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Más allá del golpe de Estado en Myanmar: No hay que permitir que se extinga la llama de la educación

Fuentes: Just Security
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

(Nota de edición: Este artículo forma parte de la serie de ‘Just Security’ sobre el golpe de estado del 1 de febrero de 2021 en Myanmar. La serie reúne voces expertas locales e internacionales sobre el golpe y su contexto más amplio, y es una colaboración entre ‘Just Security’ y la Clínica Internacional de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de Harvard).

Hace poco más de un año, el gobierno de la Liga Nacional para la Democracia o NLD en Myanmar estaba instaurando cambios fundamentales en un sistema educativo hasta entonces sin vida, lo que presagiaba una nueva era para la comunidad estudiantil birmana. En las décadas anteriores, el gobierno militar había socavado cualquier innovación en la enseñanza. El temor de los líderes militares a las revueltas estudiantiles se tradujo, en repetidas ocasiones, en políticas draconianas como el cierre o el traslado de universidades fuera de las ciudades, el control estricto de los planes de estudio y la reducción del año académico. Parte del plan de renovación de la educación del NLD ofrecía también el alejamiento del sistema anticuado de aprendizaje memorístico. Las reformas alentaban a escuelas y universidades a adoptar, en cambio, modelos de enseñanza centrados en la persona estudiante y en elevar un pensamiento crítico e independiente.

Sin embargo, y haciéndose eco de las experiencias vividas en todo el mundo, la pandemia de COVID trajo consigo desafíos drásticos e imprevistos para la agenda educativa del gobierno del NLD. Y, como tantos otros, el NLD se adaptó. Por ejemplo, cuando el gran número de estudiantes por clase impidió la reapertura total de las escuelas, el gobierno sentó las bases para el aprendizaje virtual en todo el país. Junto a las grandes esperanzas depositadas en el despliegue de la vacuna en Myanmar, se esperaba dar la bienvenida a la población estudiantil y a sus profesores en el año escolar 2021 y dar paso a las reformas planeadas por el gobierno.

Este optimismo cauto se truncó cuando Min Aung Hlaing, comandante en jefe del ejército de Myanmar, dio el golpe de estado el 1 de febrero de 2021. La toma de poder ha tenido un impacto innegable en todos los ámbitos de la sociedad birmana. El sector educativo no ha sido diferente. Para estudiantes y profesores, ha supuesto interrupciones graves en lo que ya era un año difícil para la escolarización. Desde los controvertidos planes de reapertura hasta los cortes de internet y el resurgimiento de la violencia de las minorías étnicas, el miedo a retroceder de nuevo a un sistema educativo que ya ralentizó el desarrollo de la población estudiantil birmana durante décadas afecta a todas las personas implicadas en el sector. El caos de la lucha actual por el poder amenaza el futuro aprendizaje de toda una generación de jóvenes en Myanmar, al tiempo que socava las carreras de profesorado para miles de personas. Garantizar el bienestar de nuestros estudiantes y profesores supone no perder de vista los avances importantes realizados por el gobierno del NLD, y continuar con las inversiones extranjeras y nacionales en educación. No debemos dejar que se extinga la llama de la esperanza que nos trae la educación.

Impactos en la Educación Superior y en la Educación Básica

Reapertura Disputada & Politización de la Educación

Como ya se ha comentado en esta serie, el golpe de estado ha provocado protestas generalizadas y, como respuesta, una brutal represión por parte del régimen militar. El Movimiento de Desobediencia Civil o CDM, un grupo que utiliza los paros laborales como herramienta de protesta, surgió a los pocos días del golpe. Desde febrero, ha sido uno de los motores más destacados de la resistencia. La participación en el CDM de más de 300.000 profesores y personal del departamento de educación ha sido llamativa, pero no sin consecuencias; se han puesto en constante riesgo las vidas de profesores y estudiantes participando en el movimiento, ya que el ejército ha allanado sus casas y realizado numerosas detenciones. Colegas me han hablado de varios profesores que, por miedo a las represalias, han optado por esconderse en pueblos remotos alejados de sus familias. La junta militar no ha dudado en utilizar a familiares como chantaje, obligando a profesores a entregarse. Voces expertas han dado la voz de alarma sobre estas amenazas a la comunidad educativa birmana, haciendo referencia a «detenciones de estudiantes y personal académico, la entrada de tropas en los campus y el uso frecuente de la fuerza contra personas manifestantes pacíficas, incluyendo un estudiante que murió tras recibir un disparo en la cabeza con munición real». Más allá del riesgo de daño físico, el bienestar social y psicológico de las personas manifestantes, durante y después de los incidentes de arresto y detención, probablemente tendrá repercusiones duraderas en su formación.

