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Milton Friedman murió… quejándose amargamente

Fuentes: Crónica Digital

En su última columna de opinión, publicada en Chile por El Mercurio pocos días antes de su muerte, Friedman se lamentaba de los cambios en la política económica de Hong Kong, uno de los territorios «modelo» que sirvieron de ejemplo en los estudios del padre del monetarismo. «Lamentablemente, no es sorprendente haber visto el mes […]

En su última columna de opinión, publicada en Chile por El Mercurio pocos días antes de su muerte, Friedman se lamentaba de los cambios en la política económica de Hong Kong, uno de los territorios «modelo» que sirvieron de ejemplo en los estudios del padre del monetarismo. «Lamentablemente, no es sorprendente haber visto el mes pasado al actual líder de Hong Kong, Donald Tsang, condenar a muerte al sistema en el que se basó la prosperidad del territorio», afirmó en esa ocasión. Para el viejo ideólogo las tibias reformas impositivas y regulatorias que la administración de Hong Kong anunció en este año le hicieron hervir la sangre. Mal que mal, durante la administración inglesa este enclave capitalista en territorio chino fue librado al arbitrio del neoliberalismo más salvaje y desregulado.

El éxito de este modelo se basó en las particulares condiciones de este territorio, uno de los más pequeños del mundo. Para administrar una ciudad/puerto el neoliberalismo pareció funcionar y el enclave pasó a ser uno de los grandes centros financieros de Asia, sede del famoso Hong Kong & Shangai Banking Corp, el banco acusado de custodiar los depósitos en oro de Augusto Pinochet. En el período colonial se eliminaron todos los impuestos y el flujo mercantil se incrementó de una manera increíble. Estas facilidades económicas, unidas a la existencia de un sistema legal de origen británico, muy escrupuloso en el respeto de la propiedad privada, le permitieron crecer a tasas asombrosas. Sin embargo, los efectos negativos de las políticas neoliberales se han hecho sentir en todo el mundo, y Hong Kong no es la excepción. Las críticas a la política del laissez-faire, que tan sólo hace una década atrás no parecían encontrar eco en los especialistas y en los gobernantes, ahora son escuchadas y acatadas por doquier. La economía de Hong Kong se vio muy afectada, a diferencia de la de China continental, por la crisis asiática de 1998. La mayor parte de las numerosas fábricas que estaban instaladas en la ciudad, para producir desde textiles a plásticos, fueron trasladadas luego de la crisis a regiones centrales de China, y eso dejó desempleados o en pésimas condiciones laborales a muchos trabajadores. Tras varios años de debilidad, la economía ha vuelto a crecer a un ritmo altísimo. Sin embargo los efectos de la crisis se han hecho sentir especialmente en las condiciones de trabajo de la población, que ha pagado con el incremento de sus ya extenuantes jornadas laborales. Si antes de la crisis era común que las maquiladoras funcionaran con turnos de diez o doce horas, hoy estas jornadas traspasan comúnmente las catorce horas diarias. Para mantener este «paraíso» las autoridades permiten el libre flujo del capital. Pero no pueden permitir el libre tránsito de las personas.

Tal como Estados Unidos está construyendo un muro en su frontera con México, Hong Kong ha cercado sus límites. Sin embargo, a pesar de las rejas son miles los trabajadores inmigrantes que llegan a Hong Kong cada año a través de «extrañas» agencias de empleo y con la esperanza de dejar atrás el desempleo y las bajas remuneraciones. Las mujeres inmigrantes, en su mayoría filipinas e indonesias, trabajan de lunes a domingo, y en algunos casos son tratadas como esclavas. No tienen nada semejante a los estándares internacionales de derechos laborales. Pero tal vez el ejemplo más brutal del tipo de vida que encuentran los inmigrantes es el de la «gente enjaulada». Estos casos han cobrado notoriedad ya que se trata de hombres que alquilan un reducido espacio para dormir en edificios de apartamentos de la ciudad, hacinados en habitaciones con camarotes que parecen jaulas. Según organizaciones y sindicatos de Hong Kong, la mayoría de los trabajadores emigrantes viven en esas condiciones por décadas. No es extraño entonces, que a fines de 2005, durante la cumbre de la OMC celebrada en Hong Kong, los manifestantes altermundialistas se sorprendieran porque sus protestas fueran vivamente respaldadas y acogidas por los transeúntes de la ciudad. Hong Kong es una de las ciudades más contaminadas del mundo.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades por paliar esta situación con la construcción de plazas y jardines, la ausencia de regulación estatal ha desembocado en que la polución ha llegado a niveles crónicos. Los niveles promedio de la contaminación atmosférica de Hong Kong pueden llegar a triplicar los límites de la Organización Mundial de la Salud y explican que cada año aumente en 2.000 el número de muertes por efecto de la polución. Igualmente preocupante es la contaminación del mar, saturado por las descargas de la ciudad más densamente poblada del mundo. Al menos, la mezcla entre trabajo «indecente», especulación financiera, contaminación ambiental y hacinamiento urbano ha generado en Hong Kong una enorme riqueza. En muchas otras regiones del mundo el neoliberalismo ni siquiera ha conseguido eso. Pero en ningún país el «anarcocapitalismo» ha logrado bienestar y calidad de vida para la mayoría de la población. Si para Milton Friedman Hong Kong era el mejor de los mundos posibles es explicable porqué sus ideas convencen cada vez menos.

El autor es Teólogo del Centro Ecuménico Diego de Medellín. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital