El médico pakistaní Sherhshah Syed dedica muchas horas a tratar mujeres con fístula obstétrica, un problema de salud grave que aparece durante el trabajo de parto y que afecta mayormente a las que no tienen acceso a servicios de salud básicos. Altamente especializado, este profesional es presidente del prestigioso Foro Nacional de Pakistán para la […]
El médico pakistaní Sherhshah Syed dedica muchas horas a tratar mujeres con fístula obstétrica, un problema de salud grave que aparece durante el trabajo de parto y que afecta mayormente a las que no tienen acceso a servicios de salud básicos.
Altamente especializado, este profesional es presidente del prestigioso Foro Nacional de Pakistán para la Salud de las Mujeres (PNFWH, por sus siglas en inglés), pero sus ingresos no se ajustan a su formación.
El médico Sajjid Ahmed, presidente del Proyecto Fístula del PNFWH, dijo a IPS con una sonrisa: «Más de 99,9 por ciento de nuestras pacientes son pobres, lo único que pueden ofrecernos a cambio de darles una nueva vida es gratitud y un pañuelo bordado».
Considerada por la comunidad internacional como un «problema de salud totalmente prevenible», la fístula aparece tras un trabajo de parto prolongado, «cuando la cabeza del bebé presiona sobre el canal de parto y desgarra las paredes del recto y la vejiga, lo que genera incontinencia urinaria y fecal», explicó Syed a IPS.
La fístula también es causante del nacimiento de un feto muerto, problemas de riñón y del permanente olor a materia fecal que emana del cuerpo de las mujeres que la padecen.
Es rara en los países de medianos y altos ingresos, pero muy común en Asia y en África, donde se estima que afecta a tres millones de mujeres, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El hecho de que no haya estadísticas específicas para Pakistán refleja la indiferencia y el estigma en torno a este problema femenino
Syed estimó de forma «conservadora» que entre 5.000 y 6.000 mujeres en Pakistán padecen una fístula obstétrica, la que solo se trata con cirugía reconstructiva.
«Atendemos a unas 1.000 mujeres al año, pero hay muchas más que sufren en silencio», apuntó. Según él, esto se debe al sentimiento de vergüenza. Es una cultura que no habilita a que ellas tomen decisiones sobre su propio cuerpo, además de la falta de conciencia entre los profesionales médicos.
El médico Qazi M. Wasiq, secretario general del capítulo de Sindh de la Asociación Médica de Pakistán, opinó que la formación médica no se ajusta a las necesidades del país.
«Formamos a nuestros jóvenes médicos para trabajar en países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Medio Oriente, donde no hay fístula obstétrica. Muchos estudiantes solo tienen un conocimiento teórico sobre este problema, sin casi conciencia sobre la condición debilitante», explicó.
El descuido tiene fuertes consecuencias en Pakistán, un semillero de mortalidad materna e infantil. Según las últimas estadísticas oficiales disponibles de la Encuesta de Salud y Demografía de 2007, la mortalidad materna llegó a 276 cada 100.000 nacidos vivos, una de las más altas de la región.
Según datos de la OMS, la mortalidad materna es de 35 fallecidas cada 100.000 nacidos vivos en Sri Lanka, 170 en Nepal, 200 en India y 240 en Bangladesh. Muchos países de Asia meridional lograron avances. Sin embargo, Pakistán se mantiene igual desde 1991.
Además, la mortalidad infantil es de 78 muertos cada 1.000 nacidos vivos. Para los menores de cinco años, asciende a 94, es decir que uno de cada 11 niños o niñas muere en Pakistán antes de cumplir esa edad.
La mayoría de los casos ocurren en las zonas rurales, donde las mujeres tienen poco o ningún acceso a atención de salud básica. La mayoría de las ginecólogas son reacias a aceptar cargos en zonas rurales alejadas, en especial en provincias como Balochistán y la noroccicdental de Jyber Pajtunjwa, según Wasiq, de la Asociación Médica de Pakistán.
Un informe de la revista médica británica The Lancet señala que las intervenciones médicas pueden ayudar a prevenir 58 por ciento de las 368.000 muertes de madres, recién nacidos y niños y niñas. Además, podría prevenirse la muerte de 49 por ciento de los 180.000 fetos que nacen muertos para 2015.
Durante años, Syed y sus colegas urgieron al gobierno a invertir en atención obstétrica de emergencia distribuyendo en zonas rurales médicos que asesoren sobre el matrimonio precoz, una de las principales causas de la fístula obstétrica.
Según Syed, con 400.000 enfermeras, paramédicos y parteras en unas 80.000 aldeas se tendría un enorme impacto sobre la mortalidad materna. En la actualidad, hay 148 centros formando a unas 28.000 parteras.
Ante la falta de control estatal, las mujeres con fístula obstétrica no tienen más que a sus familiares para tomar medidas al respecto.
Ahmed contó que siempre son las madres, los padres o los hermanos los que acompañan a la paciente con fístula obstétrica al médico. Rara vez, si es que ocurre, el marido o la familia política se ofrecen para ayudar.
El PNFWH comenzó en 2006 con la colaboración del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) el Proyecto para el Tratamiento y la Prevención de la Fístula.
El UNFPA declaró el 23 de mayo como Día Internacional para la Erradicación de la Fístula Obstétrica, con el fin de crear conciencia sobre este problema de salud que no se comprende «ni siquiera en las sociedades donde prevalece».
En los ocho años que lleva el proyecto se abrieron 13 centros de atención específicos en varias partes del país, todos dentro de hospitales estatales, pero los médicos especializados, unos treinta profesionales, no aumentaron de forma proporcional.
Ahmed dijo que crear una fuerza médica adecuada para lidiar con el problema requiere compromiso, compasión y sensibilidad, sin esperar nada a cambio.
«Pero una vez más, nadie está tan loco como para pasar horas en algo cuya retribución son solo oraciones y ningún rédito económico», apuntó.
El salario mensual de un ginecólogo obstetra en un hospital estatal oscila entre los 600 y los 1.000 dólares; a diferencia de quienes trabajan de forma privada, que ganan eso con una sola cesárea.