Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Mientras el gobierno de Barack Obama publica los detalles de su estudio estratégico de la «buena guerra» de Afganistán, una opinión pública global infestada de acrónimos se ve enfrentada por un dilema semántico: ¿qué diablos le está pasando a la «guerra global contra el terror» (GWOT por sus siglas en inglés) de George W Bush, luego rebautizada por el Pentágono como «La guerra larga» (TLW)?
Todo comenzó cuando un burócrata de medio pelo en la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB) del gobierno de Obama envió un correo electrónico al Pentágono subrayando que la Casa Blanca finalmente termina la GWOT y da a luz a las deliciosamente orwellianas Operaciones de Contingencia en Ultramar (OCO, por sus siglas en inglés).
Lo que pasa es que ningún talibán será OCOado – por lo menos por el momento. La Casa Blanca y el Pentágono siguen basándose en la GWOT. El secretario de prensa del Pentágono, Geoff Morrell, se mostró inflexible: «Nunca recibimos una directiva semejante.» A la pregunta de un periodista sobre cuál nomenclatura preferiría, Morrell fue despiadado: «Otra manera de referirnos a ella sería, ya sabe, una campaña contra extremistas que quieren dañarnos.» ¡Así que se acaba la GWOT, y comienza la CAEWWTDUH [por sus siglas en inglés]!
¿Qué importa el nombre?
Todavía no hay evidencia alguna de que la nueva estrategia del gobierno de Obama será una total CAEWWTDUH. O que la conferencia internacional sobre Afganistán respaldada por EE.UU. en La Haya el martes próximo – a la cual Irán ha confirmado su participación – seguirá ese camino. O que la cumbre de la OTAN en Bruselas el próximo viernes vaya a reevaluar todas sus opciones para una CAEWWTDUH.
Es ampliamente aceptado en los círculos de política exterior de EE.UU., infestados por acrónimos, que lo que tiene lugar en el teatro afgano-paquistaní son en realidad tres guerras superpuestas. Pero la duda shakesperiana prevalece: son CT o son COIN?
El propio Afganistán es ciertamente un territorio privilegiado de COIN [contrainsurgencia] – según la estrategia del «hombre principal» de Bush, el supremo del Comando Central general David «siempre me coloco para 2012» Petraeus. Y también lo son las áreas tribales, la Provincia de la Frontera Noroeste de Pakistán y ahora partes del Punjab en lo que se refiere a la ofensiva contra los neotalibanes Baitullah Mehsud y Mullah Fazlullah. Pero también hay CT (contraterrorismo) en las áreas tribales que se concentra en unas pocas docenas de «históricos» de al-Qaeda, incluyendo al profesor-en-jefe Ayman al-Zawahiri y al elusivo icono Osama «muerto o vivo» bin Laden.
Estudiado estratégicamente o no, lo que suceda de facto en el teatro afgano de CAEWWTDUH durante el gobierno de Obama – por cortesía de Petraeus, una «Guerra Larga» (TLW) General como la que más – no es otra cosa que un remix de una política del Imperio Británico de comprar la paz con tribus afganas como medio para ganar tiempo hasta que se encuentre una fórmula para destruirlas. No funcionó con los británicos y no hay evidencia de que funcione con los estadounidenses y la OTAN.
En cuando a los comandantes y combatientes talibanes y neotalibanes, es irrelevante si de ahora en adelante son designados como objetivos de Operaciones de Contingencia en Ultramar (OCO) o como primeras figuras en una CAEWWTDUH. No combaten contra acrónimos: combaten contra «invasores occidentales.» De modo que en el interés del neorrealismo, examinemos como les va a CAEWWTDUH – u OCO, o la simple vieja COIN – cuando son aplicadas al microcosmo crucial del vasto teatro afgano-paquistaní, la región de Afganistán occidental alrededor de Herat.
Llamando a Sergio Leone
Para resumirlo todo, el cuadro general parece nada menos que una versión afgana de «El Bueno, el malo y el feo» dirigida por Sergio Leone, con música de Ennio Morricone. Échense a un lado indios y vaqueros, y llamémoslo de afganos y vaqueros.
Hay tres bases militares («camps» en terminología del Pentágono) en Afganistán occidental. Una es estadounidense. La otra es afgana (estas dos son básicamente fuertes en medio de la nada, ocupadas por no más de 100 soldados). Y la más importante – el comando regional de las tropas de la OTAN/Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) – es italiana.
Sólo en los primeros dos meses de 2009, los «actos occidentales» contra occidentales – sobre todo coches bomba y artefactos explosivos improvisados – en esta zona «italiana» alrededor de Herat aumentaron en un 50%. El general Paolo Serra comanda una fuerza internacional de sólo 3.000 hombres (la mitad de ellos italianos) que están a cargo del control de un área del tamaño de norte de Italia.
Sólo 600 de ellos – italianos y españoles – son realmente soldados. Las fuerzas totales en el área ascienden a 10.000 hombres – incluidos soldados estadounidenses y afganos y 1.000 policías afganos. Todo el que está familiarizado con la guerra recuerda que durante la yihad antisoviética de los años ochenta los soviéticos tuvieron 10 veces más hombres – con los resultados ya bien conocidos.
Las mejores carreteras en Afganistán están en la región de Herat – gracias a inversiones iraníes; después de todo esto solía ser una satrapía muy importante del imperio persa. La frontera en Eslam Qal’eh está a sólo 40 minutos en auto desde Herat. Toda la región es absolutamente estratégica para Irán. Se encuentra sobre la Ruta de la Seda. Irán quiere que el comercio centroasiático – de Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán – fluya a puertos iraníes en vez de puertos paquistaníes.
Y luego está el aspecto global de Oleoductistán. Irán – así como Rusia – no tiene interés alguno en que se construya el eternamente problemático oleoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI) de un costo de 7.600 millones de dólares, respaldado por EE.UU., que cruzaría Afganistán occidental al este de Herat y progresaría hacia el sur a través de territorio controlado por los talibanes hacia la provincia paquistaní Baluchistán.
De modo que no hay que sorprenderse de que el servicio secreto iraní esté absolutamente omnipresente. Y su mejor aliado en la región no es otro que el legendario señor de la guerra muyahidín Ishmail Khan – con quien el presidente Hamid Karzai en Kabul ha estado chocando virtualmente sin parar desde 2002.
Para los italianos, el aceite negro – no de oliva – sobre la pizza no es Irán, sino los «talibanes», una verdadera palabra compuesta. En una base ultra remota en Bala Murghah, una aldea muy cercana a la frontera con Turkmenistán en lo que es ahora territorio controlado por los talibanes, el perímetro de seguridad de los italianos varía de sólo 500 metros a 1,5 kilómetros. Si se quedan adentro, son protegidos por la aldea, controlada por – quién otro iba a ser – un ex muyahidín. Si se aventuran afuera, están a la merced de los «leones» – un chiste que se refiere a los días del Coliseo del Imperio Romano.
Cualquier combatiente «talibán» vale 5 dólares al día. Cualquiera pueda reunir un ejército privado. Cualquiera con buenas conexiones tribales puede dar un paso muy lucrativo en su carrera de jefe tribal a señor de la guerra de la droga.
Y eso nos lleva a Qulum Yahya Sia Shoon.
Los italianos están virtualmente rodeados. Hay una base pequeñísima en Farah, en la provincia del mismo nombre, al sur de Herat. Al sur de Farah, hay una invasión de grupos de talibanes que huyen del poder aéreo estadounidense. Al norte de Herat la región está infestada de contrabandistas favorables a los talibanes. Y en Guzara, a mitad de camino entre Herat y la frontera iraní – se encuentra el nuevo enemigo número uno occidental, el exuberante Qulum Yahya Sia Shoon, ex alcalde anti-inflacionario de Herat quien, después de perder una batalla política, cambió de chaqueta y se convirtió – ¿qué otra cosa iba a ser? – en jefe criminal.
No está con los talibanes – contra quienes solía combatir – pero tampoco está con la gente abocada al fracaso de Karzai en Kabul. Solía ser un seguidor fiel de Ishmail Khan, hasta que se volvió contra su amo. De modo que esto significa que trabaja por sí solo, con su propia agenda (y milicia), y no quiere interferencia de extranjeros. Virtualmente todos en la región saben dónde se oculta. Pero siempre elude a la captura – una fuente de interminable desconcierto para el general Paolo Serra.