Recientemente, el ejército ha intentado reabrir las escuelas y “normalizar” su funcionamiento. A pesar de este intento de volver a una rutina, los pobres volúmenes de asistencia evidencian la intimidación de estudiantes y profesores, incluyendo ataques y despidos masivos. El 5 de mayo, el Ministerio de Educación del Consejo de Administración del Estado o SAC, dirigido por la junta militar, anunció la reapertura de los cursos de último año, de maestría y de doctorado, pero hasta el momento, la asistencia ha sido muy limitada. La reapertura de la Universidad de Htawei, en la región de Tanintharyi, que esperaba casi mil estudiantes, únicamente recibió 18. Para empeorar aún más el estado en crisis del sistema educativo en Myanmar, las tropas del SAC han estado utilizando los campus universitarios y recintos escolares de educación primaria como campamentos base. Estudiantes de la universidad que asistieron a clase el 5 de mayo se encontraron con interrogatorios, exámenes y movimientos restringidos. Según un documento interno, distribuido el 6 de mayo en los círculos de educación superior de Rangún y Mandalay, otras 339 personas de entre el profesorado y las cátedras de la Universidad de Rangún y 249 de la Universidad de Mandalay, fueron despedidas de sus funciones por negarse a asistir a clase.

El Ministerio de Educación del SAC también había ordenado que todas las escuelas de educación primaria reabrieran el 1 de junio. Por el momento, la población estudiantil se ha mantenido desafiante, con el Straits Times informando que «solamente una cuarta parte de los más de 12 millones de estudiantes de Myanmar se han matriculado para el nuevo año escolar». Aunque no hay estimaciones sobre cuánto tiempo durará la resistencia del profesorado del CDM antes de volver a los puestos de trabajo o de que se matricule más alumnado, muchas personas estudiantes y sus familiares siguen oponiéndose rotundamente a una educación dirigida por la junta militar. Un padre entrevistado por Frontier Myanmar comentó que «no hay garantía de que no se arreste o dispare a estudiantes, o que los soldados no acosen sexualmente a las estudiantes». Otra entrevista a un progenitor, realizada por el noticiero birmano Irrawaddy, mencionó el aumento de incidentes con materiales explosivos que la población infantil encontraba incluso en los recintos escolares. Al mismo tiempo, hay una oposición generalizada y compartida por muchas familias a enviar a sus hijos a estudiar en un sistema educativo dirigido por un régimen militar.

El 22 de mayo, Reuters también informó de que el ejército había suspendido a más de 125.000 profesores, apenas unos días antes de la reapertura escolar. El profesorado que queda está preocupado por la disminución de la libertad académica y la autonomía de las escuelas bajo el SAC, un temor nacido de la experiencia de anteriores regímenes militares. En última instancia, estudiantes y profesores se encuentran en una posición muy difícil: tener que escoger entre luchar por una democracia en la que creen con firmeza y sus medios de vida y futura educación.

Cortes de Internet

El golpe de estado también ha acentuado los obstáculos para acceder a la educación creados por la actual pandemia de COVID-19. Antes del golpe, el Ministerio de Educación del NLD forzó el cierre de las escuelas y comenzó a preparar plataformas de aprendizaje virtual para evitar la transmisión del COVID-19 en el entorno escolar. El paso a la enseñanza a distancia fue una transición difícil, ya que sólo un porcentaje reducido de personas tiene acceso a internet de banda ancha y, la mayoría, depende únicamente de teléfonos móviles para el acceso a internet. Aun así, algunas personas adultas se familiarizaron con la educación en casa y apoyaron a sus hijos en el aprendizaje en línea. La comunidad estudiantil utilizó las plataformas de educación en línea de maneras diversas y creativas: desde tomar clases de arte hasta involucrarse en pasatiempos nuevos aprendidos en línea por videos de YouTube y Facebook.

Sin embargo, las constantes interrupciones de internet, generadas por el ejército desde el golpe de estado en febrero, han tenido un impacto muy negativo en el profesorado y en el alumnado en todos los niveles, ya que muchas personas todavía se encontraban en proceso de adaptación al aprendizaje virtual. Hablé con un profesor de clases particulares, que es una forma omnipresente de tutoría pagada en todo Myanmar, quien me dijo: «He estado enseñando inglés en línea a estudiantes de primer año y todas mis clases se cancelaron debido a los cortes de internet. Llevo ya tres meses sin ingresos». Este dato anecdótico es emblemático de la experiencia de muchos profesores particulares en línea en Myanmar. El experto Daniel Munier, en un artículo del Inside Higher ED, informaba que los cortes de internet y un proyecto de ley de ciberseguridad recientemente propuesto, «corren el riesgo de dañar a largo plazo los esfuerzos por construir el sistema universitario en el país y conectar a estudiantes y comunidad académica con sus pares, dentro y fuera del territorio nacional».

