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Bush coloca al grupo Fatah al Islam en la lista de organizaciones "terroristas"

Militantes islámicos amenazan con más ataques al gobierno de Líbano

Fuentes: The Independent/La Jornada

Fue una rutina conocida. En el momento en que el ejército libanés alardeaba de haberse anotado otra «victoria» en su batalla en las ruinas del campo palestino de Nahr el-Bared -donde los rebeldes de Al Qaeda aún resisten contra la autoridad del Estado-, uno de los voceros de los islamitas anunció en una videocinta que […]

Fue una rutina conocida. En el momento en que el ejército libanés alardeaba de haberse anotado otra «victoria» en su batalla en las ruinas del campo palestino de Nahr el-Bared -donde los rebeldes de Al Qaeda aún resisten contra la autoridad del Estado-, uno de los voceros de los islamitas anunció en una videocinta que algunos de los guerrilleros habían escapado y planeaban un «día negro» para el gobierno libanés de Fouad Siniora.

Es una noticia sombría para un país que enfrenta una crisis en la futura elección presidencial y cuyo gobierno es sostenido militarmente por Estados Unidos como parte de su «guerra al terror».

La cinta se conoció horas después que el gobierno de Bush informó que había resuelto poner a «Fatah al Islam» en su lista de 43 organizaciones «terroristas» a las cuales se congelarían fondos en Estados Unidos y se les negaría la entrada a ese país. Es sumamente dudoso que los andrajosos guerrilleros que combaten a muerte en las ruinas del campo tengan cuentas de banco en Wall Street o hayan solicitado visa para Estados Unidos, pero así es como funciona la «guerra al terror». Cada bando eleva la apuesta y mata más seres humanos.

Un símbolo de lo grave que se ha puesto la situación en Líbano radica en las estadísticas. De las 200 o más personas que han muerto desde que se desató la batalla en el campamento, el 13 de mayo, 136 son soldados libaneses. Son apenas 32 menos que todos los soldados británicos que han perecido en Irak desde la invasión de 2003. Por lo menos a 14 les rebanaron la garganta la primera noche de los ataques y ahora el sitio del campamento ha dejado sin funcionar una de las principales estaciones eléctricas de Líbano, luego que los insurgentes lanzaron cohetes a la planta de energía en el norte del país. Las pipas de petróleo ya no pueden acercarse a suministrar combustible a la instalación. El resultado: extendidos apagones por todo el territorio.

La crisis constitucional es casi tan grave como las batallas. El presidente pro sirio Emile Lahoud insiste en que no sancionará las elecciones presidenciales del mes próximo con el argumento de que el gobierno de Siniora no incluye a chiítas (porque se retiraron el año pasado) y por tanto debe entregar el poder al ejército. Y como todo libanés sabe -de hecho, como todo árabe-, entregar el poder a los militares es una larga tradición de las dictaduras de Medio Oriente.

Líbano no es una dictadura, pero ahora existe una creciente y difundida creencia de que se podría solicitar al general Michel Suleiman, jefe del ejército libanés, que se ponga al frente de la nación en caso de un estancamiento prolongado. Suleiman, cristiano maronita que ha mostrado tacto considerable en el manejo de las batallas del ejército -en una parte del mundo donde los generales gustan de decir a la gente lo que tiene que hacer, milagrosamente anunció hace dos meses que el ejército permanecería unido y que entre tanto el pueblo libanés tenía que tomar sus propias decisiones respecto a su porvenir-, es popular en un país que vive al lado de un abismo muy profundo. En una serie de feroces disturbios callejeros, en enero pasado, sus soldados lograron evitar un extendido conflicto civil sin dar muerte a un solo ciudadano. Compárese esto con los británicos en Irlanda del Norte, los franceses en Argelia, etc.

El jefe del ejército tiene que ser maronita por mandato del sistema sectario del gobierno libanés, y son los maronitas, irónicamente, quienes se han mostrado divididos sin remedio acerca de su futuro. Su partido pro sirio, de hecho, es encabezado por otro oficial del ejército, el ex general Michel Aoun, quien en 1989, cuando creía ser presidente, condenaba a Hezbollah, opositor al gobierno, como «terrorista», pero ahora está aliado al «Partido de Dios» con la esperanza de llegar a la presidencia.

Es el destino de Líbano que su política sea casi tan oscura para él mismo como lo es para los extranjeros, pero lo que se dice en Beirut es que Suleiman tiene contactos sorprendentemente buenos en Damasco -a cuyos acólitos se supone que combate en Nahr el Bared- y cuenta también con el respaldo de Washington (al cual le agradan sobremanera los generales amistosos). El propio Lahoud es ex comandante del ejército, pero puede que el país necesite mucho del primero para lidiar con Fatah al Islam.

En la cinta de audio, Abu Jandel al-Dimashqi, del movimiento «Lucha Tahwid y Jihad en Siria», anunció la muerte en batalla del lugarteniente del grupo en el campo, Abu Hereira (nombre verdadero: Shebab al-Qaddour), y añadió que la «muerte de nuestro hermano… ha avivado las llamas. Que el gobierno del traidor Siniora sepa que algunos héroes de Fatah al Islam han salido del campo y ahora se encuentran entre ustedes. Esperen un día negro». Luego condenó la negativa de los coterráneos de Al Qaddour a darle sepultura en su lugar natal, Mishmish. Pero tres soldados oriundos de la misma aldea han perecido de mayo para acá; en estos días hay que seleccionar con cuidado las tumbas.

Los libaneses han enfrentado cantidad de «días negros» de 1976 a la fecha (una guerra civil de 15 años, dos invasiones israelíes, hegemonía siria; asesinatos de primeros ministros, ministros, parlamentarios y periodistas), pero aun así no resulta cómodo escuchar la cinta. George W. Bush y el presidente francés Nicolas Sarkozy -muy lejos de Líbano, en la costa este de Estados Unidos- añadieron gasolina política al fuego el fin de semana, al advertir que no debe haber «actos anticonstitucionales» -es decir, presidentes «designados»- en Líbano. El día de las elecciones es -se supone- el 25 de septiembre.

Anótenlo en su diario.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya