Hillary Clinton aún resuena en las arrasadas calles de Sirte. En 2016, en la revista Global Research, Vanessa Beeley puso nombre a esta nueva forma de guerra. La definió como: «El frente humanitario». Intelectuales venezolanos la habían descrito con anterioridad, analizando los documentos oficiales de la guerra sucia contra Venezuela producidos por las oficinas de inteligencia del Pentágono.

Los grandes donantes

Como hemos venido señalando, las conexiones entre el «altruismo filantrópico» y los gobiernos son muy estrechas. La financiación procedente, directa o indirecta, de las administraciones sería uno de estos nexos, el otro el espacio político que comparten. Es un proceso acelerado. Vemos actualmente como esas organizaciones marcan la agenda política de los gabinetes. En ocasiones, es casi una relación simbiótica. Poco a poco, como hemos explicado, las fundaciones toman el control de zonas, antes propias y exclusivas, de la gobernanza nacional e internacional de los países. Promueven, a través de los medios que controlan, intervenciones en unas u otras direcciones. Utilizan los recursos estatales, incluidos los ejércitos nacionales si es preciso, para asegurar sus intereses.

La experiencia exitosa de estas organizaciones ha provocado que organismos estatales hayan mutado, al menos para el gran público, en organizaciones «humanitarias (ONG)». Dos de los casos más notables son la USAID y la NED (National Endowment for Democracy (NED).

La USAID (la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional)

La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) es una agencia federal independiente creada en 1961. Está organizada en torno a nueve oficinas especializadas, una de las cuales se dedica a la «promoción de la democracia». Por una parte, financia a organizaciones extranjeras que llevan a cabo proyectos democráticos en sus países y, por la otra, a otras ONG estadounidenses para que pongan en marcha sus propios proyectos relacionados con la democracia.

En general, la intervención de esta «ONG» ha consistido, en los lugares donde ha realizado una labor «humanitaria», en imponer la privatización de los servicios básicos como en Irak o Haití. Uno de los casos más sangrantes fue el caso peruano. La USAID aportó 35 millones de dólares en 1990 a Alberto Fujimori con el objetivo de reducir la pobreza, pero las recetas neoliberales que promovió la «ONG» provocaron el hundimiento económico del país y su miseria. Como no pudieron reducir la pobreza, decidieron reducir el número de pobres y esterilizaron de forma forzosa a 300.000 mujeres indígenas.

Para EEUU, la intervención «humanitaria» representa un gran negocio, puesto que obliga a abrir los mercados a los productos «made in USA». Según reconoce la propia USAID, los retornos económicos de sus inversiones superan el 80% de las donaciones. Se crean miles de puestos de trabajo «humanitarios» que están dotados de grandes fondos públicos y privados al servicio de los intereses de donantes como Rockefeller, Soros, Gates, Ford y Omidyar (eBay).

Afganistán fue durante años el principal receptor de las ayudas de EEUU y fue, con Haití, el paraíso del «oenegedeismo» que funcionó en paralelo a la invasión norteamericana. Al mismo tiempo que las tropas tomaban la capital, desembarcaron en Kabul cientos de ONG, muchas «expertas en género». Tenían que salvar a la mujer afgana aunque fuera a golpes de Napalm. La USAID destinó 216 millones de dólares en 2018 para empoderar a 75.000 mujeres y algunas ONG incluso llegaron a crear revistas específicas para mujeres, ¡¡¡en inglés!!!. Según el Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán, sólo se empoderaron a unas 50 personas y el dinero de los contribuyentes se esfumó.

Otro país «intervenido» fue Venezuela. Según WikiLeaks, esta organización norteamericana ha financiado a ONG contrarias al gobierno venezolano desde que Chávez alcanzó el poder en 2002.

En 2014, la USAID tuvo que abandonar Ecuador. Después de que el presidente Rafael Correa les diera el ultimátum: «Vamos a evaluar el rol de la USAID, a poner líneas de acción muy claras, y, si no las quieren cumplir, que les vaya bonito, vayan a ayudar no más a otros países«, Correa acusó a la USAID de destinar 4,3 millones de dólares a un Proyecto de Fortalecimiento Democrático, que, en realidad, buscaba desestabilizar a gobiernos electos democráticamente. Esto se tradujo en que el grupo Pachakutik, financiado por la USAID y NED, apoyaran el intento de golpe de Estado contra Correa. De la mano del nuevo presidente, Lenin Moreno, la USAID ha vuelto a imponer sus intereses en Ecuador.

Un año antes y en el país vecino, Bolivia, el organismo había sido expulsado acusado de intromisión en los asuntos del país. En los últimos 50 años, la USAID había gastado 2 mil millones de dólares en ayuda y cooperación y el país seguía teniendo unos índices de desarrollo terriblemente bajos. Según el gobierno de Evo Morales, entre 2005 y 2006, la USAID dirigió el 75% de su esfuerzo financiero a apoyar a grupos separatistas que pretendían provocar la secesión incluso de forma violenta del resto del país, como se vio más tarde.

La NED. (National Endowment for Democracy)

La NED ha sido definida como la vitrina legal de la CIA. Fue fundada en 1983 por Ronald Reagan y contó, desde el primer momento, con el apoyo de Margaret Thatcher (en realidad, el proyecto era muy anterior porque se trabajaba desde hacía años en la idea). De hecho, nace porque se privatiza la CIA. Esta organización había sido acusada de múltiples escándalos y era preciso levantar una cortina de humo. Como declaró en 1991, su creador, el académico Allen Weinstein, «mucho de lo que estamos haciendo ahora -con la NED- la CIA lo hacía de forma encubierta hace 25 años».

Se pretendía que la NED y sus ramificaciones apareciesen como fruto de la sociedad civil, capaces de posicionarse por encima de la lucha partidista actuando a favor de un Ideal Universal. Presentada como una O la NED puede emprender iniciativas políticas que las embajadas no pueden sin violar la soberanía de los Estados que las acogen. Por ello esa organización se encarga, desde hace más de 30 años, de las acciones encubiertas pero «legales» de la CIA. Intentando no despertar sospechas, ha venido creando una extensa red mundial de corrupción, comprando e influyendo en sindicatos, partidos políticos de izquierda y de derecha para que defiendan los intereses de Estados Unidos. Entre sus dirigentes más destacados, todos con profundas concepciones «democráticas», figuran Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz.

Su presupuesto proviene principalmente del Congreso norteamericano, pero también recibe financiación de otras «entidades» como la Open Society Foundation, del especulador financiero George Soros. Su objetivo es la «promoción democrática». De hecho, la NED ha estado en el centro de todas las «revoluciones de colores», desde el derrocamiento de Slobodan Milosevic en el año 2000 hasta la fecha. En 2003, en el vigésimo año de su creación, la NED hizo gala de su capacidad: reconoció públicamente que había creado enteramente al sindicato Solidarnosc, en Polonia, la «Carta 77», en Checoslovaquia, y Otpor, en Serbia. Se felicitaba por haber creado también importantes medios de comunicación en el país así como en Irak.

Como es, al menos formalmente, una institución «no gubernamental», se permite presentarse frente al mundo como un Organismo de Ayuda Humanitaria. Nada más lejos de la realidad. Más del 96% de su financiamiento procede de la Ayuda de los EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID) y del Fondo Nacional para la Democracia. Se financia con partidas libradas por los gobiernos norteamericanos y supervisados por el Congreso. No trasciende en su totalidad el total de inversiones que realiza. Es un secreto muy bien guardado porque se utilizan otras fundaciones como pantalla, entre las que las más conocidas son: la Smith Richardson Foundation [4], la John M. Olin Foundation (sin actividad teóricamente desde 2005) o la Lynde and Harry Bradley Foundation [5]. Estas tres organizaciones han sido acusadas en varios foros de blanquear el dinero que la CIA destina a la «solidaridad».

La NED financia cuatro estructuras que redistribuyen el dinero en función de los intereses del gobierno estadounidense. La primera atiende al mundo sindical a través del Instituto de Sindicatos Libres (Free Trade Union Institute – FTUI), hoy rebautizado como Centro Americano para la Solidaridad de los Trabajadores (American Center for International Labor Solidarity – ACILS). Es la rama sindical de la NED, su principal canal de influencia en el mundo sindical. Distribuye más de la mitad de las donaciones de la NED. Su objetivo es el movimiento sindical, especialmente el no «comunista». En nuestro país, sindicatos como UGT, USO, ELA-STV fueron contactados en la década de los 80 y recibieron financiación.

La segunda, el Centro para la Empresa Privada Internacional (Center for International Private Entreprise – CIPE). Su gestión la realiza la Cámara de Comercio de EEUU. Dos son sus grandes éxitos: generar el encuentro anual de las mayores fortunas mundiales en Davos y haber creado Transparency International, que está acusada de servir para el reclutamiento de informantes para el FBI.

La tercera, el Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute – IRI-) cuya gestión está en manos del Partido Republicano y presiona sobre los partidos de derechas. Su director fue, en su momento, John McCain.

La cuarta, el denominado Instituto Nacional Democrático de Asuntos Internacionales (National Democratic Institut for International Affairs – NDI), cuya gestión está en manos del Partido Demócrata. La influencia de esta organización es enorme. Por ejemplo, el actual responsable del NDI, Tom McMahon, estuvo en Francia para organizar las elecciones primarias del Partido de Macron.

Tanto el IRI como el NDI interfieren de forma sistemática en los procesos democráticos en Europa a través de varias fundaciones políticas vinculadas a los grandes partidos europeos (seis en Alemania, dos en Francia, una en Holanda y otra en Suecia).

Bajo la sombra de la NED, otros países crearon organizaciones análogas. Canadá creó la fundación Derechos & Democracia (focalizó su actividad en Haití y Afganistán) y el gobierno de Reino Unido financió la Westminster Foundation for Democracy (WFD). La UE, en 2001, creó una estructura similar a la norteamericana, la European Instrument for Democracy and Human Rights (EIDHR). Su objetivo es financiar a ONG implicadas en la defensa de los «derechos humanos» y la acción política. Su presupuesto, 7.000 millones de euros al año.

Los grandes receptores

No hay donantes sin receptores. Entre las organizaciones receptoras más importantes, se encuentran algunas especialmente llamativas y cuya trayectoria está cuajada de irregularidades. Si deseamos entender la lógica de estas organizaciones es imprescindible conocer los entresijos de las más conocidas:

Freedom House

La NED, como hemos señalado, actúa como un centro de coordinación de múltiples ONG ligadas a los intereses geopolíticos de EEUU. Pero es la Freedom House (que también recibe financiamiento de la NED) la que actúa como centro de adiestramiento de estas ONG, «observatorios» o fundaciones. Fundada en 1941, es una organización privada, no partidista y sin fines de lucro que promueve «supuestamente» la «democracia» mediante la asistencia a iniciativas no violentas en países donde las libertades están restringidas. Para ello, utiliza principalmente dos vías. En primer lugar, Freedom House elabora informes de situación que son tenidos en cuenta incluso por la ONU. En segundo lugar, financia a los defensores de los «derechos humanos» y a los «líderes de la sociedad civil en el extranjero», en particular para la formación en paralelo con el Albert Einstein Institut (AEI) de activistas y líderes mediáticos.