Así que en ese enorme espacio, los occidentales se enfrentan a vastas zonas sin gobierno; aldeas totalmente controladas por clanes tribales; la red de las propias tribus; los diversos shura (concejos tribales) compuestos por una red de matrimonios entrecruzados; una red de enemigos; y sobre todo señores de la guerra locales que gozan de muy buenas relaciones con los talibanes. Este territorio controlado al estilo mafioso con abundantes Padrinos no es demasiado diferente de Sicilia o de la región alrededor de Nápoles controlada por la Camorra.
«Economía local» significa opio y heroína producidos en las provincias Helmand y Nimruz que tienen que pasar por Herat antes de cruzar a Irán y Turkmenistán y luego a Europa. De ahí un reparto fenomenal de personajes locales que incluyen a contrabandistas de opio, traficantes con seres humanos, secuestradores, mercenarios que trabajan para los talibanes e incluso unos pocos islamistas suníes de la línea dura, muy fanáticos. Estar «a favor» o «en contra» de Kabul bajo esas circunstancias es un simple detalle. El pragmatismo triunfa sobre la ideología. Después de todo, la guerra afgana en sus diversas encarnaciones ha tenido lugar durante 30 años, prácticamente sin interrupción.
La ‘oleada’ de la pizza
Lo que espera el Pentágono, y ante todo el general David McKiernan, comandante general de las tropas de la OTAN, ISAF y de EE.UU., de tropas de la OTAN como los italianos es menos prudencia y más acción viril, agresiva, de gatillo fácil. Es el tipo de acción ante la cual la gente se horroriza en las capitales europeas – e incluso un Obama clásico no podrá cambiar los parámetros en su próxima ofensiva de turbo-charme en Europa.
El debate en Italia, por ejemplo, se concentra en que se envíe un mínimo de soldados adicionales a Afganistán para que el Pentágono se calle. Esa «oleada de la pizza» significará un máximo de 200 soldados. También tiene que ver con un presupuesto limitado. Roma gasta algo como 1.000 euros por minuto por sus 2.800 soldados en Afganistán. La idea es conseguir el máximo efecto por cada euro.
Para comenzar, significa más «entrenadores.» En el mundo de la OTAN, un entrenador vale por 10 soldados regulares. De modo que si se despliegan 50 entrenadores (equipados con radios que tengan acceso a cuatro cazas jet Tornado y a 13 helicópteros artillados Mangosta), cuentan por 500 personas en Bruselas. Y en una organización mucho más eficiente – con los Tornados basados en Herat (y no en el distante Mazar-i-Sharif), más poder aéreo(16 helicópteros en lugar de 13) pero con menos horas de vuelo cada uno, gastando lo mismo, y cuatro bases avanzadas en lugar de las cuatro tres.
Es dolorosa y obviamente imposible ganar los corazones y mentes locales, reprimir el contrabando de drogas, invertir en construcción de la nación y librar una CAEWWTDUH u OCO bajo esas circunstancias con un dispositivo semejante. La OTAN se ve frente a una guerra perdida – y las mejores mentes políticas en Bruselas lo saben.
Pero el problema crucial sigue siendo: el gobierno de Obama sólo vuelve a mezclar las prioridades operativas del Pentágono – lo mismo que en el fiasco de los acrónimos. Para todos los efectos prácticos, revisados estratégicamente o no, GWOT, TLW, CAEWWTDUH u OCO continúan, sin un fin a la vista, con el Golfo Pérsico como teatro secundario, Afganistán-Pakistán y Asia Central como el teatro primordial, y con la ideología que envenena la visión estratégica.
Este marco, heredado de Bush y de su ex vicepresidente Dick Cheney, es incompatible con lo que se puede percibir en algunos de los discursos y acciones de Obama, los delineamientos de lo que tal vez podría ser un nuevo proyecto estadounidense más equitativo. ¿Sí podemos? Todavía no. Habrá sangre – mucha más sangre – en este Western afgano de indios y vaqueros.
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Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y de «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge.» Su nuevo libro, que acaba de aparecer es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009).
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