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Millones de personas se enfrentan al hambre en Afganistán

Fuentes: World Socialist Web Site

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Una inmensa catástrofe social se extiende por todo Afganistán. 2008 fue el séptimo año consecutivo de sequías y escasas cosechas y, actualmente, entre ocho y diez millones de personas se enfrentan una hambruna en lo más duro del invierno, cuando la nieve mantiene aisladas las comunidades rurales. Las provincias más afectadas son las del centro y norte de Afganistán, en las que Estados Unidos y la OTAN han ejercido un control casi incuestionable desde la invasión del país en 2001, y a pesar de las proclamas de haber gastado miles de millones de dólares en reconstrucción y desarrollo.

Son necesarias al menos 6 millones de toneladas de trigo y otros cereales para alimentar a la población del país, que ha aumentado hasta alcanzar casi los treinta millones tras el retorno de los refugiados que estaban en Pakistán e Irán. El pasado año, se produjeron sólo 3,5 millones de toneladas de cereales, perdiéndose las cosechas totalmente en algunas de las zonas. También han muerto alrededor de 1,5 millones de animales por la carencia de agua.

El problema de la sequía ha aumentado inmensamente por la falta de depósitos de recogida de agua y por el atraso de los sistemas de irrigación del país. Un estudio realizado por el Ministerio afgano para el Agua y la Energía estimaba que el 70% del agua disponible se perdía por evaporación o escapes al fluir a través de desmoronados canales con décadas de antigüedad.

La ocupación estadounidense no ha hecho nada para abordar todos esos problemas. En su lugar, las comunidades afganas han tratado de superar la carencia de agua aprovechando los acuíferos subterráneos. El Ministerio para el Agua y la Energía estima que están ya agotadas el 50% de las aguas subterráneas.

La ausencia de regadío ha contribuido bastante a que cuatro millones de hectáreas de tierra potencialmente cultivable no se hayan podido trabajar. Al mismo tiempo, durante los últimos treinta años de guerra y caos político, muchas áreas agrícolas han quedado sencillamente abandonadas.

El resultado con que nos encontramos es el de una población que ha pasado a depender de importaciones de alimentos que no pueden permitirse comprar. El precio del trigo importado, por ejemplo, que se vende a casi 80 centavos de dólar, pone ese cereal fuera del alcance de gran parte del pueblo afgano, cuyos ingresos son por lo general de menos de un dólar al día.

Se advirtió, con mucha anticipación, a las fuerzas ocupantes estadounidenses y de la OTAN del riesgo de que este año hubiera una hambruna extendida. El British Royal United Services Institute escribió en octubre que Afganistán se encaminaba hacia una «hambruna desastrosa». El Programa Alimentario Mundial (WFP, por sus siglas en inglés) y otras agencias enviaron rápidamente suministros adicionales hacia el país. Susana Nicol, portavoz del WFP en Kabul, dijo al Canadian National Post: «La situación actual es extremadamente frágil».

El WFP y otras organizaciones de ayuda han entregado alguna asistencia. Sin embargo, la cantidad es insuficiente para garantizar una seguridad alimentaria durante todo el invierno. En la provincia de Badajshan, al noroeste de Afganistán, los funcionarios gubernamentales dijeron al San Francisco Chronicle que después de la entrega de 15.000 toneladas de ayuda alimentaria, eran necesarias aún otras 105.000 toneladas. Un funcionario estimó que, tan sólo en esa provincia, había 1,3 millones de personas con riesgo de desnutrición.

La desnutrición debilita aún más a una población ya muy vulnerable, especialmente a los niños, que no pueden acceder a los cuidados sanitarios adecuados, ni a un sistema de saneamiento u otros servicios básicos, como la electricidad. Según UNICEF, se estima que en 2006 murieron 327.000 niños de edades inferiores a cinco años a causa de la sequía.

La diarrea y las infecciones respiratorias agudas fueron responsables del 41% de las muertes de los niños, mientras que enfermedades como el sarampión y la polio, que podrían haberse evitado con las correspondientes vacunas, causaron un 21% más de muertes. Alrededor del 50% de los niños que lograron sobrevivir por encima de los cinco años sufren de raquitismo.

La expectativa de vida global par hombres y mujeres en Afganistán es sólo de 44 años. Las mujeres que mueren al dar a luz alcanzan una ratio de entre 1.600 a 2.000 de cada 100.000 nacimientos.

Este año, incluso el propio Ministerio de Sanidad del gobierno afgano está advirtiendo de un aumento masivo en la espeluznante cifra anual de muertes en el país. Se ha estimado que pueden morir alrededor de 1,6 millones de niños menores de cinco años.

La perspectiva de cientos de miles de niños muriendo de hambre o de enfermedades fácilmente evitables pone de manifiesto el absoluto cinismo de la proclama de que EEUU y las potencias más importantes de la OTAN tienen alrededor de 70.000 tropas en Afganistán para llevar a su pueblo «seguridad, gobernabilidad y desarrollo económico».

La mayor parte del gasto extranjero en Afganistán va destinado a mantener las operaciones militares de las fuerzas ocupantes, que tienen como objetivo aplastar la resistencia del pueblo afgano en un intento por transformar el país en un estado clientelista estadounidense en el Asia Central.

Los recursos destinados a la supuesta «reconstrucción» se han gastado sin un plan nacional coordinado y sin que el pueblo afgano haya recibido prácticamente nada. El 40% de la «ayuda» -unos 6.000 millones de dólares a mediados de 2008- ni siquiera llegó al país. Fue lo que se pagó a las alquiladas compañías y agencias de contratistas privados, que tienen su sede en Occidente, para que supervisaran varios proyectos.

Otra gran porción del pastel se desvió hacia los diversos partidos políticos, facciones y señores de la guerra que componen el régimen de Kabul. Prácticas habituales son los salarios inflados para los funcionarios del gobierno, peticiones de sobornos y cobros exagerados en permisos, mano de obra, materias primas y transportes.

Incluso el New York Times, que consistentemente ha venido apoyando la ocupación de Afganistán, señaló el 1 de enero que el gobierno del Presidente Hamid Karzai, apoyado por EEUU y la OTAN, está «plagado de corrupción y chanchullos» y «ahora, a menudo, parece que existe tan sólo para el enriquecimiento de quienes lo componen». Karzai mismo dijo en una reciente conferencia: «Los bancos del mundo están llenos del dinero de nuestros estadistas».

Sin embargo, la preocupación de las potencias ocupantes no se centra en que hayan creado un estado títere corrupto y disfuncional ni en que gran parte de la población esté pasando hambre, sino en la comprensión de que el empeoramiento de la grave situación y largo sufrimiento del pueblo afgano es un factor importante para que resurja el apoyo hacia la insurgencia dirigida por los islamistas, además de la creciente tasa de bajas del pasado año entre las tropas de Estados Unidos y la OTAN.

N. de la T.:

Véanse en Rebelión la información aportada por el Dr. Mohammed Daud Miraki sobre la situación en Afganistán: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=77080.

Enlace con texto original:

http://www.wsws.org/articles/2009/jan2009/afgh-j09.shtml