El Albert Einstein (AEI)

Fue fundada en 1983 por Gene Sharp. El Albert Einstein Institution (AEI) es una organización sin ánimo de lucro que tiene como objetivo difundir la democracia en todo el mundo mediante el estudio de métodos de acción no violenta. Sharp describe 198 métodos no violentos que pretenden destruir los pilares que sustentan a las «dictaduras». Evidentemente el concepto de «democracia» o «dictadura» lo define el Instituto según los intereses norteamericanos: Chávez ganó más de una docena de elecciones y siempre fue tildado de «dictador», lo mismo que Maduro. Sus métodos han sido ampliamente utilizados en la mayoría de las «Revoluciones de colores» que se han producido en la última década.

En los últimos decenios se han evidenciado una acumulación de malas praxis que ponen en cuestión su auténtico interés «humanitario». Algunas de las afirmaciones anteriores sólo se contemplan a la luz de estas irregularidades.

Sin querer ser exhaustivos, otras organizaciones que se han visto agitadas por los grandes escándalos son ONG mundialmente conocidas:

Oxfam, el símbolo de lo que nunca debe ser una ONG

Es una de las ONG más conocidas del mundo. Con 25.000 empleados y cientos de miles de colaboradores, es una auténtica multinacional de la filantropía. Su sede en la ciudad británica de Oxford, le ha permitido (como a otras muchísimas ONG) recibir fondos del gobierno de Reino Unido (uno de sus mayores donantes). Gracias a eso y a la importancia de sus patrocinadores y los medios de comunicación, se ha ido granjeando una buena reputación de honestidad, responsabilidad y espíritu filantrópico que está quedando muy mal parada.

En 2018, la ONG cometió el inmenso error de poner en evidencia la actuación del gobierno británico con la población más excluida del Reino Unido. Rápidamente, se filtraron a la opinión pública las acusaciones sobre el comportamiento inmoral de algunos de sus miembros más destacados, que estaban trabajando en Haití. Las acusaciones eran reales y verídicas: se evidenciaba así algunos de los lados más oscuros de esta multinacional de la filantropía.

Los casos que han salido a la luz golpean la línea de flotación de la ONG en su parte más frágil. Son acusaciones sobre uso «inmoral» de las donaciones y «prostitución infantil». Salieron a la luz varios casos. El primero, la contratación de prostitutas con dinero de la organización en Chad, donde la organización lleva trabajando desde 1966, y en Haití, desde 2011. Se evidencia la podredumbre que envuelve a alguno de sus proyectos más emblemáticos.

Era un secreto a voces, se rumoreaba desde hacía años, que algo turbio sucedía en torno a esa y otras ONG mundializadas (la crisis en Haití ha provocado que otras ONG despidieran a más de un centenar de miembros a consecuencia de actuaciones similares). El presidente de otra gran multinacional de la solidaridad, Kevin Watkins, de Save the Children admitió que «los efectos tóxicos del escándalo nos debilitan a todos».

La situación explotó en 2011. Las denuncias por abusos se hicieron públicas, aunque fueron acalladas por la prensa. En 2012, Oxfam encargó una investigación interna, dirigida por Helen Evans, para tramitar las denuncias sobre los casos de explotación sexual y otros abusos, como los cometidos en Haití y, con anterioridad, en el Chad. De todo este proceso, surgieron múltiples «dossiers». Incluso salió a la luz que, en algunas tiendas de Oxfam en Londres (los chicos y chicas pueden colaborar desde los 14 años), existían denuncias por abusos sexuales.

El equipo de investigadores liderado por Helen Evans, impresionado por el alcance de las irregularidades descubiertas, reclamó más medios para profundizar la investigación pero el desinterés y la burocracia de la propia organización la paralizaron hasta que, finalmente, la investigadora, aburrida después de tres años, abandonó.

A pesar del informe, la ONG levantó una cortina de silencio, hasta que el escándalo estalló definitivamente, en 2018. En ese momento, la ONG, en un intento de salvar la cara, ofreció la dimisión de la directora adjunta, Penny Lawrerence, pero no así la del resto de la cúpula directiva.

