El 5 de noviembre son las elecciones presidenciales en Nicaragua, que tienen gran trascendencia para el futuro del país: ¿seguimos en el pacto y nos jodemos o jodemos al pacto? El «pacto» es un acuerdo-botín de la institucionalidad nacional entre Daniel Ortega, que ya saben quién es, y Arnoldo Alemán, somocista expresidente condenado a 20 […]
Para explicar lo que ha sucedido en los últimos 16 años desde que the World stopped watching Nicaragua , necesitaría buena cantidad de espacio. Me limito a los últimos acontecimientos.
De momento, Daniel Ortega se mantiene en primer lugar, seguido de Eduardo Montealegre (de la Alianza Liberal Nicaragüense; disidentes del Partido Liberal Constitucionalista) y en tercer lugar Edmundo Jarquín, quien sustituyó a Herty Lewites (en el Movimiento Renovador Sandinista; disidentes del FSLN). Sin embargo, las últimas tendencias indican que el FSLN ya alcanzó su punto más alto y empieza a descender, como sucede todos los años después del 19 de julio (aniversario del triunfo de la revolución). Las mismas tendencias dicen que Edmundo Jarquín va subiendo y al final, parece que todo se decidirá, esto me alegra, entre la familia sandinista: Ortega o Jarquín. Entre las dos opciones sandinistas, me inclino en primer lugar por el MRS.
Sería incapaz de cerrar estas líneas sin antes hacer una observación personal: lo más triste de todo es que, como he señalando en otras opiniones, el FSLN debería ser la luz en estas oscuridades. Si durante la década de los ochentas el reto del FSLN fue democratizar la Revolución, en el 2005 el desafío del Frente debería ser revolucionar la democracia actual. Pero no se está preocupando en hacerle frente a este reto, pues las prácticas de la cúpula/dirigencia del partido caen más en el discurso demagógico vacío e insípido que en una propuesta estructurada y bien razonada.
Ahora veamos la izquierda -identificada en el FLSN-. A pesar que debería ser lumbrera dentro de las contradicciones actuales, la izquierda es para mí, la que más está vacía de ideología. El FSLN desde la derrota electoral del 90 no encuentra valores ni teorías necesarias para seguir adelante por el interés del pueblo, y sus seudoideólogos han probado de todo para volver al poder, desde enfocarse en las virtudes del líder sempiterno, hasta mágicos colores rosados y amarillos y la doctrina/experimento del «poder del amor», que poco o nada tienen que ver con una verdadera izquierda, y por eso no es de extrañarse que se vayan dando golpes contra las paredes como un ciego desesperado. Pareciera, paradójicamente, que el discurso oficial actual del FSLN es atacar al adversario (PLC) y no proyectarse ellos mismos, lo cual fue, como mencionamos unas líneas arribas, la forma oportunista en que la seudoderecha subió al poder en 1990. Qué cómica que es la vida política en Nicaragua.
De la izquierda quiero referirme más. La crisis del FLSN (porque ojo, es crisis, aunque el anillo orteguista no lo quiera aceptar públicamente) deviene precisamente en su vacío ideológico. Recordemos que la ideología es tanto «cómo se piensa», como «aquello que se hace o actúa». Por eso resulta irrisorio creerle a una dirigencia que mientras habla de sentir las necesidades del proletariado, de los campesinos y trabajadores, viajan en Mercedes Benz del año, vivan en mansiones lujosas y sean dueños de grandes extensiones de tierra. Aclaro que esto no es pecado, pero tener doble moral sí lo es. Quizá por eso, el Movimiento de Herty Lewites va ganando fuerza, y quizá por eso Alejandro Martínez Cuenca goza de un respeto permanente, pues se presentan tal y como son, sin doble moral, con un renovado pensamiento. Duele leer, por ejemplo, las memorias históricas de Tomás Borge, Omar Cabezas, Bayardo Arce y los propios poemas de juventud de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y darnos cuenta que, como en el poema de Machado, ellos «hoy se han convertido en aquello contra lo que luchaban cuando tenían 20 años». Tampoco mi mente me permite olvidar aquel dicho en el que se afirma que el joven es socialista hasta que el capitalismo le da una oportunidad. Y ellos ya aparentemente han tenido la suya, a costa de sacrificar sus valores ideológicos.