Aunque la placidez del reposo estival suele suavizar las tensiones sociales, no conviene pensar que los medios de comunicación dejan de lado en esta época esas tareas veladamente desinformativas a las que tan acostumbrados nos tienen. Veamos un ejemplo extraído de un diario británico de la máxima solvencia, muchas de cuyas informaciones son de gran […]
Aunque la placidez del reposo estival suele suavizar las tensiones sociales, no conviene pensar que los medios de comunicación dejan de lado en esta época esas tareas veladamente desinformativas a las que tan acostumbrados nos tienen.
Veamos un ejemplo extraído de un diario británico de la máxima solvencia, muchas de cuyas informaciones son de gran valor para todos los que comentamos la realidad internacional y cuyas preferencias políticas están muy lejos del conservadurismo, hasta el punto de que no faltan quienes le acusan de «tendencias izquierdistas», como se le califica en la Wikipedia.
Simon Tisdall es assistant editor, algo así como adjunto a la dirección, de The Guardian y columnista para asuntos internacionales. El pasado 2 de agosto publicó un artículo de opinión titulado «A Obama se le está acabando el tiempo en Irán».
Tras comentar que a Obama apenas le quedaban 60 días para definir la postura a adoptar ante Irán, si este país no responde adecuadamente a las ofertas de diálogo avanzadas por la Casa Blanca antes de que concluya el mes de septiembre, en su artículo incluía dos opiniones que no conviene pasar por alto.
Afirmaba, en primer lugar, que un endurecimiento de las sanciones que deberían aplicarse al régimen de Teherán, si éste permanece insensible a las ofertas de EEUU, «serviría para desanimar a los israelíes -al menos por ahora- y evitar que éstos tomaran el asunto en sus manos, desencadenando un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes». Para aclararlo, añadía: «Los dirigentes israelíes no creen que el diálogo o las sanciones sirvan para algo. Pero cínicamente calculan que deben darle a la diplomacia de Obama la posibilidad de que fracase».
Dicho de otro modo: el generalmente ecuánime comentarista aceptaba sin objeción alguna el hecho de que Israel pueda destruir instalaciones de un país soberano en su propio territorio, olvidando que esto es un flagrante acto de piratería internacional. Recordemos que Israel ya perpetró agresiones similares en anteriores ocasiones – contra Irak en 1981 y contra Siria en 2007- en la más absoluta impunidad y sin apenas ser recriminado por ello.
Tampoco se le ocurre comentar que, si la justicia universal fuera mínimamente imparcial, habría que incluir a Israel en la lista de países proscritos de la comunidad internacional y aplicarle la tarifa más alta en la escala de sanciones.
¡Ah, si a Venezuela o a Cuba hubiera podido acusárseles de alguna agresión similar! Es una evidente hipocresía el hecho de someter a Cuba a un duradero régimen de sanciones, mientras Israel es aceptado y legitimado como el violento guardián de los intereses occidentales en Oriente Próximo. Y, por si fuera poco, provisto además de armas nucleares.
Pero la cosa no termina ahí. Algunas líneas más abajo el periodista de The Guardian escribía, quizá para justificar lo anterior: «A pesar de que Irán sigue insistiendo en que no pretende disponer de capacidad nuclear militar, y a pesar de que no hay pruebas que demuestren lo contrario, EEUU, sus aliados occidentales y los países árabes vecinos creen que miente y que continuará engañando y retrasando todo intento de diálogo. En el diario israelí Haaretz, Amos Harel advertía con evidente satisfacción cómo había dado la vuelta la opinión pública desde los esperanzadores momentos de Obama en el mes de enero».
Es decir, que aunque no existan ni se encuentren pruebas, conviene hacer creer a toda costa que Irán miente y que, por el contrario, lo que sospechan algunos países de «nuestro bando» es la verdad incontrovertible. ¿Es que ninguno de estos países ha mentido en el pasado, como cuando atribuyeron a Sadam Husein la posesión de armas nucleares y su firme designio de utilizarlas? Por citar solo el ejemplo más notorio de mentira y el de más nefastas consecuencias para todo el mundo, que ya nadie se atreve siquiera a ocultar ni disimular.
Aunque Haaretz sea también un diario de tendencias progresistas, nótese cómo alude a la satisfacción con la que observa el viraje de la opinión pública, que inicialmente tanto esperó de la anunciada distensión entre EEUU y Teheran, cuando Obama, recién investido como presidente, basó en ella sus proyectos para un futuro más pacífico que el que le había legado su nefasto predecesor en la Casa Blanca.
En resumen: arrojemos a la basura la distensión que prometía Obama, y esperemos a ver si los cazabombarderos israelíes ponen las cosas en su punto y terminan con este molesto problema. Si ésta es la solución que no repugna a uno de los más prestigiosos diarios de la izquierda internacional, habrá que pensar que los calores veraniegos se han abatido sobre su redacción y pasar a leer el Wall Street Journal.