Todo ha quedado en unas cuantas disculpas, se ha entonado el «mea culpa» y se ha intentado dar carpetazo al asunto. Es más, para hacer la cuestión más rocambolesca, el organizador de las fiestas con prostitutas en Haití, Roland van Hauwermeiren, pactó su salida y encontró empleo en otra ONG (Acción contra el hambre), que le envió a Bangladesh. Este personaje, antiguo soldado belga, había trabajado con anterioridad en Liberia para la organización MERLIN, organización absorbida por Save the Children. En 2004, envuelto en una nube de acusaciones y sospechas sobre su vida sexual abandonó el país y fichó, a pesar de su currículum, por Oxfam. En 2006, fue contratado como director general de la agencia en Chad, Congo y Haití, de donde, como hemos dicho, tuvo que dimitir tras reconocer que recibía a prostitutas en su residencia.

El diario The Times recogió las declaraciones de algunos trabajadores de Oxfam que narraban cómo se habían convertido algunas casas alquiladas en «prostíbulos», donde incluso «había niñas con camisetas de Oxfam corriendo semidesnudas». Siempre es igual. Hombres, normalmente blancos y occidentales, que se aprovechan de su posición de poder para cometer abusos. Otros les protegen, restan importancia a esa conducta o, si lo anterior no es suficiente, encubren lo sucedido. Las ONG, no son inmunes a ese mecanismo de control que garantiza la impunidad e incluso puede llegar a castigar o ignorar a los que se atreven a denunciarla. De hecho, es tal la importancia de esta ONG para los propios gobiernos, en este caso el inglés, que este no ha tomado medidas específicas.

La investigadora de los escándalos, Helen Evans, comunicó sus conclusiones a la Charity Commision (organismo público que fiscaliza a las ONG y organizaciones benéficas) y al Ministerio de Cooperación a través de un diputado. Sin ningún éxito.

La solidaridad es para algunos gobiernos un arma de presión política que se utiliza como un vehículo más para imponer criterios de colonización. Por ello estas organizaciones «humanitarias» son tan valoradas por el «stablishment», que hay que preservarlas mientras sean útiles y desecharlas a través de «dossiers» verídicos, aunque ocultos a la opinión pública.

Yugoslavia: Reporteros sin fronteras y Amnistía Internacional

En la guerra de Yugoslavia, Reporteros Sin Fronteras y Amnistía Internacional (especialmente esta última) fueron una de las claves para acusar a Milosevic de genocidio. Su presidenta, Irene Khan, fue acusada internamente de haberse confabulado con la OTAN para hacer la vista gorda de los crímenes cometidos por la aviación occidental en el bombardeo de Belgrado, o la limpieza étnica llevada a cabo por los grupos terroristas de la UCK (Independistas kosovares) contra los serbios.

Hace algo más de un año, el Tribunal Internacional de la Haya para los Crímenes en la Antigua Yugoslavia dictó sentencia en el caso Milosevic. Reconociendo en un informe de 3.000 páginas que el político yugoslavo no solo no era responsable de las matanzas que se le atribuyen sino que había luchado denodadamente por la paz en su país, Milosevic pasó 15 años en prisión mientras era juzgado, cuando todas las pruebas demostraban su inocencia, y fue asesinado en la cárcel de alta seguridad donde estaba prisionero. Meses más tarde de su muerte se hizo pública la sentencia que no fue recogida por los medios más que de forma tangencial. Como estos ejemplos hay decenas.

Reporteros sin Fronteras

Hace tiempo que a RSF se le retiraron los fondos del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas de los que disfrutaba. En julio de 2003, perdió también el reconocimiento del Comité de Organizaciones No Gubernamentales y el 11 de marzo de 2008 la UNESCO criticó a Reporteros sin Fronteras y retiró públicamente su apoyo a esta organización por mentir.

Es, a pesar de esas evidencias, una de las ONG que más influencia mediática tienen. Su misión «oficial» es «defender la libertad de prensa en el mundo». Precisamente por ser ellos los que difunden y expanden las noticias, éstas tienen amplia repercusión social. Se fundó en 1985, al calor de las propuestas realizadas por el Banco Mundial (que, como recordaremos, alentó la creación de ONG de diversos tipos y funciones).

Según las investigaciones del New York Times, RSF es financiada por la propia NED y la Open Society de Georges Soros. Por otra parte, la organización, no ha dudado en hacer gala de sus relaciones con el poder. En una entrevista de prensa, su Secretario General en aquel momento explicó: «Un día tuvimos un problema de dinero. Yo llamé al industrial Francois Pinault para que nos ayudara. (…) Enseguida respondió a mi pedido. Y eso es lo único que importa porque «La ley de la gravedad existe, queridos amigos. Y también la ley del dinero».

La organización ha llegado a reconocer que una de sus fuentes de financiación es el propio gobierno de los EEUU a través de la National Endowment for Democracy. La organización lo reivindica: «Efectivamente, recibimos dinero de la NED. Y no es ningún problema para nosotros». Otros donantes importantes son la Fundación Ford y la Open Society Foundation.

Uno de sus objetivos más importantes es el de mantener una fuerte crítica al gobierno cubano desde su fundación. Nada extraño, si sabemos que otro de sus financiadores es el Center for a Free Cuba. Su supuesto papel como defensora de la libertad de expresión a nivel internacional ha sido muy cuestionada, sobre todo a partir del caso del periodista Sami Al-Hay, reportero del canal de Al-Yazeera. Este periodista fue detenido y torturado por las tropas norteamericanas y posteriormente enviado a Guantánamo. Liberado sin cargos seis años después, la organización tardó cinco años en investigar su caso.

Pero el caso de autismo más grave de la organización fue cuando exoneró de responsabilidad al ejército norteamericano en la muerte, el 15 de enero del 2004, del reportero español José Couso y su colega Taras Protsyuk, en Bagdad. Otro de los mayores «aciertos» de la ONG fue la defensa de los terribles bombardeos sobre Bagdad en 2003 cuando, a través de sus voceros oficiales, afirmó: «el derrocamiento de la dictadura de Sadam Husein puso término a treinta años de propaganda oficial y ha abierto una era de libertad nueva, llena de esperanzas y de incertidumbres, para los periodistas iraquíes. Para los medios iraquíes, decenios de privación total de libertad de prensa, llegaron a su fin con el bombardeo del ministerio de Información, el 9 de abril en Bagdad». Igualmente, Robert Ménard, su secretario general en aquel momento acabó legitimando el uso de la tortura.

RSF apoyó el golpe de estado contra el presidente Arístide, en Haití, organizado por los servicios secretos franceses y estadounidenses con el argumento: «La libertad de prensa recuperada: una esperanza a mantener». También se posicionó a favor de los golpistas que intentaron derrocar al presidente Hugo Chávez.

Médicos sin fronteras

Fue fundada en Francia en 1971, aunque, curiosamente, tiene su sede central en Suiza. Esta organización ha sido acusada siempre de estar al servicio de la Dirección General de Seguridad Exterior (espionaje francés o DGS). Fue su propio fundador, Bernard Kouchner, quien afirmó que las ONG francesas que él conocía trabajaban para el gobierno pasándole información.

Médicos sin Fronteras (MSF) es la entidad, desde el punto mediático, que mejor representa la ‘ayuda de emergencia’. Permanentemente, se asocia su imagen a la catástrofe aunque de forma extremadamente simple. La única esperanza la proporciona esa ONG que acaba patrimonializando la ética del compromiso al presentarse como los «modernos héroes de la compasión». Sobre sus campañas se puede leer «Más de 50 millones de refugiados en todo el mundo lo han perdido todo huyendo de la guerra, la pobreza o la enfermedad. Nosotros les proporcionamos atención médica, vacunación, formación del personal local, nutrición, suministro de agua potable, saneamiento ambiental, etc…».