Intensificación del Conflicto de las Minorías Étnicas

Más allá de los problemas de acceso a internet en todo el país y de la represión del profesorado, la exacerbación de la violencia en muchas zonas de las minorías étnicas de Myanmar ha tenido efectos perjudiciales para estudiantes y profesores. Incluso antes del golpe de estado, menores en las comunidades de las minorías étnicas ya enfrentaban barreras que no encontraban sus homólogos en zonas fuera de conflicto. Siendo la lengua birmana el principal idioma de instrucción en la mayoría de las aulas, el estudio en los territorios de las minorías étnicas, en donde existen diferentes lenguas primarias, ha enfrentado dificultades durante décadas en la comprensión de textos escolares. Una investigación llevada a cabo por la Fundación Nyein señaló que estudiantes menores «…de las nacionalidades étnicas, especialmente en las zonas remotas y afectadas por conflictos, no pueden leer y escribir en birmano a la misma velocidad que sus homólogos de etnia Bamar, por lo que a menudo suelen abandonar la escuela». Antes del golpe de estado, el gobierno del NLD estaba empezando a rectificar algunos de estos desequilibrios educativos, mediante la inclusión de un período diario, desde el jardín de infancia hasta el segundo grado, que tenía posibilidades de desarrollarse a nivel local y en los idiomas de las minorías étnicas. Además, se estaba aceptando la inclusión de estas lenguas en el aula para ayudar a explicar conceptos difíciles cuando fuera necesario. Estos esfuerzos eran pequeños cambios para revertir la burmanización y la centralización del plan de estudios nacional, un movimiento de empoderamiento que enfatizaba la autodeterminación de las nacionalidades étnicas.

Por tanto, aunque incluso antes del golpe de estado ya la competencia en la alfabetización de menores de minorías étnicas era baja, en comparación con menores de la etnia Bamar, el NLD estaba avanzando a pequeños pasos en la dirección correcta. El resurgimiento de la violencia en estos territorios no solamente ha empeorado los problemas en la educación, sino que también ha desbaratado muchas de las reformas implementadas por el NLD. Además, la población estudiantil desplazada por los combates se enfrenta a grandes obstáculos para acceder a los servicios educativos, sobre todo porque las infraestructuras escolares han sido destruidas por los ataques aéreos militares. En algunos casos, la violencia constante ha obligado a menores a huir por completo del lugar, dejando atrás cualquier perspectiva de progreso educativo a corto plazo. Por otro lado, hay estudiantes que han optado por luchar para proteger sus hogares. Particularmente en territorios donde habitan las minorías étnicas, la violencia parece no tener fin. Los impactos duraderos y cumulativos en la comunidad estudiantil no harán más que empeorar de forma exponencial.

Reavivar la Llama de la Educación

Aunque el golpe de estado ha generado grandes retos para la educación en Myanmar, muchas de las luchas actuales tienen su origen en problemas a largo plazo que necesitan soluciones a largo plazo, y que requerirán decisiones políticas y normativas complicadas.

En primer lugar, en beneficio de las futuras generaciones de estudiantes, Myanmar debe evitar la politización del currículo educativo y seguir implementando el programa de reformas promovido por el gobierno del NLD. Este enfoque no implica, sin embargo, el reconocimiento o la aceptación del régimen militar. En todo momento, debe mantenerse un esfuerzo concertado para proporcionar a la infancia de Myanmar las bases que eviten caer en las mismas trampas que estancaron el desarrollo estudiantil y el crecimiento y mejora del sector educativo durante décadas. Se debe continuar con los esfuerzos para desarrollar un pensamiento crítico, reducir el tamaño de las clases a un nivel más manejable para el personal docente y mejorar la infraestructura escolar. Además, el desarrollo continuo de la capacidad del profesorado es igualmente esencial. Para un cuerpo docente acostumbrado a un sistema de instrucción centrado, durante mucho tiempo, en la memorización, volver a este estatus quo sería demasiado fácil. También es necesario que la formación de profesores incluya apoyo psicológico para subsanar los impactos del golpe, tanto entre el profesorado como entre el alumnado. Actualmente, no existe ningún programa que ofrezca este tipo de apoyo.

Estas reformas educativas no pueden ser llevadas a cabo únicamente por el Ministerio de Educación del SAC: la ayuda internacional y las organizaciones no gubernamentales han sido fundamentales en la reforma del sistema educativo en Myanmar durante los últimos años. Aunque sea controvertido, la comunidad internacional debería seguir prestando cierto grado de apoyo a Myanmar, aunque deba canalizarse a través del Ministerio controlado por el SAC. Mientras los gobiernos extranjeros y las organizaciones internacionales deciden si sancionan a la junta militar y cómo lo hacen, es crucial que no suspendan la ayuda al sector educativo, sino que se aseguren de que existen las salvaguardias adecuadas para evitar que los recursos financieros se desvíen de forma indebida. Unas sanciones cuidadosamente diseñadas pueden también servir para redirigir la financiación de la ayuda a las zonas desfavorecidas y a las escuelas de bajo rendimiento, en particular las de las regiones de las minorías étnicas de Myanmar, socavando el poder ilegítimo de la junta, pero sin dejar en peor situación a la infancia birmana. La ampliación del aprendizaje en línea también puede ser parte de la solución.

Por último, deberían establecerse programas de educación informal, como la formación profesional, para que estudiantes que se niegan a asistir a la escuela bajo el régimen militar puedan seguir aprendiendo. Cuando la educación gubernamental no puede satisfacer las necesidades de aprendizaje, las personas con altos ingresos encuentran mejores alternativas más fácilmente, mientras que las poblaciones de bajos ingresos se ven afectadas de forma desproporcionada. Para combatir esta brecha, cualquier política educativa futura debe dirigirse a apoyar a estudiantes de bajos ingresos, creando oportunidades de becas accesibles a todos los niveles económicos que permitan asistir a la escuela y optar a posibilidades de estudio en el extranjero. Recientemente, se han producido avances positivos en esta dirección. Tres sitios web independientes ofrecen ya una plataforma de aprendizaje alternativa para estudiantes, uno de los cuales está vinculado al Gobierno de Unidad Nacional. Estos esfuerzos por apoyar al sector educativo, sin legitimar ni empoderar al régimen del SAC, deben continuar y ampliarse, manteniendo el objetivo principal de mejorar el acceso a la educación y evitar daños generacionales irreversibles en el aprendizaje de la niñez y la juventud en Myanmar.

Un Futuro Incierto: Lecciones de Unidad

Entre la pandemia de COVID-19, las protestas, las huelgas, los enfrentamientos violentos, los desplazamientos y la destrucción de infraestructuras, la persona estudiante en Myanmar está perdiendo años cruciales de educación. Aunque la resistencia prevalezca y las reformas continúen, la comunidad estudiantil y el profesorado han sacrificado su educación, sus medios de vida y a veces incluso sus vidas, dejando una cicatriz irreparable en el futuro educativo del país.

Entre los esfuerzos para hacer prosperar el ámbito de la educación en Myanmar, y a pesar de la complicación de los retos y de la dificultad de las reformas necesarias, ha surgido una dolorosa constatación en las violaciones de los derechos humanos y los crímenes internacionales perpetrados por el ejército. Especialmente entre la población joven de Myanmar, se evidencian y multiplican en redes sociales la empatía, la comprensión y el sentimiento de culpa en relación con las comunidades de las minorías étnicas, quienes han vivido bajo tales penurias y violaciones durante años, incluyendo a la etnia Rohingya. La forma de pensar y la actitud de buena parte de la juventud Bamar, grupo étnico mayoritario en el país, han ido cambiando junto con el golpe de estado. Su reciente experiencia, sin precedentes, de los actos brutales del ejército ha cambiado su aceptación de la diversidad y de la unidad dentro de la comunidad birmana. Muchos jóvenes Bamar pueden ahora ponerse en el lugar de las personas pertenecientes a los grupos étnicos minoritarios y comprender mejor por qué han resistido al ejército durante décadas. Más allá de las reformas educativas sistémicas que deben continuar, la unidad mostrada por la gente joven de Myanmar simboliza el impacto y el poder del pensamiento independiente y crítico que actualmente se está desarrollando. En el futuro, esta evolución del pensamiento debe formar parte del sistema educativo de Myanmar.

De este modo, el propio golpe de estado proporciona una lección que, aunque brutal, es también importante para el pueblo birmano: una lección de unidad frente a la opresión. En la lucha por preservar la llama de la esperanza que nos trae la educación, estas lecciones de unidad y de pensamiento independiente deben mantenerse para crear un Myanmar más unido, resiliente e inclusivo. En última instancia, debemos esperar que una comprensión renovada de la unidad, junto con las reformas necesarias y ampliadas bajo el gobierno del NLD, perdure y florezca entre una nueva generación de profesorado y de jóvenes en Myanmar.

(El autor desea agradecer a Ma Nyo su ayuda en la investigación y en la edición de este artículo).

Fuente original en inglés: https://www.justsecurity.org/76921/beyond-the-coup-in-myanmar-dont-let-the-light-of-education-be-extinguished/