Su campaña contra el gobierno sirio, basada en informaciones falsas (ataques con gases químicos en Ghouta oriental o en Alepo, cuando proclamaba la destrucción del último hospital….) y el apoyo proporcionado a las fuerzas de la oposición al gobierno sirio cuando la ONG actuó en las zonas ocupadas por los yhidadistas, le han restado credibilidad, así como los casos de abusos sexuales reconocidos en su proyecto en Haití, explotación laboral etc… En algunas zonas en conflicto, como en la guerra en Ucrania y el Dombass, se la conoce como el Batallón Médico de la OTAN o Mercenarios Sin Fronteras.

En la guerra de Siria, la única zona donde interviene actualmente esta organización es en la controlada por los yihadistas de al-Qaida. En una entrevista para NPR, el director ejecutivo de Médicos sin fronteras en Canadá, Stephen Cornish, reconoce que trataban a los combatientes de al-Qaida en la zona de Idlib, donde actualmente se libran duros combates.

Entre sus financiadores están empresas tan conocidas como: Goldman Sachs, Wells Fargo, Citigroup, Google, Microsoft, Bloomberg e infinidad de entidades corporativo-financieras, algunas de ellas ligadas a la industria militar norteamericana, aunque teóricamente no pueden aceptar fondos de empresas que obtienen ingresos del tabaco, alcohol, armas, productos farmacéuticos, minería, petróleo, gas o industrias extractivas. Es la fundación Rockefeller la que ha financiado durante años, de forma muy generosa, a esta ONG en Norteamérica.

Siria: Adam Smith International, Integrity Global, Tamkeen y los Cascos Blancos

Muchas ONG, como hemos visto, nacen al calor de los conflictos y las guerras. La guerra en Siria no es una excepción. El gobierno británico dispone de un «Fondo de Estabilización y Seguridad» (Conflict Stability and Security Fund, CSSF). Su objeto teórico era, entre otros, ayudar a la estabilización de la sociedad siria. Éste financia tres ONG que han sido profundamente cuestionadas por el propio Parlamento inglés, en especial por el partido laborista: Adam Smith International, Integrity Global y Tamkeen.

Lord Ahmad of Wimbledon, a la sazón secretario de Estado, reconoció ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes que el CSSF dedicó a los grupos que apoya en Siria 66 millones de libras esterlinas en 2015-2016, 64 millones en 2016-2017 y que les ha asignado 69 millones para el año fiscal 2017-2018. Parte de ese dinero fue entregado a los denominados White Helmets, Cascos Blancos, (otro grupo también supuestamente sirio, organizado por el MI6 británico) que afirman hacer labores de defensa civil pero que se dedican, en realidad, a la propaganda contra la República Árabe Siria. Es una cortina de humo que oculta el apoyo del gobierno de Reino Unido a los grupos terroristas en la guerra siria a través de las supuestas «organizaciones humanitarias».

El espacio Panorama de la BBC desveló que la Adam Smith International (ASI), ONG catalogada como «humanitaria», formaba «policías» en las «zonas liberadas», es decir bajo control de los yihadistas de al-Qaeda.

Otra ONG muy significada en los últimos tiempos ha sido el llamado Observatorio de los Derechos Humanos sobre Siria (OSDH). Lo compone una sola persona, llamada Osama Ali Suleiman, sin contactos en el interior de Siria, que vive en Coventry (muy cerca de Londres) y se sostiene gracias al presupuesto del Ministerio de Asuntos Exteriores inglés y, al parecer, de los fondos proporcionados por el M16 (servicios secretos). La conexión del personaje con su país es cuando menos curiosa puesto que hace más de 18 años que no pisa suelo sirio, donde había sido encarcelado tres veces por desfalco y delitos financieros, huyendo posteriormente a Reino Unido en el 2000.

Los Cascos Blancos

Como hemos dicho los Cascos Blancos es otra ONG muy reconocida tras la guerra siria. Su presupuesto en 2015 superó los 50M€. Fue fundada por un mercenario llamado James Le Mesurier que había trabajado en «operaciones especiales para la OTAN en Bosnia, Kosovo, Irak, Líbano, Palestina…

Los White Helmets sólo actúan en las zonas ocupadas por los yihadistas sirios. En múltiples ocasiones, se les ha visto empuñando armas de guerra y participando en combates contra el gobierno o recogiendo los cadáveres de los asesinados por los yihadistas para fotografiarse después con el casco y el chaleco de la ONG.

Los Cascos Blancos son el resultado de la industria de la propaganda sin «ánimo de lucro». Una de sus puestas en escena más sobresalientes fue la trágica ópera que se organizó en torno al niño Omran, rescatado en un bombardeo en Alepo y cuyas imágenes en el interior de una novísima ambulancia, dieron la vuelta al mundo.

A modo de conclusiones

En realidad, las ONGD son agentes muy importantes en la globalización. Son parte, sujeto y objeto del proceso y han adquirido una enorme influencia social. Es una verdad de Perogrullo decir que una parte importante de la sociedad activa de hoy en día se organiza en torno a estas organizaciones para incidir en lo social. Y no es menos cierto que, frente a un «voluntarismo naif y apolítico» o a la «solidaridad de cheque», una parte de esa misma sociedad activa de hoy, en ocasiones muy joven, no conoce otra forma de organización social para incidir y cambiar las cosas.

Existe, pues, un potencial social encerrado. Hay mucha gente de buena voluntad que está haciendo cosas muy interesantes que se ha de potenciar, al igual que se ha de denunciar la manipulación mediática en torno al «oenegedismo naif» que se intenta inculcar.

La desesperación de tantos nos afecta. Cada vez más, las oleadas de desplazados por las guerras y las crisis ecológicas llaman a nuestra puerta. Cada vez con mayor frecuencia, las fundaciones y las ONG ejercen, en detrimento de los Estados, un mayor liderazgo social. Si, por un lado, realizan campañas en contra del hambre y la desnutrición en el Tercer Mundo, sus donantes y financiadores son los beneficiarios de esas industrias contaminantes. Mientras claman contra la explotación laboral, los conglomerados industriales que financian a las fundaciones y ONG son las responsables directas de esa sobreexplotación laboral. Mientras proclaman la paz, algunas fundaciones y ONG alimentan a los grupos terroristas en Libia, Siria o Yemen.

Hoy, la antigua guerra colonial se disfraza de Intervención humanitaria. Fundaciones que predican la democracia como forma de gobierno ideal, incitan la creación de grupos xenófobos en un intento de acallar el malestar social que promueve el neoliberalismo. El espacio político, ganado por el miedo a los «extraños» es ocupado por la intransigencia. Se alzan muros y se tienden alambradas. La sociedad occidental hace dejación de sus responsabilidades, prefiere la solución propuesta por el sistema, el óbolo humanitario sustituye a la implicación política. El «oenegedeismo» se convierte en un lenitivo que no cura pero adormece las conciencias.

Notas

1 Chug-jang, J; Grabel, I. Reivindicar el desarrollo. Un manual de política económica alternativa. Edit. Intermon-Oxfam. Barcelona 2006.

2 Esta concepción ha sido desarrollada por varios autores, entre ellos Samir Amin y David Harvey al que se atribuye su paternidad.

3 http://documents.worldbank.org/curated/en/344581468740713911/pdf/WDP4010SPANISH.pdf

4 http://www.srf.org/programs/international-security-foreign-policy/

5 http://www.bradleyfdn.org/

Fuente: https://www.cronicapopular.es/2019/11/las-ongs-mano-ejecutora-del-filantrocapitalismo/